Director: Takeshi Kitano
Recuerdo que cuando quería comenzar el blog, la película elegida era "Boiling Point", pero aún era demasiado temprano y no tenía idea de nada, ni siquiera del look del blog, de Fassbinder apuntándonos con una pistola; no sabía qué decir de esta película, cuántas capturas mostrar, etc. Ahora tampoco tengo las cosas muy claras, "Boiling Point" es una película atípica e inclasificable, pero me ha encantado otra vez y ahora al menos sé cómo comenzar las dos o tres primeras líneas. Lo que venga después será una aventura.
"Boiling Point" es el título con que se conoce mundialmente esta película, pero el original vendría siendo algo así como "Del 3 al 4 de octubre" (según Wikipedia, IMDB y el traductor de Google. Mi amigo que sabe japonés y que además es gran admirador del cine de Kitano sería una buena fuente, pero el contacto está largamente perdido). Al principio pensaba "pero qué título más extraño", y aunque como título quizás no sea muy bonito que digamos, ahora que lo pienso bien, es interesante lo que sugiere, lo que apunta o adelanta.
"Boiling Point", en la cual Kitano, además de director, ya oficia de guionista y de montajista (dando cuenta del carácter autoral y personal de la obra en lo que respecta no sólo a cosmovisión, sino que a lenguaje cinematográfico), sin mencionar que acá comienza la larga y fructífera relación con Katsumi Yanagishima, director de fotografía de todas sus películas si no me equivoco, es... Bueno, no es exactamente una película de yakuzas ni una road movie, tampoco un drama romántico o sobre la amistad (las de Kitano, ya lo sabemos, no son películas fáciles de etiquetar), y sin embargo logra conjugar todos estos elementos en un conjunto francamente interesante y genial, lleno de estilo (la escena del karaoke me voló la cabeza la primera vez, y ahora me entusiasmó casi infantilmente, y eso que parece tan simple, y lo es, pero quizás sea la actitud detrás de dicha estilizada simplicidad, ese desparpajo brutal) y de gran pulso narrativo y ejecución formal. La película comienza con unos chicos jugando béisbol y perdiendo como siempre, pero todos pasándolo, en cierta forma, bien. Luego seguimos al protagonista en su diario vivir, juntándose con los amigos, con el entrenador, con una camarera de la que se hace novio..., hasta que, casi tangencialmente, un yakuza viene a poner patas arriba sus apaciguadas vidas y de repente ven cómo la violencia los amenaza cada vez más de cerca. En este punto, minuto cuarenta y cinco, el protagonista y un amigo suyo deciden ir a Okinawa a comprar un arma para enfrentar a los yakuza, y allá se encuentran con otro yakuza, interpretado por el buen Beat Takeshi, que se encuentra entre la espada y la pared: debe cortarse un dedo y devolver gran cantidad de dinero para que sus jefes no lo manden al otro mundo. Los dos amigos y este yakuza autodestructivo, junto a su novia y su subalterno, se toman unas vacaciones en donde comen helados, juegan béisbol en la playa, una pausa antes de devolverse al infierno particular de cada quien, de retomar el fatalista sendero hacia un destino inexorable. Este intermedio dura exactamente treinta minutos y, seguramente, ocurre entre los días 3 y 4 de octubre. El protagonista y su amigo vuelven a Tokyo e intentarán enfrentarse a esos malditos yakuzas, y ni la primera parte ni la tercera y última son lo que son sin ese segmento intermedio, ese tramo temporal tan sutilmente decisivo en donde el protagonista aprende y comprende la dimensión de la muerte.
Quizás no he dicho nada concreto. Pero me encanta esta película. Ese aire apaciguado. Ese ritmo tan calmo pero firme. Esa violencia explosiva y sangrienta, pero a la vez contenida y sobria. Esas secuencias llenas de estilo. La descripción de la amistad, de la agresividad, de la locura. El personaje de Beat Takeshi, honesto pero indescifrable (y bestial, salvaje, rabioso). Esos aires de road movie. Esa fotografía tan bellamente transparente. Esa crudeza casi poética. El riesgo de una estructura así, de una puesta en escena así, de unos personajes así; de tratar a estos personajes antisociales y sanguinarios y marginales y condenados como seres humanos. "Boiling Point" es la perfecta antesala de "Sonatine", pero más festiva y cándida si cabe; menos desesperada, menos dolorosa, más ingenua e incluso soñadora.
