jueves, 3 de mayo de 2018

La Frontière de l'Aube - 2008


Director: Philippe Garrel

Hasta acá llegamos, de momento, con el cine de Philippe Garrel, y no por falta de ganas, pues me puse a ver "Les Amants réguliers" pero ya saben, como siempre repito y repito, que por acá ver una película de tres horas no es fácil: a los quince minutos y ¡bang!, ruidos por doquier. Al demonio, me cago en todo. Algún día será. En todo caso había visto "La Frontière de l'Aube" y cinco películas de un tirón no es tan malo, digo yo. Mañana comenzamos a poner fin la retrospectiva al cine de Mike Leigh. ¿Y después?


Voy a tener que hablar sobre detalles argumentales importantes, o en lenguaje vulgar, espoilers. Por suerte a este blog ya no llegan esos malditos llorones que tienen el descaro de determinar qué es espoiler o no ¡sin haber visto las putas películas! En realidad nunca venían por acá, pero cómo les gustaba molestarme a los desgraciados y vendidos.
Aunque su final no me gustó, lo cierto es que "La Frontière de l'Aube" es una película extraordinaria, aunque lamentablemente no logra dar el tiro de gracia en su conclusión. La historia no es nada que no se haya visto antes o después (un fotógrafo, interpretado por Louis Garrel, que se enamora, sentimiento mutuo, de una actriz casada pero solitaria), pero la forma con que Garrel director la aborda es totalmente fascinante y magnética. Son varias las apuestas formales que hacen de éste un film atípico y arriesgado, el cual relaciono a la magnífica "Phantom Thread", del gran Paul Thomas Anderson, en donde también se narraba una relación compleja y tormentosa a través de un lenguaje sensual, sensorial y subyacente, en donde la cámara y la banda sonora adquieren personalidad propia.
Para englobar este film en una idea, podría decir que "La Frontière de l'Aube" es un intenso pero contenido tratado sobre el amor como enfermedad, como adicción, como maldición. Sin que "pase mucho", con una puesta en escena anticlimática, despojada de artificios dramáticos, con pocos diálogos y sí muchas miradas, mucha imagen, mucho montaje, Garrel "solamente" (pongo entre comillas porque no es fácil reducir un argumento o un conflicto a atmósfera y que la atmósfera sea la que narre) construye un denso ambiente de inquietud, una atmósfera tan exquisita y elegante como siniestra y fantasmagórica que parece invocar permanentemente una fuerza subterránea que no cesa de socavar la estabilidad psicológica y emocional de esta disfuncional pareja. El fuera de campo (la gran mayoría del tiempo vemos a la pareja sola, en el vacío, apenas rodeada de paredes en blanco y habitaciones sin muebles, acompañados sólo de luces y sombras) es fundamental, y se hace más fundamental cuando Garrel toma un riesgo aún mayor: matar a la actriz, muerta ante la imposibilidad de estar con su amado, quien continúa su vida con otra muchacha. En este punto, aunque la actriz ya esté fuera del mapa, en realidad no lo está y a Louis Garrel lo vemos viviendo una malsana normalidad, acechada constantemente por el recuerdo de la actriz, cuya no-presencia se siente poderosamente en cada fotograma. El problema, el error, es que Garrel, a veinte minutos de que termine la película, introduce un elemento surreal que no sólo no es aporte alguno, sino que contraviene la lógica narrativa construida hasta entonces, que pasa del vacío como medio de expresión de un mar de inquietud e inestabilidad, de miedos y temores, a hacer que la actriz retorne como fantasma que se aparece en los espejos con mensajes como "mátate, ven conmigo, sólo a mí me amas". ¿Para qué darle forma a algo sin forma y que, por lo mismo, por esa indefinición, se hacía más agobiante?, ¿para qué explicitar una sensación que ya se podía percibir sin necesidad de tal recurso? Este fantasma queda como una salida fácil y explicativa (porque un amigo espiritista le explica detalle por detalle el asunto) que, de forma abrupta, empuja al protagonista a la muerte. Y listo. Fantasma dice cosas malas, el protagonista no aguanta y fin. Chao pescao. Y no lo entiendo, la verdad que no lo entiendo. El vacío y el recuerdo de la actriz ya causaban suficiente daño al protagonista como para que llegue un fantasma a que acelere el proceso. O a lo mejor podía funcionar como una sola gran y tremebunda aparición fantasmal en forma de clímax, como una suma de tensiones que, final e irremediablemente, llevan al protagonista al suicidio.
A pesar de lo anterior, Garrel no pierde su profunda exquisitez formal, el montaje mantiene su calidad y la banda sonora de Jean-Claude Vannier sigue siendo tan sugerente y tenebrosa como desde el inicio. Una película interesante, extraña, retorcida, cuyo tramo final no está a la altura de unos primeros magníficos ochenta minutos, que de todas formas son los que dejan más y mejor huella.
Disfruten, vamos, atrévanse.

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