Dirección: Carolina Adriazola/José Luis Sepúlveda/Claudio Pizarro
Parece que en lo que se refiere a películas nacionales, en estos días este blog se siente bastante más cómodo con los documentales, por algo será, pero no lo sé. Vayamos al grano. "Il siciliano" es un documental dirigido por José Luis Sepúlveda (director de "El pejesapo") y Carolina Adriazola, (y Claudio Pizarro), a la sazón matrimonio que además de colaborar en la dirección (y más áreas, por supuesto) de sus películas durante la última década (y puede que más), también son los creadores del Feciso, un festival de cine social y antisocial hecho en La Pintana, una de las comunas más pobres de Santiago, en donde también hacen talleres de cine para personas de escasos recursos. De esa experiencia se pueden extraer muchas conclusiones interesantes, expuestas por la dupla realizadora en varias entrevistas, una de las que más llamaron mi atención fue (no me lo tomen al pie de la letra, ni yo lo recuerdo tan bien, pero espero que la idea se entienda) que a muchas de aquellas personas no les interesa realmente ver cine sobre poblemáticas sociales urgentes y a veces cercanas, que prefieren la narrativa y estética eminentemente gringa, pues al fin y al cabo son los productos a los que más tienen acceso. Naturalmente es errado abordar este fenómeno apuntando culpas, lo del acceso es algo fundamental: ¿por qué es más fácil consumir historias de autos de carrera y cosas así? ¿Por qué parecen tan lejanas las historias con más consciencia y contenido social?, ¿por qué es incómodo verlo, hablar de ello? Aunque pueda ser una respuesta válida, también es errado culpar a los realizadores y a su supuesta arrogancia, supongo que el problema descansa en la zona intermedia entre espectadores y realizadores, dígase producción y/o productores, o en su defecto los dueños del capital, de los que financia la actividad cultural. Como sea, la dupla Adriazola-Sepúlveda hace cine marginal, crearon un marginal festival de cine, entendiendo esa palabra como una declaración de intenciones: hacer cine, documentales o ficción, de manera independiente y autónoma, sin estar en los bolsillos de los dueños de los medios de producción. Con las dificultades que toda producción audiovisual debe enfrentar, imagino que Adriazola-Sepúlveda gozan de plena libertad creativa, tanto en lo estético como en lo temático. Y claro, métodos de trabajo "extremos" que, en espacios académicos y más serios, no deben ser bien vistos (bueno, "El pejesapo" fue vapuleada cuando se presentó en un festival; no querían ni admitirla por "estar mal hecha"), menos en la escena documental, que actualmente en Chile dicta una rigidez metódica abismante, y no lo digo yo, lo he escuchado de quienes saben: los que se ganan los fondos concursables son los proyectos que prácticamente tienen el corte final armado incluso antes del rodaje, amén de la investigación y la planificación de hierro. Curiosamente, aunque ambos sean documentalistas caracterizados por, en cierta forma, dejarse llevar por el proyecto, por un cierto sentido del azar y la improvisación, Ignacio Agüero goza de más prestigio en el sector académico, con retrospectivas y estudios y todo eso dedicados a su esencial e imperdible filmografía. Esto nos lleva de vuelta al problema inicial: la independencia, la ética y estética única de una dupla realizadora que sólo obedece a sus propios cánones a la hora de registrar, dirigir (con una suciedad formal que está en las antípodas de, por ejemplo, el tándem Perut-Osnovikoff), montar, etc., o, acaso, sólo obedece a la naturaleza misma del proyecto, como seguramente es el presente caso, "Il siciliano".
"Il siciliano" es un proyecto honesto sobre una persona honesta. Honesta consigo misma. Esto no es ni bueno ni malo, es lo que es. (Perdonen la sabiduría, ¿eh?). El espectador es quien puede sacar conclusiones sobre la personalidad y la conducta del Avatte, excéntrico protagonista de esta historia, hijo de inmigrantes sicilianos, dueño de una fábrica de pelucas, hombre de negocios que vive maravillosamente bien, con comodidad, desenfreno, con el dinero corriendo generosamente de mano en mano. Avatte, como un Hugh Hefner local, es retratado tanto en sus actividades profesionales, extracurriculares y en la intimidad de su hogar, que es también su fábrica, todo lo que puede resumirse en una sola palabra: fiesta. En este registro ocurre de todo y la cámara se introduce con desparpajo e impudicia incluso, pero quién soy yo para decir tal palabra. Y no sólo está la figura de Avatte, hombre más culto de lo que parece y un artista en su rubro, también vemos a su troupé, que lo sigue lealmente empinándose garrafas de vino, bailando las canciones interpretadas por un abanico de imitadores de grandes cantantes del corazón (está el Camilo Sesto, por ejemplo), hablando de las fechorías que cometieron y cometerían para defender al jefe (al parecer, el "sicario" de Avatte, que al inicio tiene bastante presencia en pantalla, se fue preso por cinco años durante el rodaje, lo que explica que no se le vea más), discutiendo sobre las costumbres sexuales del hombre (siempre acompañado de dos mujeres a cada evento importante, parejas que usualmente encuentra en cafés con piernas, relaciones sostenidas por un sueldo mensual), en fin, una vida estrambótica y delirante y exhibicionista y aparentemente interminable, en donde no todo es perfecto o ideal (la nana y otras trabajadoras tienen bastantes cosas críticas que decir), un modo de vida intenso y esclarecedor, pues vuelve a evidenciar el abismo que hay entre hombres y mujeres nacidos y criados bajo un sentido de la vida más cercano a la supervivencia y la urgencia del presente, de aquellas otras personas más curtidas en lecturas sociológicas, teorías de género y cultura pop "de nicho" (aunque suene paradójico), que quizás reprueben o no miren con buenos ojos al Avatte, quedándose en la superficie de su personalidad y estilo de vida.
