Director: Douglas Sirk
"Interlude" fue algo más difícil de conseguir, pero nada que un poco de paciencia no logre. Ya entramos en tierra derecha de esta retrospectiva fassbinderiana a Douglas Sirk, a quien volveremos a visitar más adelante con cuatro imprescindibles títulos más. Pero oigan, estoy hablando como si se hubiese acabado y recién estamos en la cuarta parada de un total de seis, ¿qué demonios pasa? Antes de continuar con esta entrada y con el resto de filmes sirkianos anunciados, mejor digo de inmediato que no creo que vaya a criticar negativamente ninguna película suya, aunque la vida siempre nos sorprende. Esperemos que no.
June Allyson es una estadounidense que viaja a Alemania, específicamente a Munich, lugar en el que, haciendo cosas de allá para acá, se ve envuelta con un amigo doctor y un famoso director de orquesta. El amor no es fácil, ciertamente.
Nos hemos puesto algo ampulosos estos últimos días al hablar de los filmes de Douglas Sirk, pero es que es algo imposible de evitar, menos con la sublime calidad de los mismos. No obstante, intentaremos mantener a raya las pulsaciones, al menos "Interlude" es la perfecta ocasión para tal propósito. No es que esté reprochando nada, por favor, pero hay en "Interlude" algo que la diferencia de las tres películas de Sirk que ya hemos comentado: su ingenuidad e inocencia, y miren que ésta tampoco es una película inocua en donde todo es amable, pues Sirk vuelve a desarrollar otra de sus desgarradoras historias de amores imposibles destinados a no consumarse jamás, pero a lo que me refiero, al menos, es a su progresión dramática y la energía que la impulsa. O a su protagonista, una June Allyson efectivamente inocente y pura, más que la paracaidista de "The tarnished angels", en cierta forma abatida y resignada a una vida miserable y gris; la niña mimada de "Written on the wind", cuyo desaforado amor/deseo por Rock Hudson la llevaban a cometer actos reprobables; y la viuda de "All that heaven allows", cuya viudez, precisamente, ya era clara señal de haber sido dañada por la pena y la soledad. Por su parte, June Allyson llega a Munich con sueños y llena de ilusiones sobre las aventuras que puedan cruzarse en su camino, y más importante, sin traumas pasados conocidos: en cierta forma, es una mujer "limpia" (espero que eso no suene mal). Y justamente de eso va "Interlude": de despertar de los sueños, de no sucumbir a las ilusiones... de tomar decisiones. El romance de June Allyson con el director de orquesta parece perfecto, pero súbitamente nos daremos cuenta de que, otra vez, hay algo entre medio que prohíbe tal relación. ¿Qué hacer en tal caso? ¿Obedecer a ese fulgor pasional o seguir la alternativa más lógica y práctica? Sobre esa "inocencia" del devenir dramático, la verdad es que quizás la palabra no sea muy acertada, pero la premisa de ensueño hace que el flujo de acontecimientos, en primera instancia, tenga un carácter eminentemente parsimonioso y amable (desde luego alejado del duro y denso nihilismo de "The tarnished angels" o el brutal desenfreno de "Written on the wind"); luego, claro, Sirk nos golpea con duras escenas en que los personajes deben elegir entre si lanzarse a los brazos de su amado/a o hacer lo correcto, lo socialmente correcto digo: "lo que corresponde"... ¿Es un pecado amar, acaso?
"Interlude" es un perpetuo y cruel despertar en cuyo proceso aporta todo elemento cinematográfico, y es que Sirk es un maestro de las facultades expresivas de la imagen audiovisual. De esta forma, primero nos imbuimos de ese aire inocentón de la protagonista, incluso aunque como espectadores sabemos que algo no anda bien con este director de orquesta (lo vemos de primera fuente, pero nos dejamos engañar), y luego caemos por el precipicio. Fotografía, arte, banda sonora... todo cumple una función y tiene una dimensión simbólica o representativa (los espejos, los encuadres). Al respecto, Fassbinder, con mucho más conocimiento que uno, hace notar ese aire "falso" del Munich de "Interlude", no el Munich real sino un Munich visto por los ojos de una estadounidense con cierta cantidad de dinero: ¿cómo es posible que cualquier cosa que suceda en este Munich falso pueda ser real? Quizás a lo más sea un sueño de verano y nada más, pero siempre llega el momento de abrir los ojos... Fassbinder decía, siendo ésta una sentencia realmente lapidaria, que "cuando veo las películas de Douglas Sirk me convenzo más de que el amor es el mejor, el más insidioso y el más eficaz de los instrumentos de represión social". ¿Queda algo más por decir? Claro: no se pierdan "Interlude".
"Interlude" es un perpetuo y cruel despertar en cuyo proceso aporta todo elemento cinematográfico, y es que Sirk es un maestro de las facultades expresivas de la imagen audiovisual. De esta forma, primero nos imbuimos de ese aire inocentón de la protagonista, incluso aunque como espectadores sabemos que algo no anda bien con este director de orquesta (lo vemos de primera fuente, pero nos dejamos engañar), y luego caemos por el precipicio. Fotografía, arte, banda sonora... todo cumple una función y tiene una dimensión simbólica o representativa (los espejos, los encuadres). Al respecto, Fassbinder, con mucho más conocimiento que uno, hace notar ese aire "falso" del Munich de "Interlude", no el Munich real sino un Munich visto por los ojos de una estadounidense con cierta cantidad de dinero: ¿cómo es posible que cualquier cosa que suceda en este Munich falso pueda ser real? Quizás a lo más sea un sueño de verano y nada más, pero siempre llega el momento de abrir los ojos... Fassbinder decía, siendo ésta una sentencia realmente lapidaria, que "cuando veo las películas de Douglas Sirk me convenzo más de que el amor es el mejor, el más insidioso y el más eficaz de los instrumentos de represión social". ¿Queda algo más por decir? Claro: no se pierdan "Interlude".
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