Director: George Stevens
La voluntad es fuerte, la disciplina se mantiene, y todo por puro gusto y disfrute, que no parece, por lo pronto, ir a la baja (ni de lejos). La excelente y preciosa "Annie Oakley" es otra de las películas de los años treinta que comentaremos por acá estos últimos días de septiembre, un mes que, he de decir, ha sido bastante positivo para este blog, aunque las conclusiones y palabras melosas quedarán para fin de mes, es decir, para el miércoles, que ofrecerá, espero, un cierre perfecto. En fin, vayamos con el filme de George Stevens, una completa maravilla.
Annie Oakley es una muchacha que se gana la vida cazando pájaros, con la particularidad de que a todos les da en la cabeza (es decir, sin contaminar el cuerpo, lo comestible), amén de su prodigiosa puntería. Un buen día se arma todo un malentendido que le permite a la protagonista unirse a la compañía ambulante de Buffalo Bill y así comenzar su gran e inesperada historia.
Qué tanto es ficción y qué tanto es verídico, no tengo la respuesta a esa cuestión, pero a decir verdad no importa mucho, prácticamente nada. "Annie Oakley" no es una película que busque copiar hecho por hecho y con impersonal exactitud los acontecimientos para pegarlos, de manera igual impersonal, en imágenes. Tampoco es lo que podríamos llamar un biopic al uso, de esos que tanto se ven en estos días, en los que la figura protagonista sirve para ensalzar algún valor moral/político/ideológico/etc. propio del interesado en las sombras más que para hacer una película digna de su trasfondo, y desde luego, para ejercer de trivia y dato curioso (que no es precisamente malo, saber cositas, aunque la moralina barata siempre irrita) más que para ofrecer gran cine. Imaginen si hicieran esta película en los tiempos actuales, producción impulsada por un gran estudio que contrata a, por ejemplo, Ava DuVernay o las candidatas a dirigir "Wonder Woman". Eso ya no sería cine: sería forzar el formato cinematográfico hacia intereses nada confiables y, aunque suene a perugrullada, artísticos, valores que sí nos ofrece, de manera contundente, "Annie Oakley", una película honesta, transparente y sencilla por donde se le mire, que de verdad quiere contarnos una historia y mucho más. Barbara Stanwyck como la protagonista está espléndida, interpretando con avasalladora personalidad y talento un personaje igual de inmenso, además de dotarle del profundo factor humano que tan bien irradia, a fin de cuentas lo que más importa en esta película, incluso más que su ascenso y estrellato. Preston Foster también me ha gustado mucho, y vaya que no la tenía fácil al interpretar a un personaje que también se la pasa actuando toda la película, yendo de su rol de pistolero exitoso y arrogante al dulce y solidario y desinteresado enamorado que termina siendo, nuevamente, con sentimientos que generan completa empatía y resultan en una interpretación conmovedora y memorable. Como ven, el eje central de "Annie Oakley" es la historia de amor entre la protagonista y su gran rival, también su enamorado, y cuya relación siempre se ve entorpecida por el espectáculo, cada vez invadiendo más y más lo puro de la relación. Así, la película no sólo es interesante por la entretenida historia de éxito que se nos cuenta, aderezada además con ciertos pormenores de la relación entre Buffalo Bill y Toro Sentado, sino que también por su compleja y bella historia de amor, dos vertientes de guión que se acoplan a la perfección en el todo final, ejecutado a la perfección por George Stevens. Por supuesto, el tema del machismo está más que presente, no sólo por la manera en que se subestima a Annie Oakley en un inicio, sino por algunas costumbres de la época que nos son mostradas, como por ejemplo el que los hombres queden atónitos cuando una mujer entra a un bar; con todo, dichas escenas están plenamente justificadas y no parecen estar ahí para hacer lobby o qué sé yo: nos presentan personajes, contextos y verdades argumentales y narrativas; o sea, lo que hacen los grandes narradores, incluir mensajes apelando al cine en vez del mensaje mismo. En fin, qué puedo decir, "Annie Oakley" es una película redonda y fantástica, de personajes entrañables con conflictos entrañables (pero verosímiles y, en el fondo, bastante serios), que así como nos hace reír también nos desconsuela con lo terrible de algunas escenas. Gran película, claro que sí.
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