(Llama la atención la gran cantidad de espejos que hay en la casona-fábrica de Avatte, que si te pilla desprevenido te hace dudar de la solidez de la realidad, como si ésta estuviera fractalizándose, si es que tal palabra existe.)
"Il siciliano", un documental de lo precario y de lo desnudo, con una sinuosidad y un fatalismo que me recuerda, puede que de manera rebuscada, a la prosa del gran Germán Marín (en todo caso Avatte parece como salido de su literatura), de lo decadente y lo esfumado, pero, perdón que me repita, de lo honesto e iconoclasta, de lo caótico y suicida, de lo incómodo y revelador. Está en Ondamedia.cl y puede verse en todos los países, así que ya saben que hacer este fin de semana ¿o no?
Acá intentaremos ver por ahí otras obras de esta dupla realizadora y estaremos esperando por "Harley Quinn", su documental más reciente, sobre una mujer de Puente Alto que encontró en la carismática villana una forma de vida o algo así, que promete ser aún más intenso, caótico y devastador de lo que es "Il siciliano". Largos nos quedan los dientes...
"Il siciliano" es un proyecto honesto sobre una persona honesta. Honesta consigo misma. Esto no es ni bueno ni malo, es lo que es. (Perdonen la sabiduría, ¿eh?). El espectador es quien puede sacar conclusiones sobre la personalidad y la conducta del Avatte, excéntrico protagonista de esta historia, hijo de inmigrantes sicilianos, dueño de una fábrica de pelucas, hombre de negocios que vive maravillosamente bien, con comodidad, desenfreno, con el dinero corriendo generosamente de mano en mano. Avatte, como un Hugh Hefner local, es retratado tanto en sus actividades profesionales, extracurriculares y en la intimidad de su hogar, que es también su fábrica, todo lo que puede resumirse en una sola palabra: fiesta. En este registro ocurre de todo y la cámara se introduce con desparpajo e impudicia incluso, pero quién soy yo para decir tal palabra. Y no sólo está la figura de Avatte, hombre más culto de lo que parece y un artista en su rubro, también vemos a su troupé, que lo sigue lealmente empinándose garrafas de vino, bailando las canciones interpretadas por un abanico de imitadores de grandes cantantes del corazón (está el Camilo Sesto, por ejemplo), hablando de las fechorías que cometieron y cometerían para defender al jefe (al parecer, el "sicario" de Avatte, que al inicio tiene bastante presencia en pantalla, se fue preso por cinco años durante el rodaje, lo que explica que no se le vea más), discutiendo sobre las costumbres sexuales del hombre (siempre acompañado de dos mujeres a cada evento importante, parejas que usualmente encuentra en cafés con piernas, relaciones sostenidas por un sueldo mensual), en fin, una vida estrambótica y delirante y exhibicionista y aparentemente interminable, en donde no todo es perfecto o ideal (la nana y otras trabajadoras tienen bastantes cosas críticas que decir), un modo de vida intenso y esclarecedor, pues vuelve a evidenciar el abismo que hay entre hombres y mujeres nacidos y criados bajo un sentido de la vida más cercano a la supervivencia y la urgencia del presente, de aquellas otras personas más curtidas en lecturas sociológicas, teorías de género y cultura pop "de nicho" (aunque suene paradójico), que quizás reprueben o no miren con buenos ojos al Avatte, quedándose en la superficie de su personalidad y estilo de vida.
(Llama la atención la gran cantidad de espejos que hay en la casona-fábrica de Avatte, que si te pilla desprevenido te hace dudar de la solidez de la realidad, como si ésta estuviera fractalizándose, si es que tal palabra existe.)
"Il siciliano", un documental de lo precario y de lo desnudo, con una sinuosidad y un fatalismo que me recuerda, puede que de manera rebuscada, a la prosa del gran Germán Marín (en todo caso Avatte parece como salido de su literatura), de lo decadente y lo esfumado, pero, perdón que me repita, de lo honesto e iconoclasta, de lo caótico y suicida, de lo incómodo y revelador. Está en Ondamedia.cl y puede verse en todos los países, así que ya saben que hacer este fin de semana ¿o no?
Acá intentaremos ver por ahí otras obras de esta dupla realizadora y estaremos esperando por "Harley Quinn", su documental más reciente, sobre una mujer de Puente Alto que encontró en la carismática villana una forma de vida o algo así, que promete ser aún más intenso, caótico y devastador de lo que es "Il siciliano". Largos nos quedan los dientes...
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