La Grande Bellezza y Le Conseguenze dell'amore, ambas películas de Sorrentino, la última y la segunda, respectivamente. Sigo poniéndome al día con este interesante y estimulante director, esta vez con su opera prima, de la mano de su buen amigo Toni Servillo -en la sexta actuación de su carrera, si no me equivoco-. Debo decir que estaba bastante emocionado, gracias a lo magistrales que son los filmes que he visto de Sorrentino, pero la verdad de las cosas es que he quedado decepcionado. L'Uomo in Più -que significa, literalmente, "el hombre de más"- no me ha gustado nada de nada.
Me preguntaba si en su opera prima Sorrentino iba a hacer gala de esa cámara tan alocada pero precisa que ha demostrado dominar con inteligencia en los dos filmes que le he visto. La respuesta salta a la vista inmediatamente: los movimientos de cámara -veloces y pausados- son algo con lo que Sorrentino empezó ya en su primera película, siempre fueron parte de él. Hay algunos movimientos imposibles -ya sean dollys o travellings o ambos-, ángulos llamativos, y algunos "experimentos" que llaman la atención, y que admito que son deliciosos de vez en cuando. Pero a pesar de tener una fotografía tan audaz y hábil, con composiciones más que notables, no tiene cimientos argumentales, justificaciones coherentes con el tipo de historia que vemos. Es tan sólo demostrar lo bien que se le da la cámara a este equipo realizador encabezado por Sorrentino. Alcanza a ser únicamente un mérito visual, porque en lo demás falla bastante, y bastante feo. Pienso que hay una ruptura notoria entre la estética utilizada y la historia contada; lo primero queda bien -no lo niego, aunque le falten cimientos y justificaciones-, y lo segundo se pierde tempranamente.
No obstante, antes de meterme con la historia y todo aquello, quiero referirme un poco más en detalle sobre la ruptura anteriormente mencionada. Ruptura que resulta en una falta de atmósfera lamentable, haciendo que la estética sea un adorno, y la historia no tenga ese condimento audiovisual -en coherencia con la trama, claro está- que siempre necesita. Para comparar esta película con las otras dos vistas de Sorrentino, nada más les digo que, en Le Conseguenze dell'amore, la exquisita y refinada estética era totalmente coherente y consistente con la historia que se nos contaba, y se unían en una atmósfera de misterio altamente estimulante. Lo mismo en La Grande Bellezza, donde la misma estética, marca de Sorrentino, esta vez estaba estrechamente relacionada con los excesos en la vida de las personas que la historia del film retrataba, dándonos una atmósfera "fiestera" que invadía la vida del protagonista, en contra de sus deseos de encontrar la grande belleza, probablemente escondida en las cosas simples de la vida, en la paz del silencio, la tranquilidad de la reflexión. En la presente película la atmósfera es estéril, sin valor alguno, y no representa en ningún tipo de nivel lo que se nos está contando. Trama y estética toman dos caminos separados, no se juntan nunca, y la película termina siendo una sucesión de monótonas situaciones, salvando algunos contables momentos que estaban mejor logrados.
Ya en la historia, lo primero que debo decir es que es distante, monótona, y superficial. Con respecto a lo de distante, tiene que ver con que nunca se logra realmente generar una empatía entre los protagonistas y el espectador -en este caso yo-. Puede que con Antonio Pisapia futbolista, ya que es un buen tipo y todo lo que quieran, pero sus deseos no son mis deseos, no los siento como tal, y por lo tanto lo que le ocurre no deja de ser algo totalmente ajeno a mí, mirando y observando lo que le sucede porque sí, y no por genuino interés. Con Antonio Pisapia cantante es distinto, porque desde el inicio que es una estrella en decadencia -quizás de cuánto tiempo atrás- con costumbres un tanto auto-destructivas, que lo meten en problemas, y que logran alejar al espectador con su personalidad bastante repelente. Su gran conflicto es que se mete en problemas, y que luego parece notar que su vida tiene que cambiar. Pero ya es demasiado tarde para cambiar, o al menos querer cambiar. Conectarse con él ya no es posible. Me duele decirlo, pero parte de esa indiferencia para con los personajes radica en las actuaciones de mi querido Toni Servillo -el cantante- y Andrea Renzi. No voy a decir que son malas o débiles, porque no lo son. Simplemente no son tan buenas como debieron haber sido -Servillo fue nominado a los máximos premios de cine en Italia, pero no ganó. Está bien la nominación, pero el premio habría sido erróneo-. De Servillo digo que se nota que actúa mejor ya en los 20 minutos finales, donde -entre otras cosas- recita un monólogo impecable, realmente bueno. Lo mismo digo de Renzi, que en el último tramo también logra una mejor actuación.
