sábado, 26 de septiembre de 2015

The Big Trail - 1930


Director: Raoul Walsh

  Raoul Walsh es el director de algunas de las obras maestras más geniales que se puedan ver, como por ejemplo "The roaring twenties" o "White heat" (ambas teniendo al todopoderoso James Cagney como protagonista), y sin quedarse mucho atrás, "High Sierra", con el ínclito Humphrey Bogart. Y si no menciono otras es porque no las he visto, pero tranquilos, que ya se dejarán caer como bombazos de buen cine, espero (estoy seguro). Como estamos viendo películas de los años treinta, de preferencia westerns, la llegada a "The big trail" es totalmente natural y generaba mucha expectación, toda vez que tenemos a un John Wayne que parece tener su primer protagónico (no he confirmado el dato, aclaro), al mencionado Walsh en la dirección, y a que la película en sí anuncia por los cuatro costados que será otra fantástica experiencia, lo que termina siendo. Una gran racha es la que atestiguarán estos días, oh sí...


  Una gran caravana pretende ir al oeste a colonizar esas salvajes tierras, a convertirlas en los nuevos hogares de soñadoras y trabajadoras personas que ven en ese lejano horizonte el futuro prometido. Desde luego, el camino no será fácil, y a lo largo de él veremos toda clase de personajes que se enfrentarán entre sí por temas de amor, honor y justicia.



  Considerando la magnitud del relato, uno podría pensar vagamente que el director de turno vea la posibilidad de sucumbir al efectismo para narrar ciertos acontecimientos, atmósferas y, desde luego, las lecciones y moralejas; naturalmente, uno sabe que Walsh es el encargado de la puesta en escena, es decir, uno sabe que la construcción cinematográfica tendrá un tratamiento y ejecución plenamente consciente de sus mecanismos, plenamente coherente con su fondo y forma. "The big trail" no es un relato manipulador ni efectista, no busca relajarse confiando en que las escenas de acción (peleas con indios, duelos y tiroteos a muerte) y las de romance, por sí mismas, sean suficientes para mantener a flote la película; la puesta en escena de Walsh es llamativamente contenida y sosegada, no por ello menos trepidante y grandiosa en ocasiones (cuando el momento lo requiere), construyendo y desarrollando los conflictos (provenientes de los varios relatos que encontraremos) apelando más a su vertiente dialéctica, un duelo de ideas propio del gran dilema moral, que a fuegos de artificio. En el fondo, Walsh busca narrarnos una gran historia (la conquista del oeste) centrada en la siguiente cuestión, algo más íntima pero de igual  forma fundacional: ¿cómo ser un gran hombre sin caer en las mismas artimañas y bajezas que el enemigo?, ¿cómo mantener intacta la dignidad y los valores propios en terreno salvaje y sangriento? Para ello Walsh hace un notable manejo de personajes, espacios y atmósferas, incrementando la tensión desde el interior de los personajes más que en la pura reacción animal: son conflictos cocidos a fuego lento, incluso los idiotas se dan el tiempo de fraguar sus planes para que, eso esperan ellos, no fallen. Está claro que en determinado momento no habrá descanso y la acción se tornará puramente causal, pero las bases ya están bien cimentadas, las cartas fueron sabiamente jugadas, las piezas juiciosamente colocadas, y el resultado no puede ser insatisfactorio. Y eso que me estoy refiriendo al relato principal, concerniente al de John Wayne (impresionante, de magnífica presencia, imponente figura) versus tres malhechores sospechosos de haber cometido crímenes que el buen Wayne no puede pasar por alto, aunque tampoco señalar sin pruebas concretas; y ojo, que ese conflicto además presenta otra línea más, que es la romántica, pues tanto Wayne como uno de los malhechores pretenden ser el hombre de una mujer que viaja sola (con su hermano y hermana, pero no con un marido, claro). Acá no sólo vemos el dilema de Wayne de erigirse como un buen y respetable líder, sino que también como un hombre digno de confianza y del amor de una dama. Por lo demás, uf, tenemos todo lo que una gran caravana que cruza Estados Unidos nos puede ofrecer: multitud de variopintos personajes con sus respectivos conflictos que aderezan el principal, y que tienen que ver con la dinámica social y cultural de la época, la visión que se tenía sobre la colonización de las nuevas tierras, la relación con los indios, etc. (más o menos como lo que representaba aquella diligencia en "Stagecoach" de John Ford: una pequeña sociedad encerrada y enfrentada consigo misma, sola y a merced de la naturaleza); es decir, componentes que enriquecen tremendamente este western: la elaboración de un paisaje histórico, temporal, cultural, humano, etc., que además cuenta con un magnífico guión que une en una sola y poderosa entidad varios y atractivos (y muy bien narrados, con gran pulso y sentido del tiempo y la imagen) relatos. Así, "The big trail" nos ofrece un largo, extenuante viaje hacia un sueño, una nueva vida, viaje que no estará exento de vicisitudes y hechos que lamentar, que además contiene en sí mismo un duelo moral y romántico, y varios pormenores más. Tendremos escenas realmente difíciles de ver (como el cruce de un río) así como otras que son una verdadera maravilla (esa escena en que vemos madres con sus hijos, de todas las especies), amén de un grande como Raoul Walsh, que tiene muchos otros westerns más que acá estamos ansiosos por devorar. Gran película. Imperdible.


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