Director: Andrey Zvyagintsev
Vamos bien. Mañana también. La segunda película del ruso Andrey Zvyagintsev es la que les comento ahora, "Izgnanie", o lo que vendría a ser lo mismo, "El destierro" (según el traductor de Google la traducción exacta sería "exilio"). Mañana con mi abuelo y mi hermana vamos a ir a ver "Three Billboards Outside Ebbing, Missouri". Pero de eso les hablo la otra semana. Y quién sabe lo que me depara el futuro. Ni las adivinas lo saben. Ni siquiera los astros. ¡Ni siquiera Dios!
¿Antecedente de "Sin amor"? En una escena de la película (de ésta película, de la presente película), una niña toma la biblia (creo) y comienza a leer un pasaje que, básicamente, habla sobre que sin amor, nada somos. Que sin amor, todas nuestras ofrendas carecen de contenido. El amor, lo más puro, lo más limpio, lo más sano. Y "Izgnanie" es una historia sobre la falta de amor, o no necesariamente: sobre la falta de comunicación, de respeto, de cariño, de afecto, de confianza, de todas esas pequeñas cosas que conforman lo que podría entenderse por amor. La falta de amor. Es una película sobre el vacío y el despojo, sobre la decadencia emocional y las relaciones ensombrecidas, penumbrosas, nubladas. Sobre la falta de calor, de piel, de miradas; la fría y cruel indiferencia, las espaldas dadas como si fueran gigantescos muros (ladrillos por piel), el silencio como cuchillo que penetra en el alma lenta y dolorosamente. Que desgarra el corazón desde dentro. Sin amor, todo se derrumba. Todo esto va quedando definitivamente claro a partir de la segunda mitad del metraje, especialmente en su tramo final de veinte minutos, que es cuando el relato se decide a concretar todos los apuntes desperdigados en la primera parte, cuando el argumento comienza a atar cabos sueltos y a explicar las ambigüedades que provocan el descalabro, el quiebre total que se inicia más o menos justo en la mitad de la película. Antes de ello, "Izgnanie" navega irregularmente entre lo metafísico, lo existencial, lo trascendente, y el drama familiar-marital como cuento moral, vertientes que, pienso yo, no logran cuajar en un todo realmente coherente. Por una parte, Zvyagintsev continúa en esa senda "mística" de su opera prima, con un argumento como simbólico que pareciera erigirse como relato cuasi originario, prestando especial importancia a la atmósfera, a la lluvia, a la tierra, al río seco, al cielo, las nubes, a la Madre Naturaleza como entidad narrativa y dramática (¿un árbol en mitad de la nada como símbolo de la soledad? Uf...). Por otra parte, como ya dije, asistimos a esta historia familiar en la que un hombre lleva a su familia a la antigua casa paterna, a la casa en donde creció, para pasar ahí una temporada por motivos "laborales" (se insinúa que el protagonista frecuenta círculos criminales... su hermano, sin ir más lejos), que comienza a resquebrajarse cuando la esposa le revela al protagonista que está embarazada y que el bebé no es de él, ante lo cual, como podrán intuir, el hombre no reaccionará muy bien y sus decisiones, marcadas por los celos y el orgullo herido, destruirán lo que él tanto ama. Qué curioso y paradójico puede llegar a ser, ejem, el "amor".
El principal problema de "Izgnanie" es que entrega muy poca información considerando que, a diferencia de "El regreso", esta es una película que debería sostenerse en hechos que complementen y enriquezcan las duras y ambiguas decisiones que toman sus personajes, las cuales, ante tanta mudez y parquedad, resultan incluso poco convincentes (y los personajes quedan poco construidos, muy simples). No se entiende la poca claridad, a menos que ésta sirva para que la trama avance y nos lleve a ese desolador final cargado de absurdo y sinsentido. Y es que el protagonista debió pensar "todo esto se pudo haber evitado si yo hubiese formulado dos o tres preguntas más y menos obvias que las que hice... ¿hice preguntas?". En otras palabras, la película se autodespoja de elementos narrativos esenciales y su metraje de dos horas y media acaba pesándole notoriamente entre paisajes bellos, bucólicos, pero a la larga poco necesarios al momento de construir este entramado de relaciones frías, distanciadas y fracturadas. (Me pregunto si el hermano del protagonista era gay; parece que entre él y un médico que entra en escena después hay una amistad mucho más cercana que la mera cordialidad, pero esto es pura impresión mía, aunque no me suena descabellado). Y qué más decir, si el problema también es de estructura y de guión, desequilibrado, ramificado en general y desorganizado en su segunda mitad.
Sin embargo, amén de su tremendo talento para la puesta en escena (encuadres, imágenes, uso de banda sonora, montaje, etc.), la película sí ofrece multitud de escenas que resultan estremecedoras, cautivadoras, hipnóticas (dependiendo de si la escena es más de actores o más de "atmósfera"), y el director logra, a través de su ejecución gélida y pausada, crear un tempo capaz de vivificar ese abismo que hay entre los personajes, y no sólo entre los personajes, sino que también entre esa inocencia y luminosidad infantil y el oscuro mundo de los adultos desencantados, egoístas y humillados. Pero, de que la película es irregular, es irregular.
Un paso en falso, nada más.
El principal problema de "Izgnanie" es que entrega muy poca información considerando que, a diferencia de "El regreso", esta es una película que debería sostenerse en hechos que complementen y enriquezcan las duras y ambiguas decisiones que toman sus personajes, las cuales, ante tanta mudez y parquedad, resultan incluso poco convincentes (y los personajes quedan poco construidos, muy simples). No se entiende la poca claridad, a menos que ésta sirva para que la trama avance y nos lleve a ese desolador final cargado de absurdo y sinsentido. Y es que el protagonista debió pensar "todo esto se pudo haber evitado si yo hubiese formulado dos o tres preguntas más y menos obvias que las que hice... ¿hice preguntas?". En otras palabras, la película se autodespoja de elementos narrativos esenciales y su metraje de dos horas y media acaba pesándole notoriamente entre paisajes bellos, bucólicos, pero a la larga poco necesarios al momento de construir este entramado de relaciones frías, distanciadas y fracturadas. (Me pregunto si el hermano del protagonista era gay; parece que entre él y un médico que entra en escena después hay una amistad mucho más cercana que la mera cordialidad, pero esto es pura impresión mía, aunque no me suena descabellado). Y qué más decir, si el problema también es de estructura y de guión, desequilibrado, ramificado en general y desorganizado en su segunda mitad.
Sin embargo, amén de su tremendo talento para la puesta en escena (encuadres, imágenes, uso de banda sonora, montaje, etc.), la película sí ofrece multitud de escenas que resultan estremecedoras, cautivadoras, hipnóticas (dependiendo de si la escena es más de actores o más de "atmósfera"), y el director logra, a través de su ejecución gélida y pausada, crear un tempo capaz de vivificar ese abismo que hay entre los personajes, y no sólo entre los personajes, sino que también entre esa inocencia y luminosidad infantil y el oscuro mundo de los adultos desencantados, egoístas y humillados. Pero, de que la película es irregular, es irregular.
Un paso en falso, nada más.
...¿Uzak?...
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