Dirección: Roberto Collío & Rodrigo Robledo
Acá en Chile los que trajeron el coronavirus al país fueron los cuicos (es decir, la gente con dinero, poder, influencias, impunidad, etc.) que volvieron de sus vacaciones y no respetaron cuarentenas preventivas, los que eran positivos sabiendo que eran positivos posteriormente viajaban a lo largo y ancho del país haciendo fiestas y reuniones, desde luego que la prensa (literalmente) vendida a los empresarios de derecha hacía artículos que les lavaban sus cochinas imágenes de personas egoístas e inconscientes ("se me ha hecho un daño terrible", dijo uno, sin pensar en el daño que causó en la región a donde se fue de fiesta), en fin, un episodio notable de todo esto fue cuando se descubrió que en un colegio de esos cuicos, en donde la mensualidad es de dos sueldos mínimos, había un brote de treinta y tanto personas con coronavirus, sin que hasta esa fecha se tomaran aún medidas al respecto. La cosa llegó hasta ahí; los apoderados y funcionarios del colegio pidieron privacidad, la prensa se las concedió, fin del problema, total, sus amigos ministros y subsecretarios, todo el nepotismo instalado en el gobierno y las instituciones u organizaciones públicas a fin de cuentas, se encargarían de protegerlos. Hace poco, menos de dos semanas diría, se supo que había un brote de coronavirus en un cité de una comuna no pudiente, habitado por haitianos, una treintena de ellos contagiados. El circo mediático no se hizo esperar y ya a primera hora de la mañana todos los canales de televisión se agolparon en el cité, registrando y exponiendo impúdicamente a estas personas, que si fueron irresponsables o no es algo que hay que analizar seriamente (por supuesto, las medidas de prevención no han sido iguales en sectores pudientes respecto de sectores vulnerables: los primeros, por ejemplo, gozan de tests a domicilio; en el segundo caso, hay gente que ha muerto porque no recibió tratamientos, y no recibió tratamientos porque les fueron negados los tests varias veces antes de empeorar definitivamente), con un tratamiento sensacionalista cuyo fin, a las claras, es instalar una sensación de rechazo hacia la comunidad inmigrante, poniendo el parche antes de la herida: echándoles la culpa de la cagada que sabían iba a explotar estos días, con contagiados aumentando exponencialmente. Este episodio ocurrió pocos días después de que un periódico de derecha (del clan Edwards, para más información vean "El diario de Agustín", también en Ondamedia.cl y comentado por acá) expresara en primera plana preocupación por el aumento de casos contagiados (cuando todavía no aumentaban de a 1500 por día), ilustrando dicha preocupación con la imagen de una mujer haitiana (y negra, si he de explicitarlo) sosteniendo a su bebé en un entorno más que precario. Por esos días el ministro de salud le echaba la culpa a la población, especialmente a las comunas populares y vulnerables, del aumento de contagiados porque no respetan o saben respetar las medidas de prevención (y de paso señalaba el "fracaso" de las cuarentenas como eficaces medidas para evitar la propagación del virus, proponiendo el retorno a clases y trabajos presenciales, reapertura de malls, en fin, "nueva normalidad" y "retorno seguro", tiro que les salió por la culata y que ha debido sufrir la población, aunque la prensa se ha encargado de poner el ojo público en polémicas en torno a la oposición... A ver, díganme: ¿es grave que parlamentarios, de cualquier color político, donen la mitad de sus respectivos sueldos a una fundación de sus partidos, para así financiar campañas políticas futuras de manera independiente? Pues bueno, políticos de derecha, gran cantidad de ellos condenados, a penas irrisorias es cierto, por haber recibido aportes ilegales de empresarios para los que luego legislaban, han tratado de criminales a parlamentarios de izquierda que, justamente, donan la mitad de su sueldo para financiar sus campañas de manera independiente de grupos económicos y/o religiosos. El chiste se cuenta solo, pero no tiene efecto en un país que es, en sí mismo, un chiste de mal gusto).
Todo esto (y lo demás, pero sobre todo "todo esto") lo traigo a colación porque "Petit-Frère" es un documental que aborda, a través del protagonista, un haitiano de apellido Petit-Frère, lo que significa ser hatiano en Chile. Petit-Frère trabaja en una estación de bencina, es miembro de una comunidad de haitianos en donde, de manera voluntaria, ayuda a otros inmigrantes que llegan a este país a vivir mejor (cada vez que conozco a una persona extranjera le pregunto "por qué Chile", de dónde sacaron que este país es bueno, quién les vendió semejante basura, semejante mentira), además hace un boletín informativo en donde de manera lúcida expone las problemáticas del inmigrante haitiano en este páis. El documental, opera prima de sus dos directores, es sorprendentemente rico en recursos narrativos y dramáticos, ágil y coherente en sus herramientas cinematográficas, teniendo momentos oníricos o simbólicos así como los esperables seguimientos cotidianos tanto al protagonista como a otros inmigrantes haitianos. Entre medio, tantos otros episodios de humillación y desprecio (los informativos o televisivos eso sí, no es que veamos "en cámara" algo por el estilo). A lo anterior se suma que, contrario a lo que uno podría pensar de este tipo de documentales bienintencionados, la narración y el punto de vista no son para nada cursis, enaltecedores, indulgentes, condescendientes, tendenciosos o truculentos, tampoco recurren a lo escabroso (como dije, no muestran episodios de discriminación o violencia). Es un documental que se centra, verdaderamente, en la experiencia humana, tanto individual como colectiva, dando a conocer su información con ingenio y certeza en pos de la empatía, y agregaría, de una empatía que surja de la dignidad, no de la lástima (como sería si hubiesen mostrado episodios violentos de racismo).
Muy buen documental, tanto por su tema como, sobre todo, por la forma en que está realizado, lo que me hace estar especialmente interesado en lo que ambos directores, juntos o ya en solitario, puedan dirigir a futuro. Siempre es un gusto ver propuestas, especialmente documentales, que piensan seriamente en su lenguaje cinematográfico. "Petit-Frère" es un notable ejemplo de ello.
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