domingo, 28 de junio de 2015

Arrowsmith - 1931


Director: John Ford

 Como adelanto, con respecto a "Arrowsmith" se me viene a la mente una cuestión importante en esto de apreciar de tal o cual forma una determinada película -escribas o no tus apreciaciones después, lo que no es realmente importante-, que es la calidad inherente de la obra en cuestión versus qué tan satisfecho te encuentras terminado el visionado, dos cosas que no necesariamente van de la mano. "Arrowsmith" es una buena película, con un interesante conflicto que está muy bien planteado en tanto relato, y que además cuenta con la siempre incisiva dirección de un John Ford que a través de la cámara ve y va más allá de la superficie de las cosas; por desgracia, en el tercio final se sufre un leve descenso en un rasgo fundamental en la construcción previa del relato: cierta inocencia y candor que, disminuidos, también restan sustento a lo demás toda vez que ese candor constituía, en cierta forma, la espina dorsal de la película: el motor de todo movimiento.


  Martin Arrowsmith es un entusiasta, curioso e idealista hombre cuya pasión por la medicina y la ciencia lo conducen por un largo recorrido lleno de lugares, personas y, finalmente, conocimientos. Oh, y consecuencias, no olviden las consecuencias... Además, el buen Arrowsmith también está enamorado de una mujer que no tarda en ser su devota esposa -si fuera así de fácil conseguir novia-. Peeero... sabemos que en esta vida ni el amor ni el trabajo son cosas fáciles de conseguir y mantener, y que el entorno suele ser algo desgraciado con los buenos de corazón.


  "Arrowsmith" contiene en sí misma dos dimensiones, una que se va desarrollando progresivamente y de una manera bastante clara -algo nada reprochable, por el contrario-, y la otra que queda desalentadoramente explícita -desalentadora en un sentido positivo; por la verdad que señalan los hechos, digo- una vez concluido el metraje. No hace falta decir que llegado el momento ambas dimensiones se complementan en una sola sin mayor infortunio, señalando una cuestión final e irrevocable, de los temas centrales en las películas que de Ford he visto hasta ahora: que la moral no se rige por etiquetas y convenciones de ningún tipo, y que aparentemente el noble en intenciones tiene que tomar un camino doblemente difícil en comparación con el de aquellos dados al atajo... En el fondo, de alguna u otra forma -y siempre de acuerdo a las necesidades y ámbitos del film en cuestión-, Ford siempre nos adentra en relatos sobre la moral.
  Desde luego, estoy siendo simplista, y ni siquiera estoy seguro de si me he expresado con afortunada claridad, o siquiera mínimo acierto. Pero, sin importar qué, de eso se trata "Arrowsmith": de un doctor verdaderamente apasionado por la medicina y la ciencia, dueño de un genuino e impenitente interés investigativo, que persigue de forma incansable un sueño que, no obstante, presentará multitud de dificultades y retos que, de una forma y otra, le permitirán ir acercándose a la cima de sus posibilidades y que lo pondrán a prueba consigo mismo, sus principios más fundacionales. Y una de las gracias de "Arrowsmith" es que la película comparte el mismo espíritu libre y entusiasta que su protagonista, involucrándonos con cada nuevo desafío que la vida y el mismo Arrowsmith se propone, como el lío con las vacas. Y Arrowsmith, siempre inconformista y negándose a caer en la pérfida autocomplacencia, poco a poco se va dando cuenta de que lo suyo es un camino sin final, pues siempre habrán nuevas cosas que descubrir y aprender, y que el éxito -o mejor dicho la fama farandulera, tan venenosa en círculos académicos como en los que la divertida E! se especializa- nunca será excusa para frenar la sed de descubrimiento; es más, eso de "alcanzar la cima de sus posibilidades" es una completa falacia, pues al fin y al cabo las posibilidades son infinitas -perdonen si he sonado como lector de libros de auto-ayuda o asiduo asistente de charlas motivacionales: creo más en la vírgen maría que en lo anterior (y no me tomen por religioso, vamos)-.
Volviendo a lo expuesto al principio, "Arrowsmith" inicialmente se estructura bajo la siguiente premisa: un hombre que debe complementar sus dos grandes amores, ojalá sin excluirlos entre sí: la ciencia y su mujer, un tira y afloja perpetuo. Y al final, la premisa parece ser que ni las cosas más nobles -como los esfuerzos por curar enfermedades, salvar vidas, etc.- se salvan de la vanidad intrínseca del hombre, aunque lo mismo varíe según qué humano tengamos al frente. En cierta forma, "Arrowsmith" trata sobre la pérdida de lo esencial -lo genuino, lo honorable- a manos de lo superfluo. Irónicamente, Ford filma su guión de manera tan certera, que finalmente la misma película se reciente por esa pérdida progresiva: si al inicio el relato invitaba al entusiasmo, amén del candor e ingenuidad producto del casi infantil amor que el protagonista le profesa a su oficio y su arte, ya por el final el argumento deviene en una especie de crisis total que pierde el tono inocente del inicio, volviéndose oscuro y miserable -que es como debía ser la cosa, para qué engañarse-. Eso sí, lo que menos me gusta del asunto -el tono no es problema, lo siguiente sí- es que dicha crisis es circunstancial y estática, demasiado cerrada sobre sí misma en tanto argumento, prefiriendo y alimentándose de una crítica conceptual que contraviene la fluidez y libertad narrativa de un inicio reacio a contentarse con lo establecido. En cualquier caso, una vez que el daño -diegéticamente hablando- ya está hecho, la película vuelve a sus orígenes pasionales, fuertemente contrastados con la cruda lección aprendida, la cual no puede resultar más desalentadora: el honor y la ética sí se venden, y ni siquiera un buen sujeto puede remediarlo.
  De todas formas, "Arrowsmith" es una película bien hecha que mezcla con suma fortuna una suerte de "(humilde y breve) historia de la ciencia" con una tragicómica historia de amores y sueños por cumplir. Recomendable película, qué duda cabe.

4 comentarios:

  1. Muy buena película, no de las más conocidas de Ford, pero contiene imágenes sorprendentes, como las de la parte de la isla. Y Ronald Colman está espléndido... Muy buena, sí señor.

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    1. Maldición, olvidé elogiar la labor de Colman, impecable dando vida a su apasionado personaje. Sin él la cosa habría sido muy distinta, el hombre se adueña de su papel. Me gustaría, sin embargo, pensar en esta película con un poco más de entusiasmo, pero su calidad no se la quita nadie, eso está claro.

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  2. Colman era como el alter ego educado de Errol Flynn... Ahí lo dejo...

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Vamos, dime algo, así no me vuelvo loco...