domingo, 31 de diciembre de 2017

Black Mirror: Crocodile


Director: John Hillcoat

Último día del año nadie se enoja, así que no se enojen conmigo por hablar mal de esta serie, y prometo no enojarme tanto por tener que ver estos episodios tan malos. Seré educado. Ayer fui educado, ¿no creen? Todavía no he abierto ninguno de los siete chocolates que me regalaron para navidad y para mi cumpleaños, eso demuestra gran autocontrol de mi parte, ¿no? "Crocodile" es el tercer episodio que quise ver porque lo dirigía John Hillcoat, que no es santo de mi devoción aunque merece atención, y porque me gustaba el título, Cocodrilo. Los cocodrilos muerden, matan, despedazan (aún así no merecen ser cazados para que se conviertan en carteras o zapatos, maldito ser humano cruel por excelencia, te odio ser humano, desaparece ser humano).


"Crocodile" probablemente sea el único episodio de "Black Mirror" en donde el avance tecnológico no sea realmente esencial, al menos no en tanto premisa sustancial. Lo tecnológico sirve como instrumento argumental, como un mecanismo narrativo capaz de impulsar al relato por este sangriento sendero de atrocidades, pero si no era lo tecnológico el recurso utilizado podría haber sido perfectamente cualquier otro. "Crocodile" es un episodio de fondo esencialmente humanista y fatalista, como una historia propia de los hermanos Coen (pensemos en "Fargo", referente ineludible a estas alturas), que por desgracia prefiere la frialdad, la gelidez y el automatismo de estos thrillers escandinavos sin ninguna pizca de sentido del humor por sobre la ácida y salvaje ironía de los citados hermanos. El episodio nos cuenta la historia de una mujer que, luego de sobreponerse a un terrible accidente acaecido en su loca juventud, ve cómo los fantasmas de ese pasado vuelven a acecharla, ante lo cual estará dispuesta a todo, y vaya que está dispuesta a todo, para no perder lo que tanto le ha costado construir (un buen trabajo, una buena familia, una buena casa, etc.), aún si para ello debe convertirse en un monstruo. Entre medio aparece una investigadora de compañía de seguros que, mientras hace su trabajo, se topa de frente con toda la sangre que la protagonista está dispuesta a derramar. A propósito, la investigadora utiliza un curioso dispositivo que le permite visualizar en una pantalla (como una tele portátil) los recuerdos de los entrevistados que hayan estado presentes en sea cual sea el incidente que deba ser aclarado; las imágenes llegan a la tele a través de la señal que envía un botoncito que la gente se enchufa en la sien.
Así en el papel "Crocodile" suena como un episodio brutal, magnífico y memorable. Pero no lo es porque, nuevamente, el guión sepulta sus interesantes intenciones bajo una tonelada de lugares comunes, clichés, agujeros y soluciones baratas puestas con calzador con el poco disimulado fin de hacer avanzar la trama. La historia está tan mal escrita que el visionado me daba risa: crueles e hirientes risas. Es que... ¿Charlie Brooker escribe así de mal a propósito?, porque hay guionistas mediocres pero no de manera tan escandalosa. Es de no creer, seguir tropezando con la misma piedra. Al final nos quedamos con un thriller del montón que se suma al blandengue drama familiar de Jodie Foster y al infame ejercicio onanista de David Slade.
Como sea, no destriparé todo el argumento (al menos no el final ni el último tramo, pero desde el inicio queda claro que la protagonista cruzará el límite de la moral para salvarse el pellejo, y sí, acabo de darme cuenta que lo cuento todo en los párrafos que siguen), así que pongan atención:

