Creador: Joe Weisberg
Hacía meses que no veía ni comentaba series, pero como la cesantía me ha permitido ganar mucho en tiempo, pues algunos viejos hábitos necesitaban recuperarse. "The americans" es una serie en general bastante bien apreciada, merecidamente hay que aclarar, que sin embargo pasa más o menos desapercibida en cuanto a espectadores o menciones en la red. Si no me equivoco hace poco ganó una importante premiación, pero ya ni eso es suficiente si es que no eres un fenómeno viral... en fin, "The americans" terminó su tercera temporada hace un par de meses, y ya tiene la cuarta confirmada para el otro año, así que está más o menos claro que no estamos ante una serie que se mantiene viva más por el clamor popular que por verdadera calidad -en las primeras temporadas siempre habían dudas sobre su continuidad, ahora la misma ya se da por segura-, lo cual debe respetarse considerando que, según entiendo, sólo HBO es capaz de mantener al aire series que nadie ve. En cualquier caso, al margen de farándula de negocios, "The americans" merece el espacio y la libertad que tiene, pero sobre todo el respeto que inspira.
Sin contar nada previo: "The americans" trata sobre dos agentes rusos de la KGB que se hacen pasar por un matrimonio estadounidense cualquiera, sólo que no son agentes comunes y corrientes: pertenecen a una división altamente especializada que de verdad moldea "americanos" que no levanten ningún tipo de dudas llegado el caso, toda vez que, como nuestros protagonistas, no hay rastros de un pasado en Rusia, tienen hijos estadounidenses y, al fin y al cabo, una vida incluso más estadounidense que la de varios locales. Aunque no aplique del todo: "americano"de día, espía ruso de noche. A estas alturas de la serie, Philip y Elizabeth Jennings no sólo deben sostener y buscar nuevas operaciones que beneficien a su patria, esta vez centradas en torno al conflicto en Afganistán, sino que lidiar con una propuesta de La Central arriesgada y atrevida: que Paige, la hija mayor del matrimonio y quien nada sabe de la verdadera identidad de sus padres, se convierta en una espía. ¿En quién confiar?, parece ser la pregunta central de la temporada.
"The americans" siempre ha sido una serie que pone más énfasis en el conflicto humano que el político, el juego de espías, si bien esto último es el eje central de la trama, o al menos la fuente de todas las disquisiciones morales y humanas, a fin de cuentas, la premisa conceptual -que no es rígida pues, si algo caracteriza a la serie, es su intención permanente de dar varias capas a concepciones culturales, justamente, rígidas-. Desde luego, no se descuida ningún detalle argumental en el elaborado puzzle de desertores, traidores, agentes dobles, informaciones, conflictos, secretos, infiltraciones, etc., pero la verdadera esencia de la serie se encuentra en el interior de nuestros dos protagonistas, de nuestro "matrimonio falso", comillas que delatan el primer gran conflicto que se vio en la primera temporada: ¿cómo vivir y sentir real una vida que, si bien no es totalmente de mentira, sí fue concebida de manera artificial?, ¿cómo sentir algo por tu cónyuge, compañero en el oficio pero no afectivo? No es menor que cada otro personaje de importancia, como Stan Beeman, el vecino de los Jennings que es agente del FBI, o Nina Sergeevna, empleada de la embajada rusa en Estados Unidos, también sufra complicaciones personales que van más allá de lo profesional, y no me refiero necesariamente a líos amorosos. Tampoco es menor que todos los líos personales -que alimentan el fondo humano permanentemente- provengan del peligroso mundo del espionaje y la (contra)inteligencia militar, clara crítica a los gobiernos y los sistemas en que creen y descansan ciegamente, ignorando que la base de todos son las personas, en este caso simples peones. Siguiendo la línea: no es nada menor que cada temporada tenga de fondo un conflicto político diferente, como un repaso a la triste historia estadounidense y su intervención en prácticamente cada región del globo terráqueo. Y por último, no es menor que los protagonistas, "los buenos" -para ponerlo simple por ahora-, sean justamente los rusos, si bien tenemos un amplio abanico de personajes de todos lados y bandos que se encargan de decirnos, o más bien preguntarnos, una cuestión importante: ¿quién es el enemigo y dónde está?, ¿cuál es el verdadero conflicto? ¿Son los rusos unos inhumanos fríos como el hielo, es Estados Unidos el país más libre y democrático del mundo? Volviendo a lo expuesto en el inicio del párrafo, "The americans" es un relato mucho más crudo, realista y profundo que glamuroso e impresionable con esto del espionaje y los trucos propios del oficio. Narrada a su ritmo, con paciencia y sin premuras, el conflicto subyacente teje la trama y viceversa, dando cuenta de que el mundo retratado es una especie de círculo vicioso, una historia sin verdadero final, si bien hayan algunos cierres y conclusiones.
