domingo, 15 de octubre de 2017

Madigan - 1968


Director: Don Siegel

Bueno, bueno, qué se podía esperar de un maldito domingo; al menos ayer sábado fue provechoso... si lo comparamos con sábados anteriores. Ojalá mañana pueda, finalmente, ver "The Beguiled" en su totalidad: ya me sé de memoria los primeros quince minutos, pero del resto nada... Estoy pensando a qué directores y directoras revisar ahora que estoy cerca de cerrar el repaso a Don Siegel. En realidad lo tengo todo claro, qué demonios. Ya verán, en su momento, en qué filmografías nos adentraremos. Ahora mismo no me puedo concentrar mucho porque los ojos me arden por la puta cebolla, je, je... Haré mi mejor esfuerzo, total, se escribe con los dedos (¿?).


"Madigan" es una película que funciona a dos niveles que no necesariamente deben encontrarse y confluir para darle coherencia y solidez al conjunto; de hecho, la distancia aparentemente insalvable que separa ambos niveles, verticales y no horizontales, es lo que lleva al presente film más allá de la nada desdeñable efectividad narrativa.
El primer nivel es el que protagoniza Richard Widmark como detective de policía que debe solucionar, lo más pronto posible, la cagadita que se mandó con su compañero: se les escapó un peligroso sujeto con antecedentes de homicidio y tendencias al sadismo sexual. Así, esta parte del relato consiste en Widmark rastreando al fugitivo mediante intimidaciones y cobro de favores a otros criminales de la zona que puedan saber el paradero del matón, sumergiéndonos tanto en la dificultad del oficio (ingrato a veces: una carrera intachable se puede ir al diablo con un error) como en la ambigüedad del mismo (necesariamente deben haber ciertas "amistades" con criminales: pasando y pasando, ¿no?). Sin embargo, aparte de lo anterior también se nos muestra la intimidad de estos detectives: pésimos hábitos alimenticios y de descanso, ciertos problemas en casa con la esposa, el cansancio moral, el siempre sugerido auto-castigo que se imponen los policías demasiado trabajólicos, etc. En pocas palabras, queda patente una realidad mucho más compleja y revuelta (la intimidad se vuelve trabajo, el trabajo se vuelve intimidad: negocios y placer van de la mano) de lo que se pretende exigir: ¿puede haber un policía perfecto?
El segundo nivel corresponde al protagonizado por ese maravilloso actor que es Henry Fonda, interpretando a un Comisionado de policía demasiado estricto como para admitir la existencia de grises y claroscuros en el desarrollo de la existencia policial. Pero vemos que el hombre no es de piedra: sale con una mujer casada y, además, recibe un balde de agua fría: al inicio lo vemos escuchando una grabación en la cual queda claro que el Inspector Jefe de policía, que además es prácticamente su hermano de toda la vida, tiene tratos con un delincuente de poca monta (¿por qué?, ¿cómo es posible?). Y bueno, su taxativa moralidad también afecta a los policías uniformados, a los detectives, siempre moviéndose en el difuso borde entre lo apropiado y lo erróneo (para estándares policiales de conducta, manuales, etc.) durante el diario y siempre complejo ejercicio del oficio. No señor: ser policía no es fácil y tampoco lo es ser el Comisionado, pero, con el correr de los minutos, Henry Fonda, en efecto, se irá dando cuenta que en la vida no todo puede ser en blanco y negro, sino que también en delicioso y exquisito Technicolor.
Ambos niveles no son tangenciales entre sí: se unen en varios puntos, momentos y temas, tópicos, sin embargo podría decirse que son dos historias independientes la una de la otra que, no obstante, se entrelazan, se influyen numerosas y cruciales veces (sea dentro o fuera de campo, no todo tiene por qué ser tan explícito, ¿no?).
Por supuesto, ambos actores están excelentes en sus respectivos roles, no hace falta decir más sobre ellos. Por lo demás, la actriz que interpreta a la esposa de Widmark es Inger Stevens, a quien ya hemos visto acá en "The World, the Flesh and the Devil" y en un episodio de "The Twilight Zone". También aparece la que hace de asistente social-interés amoroso de Clint Eastwood en "Coogan's Bluff", film del que también vemos a quien hacía de asesino fugitivo, ahora dando rostro a otro delincuente de poca monta (pero algo más colaborativo).
En resumidas cuentas, otra excelente película en la que Don Siegel demuestra su talento narrativo-cinematográfico, además de su aguda y compleja mirada hacia lo humano y lo social. El título es "Madigan", para servirles.

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