martes, 27 de octubre de 2020

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Bueno, me pillaron: ayer no escribí nada sobre el triunfo, el gran triunfo (paliza más bien; boleta, goleada) del Apruebo. Tampoco es que haya mucho que decir, habiéndose dicho todo en todos lados: por supuesto, no es este un país polarizado: la gran mayoría quiere lo mismo; los que no lo quieren son los privilegiados, los de clase alta, es cosa de ver que las tres comunas de Santiago en donde ganó el Rechazo son aquellas en donde más se concentra la riqueza y el poder económico y político (y comunicacional). Pero ya lo sabíamos, que la población en general, endeudada por los cuatro costados, deudas que sepultan sus derechos básicos, está en manos de unos cuantos señores feudales que se apoderaron no sólo de las riquezas y los medios de producción, sino que de la política en sí misma. Esta humillante y vergonzosa derrota ha tenido toda clase de análisis, verdaderamente delirantes de parte de los derrotados, tan delirantes que no vale la pena reproducirlos. No votó tanta gente como se pensaba en un inicio, pero votó más gente que en las presidenciales más recientes y de hecho votó más gente que en cualquiera otra contienda electoral desde que el voto es voluntario e incluso desde los 90 o algo así, y eso que estamos en pandemia, con un virus aún no controlado por las ineptas y estúpidas e imbéciles autoridades que nos gobiernan. A propósito, al final a los vocales de mesa no se les hizo ningún examen, a pesar de que el ministro de salud dijo que le parecía buena idea. Véanlo bien: una parte externa le dice al ministro que los vocales de mesa debería examinarse luego del plebiscito; como el ministro no tiene iniciativa ni nada que se le parezca, dice "mmmm, sí, es buena idea, ya veremos"; y como el ministro es todo lo que dije, es decir un inútil de mierda que es incapaz de seguir los protocolos sanitarios instaurados por su propio ministerio, luego no hace nada de nada, sólo sentarse a responder las preguntas pauteadas que le hacen los periodistas cada dos o tres días, todo mientras se niega a colaborar con la Justicia. Por lo tanto, mi madre y mi hermana, ambas vocales de mesa (mi hermana fue presidenta de mesa incluso, debiendo leer los votos en voz alta y todo eso), no se examinaron. Eso sí, como mi madre tuvo que volver a trabajar presencialmente a su colegio, la semana pasada le hicieron un examen (creo que van cada dos semanas) y salió negativo, por lo que no sería equivocado inferir que el resto de la familia tampoco estamos contagiados. Por mi parte, sigo sin hacer nada productivo, y por productivo no me refiero a algo que beneficie a los grandes capitales ni a los empresarios fascistas, sino a mí mismo, es decir no he leído ni mucho menos visto películas (eso está completamente descartado, por desgracia), aunque he leído cómics. Y matado el tiempo jugando y viendo jugar Among Us. Tampoco me he ganado ningún raspe. Y he seguido repartiendo cosas para llevarme un dinerillo al bolsillo, el que no dura mucho porque me compro libros. En qué otra cosa debería gastar mi dinero, ¿ah? Fuera de todo, supongo que estoy contento. Aunque la vida siempre podría ser mejor.

Por último, rápidamente comentaré un cómic que leí hace bastante tiempo y que no me gustó nada, de hecho me pareció una basura. Me refiero a American Vampire, escrito por Scott Snyder y con dibujos de Rafael Albuquerque. El arte de American Vampire es notable, de eso no diremos nada malo. Pero la historia escrita por Scott Snyder apesta. La idea base, el concepto, es interesante: como los humanos, los vampiros evolucionan y, por ende, se ramifican: hay distintas especies de vampiros, los que resisten mejor la luz del sol que otros, los que parecen humanos y los que parecen gárgolas, los que pueden volar y los que no, etc. Cada especie hace lo que le da la gana, algunos son solitarios y qué tanto. El asunto es que en torno a esto se gesta una seguidilla de clichés y lugares comunes aún más predecibles y encasillados que una historia de Ed Brubaker, que en un inicio puede parecer llamativo, pero que pronto se deja ver como lo plano e inocuo que es. Por lo demás, Snyder aprovecha la inmortalidad de los vampiros para visitar y presentar sus respetos (es decir, siguiendo a rajatablas los códigos que los teóricos dictaron tiempo después de que los verdadero directores moldearan, casi sin querer, las características de dichos géneros) al noir, al relato en el Hollywood clásico, al western, a la historia de espías, en fin... Hay una guerra entre vampiros y entre vampiros y humanos; hay una organización secreta que combate vampiros, una mujer se convierte en vampiro y se enamora de un cazador de vampiros... Como siempre digo, si terminé de leer todo esto es porque no me gusta dejar las cosas a medias y porque soy un maldito ingenuo que cree en las historias y que espera lo mejor de ellas, en el peor de los casos, que mejoren un poquito. No es el caso con American Vampire, que tuvo dos ciclos y en teoría debería traer más en camino, aunque desde el 2015 que no se ha publicado nada nuevo. Tanto mejor. Y si publicaran algo, tengo mejores cosas que hacer. Cosas más productivas, ejem...

Mañana comentaré algo mejor.

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