sábado, 30 de diciembre de 2017

Black Mirror: Arkangel


Directora: Jodie Foster

¿Por qué la gente habla de "Metalhead" como si David Slade, director de una de las películas de "Crepúsculo", fuese un puto genio? ¿Por qué el supuesto fondo sustancial y/o discursivo logra disfrazar todos los agujeros, lugares comunes y burdos parches del guión? No entiendo tanta indulgencia ante uno de los peores episodios de una serie que de por sí es puro humo. Como sea, el segundo capítulo de la cuarta temporada de "Black Mirror" que más interés suscitaba en mí (pero con cautela) es el que dirigió Jodie Foster, "Arkangel". Vamos con ello. Puto borrego que soy, vergüenza debería darme.


La primera escena nos muestra a Rosemarie DeWitt (siempre la confundo con Alicia Witt) dando a luz en un parto complicado. Me parece una excelente escena para comenzar una historia madre-hija, pues plantea de inmediato el fuerte apego que DeWitt siente hacia su primogénita (apego reforzado por las dificultades del parto) y el nivel de preocupación que dicho apego generará cuando lleguen las tribulaciones propias de toda relación familiar.
Elipsis temporal: la niña ahora tiene cuatro o cinco años, algo así. DeWitt la lleva a jugar a un parque. Llega otra madre a charlar con DeWitt, que desvía la vista de la niña y ésta se pierde. Llamados, gritos, angustia en el rostro de la madre. En menos de un minuto encuentran a la niña. Está claro que esta secuencia no es más que un simple instrumento resuelto casi con tedio. El breve extravío de la niña desencadena que la madre recurra a Arkangel, un servicio tecnológico que le permite vigilar permanentemente el paradero y el estado psicológico-emocional de su hija a través de un chip puesto en la cabeza de ésta, chip que envía señales a una pantalla que guarda la madre. Si la chica se pierde es cosa de ver el aparato y encontrar su ubicación en menos de lo que canta un gallo. Pero no sólo eso, pues el chip, además de entregar información nutricional y cosas como el pulso cardíaco o el nivel de ciertas hormonas, permite a la madre ver exactamente lo que la niña está viendo. Tal cual. No sólo eso: configurando las cosas a su gusto, la madre puede bloquear el contenido que considere inapropiado (o estresante) para la niña, es decir, si ésta ve a dos personas peleando, el chip hará que el tumulto se difumine. Es como pixelear cosas directamente en nuestros ojos. Claramente aquí quedan planteados temas como la invasión de la privacidad y la tecnología imposibilitando que un ser humano viva su vida a plenitud, limitando la experiencia de vivir, restringiendo su relación con el mundo. Todo este asunto suena interesante, sí, pero tampoco lo es tanto mientras el personaje de la hija sigue siendo una niña, pues todo queda en lo que ya dije: la pobre viviendo en un mundo de mentira y la necesidad de desconfigurar el control parental para redescubrir el mundo en todo su esplendor y sordidez (y así el amigo le enseña porno, sangre, gore, porque así de básico es el mundo).
Como sea, eventualmente llega el momento en que la hija ya no es una niña sino que una adolescente de quince años. Aquí sí que el relato se vuelve interesante pues todos los apuntes instalados en la infancia de la hija comienzan a concretarse (relativa y medianamente) toda vez que este personaje cuenta con un criterio formado y una visión de mundo propia, al margen del control de la madre y de Arkangel, lo cual genera verdadero antagonismo entre las dos. No obstante, lo único interesante de todo esto es la parte del voyeurismo, pero es que hasta el voyeurismo es tan sólo una forma de hacer que la madre y la hija peleen violentamente, porque a todas luces es lo único que Brooker quiere ver. Esta no es una historia que explore y profundice en una compleja relación madre-hija, sólo nos muestra un problema puntual que ocurre por algo puntual que acaba mal para las dos. Ni más ni menos. El motivo de la pelea pudo haber sido otro y los personajes se habrían tenido que amoldar a ese conflicto en particular. Así las cosas, no hay