Director: Luis Buñuel
Un año después de "Un chien andalou", Luis Buñuel en compañía de Salvador Dalí hacían "L'Age d'Or", que en alrededor de una hora expone las mismas inquietudes sustanciales e intenciones cinematográficas pero con más desparpajo y mala leche, dando como resultado una película tan extraña como cautivadora y, desde luego, memorable. A esto le llamo personalidad y actitud, viejo.
Si decíamos que "Un chien andalou" era un fiero y atrevido film que buscaba transgredir ciertas convenciones cinematográficas y que de paso también llenaba al fotograma de intereses (la pulsión sexual, los miedos coercitivos, la influencia onírica en la vida) y punzantes críticas (opresión religiosa, opresión social...) poco manifestados de manera tan explícita a través del cine en la época, "L'Age d'Or" hace más o menos lo mismo (sin que estas palabras acusen repetición, por el contrario, elogian la deconstrucción aún más incisiva de lo descrito) pero, si cabe, con aún más desenfado y avasallamiento. De nuevo Buñuel parte de una "no-trama", más bien de una situación o contexto base, que le sirve para hilar con completa coherencia un sinnúmero de escenas que, más que contar una historia en tres fases, nos enfrenta directamente con situaciones que cruzan sin restricciones los límites del mal gusto y el orden establecido. Naturalmente no todo serán situaciones inconexas: por un lado tenemos a una joven acomodada cuya familia será la anfitriona de algún tipo de fiesta o celebración/homenaje con connotaciones político-religiosas; por el otro tenemos a un hombre, también de importante cargo sociopolítico, que no se comporta como su título le exige, todo lo contrario, se dedica a vivir con su bestialidad a flor de piel, sin medirse en lo más mínimo. Estos dos personajes se cruzan a raíz de esta celebración que poco a poco va tomando lugar en distintos escenarios. Mientras la joven se aburre en un entorno opulento, adormilado y de empalagosa sofisticación, el hombre busca satisfacer sus deseos sexuales o simplemente hacer lo que se le da la gana; la joven, impelida por la incontenible energía del hombre, comienza a transgredir los límites impuestos por su familia y la clase que la cobija. El resto son un cúmulo de situaciones y actos realmente estimulantes, graciosos y críticos, que no dejan títere con cabeza y que muestran lo estúpido de la restricción normada por instituciones falsamente solemnes. Qué iglesia, qué burguesía, nada esconde lo animales que somos por dentro. No es tanto la exaltación de estas pulsiones (que pueden llevar a actos terribles, como se muestra, y que no son celebrados por Buñuel) como la ácida ironía de esconder o rehuir la propia naturaleza a través de convenciones sociales fútiles y decadentes, acto que no puede tener la misma "elegancia" que critica.
En términos cinematográficos, como he dejado entrever, Buñuel prefiere narrar a través de los elementos que dispone (imágenes, montaje, sonido -excelente uso del sonido-), prefiere que el fotograma desborde significados y retos al espectador, sin mencionar el argumento "sin trama" que nos traslada por distintos escenarios, épocas y contextos con explícita crudeza. Destaca la interesante introducción y su aún más apabullante final que remonta al Marqués de Sade, sin dejar de lado la fenomenal secuencia en que los deseos sexuales van llegando a su cumbre a la par que un intenso número musical. Así es "L'Age d'Or": libre y avasalladora, pura actitud. Realmente genial.
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