  • Comenzamos de fiesta. Luego, la protagonista y su novio van en auto por una vacía carretera mientras cantan y bailan y toman. Atropellan a alguien, muerte instantánea. Él quiere esconder el cuerpo porque si lo pillan se va a la cárcel por conducir en estado de ebriedad. La pobre muchacha acaba siendo cómplice. Ahora bien, si el tipo estaba tan borracho ¿cómo demonios podía conducir tan bien por una carretera tan sinuosa y resbaladiza?, ¿cómo no se desbarrancó antes? Además: "borrachos más preocupados de cantar y beber que de poner atención en una solitaria carretera atropellan a un ciclista que aparece 'de la nada'" cliché. Y claro: es obvio que la escena está ahí sólo para que la protagonista tenga una culpa con la que pueda ser chantajeada. Típico.
  • Elipsis temporal de quince años. La protagonista tiene un hijo, un esposo, una bella casa, un trabajo ideal: la vida perfecta. Viaja a otra ciudad a exponer en un foro. No pasa ni un minuto de relato y adivinen quién la contacta: el borracho del inicio. ¿Para qué? Le dio cargo de consciencia y quiere confesar. ¿Por qué? Porque en el diario hicieron un artículo sobre la esposa del fiambre, quien quince años después de su desaparición sigue creyendo que está vivo y que algún día volverá. ¿Por qué alguien haría, QUINCE AÑOS DESPUÉS, un reportaje sobre la desaparición de un sujeto justo cuando una de las involucradas anda de paseo por la ciudad?, ¿para qué el borracho que atropelló y mató al desaparecido contacte a la protagonista y detone la violencia que ella guarda en su interior? Oh, claro... ¿una flaca de metro setenta es capaz de reducir a un gordito de metro ochenta y cinco?, ¿acaso tiene cinturón negro o algo así? ¿Y los del hotel no tienen cámaras que vean a la protagonista transportar el cadáver por los pasillos y ascensores?, ¿pueden saber la película porno que ordenó pero no tienen a nadie que vigile su tan sospechosa conducta? ¿Y quién demonios mueve un cadáver por la ciudad en el asiento trasero del auto, qué tiene de malo la cajuela?
  • Entre tanta escena ridícula vemos a la investigadora hacer sus pesquisas, las cuales resultan mucho más interesantes que el inverosímil reguero de muertes de la protagonista. Es interesante la forma en que va reconstruyendo un hecho a través de los recuerdos de diferentes personas, como si la verdad de las cosas fuera comunitaria y no individual: la realidad es de todos. Sabemos que, eventualmente, la investigadora dará con el paradero de la protagonista (pensando que tiene información útil para el caso que ella investiga, claro, no es que sepa del atropello y esas cosas). Con esto nos damos cuenta que la hasta el momento parte más interesante de la historia no es más que una anécdota, un solvente relleno para cumplir con el requerimiento "tecnológico" del relato.
  • La investigadora y la protagonista se encuentran, después de muchas entrevistas de la investigadora y muchas planos de la protagonista mirando al vacío. Por fin la historia se pone interesante, pues ahora la protagonista toma completo control de sus actos. Antes la pobre no era más que un muñeco de trapo que debía reaccionar lo mejor posible a las adversidades; en cambio, a partir de este punto es ella la que decide derramar sangre de forma tan despiadada con tal de protegerse, por lo que el relato finalmente adquiere un conflicto moral en el verdadero sentido de la palabra. Recuerden que es un tópico recurrente en la literatura (y en todo tipo de narración) el que no se puede juzgar moralmente a un personaje obligado a cometer actos cuestionables, pues los mismos están supeditados a una voluntad superior que, en el fondo, debe responder por todo mal, por lo tanto, ¿qué gracia tiene ver la historia de un personaje sin voluntad, zarandeada por fuerzas ajenas? Sin embargo, cuando personajes "comunes y corrientes" (como tú y como yo) cometen actos de extrema violencia impulsados por sus propias motivaciones (no importa cuán "nobles" éstas sean o cuán urgente sea la crisis), el relato sí puede ofrecer un retrato de la naturaleza humana pues detrás de las decisiones subsiste todo un proceso moral y ético. Y, en efecto, el descenso a los infiernos de la protagonista nos pone de frente, de manera seca y tajante, a la degradación moral del individuo. Como ven, el aparatito de los recuerdos, y por añadidura el rol de la tecnología en la sociedad, no tiene peso en comparación al conflicto moral que tardíamente entra en la narración.
  • El final es un mal final. Prefiere el giro "gracioso" e "ingenioso" en vez de dar el tiro de gracia a una historia tan amoral. Hubiera sido mucho más desolador que la protagonista quedara libre, sí, pero presa de las atrocidades que cometió para lograr esa libertad. Libre de la justicia, pero sometida y condenada por la culpa y la vergüenza de sus viles actos durante el resto de su vida. En cambio ¿qué hace Brooker? Se ríe del espectador haciendo que los policías utilicen el aparato de los recuerdos en un cuyi que "vio" a la protagonista matar a... bueno, sus víctimas. ¡Oh, sí, qué irónico! ¡La protagonista mató a tanta gente (para no dejar testigos, está claro) sólo para ser atrapada gracias a un roedor! Lo que no entiendo es lo siguiente: el aparatito de los recuerdos funciona induciendo al entrevistado a situarse en determinada escena a través de diferentes estímulos sensoriales, lo que permite ubicar el suceso y reconstruirlo visualmente en la pantalla. ¿Cómo lo hicieron con el roedor? ¿Cómo lograron que comprendiera que debía recordar específicamente el momento del asesinato? ¿Le dijeron "escucha ratón, recuerda el momento del asesinato" y listo?, ¿un cuyi conoce el concepto de "asesinato"?, ¿los procesos cognitivos de un cuyi son los mismos de un ser humano? Terminar con soberana estupidez... Ahí queda demostrada la poca categoría como escritor de Charlie Brooker.
¿Lo mejor? Definitivamente la potentísima y magnífica interpretación de Andrea Riseborough, la cual crece en intensidad a medida que avanza el relato, adquiriendo terroríficos tintes cuando su personaje toma las riendas de la situación. Con toda seguridad les digo que la de Riseborough probablemente sea una de las tres mejores actuaciones de toda esta basura de serie. Quedo atengo a la carrera de esta actriz.
Si quieren ver una buena historia con la Muerte y la moral humana como protagonistas, sobre el fatalismo y el descenso a los infiernos, les recomiendo, aparte de la mentada "Fargo" (o "Blood Simple", por mencionar otra), dos películas protagonizadas por mujeres: "Ruang Talok 69", película tailandesa de Pen-ek Ratanaruang, y "O lobo atrás da porta", brutal película brasileña que también involucra a menores.
"Crocodile" es una buena idea, una prometedora idea mal desarrollada, mal lograda, mal escrita. Por lo demás, la dirección de Hillcoat es poco comprometida (como director parece que no aporta visión sustancial e intención visual), es demasiado gris e impersonal; a diferencia de los referentes mencionados, carece de un tono y una atmósfera capaz de aunar absurdo, tragedia y oscuridad (y como conjunto se ve mermado por la ridiculez de la escritura). El episodio se redime medianamente en el último tramo (que no se salva de las convenientes coincidencias... pero bueno qué le vamos a hacer), cuando se pone más atención a la dimensión moral de la trama que al burdo causa y efecto que movía los hilos al principio y al medio, pero por desgracia el final lo contraviene todo gracias a ese insultante guiño cómico. El humor negro no es para todos, ciertamente no para el mentecato de Charlie Brooker. Que aprenda a escribir el puto cabrón, bastardo sobrevalorado y arrogante hijo de puta con cerebro de maní e histerismo progre-burgués. Métete tus guiones por el culo.

...sin piedad, nene, sin piedad...

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