"Boiling Point" es la primera gran película del gran, del único, del inigualable (en las buenas y en las malas) Takeshi Kitano. Y mañana viene "Sonatine".
"Boiling Point" es el título con que se conoce mundialmente esta película, pero el original vendría siendo algo así como "Del 3 al 4 de octubre" (según Wikipedia, IMDB y el traductor de Google. Mi amigo que sabe japonés y que además es gran admirador del cine de Kitano sería una buena fuente, pero el contacto está largamente perdido). Al principio pensaba "pero qué título más extraño", y aunque como título quizás no sea muy bonito que digamos, ahora que lo pienso bien, es interesante lo que sugiere, lo que apunta o adelanta.
"Boiling Point", en la cual Kitano, además de director, ya oficia de guionista y de montajista (dando cuenta del carácter autoral y personal de la obra en lo que respecta no sólo a cosmovisión, sino que a lenguaje cinematográfico), sin mencionar que acá comienza la larga y fructífera relación con Katsumi Yanagishima, director de fotografía de todas sus películas si no me equivoco, es... Bueno, no es exactamente una película de yakuzas ni una road movie, tampoco un drama romántico o sobre la amistad (las de Kitano, ya lo sabemos, no son películas fáciles de etiquetar), y sin embargo logra conjugar todos estos elementos en un conjunto francamente interesante y genial, lleno de estilo (la escena del karaoke me voló la cabeza la primera vez, y ahora me entusiasmó casi infantilmente, y eso que parece tan simple, y lo es, pero quizás sea la actitud detrás de dicha estilizada simplicidad, ese desparpajo brutal) y de gran pulso narrativo y ejecución formal. La película comienza con unos chicos jugando béisbol y perdiendo como siempre, pero todos pasándolo, en cierta forma, bien. Luego seguimos al protagonista en su diario vivir, juntándose con los amigos, con el entrenador, con una camarera de la que se hace novio..., hasta que, casi tangencialmente, un yakuza viene a poner patas arriba sus apaciguadas vidas y de repente ven cómo la violencia los amenaza cada vez más de cerca. En este punto, minuto cuarenta y cinco, el protagonista y un amigo suyo deciden ir a Okinawa a comprar un arma para enfrentar a los yakuza, y allá se encuentran con otro yakuza, interpretado por el buen Beat Takeshi, que se encuentra entre la espada y la pared: debe cortarse un dedo y devolver gran cantidad de dinero para que sus jefes no lo manden al otro mundo. Los dos amigos y este yakuza autodestructivo, junto a su novia y su subalterno, se toman unas vacaciones en donde comen helados, juegan béisbol en la playa, una pausa antes de devolverse al infierno particular de cada quien, de retomar el fatalista sendero hacia un destino inexorable. Este intermedio dura exactamente treinta minutos y, seguramente, ocurre entre los días 3 y 4 de octubre. El protagonista y su amigo vuelven a Tokyo e intentarán enfrentarse a esos malditos yakuzas, y ni la primera parte ni la tercera y última son lo que son sin ese segmento intermedio, ese tramo temporal tan sutilmente decisivo en donde el protagonista aprende y comprende la dimensión de la muerte.
Quizás no he dicho nada concreto. Pero me encanta esta película. Ese aire apaciguado. Ese ritmo tan calmo pero firme. Esa violencia explosiva y sangrienta, pero a la vez contenida y sobria. Esas secuencias llenas de estilo. La descripción de la amistad, de la agresividad, de la locura. El personaje de Beat Takeshi, honesto pero indescifrable (y bestial, salvaje, rabioso). Esos aires de road movie. Esa fotografía tan bellamente transparente. Esa crudeza casi poética. El riesgo de una estructura así, de una puesta en escena así, de unos personajes así; de tratar a estos personajes antisociales y sanguinarios y marginales y condenados como seres humanos. "Boiling Point" es la perfecta antesala de "Sonatine", pero más festiva y cándida si cabe; menos desesperada, menos dolorosa, más ingenua e incluso soñadora.
"Boiling Point" es la primera gran película del gran, del único, del inigualable (en las buenas y en las malas) Takeshi Kitano. Y mañana viene "Sonatine".
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