No hace falta recalcar que los personajes están muy bien pensados, desarrollados y actuados -aunque el agente Beeman tenga como "representante" a Noah Emmerich, un tipo algo tieso para las expresiones, o la actuación propiamente tal-, particularmente la pareja protagonista, y que en esta temporada viven una verdadera apertura en todo sentido: como que desnudan el alma; no necesariamente los secretos -qué clase de espía lo hace-, pero sí los sentimientos y lo esencial, a veces de tal forma que una mirada o una palabra resulta bastante aterrador de ver, o intuir. Probablemente esta tercera temporada sea la más oscura y ambigua en este sentido, pues gran parte de los elementos argumentales -especialmente personajes secundarios- comienzan a tener un tratamiento más humano y libre o abierto, y menos funcional y delimitado, aunque esto último nunca ha sido malo pues el creador y su equipo de guionistas siempre han mantenido la mirada en lo esencial, logrando un justo equilibrio entre fondo y forma a través de una narración precisa y fluida. A propósito de la forma, la realización está muy bien lograda, o si no vean las secuencias de espionaje puro y duro: alta tensión... y más tarde, en casa, altísimo drama. "The americans" domina a la perfección la información como tal y la escritura de la misma, y sabe desenvolverse, digamos, en el terreno. ¿Qué quise decir? Que el drama humano está bien hecho y es coherente con su base puramente documental. Y relacionado a ésto: el final es verdaderamente asfixiante; no sólo porque muestra a Reagan diciendo que los rusos son, básicamente, pura maldad -pero ahí tenemos a los Jennings, rusos muy respetables y humanos, lo que de paso muestra el sinsentido del conflicto político-, sino por lo otro, el drama familiar, a punto de estallar...
En fin, les recomiendo bastante "The americans", una serie redonda y muy pulcra que se ve con agrado y alto compromiso. La calidad está asegurada, y por otra temporada más de momento... No se atrasen.
Sin contar nada previo: "The americans" trata sobre dos agentes rusos de la KGB que se hacen pasar por un matrimonio estadounidense cualquiera, sólo que no son agentes comunes y corrientes: pertenecen a una división altamente especializada que de verdad moldea "americanos" que no levanten ningún tipo de dudas llegado el caso, toda vez que, como nuestros protagonistas, no hay rastros de un pasado en Rusia, tienen hijos estadounidenses y, al fin y al cabo, una vida incluso más estadounidense que la de varios locales. Aunque no aplique del todo: "americano"de día, espía ruso de noche. A estas alturas de la serie, Philip y Elizabeth Jennings no sólo deben sostener y buscar nuevas operaciones que beneficien a su patria, esta vez centradas en torno al conflicto en Afganistán, sino que lidiar con una propuesta de La Central arriesgada y atrevida: que Paige, la hija mayor del matrimonio y quien nada sabe de la verdadera identidad de sus padres, se convierta en una espía. ¿En quién confiar?, parece ser la pregunta central de la temporada.