verdadero drama familiar. Aparte de lo anterior (a lo intercambiable del conflicto), esto también se debe a la plana y superficial construcción de personajes, con una Rosemarie DeWitt relegada a un simple rol de madre sobreprotectora que no es capaz de medir la magnitud de sus acciones y sobre la que apenas se nos da información meramente contextual y circunstancial (¿qué es de la vida de esta mujer?, ¿qué le gusta, que le disgusta, qué la emociona o excita o motiva?, ¿acaso es una madre sobreprotectora el 100% del tiempo, no tiene ningún otro rasgo distintivo?), y una Brenna Harding cuyo personaje es "rebelde" (coqueteo con las drogas, ir de fiesta hasta pasada la madrugada, sexo sin protección...) sólo para que la madre se enoje con ella y la vigile/aceche a través de este aparato, no para adentrarse en el despertar de una muchacha en plena ebullición personal. No me malentiendan: ambas actrices ofrecen esforzadas y convincentes interpretaciones, el problema es que sus personajes están muy pobremente escritos; más que entidades propias con capacidad de voluntad, son vehículos cuyas existencias responden a las necesidades del guión. Un guión tan tramposo que no duda en contradecirse para hacer que la trama avance según sus arbitrarios requerimientos. Por ejemplo, cuando la hija adolescente sospecha que la madre la está vigilando, se dirige raudamente a su casa para buscar el aparato, el cual encuentra bajo la almohada de la madre, quien está trabajando. Durante el metraje previo vimos varias escenas en donde la madre se lleva el aparato al trabajo para vigilar desde ahí a su hija, ¿y sin embargo ahora decide dejarlo en su casa en tan terrible escondite? ¿Por qué?, ¿para que la hija pudiera encontrarlo fácilmente y la trama pudiera alcanzar su clímax? No me jodan...
"Arkangel" es un relato estimable, pasable, que tiene buenas escenas gracias a una dirección esforzada y a sus también esforzadas actrices, el cual, sin embargo, no termina de explotar todo el potencial del drama familiar, de los conflictos éticos de la tecnología implantada o de ambas vertientes juntas. Es una constante en "Black Mirror": desarrollar (es un decir) una crítica hacia el poder de la tecnología en nuestras vidas por un lado, y por el otro contar (es un decir) una historia de carácter humano. Al final Brooker, guionista habitual, siempre se queda en los enunciados simplistas y reduccionistas. Imaginen si este episodio, además de no haber sido escrito por Brooker, hubiese sido dirigido por Francois Ozon, quien habría construido y desarrollado magníficos personajes femeninos con sus respectivos dramas (y ya ni hablar del voyeurismo), o por David Cronenberg, que habría desarrollado un demente relato de horror tecnológico (imaginen un final en donde la hija, harta de estar aprisionada para siempre al control de su madre, decide quitarse el chip de su cabeza mediante un taladro o algo así... de lujo, ¿no?). Y claro, la directora es Jodie Foster, pero, a pesar de su solvencia... ¿se nota que es Jodie Foster tras las cámaras?
En fin... como dije, "Arkangel" es un episodio estimable que tiene buenos momentos, una interesante premisa, pero que como conjunto no deja de ser regular y apenas efectivo. No hace aguas ni hace el ridículo como "Metalhead", pero no es ninguna pieza de excelencia narrativa o discursiva. Como largometraje estrenado en cines no habría cosechado semejante aclamación crítica como ahora (las películas de Jodie Foster como directora siempre han sido recibidas o con tibieza o con moderación e incluso indiferencia, independiente de la calidad de éstas), pero es que Netflix sabe cómo inducir reseñas favorables, y cuando los medios están a bordo, el populacho no tarda en subirse al carro de la victoria. Pero bueno... ahora sí termino: "Arkangel" es uno de los tres episodios decentes que van a ver en esta floja y mediocre cuarta temporada de "Black Mirror". El resto es lobby.

...qué embarazoso: usar la misma imagen que usan los grandes medios comprados por...

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