Y bueno para ir terminando con el asunto, porque ya ha pasado una semana completa desde entonces, las reacciones que me provocó la vacuna fueron: tener mucho frío, dolor de cabeza, dolor en la zona de vacunación, sensación de fiebre (escalofríos, sudor, tiritones), sensación que me ardía la cabeza, fatiga, cansancio, cierta lasitud en mis brazos y piernas, náusea y diarrea. Me parece que no se me olvida ninguna reacción. Vaya noche fue esa, ¡jo, qué noche! A mí me habría gustado con la vacuna rusa, la Sputnik, pero parece que no ha llegado y, bueno, es lo que es.
Mis esperanzas en todo caso de que todo vuelva a cierta normalidad o control, el suficiente como para yo poder estudiar bartender y luego trabajar en eso, se hacen cada vez más nulas. Ojalá que no, pero parece que vamos a estar en este maldito vaivén de estar entrando y saliendo de situaciones sanitarias críticas, con las consecuentes cuarentenas (además del puto toque de queda, que me arruina mi horario ideal de trabajo), durante mucho, mucho tiempo. Mientras tanto, la autoridad dice que todo está bien. Aún es temprano para ser pesimista (aunque la experiencia dice que siempre es un excelente momento para ser pesimista; el asunto es que uno debe ser pesimista para sí mismo, no es la idea andar matándole la onda a los demás), pero no sé si en septiembre pueda estar trabajando y, por supuesto, ganando buen dinero para poder comenzar el resto de mi vida, es decir, mi vida como un ciudadano que debe sobrevivir día a día (yo quería ser un hombre que cumpliera sus sueños día a día, pero ya no fue eso).
Yo, por supuesto, no he visto películas, a excepción de cuatro títulos que ya había visto y que decidí ver para pasar el rato y/o porque las vi en la tele y decidí quedarme ahí. En algún momento de enero o febrero vi Mad Max 4 (la con Tom Hardy) y Bastardos sin gloria, de Tarantino. De Mad Max no hay mucho que decir, pues su visionado sigue resistiendo con fiereza y una calidad a prueba de balas. Lo único malo es que esa vez no estaba en la posición más cómoda y mi cuello y mis hombros lo resintieron. Bastardos sin gloria la vi en dos días (para que vean la calidad de espectador en que me he convertido): en la noche vi creo que los tres primeros episodios, al día siguiente los dos últimos. Me sigue gustando, me gusta la intención detrás, pero con los visionados la experiencia se hace cada vez menos impresionante. Cada vez pienso más que el primer capítulo, con Landa interrogando al granjero francés, es muy corto, o mejor dicho, que Tarantino seguramente filmó más, más o menos como un interrogatorio real, pero por esas cosas del montaje (que no puede ser tan largo porque la gente se queja y bla bla bla) debió editarlo de manera más concisa. En concreto, me parece muy abrupto el modo en que el francés se rinde ante Landa, cuyo juego psicológico es bueno, soberbio incluso, pero no me compro lo fácil que el francés se quiebra, más encima de un momento a otro. Con todo, buena manera de empezar una película. Luego viene el episodio donde se presentan a los bastardos, que se siente como los primeros quince o veinte minutos de "Lucky Number Slevin", es decir, un montón de escenas más explicativas que narrativas, una larga presentación de personajes y situaciones que deberían encajar cuando el relato como tal comience de verdad. Los tres restantes episodios me parecen bien, una historia fluida que avanza sin problemas ni nada.
El día siguiente de mi vacunación, es decir el jueves 27 de mayo, como no quería meterme al computador ni nada, me fui a la pieza de mi madre y me puse a ver tele. Tenía planeado ver carreras en el Hipódromo, pero me encontré con "Como si fuera cierto" (Just Like Heaven), esa en donde Mark Ruffalo se enamora del espíritu de Reese Whiterspoon. Ya la había visto una vez en un canal de tevé abierta cuando era chico, siempre la recordaba con agrado, y esta vez también me gustó. Me gustó su ingenuidad y desenfado para hacer una comedia romántica sobrenatural, bonita pero bien contada supongo, aunque su clímax es más estrambótico de lo que se necesitaba. El director es Mark Waters, un tipo que durante todos los 2000 le fue muy bien con ese tipo de películas (Mean Girls, Freaky Friday) "simplonas" podría decirse, pero que lograban aunar buena recepción crítica y de público. Ya en los 2010 su carrera se fue un poco a la mierda con títulos absolutamente mediocres. Luego de esa película comí almuerzo y después vi "Once Upon a Time in Hollywood", de Tarantino. Como dije cuando la comenté, me encantó. Es una grandiosa película, distinta a las de Tarantino, el simple pero gran retrato de una época en su glamorosa (aunque no carente de oscuridad) cotidianidad. Lo único que me sigue no gustando nada es su clímax, esa vuelta de tuerca a la historia que se sale de tono y es como un onanista capricho de un Tarantino fuera de sí. No sé cómo podría haberse resuelto el clímax, pero, en términos de relato (términos narrativos y toda esa vaina), lo que vimos en cines no le hace justicia a toda la película que se había visto hasta entonces ni tampoco al final-final, esos breves pero deliciosos (y ciertamente dolorosos, tristes, en tanto sabemos que es una fantasía que contrasta con la brutal realidad) minutos luego de la masacre, que tampoco es muy creíble porque ¿qué clase de seguidores desobedecen las órdenes de su líder de secta? Imagínense el trío logra su renovado objetivo, vuelven donde Charles Manson, le dicen "ah no, mira Charlie, no matamos a los de la casa de Terry sino que a sus vecinos porque...", y la explicación no termina porque Manson se vuelve loco y seguramente mata a los jóvenes. Como sea, buena película, pero ese clímax es malo.
Nada más he visto. Nada más. Quizás vea "A Bittersweet Life", la obra maestra de Kim Jee-woon. Y si alguna vez me encuentro con "Lucky Number Slevin", a pesar de sus imperfecciones, la veré porque, demonios, sigue siendo una película más que disfrutable.
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