Me salto -deliberadamente- lo de superficial para referirme a lo de monótono, que a mi juicio es así porque tanto lo que le sucede a Pisapia cantante como a Pisapia futbolista es casi lo mismo una y otra vez. Al cantante lo vemos drogándose, tirando con jovencitas que no parecen jovencitas -yo le daba 20 años, de verdad-, y siendo un idiota -no tanto, gracias a la buena pero no genial actuación de Servillo- al que no le salen las cosas. El futbolista tiene que aguantar una y otra vez como sus sueños le evitan. Dichas situaciones suceden constantemente, haciendo que el ritmo de la película sea cansino, repetitivo, y -aunque suene contradictorio con la cámara en continuo movimiento- falto de energía. La sensación general de los primeros tres cuartos es de un hastío insoslayable.
Ya llegamos a su superficialidad. Primero que todo, en esta película vemos aquellos temas que luego Sorrentino trata con mejores resultados posteriormente en su carrera. Por ejemplo, estamos ante personajes en crisis de personalidad, asediados por el fracaso. Vemos al cantante enfrentándose a su decadencia como artista, buscando una salida a su inminente y largamente anunciado declive; si se quiere, buscando la paz, la tranquilidad, la belleza. El hombre busca aquello que lo haga sentirse en plenitud, al igual que el futbolista, igualmente enfrentándose a una crisis que toca lo laboral como lo personal. El conflicto es interno, siempre, y siempre lo externo es lo detonante, aquello que hace que lo interno se multiplique, que se convierta en un maldito problema. Lamentablemente, todo lo anterior son trazos poco desarrollados. Quiero decir, lo que vemos mejor retratado es lo externo, no cabe duda, pero lo interno está prácticamente abandonado.
Debo decir que en el final de la película es donde se encuentran los mejores momentos, como el monólogo de Servillo, por ejemplo. Eso es así porque todo lo que critico anteriormente se ve mejorado levemente: los personajes no son tan planos, se notan que tienen conflictos internos complicados y mejores desarrollados, y así lo demuestran sus acciones. También queda más claro todo aquello del episodio del pulpo en el pasado del Pisapia cantante, agregando unos cuantos matices a su personalidad. Es en el final -20 últimos minutos- cuando la película logra alcanzar su mejor calidad.
(destaco el plano secuencia de 4 minutos, que está muy bien logrado, pero me da la sensación de que se hizo sólo para demostrar las cosas que Sorrentino y su equipo podían lograr. No obstante, no le resta mérito dicha sensación mía).
Finalmente, nada más decir que esta opera prima es decepcionante, con actuaciones que no lograron ser lo geniales que esperaba, con un ritmo cansino y falto de energía, y una historia monótona y sin mayor interés. Se hizo en falta un mejor guión, mejor construido en sus sucesos como en sus personajes. Una verdadera lástima.
Ahora me quedan tres películas de Sorrentino, y esas las seguiré en orden.
No obstante, antes de meterme con la historia y todo aquello, quiero referirme un poco más en detalle sobre la ruptura anteriormente mencionada. Ruptura que resulta en una falta de atmósfera lamentable, haciendo que la estética sea un adorno, y la historia no tenga ese condimento audiovisual -en coherencia con la trama, claro está- que siempre necesita. Para comparar esta película con las otras dos vistas de Sorrentino, nada más les digo que, en Le Conseguenze dell'amore, la exquisita y refinada estética era totalmente coherente y consistente con la historia que se nos contaba, y se unían en una atmósfera de misterio altamente estimulante. Lo mismo en La Grande Bellezza, donde la misma estética, marca de Sorrentino, esta vez estaba estrechamente relacionada con los excesos en la vida de las personas que la historia del film retrataba, dándonos una atmósfera "fiestera" que invadía la vida del protagonista, en contra de sus deseos de encontrar la grande belleza, probablemente escondida en las cosas simples de la vida, en la paz del silencio, la tranquilidad de la reflexión. En la presente película la atmósfera es estéril, sin valor alguno, y no representa en ningún tipo de nivel lo que se nos está contando. Trama y estética toman dos caminos separados, no se juntan nunca, y la película termina siendo una sucesión de monótonas situaciones, salvando algunos contables momentos que estaban mejor logrados.
