lunes, 3 de julio de 2017

Pursued - 1947


Director: Raoul Walsh

Aprovechando que Robert Mitchum protagonizaba "Blood on the Moon", me dije, "oye, ¿y si ves esa otra que también protagoniza Mitchum?". "¿Cuál de todas, pedazo de imbécil?". "Ah, je, je... 'Pursued', la de Raoul Walsh, ese director que tanto te gusta, maldito idiota". Y bueno, che, al bueno de Walsh siempre se le quiere ver, después de todo es el director de "The Roaring Twenties", "High Sierra" y "White Heat", que son películas que me parecieron o gloriosas o magníficas (o ambas), y aún no he visto "Gentleman Jim", la cual siempre me recomendó, con extrema fuerza, un compañero de universidad, de los pocos que veían el así llamado cine clásico y que, además, veía películas por su cuenta y no porque algún profesor de mierda lo dijera (aunque también es cierto que era muy obediente de los listados oficiales sobre "lo mejor del cine"). Me pregunto si ese compañero sigue siendo tan cabrón y desubicado. Supongo que estaría contento de que ahora esté comentando tantas películas de la era dorada de Hollywood. Yo ciertamente lo estoy; no particularmente hoy, pero sí a grandes rasgos.


Muy a mi pesar, "Pursued" no es el contundente ni feroz ejercicio western-noir que esperaba, sino que, antes al contrario, una muy ligera e inocua seguidilla de situaciones melodramáticas en donde lo trágico pierde progresivamente terreno ante lo absurdo y lo inverosímil, amén de una trama poco convincente y consistente cuyo relato pone énfasis en el incomprensible entramado argumental (el guión poco a poco hace agua por todos lados) y descuida a unos personajes muy, muy livianos y pobremente construidos, motivados por propósitos demasiado esquemáticos como para poder añadir matices o luces y sombras, y que no tardan en ser reducidos a instrumentos que van de allá para acá sin mayor voluntad que el forzoso capricho del guión, aparentando una fuerza interior que no es genuina, que no es de carne y hueso. El inicio es, sin duda alguna, prometedor: Teresa Wright cabalga hacia un rancho destruido en el que se esconde Robert Mitchum, sujeto que intuye que ése será el escenario de su muerte, y con quien comienza un encendido y exquisito diálogo que da pie a un racconto que nos explicará cómo, en efecto, todo salió tan condenadamente mal. En este punto la cosa sigue siendo interesante, en especial cuando retrocedemos a la infancia de Mitchum y Wright, el primero, un niño huérfano que es adoptado por la madre de la segunda, una señora que indudablemente tiene algo que ver con la muerte de los padres del muchacho, pero luego llega la elipsis y los personajes se hacen adultos, el conflicto se perfila de manera clara y precisa, y la película pierde intensidad y se torna repetitiva, redundante, artificiosa. ¿Y de qué va la cosa? Bueno, a Mitchum lo quiere matar un vengativo sujeto que no descansará hasta acabar con el muchacho, y básicamente lo que hace es arruinarle la vida, haciendo que todos lo odien y lo miren feo, pero Mitchum quiere saber por qué nada le resulta y no dejará de buscar la verdad. Y claro, él y la hija de la señora que lo adoptó se enamoran y... El caso es que el guión es tan exagerado y difícil de tomar en serio (¿es que nadie repara en la poco disimulada aversión que el malo le profesa a Mitchum, nadie nota que él planifica cada desgracia del pobre muchacho?) que ni la puesta en escena de Walsh, maestro del encuadre y la iluminación, de la poderosa expresividad de la imagen, puede solventar semejante despropósito, y miren que me gusta el ojo y el pulso de Walsh, pero cuando no te crees ni los personajes ni los conflictos, tristemente la imagen no puede causar gran impacto. Y lo peor es que en un inicio la trama parecía sugerir que trataría de explorar la explosiva e indomable naturaleza humana, el caos y la violencia de las pasiones, el destino inevitablemente fatalista de aquellos cuyas vidas han sido marcadas por la sangre y la muerte, un pesadillesco paseo por los sinuosos y sombríos recovecos del alma y la mente, un descenso a la oscuridad, pero ya digo, el relato se queda en aireados y sucios intercambios de gente que se odia y/o que se tiene envidia. Por momentos algunas escenas tienen cierta ferocidad dramática (como la pelea entre Mitchum y su 'hermano', o cuando Teresa Wright promete vengarse), pero ésta no dura mucho tiempo y volvemos a las acciones superficiales y previsibles. Una maldita lástima.
Oigan, y no crean que me agrada criticar negativamente una película del gran Raoul Walsh, pero es que el maldito guión, viejo, ¡el maldito guión!...

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