"The americans" siempre ha sido una serie que pone más énfasis en el conflicto humano que el político, el juego de espías, si bien esto último es el eje central de la trama, o al menos la fuente de todas las disquisiciones morales y humanas, a fin de cuentas, la premisa conceptual -que no es rígida pues, si algo caracteriza a la serie, es su intención permanente de dar varias capas a concepciones culturales, justamente, rígidas-. Desde luego, no se descuida ningún detalle argumental en el elaborado puzzle de desertores, traidores, agentes dobles, informaciones, conflictos, secretos, infiltraciones, etc., pero la verdadera esencia de la serie se encuentra en el interior de nuestros dos protagonistas, de nuestro "matrimonio falso", comillas que delatan el primer gran conflicto que se vio en la primera temporada: ¿cómo vivir y sentir real una vida que, si bien no es totalmente de mentira, sí fue concebida de manera artificial?, ¿cómo sentir algo por tu cónyuge, compañero en el oficio pero no afectivo? No es menor que cada otro personaje de importancia, como Stan Beeman, el vecino de los Jennings que es agente del FBI, o Nina Sergeevna, empleada de la embajada rusa en Estados Unidos, también sufra complicaciones personales que van más allá de lo profesional, y no me refiero necesariamente a líos amorosos. Tampoco es menor que todos los líos personales -que alimentan el fondo humano permanentemente- provengan del peligroso mundo del espionaje y la (contra)inteligencia militar, clara crítica a los gobiernos y los sistemas en que creen y descansan ciegamente, ignorando que la base de todos son las personas, en este caso simples peones. Siguiendo la línea: no es nada menor que cada temporada tenga de fondo un conflicto político diferente, como un repaso a la triste historia estadounidense y su intervención en prácticamente cada región del globo terráqueo. Y por último, no es menor que los protagonistas, "los buenos" -para ponerlo simple por ahora-, sean justamente los rusos, si bien tenemos un amplio abanico de personajes de todos lados y bandos que se encargan de decirnos, o más bien preguntarnos, una cuestión importante: ¿quién es el enemigo y dónde está?, ¿cuál es el verdadero conflicto? ¿Son los rusos unos inhumanos fríos como el hielo, es Estados Unidos el país más libre y democrático del mundo? Volviendo a lo expuesto en el inicio del párrafo, "The americans" es un relato mucho más crudo, realista y profundo que glamuroso e impresionable con esto del espionaje y los trucos propios del oficio. Narrada a su ritmo, con paciencia y sin premuras, el conflicto subyacente teje la trama y viceversa, dando cuenta de que el mundo retratado es una especie de círculo vicioso, una historia sin verdadero final, si bien hayan algunos cierres y conclusiones.
No hace falta recalcar que los personajes están muy bien pensados, desarrollados y actuados -aunque el agente Beeman tenga como "representante" a Noah Emmerich, un tipo algo tieso para las expresiones, o la actuación propiamente tal-, particularmente la pareja protagonista, y que en esta temporada viven una verdadera apertura en todo sentido: como que desnudan el alma; no necesariamente los secretos -qué clase de espía lo hace-, pero sí los sentimientos y lo esencial, a veces de tal forma que una mirada o una palabra resulta bastante aterrador de ver, o intuir. Probablemente esta tercera temporada sea la más oscura y ambigua en este sentido, pues gran parte de los elementos argumentales -especialmente personajes secundarios- comienzan a tener un tratamiento más humano y libre o abierto, y menos funcional y delimitado, aunque esto último nunca ha sido malo pues el creador y su equipo de guionistas siempre han mantenido la mirada en lo esencial, logrando un justo equilibrio entre fondo y forma a través de una narración precisa y fluida. A propósito de la forma, la realización está muy bien lograda, o si no vean las secuencias de espionaje puro y duro: alta tensión... y más tarde, en casa, altísimo drama. "The americans" domina a la perfección la información como tal y la escritura de la misma, y sabe desenvolverse, digamos, en el terreno. ¿Qué quise decir? Que el drama humano está bien hecho y es coherente con su base puramente documental. Y relacionado a ésto: el final es verdaderamente asfixiante; no sólo porque muestra a Reagan diciendo que los rusos son, básicamente, pura maldad -pero ahí tenemos a los Jennings, rusos muy respetables y humanos, lo que de paso muestra el sinsentido del conflicto político-, sino por lo otro, el drama familiar, a punto de estallar...
En fin, les recomiendo bastante "The americans", una serie redonda y muy pulcra que se ve con agrado y alto compromiso. La calidad está asegurada, y por otra temporada más de momento... No se atrasen.
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