Director: Yeon Sang-ho
No hemos parado con Garrel todavía, pero hace poco recordé, con motivo del estreno en streaming de "Psychokinesis" ("Yeom-lyeok"), que aún no había visto "Saibi", más conocida como "The Fake". El director es el mismo de "Train to Busan", por mencionar su título más conocido, pero antes comenzó pisando fuerte en la animación, ya sea con ésta o con su opera prima, "The King of Pigs", un violento y oscuro anti-coming-of-age.
Un pueblo coreano va a ser inundado por la construcción de una represa. La gente, aunque indemnizada económicamente, vive sumida en un denso ambiente de desarraigo y abandono, como si el verse obligados a dejar sus tierras fuera la muerte misma. Hasta ahí llega una iglesia que, de la mano de su carismático pastor y de su ingenuo (aunque no por ello menos inocente, como se verá) reverendo, le promete a los aldeanos no sólo un lugar en el cielo, al lado del mismísimo Dios, sino que también un pequeño pedazo de paraíso terrenal en alguna verde y luminosa colina, por la módica suma de todos sus ahorros (porque, por mucha fe que se tenga, construir una comunidad religiosa no es barato, oh no). Sin embargo, desde el inicio queda claro que todo es una farsa: el pastor planea robarse los ahorros de los aldeanos; el reverendo, de momento, no sabe nada y de verdad cree en las payasadas del otro sujeto. Todos los aldeanos caen redonditos, pisan el palito, es el último rayo de esperanza para ellos, sin embargo, irónicamente el único que podrá destapar el engaño es un aldeano alcohólico, violento y maltratador, un auténtico perro rabioso que actúa por puro impulso autodestructor pero en cuya conducta extrema se encuentra la llave para exponer las mentiras del pastor, aunque no lo guíe precisamente el ideal de Justicia, de solidaridad o de rectitud moral.
Aunque hay un par de cosas del guión que me molestaron un poco (la típica escena en que el ingenuo oye algún diálogo incriminador justo cuando la duda había sido planteada), no hay por dónde perderse: "Saibi" es una película brutal y desesperanzadora, frontal y explícita al momento de retratar los demonios internos y externos del hombre, de desnudar la condición humana, y sobre todo, de atacar ferozmente a las mentiras y a los sometimientos religiosos, al fanatismo a fin de cuentas, que si de por sí es más que cuestionable, en manos de inescrupulosos y canallas es capaz de nublar el razonamiento y de retorcer totalmente la moral de una persona. Con un argumento, personajes y escenas tan salvajes como demenciales, "Saibi" compone un cruel, brutal e impactante (y sombrío) cuadro que es como un pozo séptico de podredumbre y desesperanza. Mención aparte para su protagonista, el ya mencionado perro rabioso, un personaje demasiado desesperado y molido a golpes por la vida como para creer en milagros de cuarta y cuentos celestiales.
Si pueden y quieren, no sería malo ver "Saibi" en compañía de "El club", de Pablo Larraín.
Imperdible y, sin duda alguna, muy difícil de olvidar.
Un pueblo coreano va a ser inundado por la construcción de una represa. La gente, aunque indemnizada económicamente, vive sumida en un denso ambiente de desarraigo y abandono, como si el verse obligados a dejar sus tierras fuera la muerte misma. Hasta ahí llega una iglesia que, de la mano de su carismático pastor y de su ingenuo (aunque no por ello menos inocente, como se verá) reverendo, le promete a los aldeanos no sólo un lugar en el cielo, al lado del mismísimo Dios, sino que también un pequeño pedazo de paraíso terrenal en alguna verde y luminosa colina, por la módica suma de todos sus ahorros (porque, por mucha fe que se tenga, construir una comunidad religiosa no es barato, oh no). Sin embargo, desde el inicio queda claro que todo es una farsa: el pastor planea robarse los ahorros de los aldeanos; el reverendo, de momento, no sabe nada y de verdad cree en las payasadas del otro sujeto. Todos los aldeanos caen redonditos, pisan el palito, es el último rayo de esperanza para ellos, sin embargo, irónicamente el único que podrá destapar el engaño es un aldeano alcohólico, violento y maltratador, un auténtico perro rabioso que actúa por puro impulso autodestructor pero en cuya conducta extrema se encuentra la llave para exponer las mentiras del pastor, aunque no lo guíe precisamente el ideal de Justicia, de solidaridad o de rectitud moral.
Aunque hay un par de cosas del guión que me molestaron un poco (la típica escena en que el ingenuo oye algún diálogo incriminador justo cuando la duda había sido planteada), no hay por dónde perderse: "Saibi" es una película brutal y desesperanzadora, frontal y explícita al momento de retratar los demonios internos y externos del hombre, de desnudar la condición humana, y sobre todo, de atacar ferozmente a las mentiras y a los sometimientos religiosos, al fanatismo a fin de cuentas, que si de por sí es más que cuestionable, en manos de inescrupulosos y canallas es capaz de nublar el razonamiento y de retorcer totalmente la moral de una persona. Con un argumento, personajes y escenas tan salvajes como demenciales, "Saibi" compone un cruel, brutal e impactante (y sombrío) cuadro que es como un pozo séptico de podredumbre y desesperanza. Mención aparte para su protagonista, el ya mencionado perro rabioso, un personaje demasiado desesperado y molido a golpes por la vida como para creer en milagros de cuarta y cuentos celestiales.
Si pueden y quieren, no sería malo ver "Saibi" en compañía de "El club", de Pablo Larraín.
Imperdible y, sin duda alguna, muy difícil de olvidar.
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