Ya en la historia, lo primero que debo decir es que es distante, monótona, y superficial. Con respecto a lo de distante, tiene que ver con que nunca se logra realmente generar una empatía entre los protagonistas y el espectador -en este caso yo-. Puede que con Antonio Pisapia futbolista, ya que es un buen tipo y todo lo que quieran, pero sus deseos no son mis deseos, no los siento como tal, y por lo tanto lo que le ocurre no deja de ser algo totalmente ajeno a mí, mirando y observando lo que le sucede porque sí, y no por genuino interés. Con Antonio Pisapia cantante es distinto, porque desde el inicio que es una estrella en decadencia -quizás de cuánto tiempo atrás- con costumbres un tanto auto-destructivas, que lo meten en problemas, y que logran alejar al espectador con su personalidad bastante repelente. Su gran conflicto es que se mete en problemas, y que luego parece notar que su vida tiene que cambiar. Pero ya es demasiado tarde para cambiar, o al menos querer cambiar. Conectarse con él ya no es posible. Me duele decirlo, pero parte de esa indiferencia para con los personajes radica en las actuaciones de mi querido Toni Servillo -el cantante- y Andrea Renzi. No voy a decir que son malas o débiles, porque no lo son. Simplemente no son tan buenas como debieron haber sido -Servillo fue nominado a los máximos premios de cine en Italia, pero no ganó. Está bien la nominación, pero el premio habría sido erróneo-. De Servillo digo que se nota que actúa mejor ya en los 20 minutos finales, donde -entre otras cosas- recita un monólogo impecable, realmente bueno. Lo mismo digo de Renzi, que en el último tramo también logra una mejor actuación.
Me salto -deliberadamente- lo de superficial para referirme a lo de monótono, que a mi juicio es así porque tanto lo que le sucede a Pisapia cantante como a Pisapia futbolista es casi lo mismo una y otra vez. Al cantante lo vemos drogándose, tirando con jovencitas que no parecen jovencitas -yo le daba 20 años, de verdad-, y siendo un idiota -no tanto, gracias a la buena pero no genial actuación de Servillo- al que no le salen las cosas. El futbolista tiene que aguantar una y otra vez como sus sueños le evitan. Dichas situaciones suceden constantemente, haciendo que el ritmo de la película sea cansino, repetitivo, y -aunque suene contradictorio con la cámara en continuo movimiento- falto de energía. La sensación general de los primeros tres cuartos es de un hastío insoslayable.
Ya llegamos a su superficialidad. Primero que todo, en esta película vemos aquellos temas que luego Sorrentino trata con mejores resultados posteriormente en su carrera. Por ejemplo, estamos ante personajes en crisis de personalidad, asediados por el fracaso. Vemos al cantante enfrentándose a su decadencia como artista, buscando una salida a su inminente y largamente anunciado declive; si se quiere, buscando la paz, la tranquilidad, la belleza. El hombre busca aquello que lo haga sentirse en plenitud, al igual que el futbolista, igualmente enfrentándose a una crisis que toca lo laboral como lo personal. El conflicto es interno, siempre, y siempre lo externo es lo detonante, aquello que hace que lo interno se multiplique, que se convierta en un maldito problema. Lamentablemente, todo lo anterior son trazos poco desarrollados. Quiero decir, lo que vemos mejor retratado es lo externo, no cabe duda, pero lo interno está prácticamente abandonado.
Debo decir que en el final de la película es donde se encuentran los mejores momentos, como el monólogo de Servillo, por ejemplo. Eso es así porque todo lo que critico anteriormente se ve mejorado levemente: los personajes no son tan planos, se notan que tienen conflictos internos complicados y mejores desarrollados, y así lo demuestran sus acciones. También queda más claro todo aquello del episodio del pulpo en el pasado del Pisapia cantante, agregando unos cuantos matices a su personalidad. Es en el final -20 últimos minutos- cuando la película logra alcanzar su mejor calidad.
(destaco el plano secuencia de 4 minutos, que está muy bien logrado, pero me da la sensación de que se hizo sólo para demostrar las cosas que Sorrentino y su equipo podían lograr. No obstante, no le resta mérito dicha sensación mía).
Finalmente, nada más decir que esta opera prima es decepcionante, con actuaciones que no lograron ser lo geniales que esperaba, con un ritmo cansino y falto de energía, y una historia monótona y sin mayor interés. Se hizo en falta un mejor guión, mejor construido en sus sucesos como en sus personajes. Una verdadera lástima.
Ahora me quedan tres películas de Sorrentino, y esas las seguiré en orden.
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