Hoy me llegó un paquete de libros que había pedido hace tiempo, bastante tiempo. Como era tanto tiempo, me dieron de regalo (supongo, pues dudo que haya llegado accidentalmente con los libros que había comprado) un poemario de Elicura Chihuailaf, poeta mapuche, más reciente ganador del Premio Nacional de Literatura, algo muy celebrado, como corresponde, aunque no haya gustado a ciertos sectores que empezaron con sus típicas cosas de "bah, para contentar a los zurdos mapuches" y sus conspiraciones sobre marxismo y en fin, lo típico, qué sabe esa gentuza de arte, de cultura, demonios, qué saben de ética y de humanidad, si de lo que viven es de matar y robar.
Bueno, originalmente iba a hablar de otra cosa pero ayer leí el cómic (o debería decir novela gráfica) del que voy a hablar ahora, Pulp, lo último del tándem conformado por Ed Brubaker y Sean Phillips, una novela gráfica a la que no le tenía mucha fe que digamos (no soy fanático de Brubaker), pero que leí por un afán más bien completista, o mejor dicho, para saber de qué trataba la cosa. Para comprobar si Brubaker merecía las loas que nuevamente le caían a raudales (en general, yo digo que no las merece).
De Sean Phillips tengo una gran opinión, el tipo ha demostrado ser un gran artista del arte gráfico. Nada que objetar. Es Ed Brubaker el que no me convence. Aunque es autor de buenos cómics (incluso de uno que me encanta), debo decir que pienso que el tipo está muy pero que muy sobrevalorado. Es un escritor bastante convencional y poco arriesgado, aunque parezca lo contrario. Es el co-guionista y co-creador de "Too Old To Die Young", la serie dirigida por Nicolas Winding Refn, una serie que me gustó aunque el visionado en sí mismo no me dejó satisfecho (y acá quedo a la espera de algún día poder ver esos diez brutales episodios como corresponde, como debe ser), y de hecho en ese post hice una especie de repaso de los cómics que ha escrito y qué pienso de ellos.
Fatale es su gran obra maestra, curiosamente magistral no tanto por su trama central, que es una excusa sin pies ni cabeza, como por aquellas otras numerosas historias que nacen, se desarrollan y mueren horriblemente debido a ese problema central, que tiene que ver con demonios que persiguen a una bella mujer (sin que sepamos nunca por qué demonios los demonios la persiguen o para qué, o cuáles son los planes que la bella mujer está arruinando con su sola existencia). A riesgo de parecer repetitivo, lo genial de Fatale son esas otras historias en que se mete la bella mujer mientras huye de los demonios a lo largo de los siglos, que dan espacio para westerns, historias bélicas, noirs, un drama musical en los días de gloria del grunge, una fantasía medieval, etc., historias bellas y brutales hasta que aparecen esos malditos demonios con sus motivos planos y superficiales y meramente instrumentales. Pero al menos ya existe "La Flor", de Mariano Llinás, a la que siempre puedo volver ahora que está online (lo ha estado desde abril o marzo, ¿no se los dije?), una historia magistral y gigantesca y perfecta, realmente perfecta, una de las cosas más perfectas que he podido disfrutar en la vida, una de esas cosas perfectas que hacen que una vida haya valido la pena, sí señor.
La única otra obra de Brubaker que podría destacar vendría siendo la saga Criminal, un compendio de buenas intenciones que vale la pena leer, aunque sea convencional e incapaz de escapar o subvertir los códigos a los que se aferra tanto. Típicas historias del genio criminal al que no le gusta la violencia pero que aún así planea el "último robo", del perdedor que cree encontrar una salida a su miserable vivir, del otro perdedor que se enamora de una mujer que nunca es lo que aparenta y por la que arriesga el cuello y el culo, en fin... Criminal es más bien un universo, un mundo de personajes y lugares, que tiene diferentes entregas, algunas mejores que otras, algunas algo más sorprendentes que las otras, la mayoría previsibles, pero no deja de ser interesante por sus personajes y por ese mundo que abarca varias décadas de violencia intrafamiliar, violencia callejera y delictual, hechos legendarios que algún día conoceremos, en fin... Brubaker no es David Lapham y si buscan una saga épica criminal, entonces mejor lean Stray Bullets, un noir callejero y cotidiano que, por lo mismo, por ser tan creíble, resulta más aterrador y brutal y violento, además de poseer sentido del humor y una capacidad para respetar los códigos a la vez que subvertirlos. En Stray Bullets pueden comenzar a leer una historia que les puede parecer lo mismo de siempre, pero que no tarda en convertirse en algo fresco, oscuro y rabiosamente irónico. De hecho ya dedicaremos una entrada propia a Stray Bullets, pero si pueden, lean el volumen titulado Other People, en donde se puede apreciar esa capacidad de Lapham para subvertir los códigos que Brubaker es incapaz de siquiera cuestionar. Lapham con sus historias se ríe del Brubaker (no de manera intencionada, claro, pero al comparar una obra y otra es imposible no notar cómo una opaca y desnuda a la otra en todas sus fallas y recursos) que se cree genial por escribir historias sobre perdedores que "reviven" cuando conocen a una mujer como ninguna otra; Lapham subvierte (y humaniza) al perdedor y a la mujer como ninguna otra, ya van a ver. Por cierto, Stray Bullets comenzó a ser publicada (y de manera independiente, no menos) el año 1995; Criminal, el 2006. Ambas pueden leerse en desorden, pues sus distintas entregas no son cronológicamente lineales (algo de lo que Brubaker se jacta... pero diez años después. Al tipo de verdad se le suben los humos a la cabeza). Pero todo lo "rescatable" de Criminal, Lapham yo lo había estado haciendo, y mejor, hacía diez años atrás. No se engañen.
Y por si fuera poco, Brubaker también escribió The Fade Out, un cómic que es como el epítome de los lugares comunes y los putos clichés, aunque por ambientarse en el Hollywood clásico parece que ha encantado a todo aquel que lo ha leído (no conozco comentarios desfavorables aparte del mío), de hecho ganó un premio Eisner. De locos, ¿no?
Así que como ven, a Brubaker no le veo capaz de crear nada realmente original ni arriesgado, ni historias ni reflexiones. Por cierto sus cómics están plagados de frases para el bronce, que no sé si están escritas con orgullo o con cierta ironía por lo obvias y repetidas. En fin, no le creo a este Ed Brubaker. Por eso me sorprendió tanto Fatale en su momento, por eso me sorprendió tan gratamente esta Pulp.
Veo, en mí, al anciano
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