Director: Jim Jarmusch
El gran personaje de "Mystery Train", la otra película de episodios de Jim Jarmusch, es Memphis, su aura, su atmósfera, su personalidad, su significado y hasta su valor simbólico. Como relato, el primer episodio, el de los japoneses, no es muy bueno que digamos, sólo un par de japoneses, ella animosa y él lánguido, serio, que vagan por las postales culturales, esperando conectar con esa "mística" ambiental, de una ciudad que, en todo caso, ya no tiene el ilusorio esplendor de antaño, si es que ese esplendor existió tal cual los turistas del tiempo lo imaginan. He ahí, no obstante, el atractivo de este primer bloque (y por ende, de la película como conjunto), el cual se enlaza directamente con ciertos aspectos de "Only Lovers Left Alive", cuya acción transcurre, por ejemplo, en Detroit, entre medio de grandes y palaciegos teatros transformados en abandonados y descascarados estacionamientos de autos, en una ciudad que fue símbolo del crecimiento económico y social de Estados Unidos, nada menos que a través de la industria automotriz, con esos modelos de autos tan culturalmente representativos. Y acá está Memphis, ciudad casi vacía, solitaria, fantasmal o fantasmagórica, prácticamente en ruinas, un cementerio de memorias y nostalgias, que vive sobre todo del recuerdo de Elvis, de otros grandes artistas también, o mejor dicho, que desfallece poco a poco contemplando la figura del Rey, poblada de seres sumidos en la rutina, el tedio, aplastados por la fama de la ciudad. Y el fantasma de Elvis, de esa época que ya no es, siguen presentes durante todo el metraje, luego en un segundo bloque, el que más me gusta, en el cual una mujer italiana queda varada en Memphis, también paseando por la ciudad, aunque no en plan turista sino que más bien en plan "vaya tugurio en el que he caído", y quien, acaso, tendrá el encuentro más cercano con uno de los íconos culturales de Estados Unidos. La tercera historia, algo más descabellada y descomedida, nos cuenta la alocada noche de un británico al que apodan Elvis (por su peinado), su cuñado, un barbero interpretado por Steve Buscemi, y un negro recién despedido de su trabajo que anda por ahí rumiando su amargura; una noche que oscila, amén de la personalidad de los personajes, entre la autodestrucción y la comedia de equívocos, entre la desesperación casi suicida y la ironía autoparódica. Todas historias entrelazadas por otros personajes y espacios comunes, como el hotel con sus empleados, por ejemplo, y ya sabemos, la ciudad de Memphis, recuerdo viviente y agonizante de otra época ya muy, muy lejana, de un imperio cada vez en más pronunciada y acusada decadencia.
¿Qué es lo que queda de los imperios cuando estos se derrumban definitivamente? Es probable que los vampiros de "Only Lovers Left Alive" tengan una respuesta diáfana e inmediata.
O sea, en resumen, Jim Jarmusch tiene el concepto clarísimo y lo expresa, a través de la imagen, con la misma claridad y elocuencia, la verdad es que no caben dudas de cuáles eran sus intenciones, mucho menos de su lucidez. El resto depende de cuánto conecten con las historias y los personajes, aunque, a grandes rasgos, como es usual en el director, es capaz de aunar en una sola entidad su desenfadado y a veces surreal sentido del humor con un tempo cadencioso, contemplativo a veces, siempre reflexivo en todo caso, para degustar a fuego lento, para sumergirse en la atmósfera, en sus lugares, sus colores, sus estados y sensaciones. Aunque en esta ocasión ni los personajes ni sus historias, aunque entretenidas y amenas, resultaron ser tan interesantes... o, más importante, entrañables.
En cualquier caso, sigue siendo un cine absolutamente personal, único, de un director que no teme en elaborar propuestas complejas, ambiciosas, arriesgadas, que siempre vale la pena ver, que casi siempre deja una sensación o una impresión valiosa luego del visionado.
¿Qué es lo que queda de los imperios cuando estos se derrumban definitivamente? Es probable que los vampiros de "Only Lovers Left Alive" tengan una respuesta diáfana e inmediata.
O sea, en resumen, Jim Jarmusch tiene el concepto clarísimo y lo expresa, a través de la imagen, con la misma claridad y elocuencia, la verdad es que no caben dudas de cuáles eran sus intenciones, mucho menos de su lucidez. El resto depende de cuánto conecten con las historias y los personajes, aunque, a grandes rasgos, como es usual en el director, es capaz de aunar en una sola entidad su desenfadado y a veces surreal sentido del humor con un tempo cadencioso, contemplativo a veces, siempre reflexivo en todo caso, para degustar a fuego lento, para sumergirse en la atmósfera, en sus lugares, sus colores, sus estados y sensaciones. Aunque en esta ocasión ni los personajes ni sus historias, aunque entretenidas y amenas, resultaron ser tan interesantes... o, más importante, entrañables.
En cualquier caso, sigue siendo un cine absolutamente personal, único, de un director que no teme en elaborar propuestas complejas, ambiciosas, arriesgadas, que siempre vale la pena ver, que casi siempre deja una sensación o una impresión valiosa luego del visionado.
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