Director: Howard Hawks
Era hora de volver a ver y comentar westerns, de hecho hace rato que quería ver estas películas de Howard Hawks y uno que se deja llevar por esto y aquello, pero no me quejo, para nada, total, yo soy el que se deja llevar. La irrupción de Kaurismäki y Jarmusch de estos días no estaba planeada para estos días, pero vaya que dejaron satisfacciones. Y hablando de satisfacciones, ahora hablamos de "Red River", western de Howard Hawks, una película que me sorprendió, sí, gratamente, claro está, pero sorpresa al fin y al cabo, especialmente por un relato que, a partir de su premisa argumental, transita virtualmente de forma libre, sin atarse demasiado por reglas y estructuras narrativas, por variedad de atmósferas, estados, climas, sin, por lo demás, pasar a llevar los elementos que conforman su espina dorsal (razón por la cual la película, a pesar de estar constantemente abierta a nuevos flancos, nunca se precipita al caos y al desorden). En el fondo, "Red River" es la historia de una hazaña, hazaña que es tanto motor narrativo como espacio, un espacio casi físico pero también místico, la mística o el espíritu, el mito acaso, de los escenarios en donde ocurrieron hechos importantes, los hechos mismos desgranados y diseccionados, y desde luego sus personajes, quienes llevaron a cabo esas titánicas empresas. Es una película de esas en donde se nos narra la heroica gesta de aquellos hombres cuyos actos fundaron, en cierta forma, ese concepto de "hombre y nación americanos"; pero es una película que rasga esa superficie de luminosidad aleccionadora, que se adentra, en cambio, en el lado sombrío, siniestro, oscuro de aquellos cimientos fundamentales mezclados de miseria y mezquindades. En palabra simples (ya estoy divagando y por lo general no me propongo llegar a estos extremos ampulosos), Hawks toma un puñado de figuras y/o arquetipos ya revestidos de una mitología propia, para abstraerlos un poco del heroísmo, y centrarse en un aspecto, digamos, más "realista", despojado de grandilocuencias (centrado en sujetos motivados por metas menos altruistas que egoístas: dinero, poder...), en tanto detrás de una hazaña hay traiciones, tiranías, violencias, agresiones, contradicciones, desgracias y decadencias, descensos de humanidad y moralidad ensuciadas, quebrantadas, pisoteadas por la ambición y la obstinación. Y claro, también espacio para pequeñeces, momentos anticlimáticos, casi infantiles en cierta forma, y ojo que no critico, forma parte de los aciertos de esta película, de su tono medio revisionista (¿empleo bien el término? Yo lo empleo simplemente porque Hawks revisa mitos, figuras y lugares, aunque no sé, me parece que el término tiene otra connotación a partir de los sesenta).
En todo caso todo este asunto se vierte con equilibrio y naturalidad en una historia fantásticamente escrita y aún mejor dirigida por un Howard Hawks que no sólo hilvana los acontecimientos con una fluidez y coherencia arrolladoras, sino que construye, amén también de su notable reparto (encabezado por el siempre genial John Wayne, acompañado por el trágico Montgomery Clifft, y secundado por un puñado de excelentes secundarios, como Walter Brennan), espacios y personajes coherentes, de carne y hueso, imperfectos pero genuinos, que a fin de cuentas son los verdaderos dueños del film, en tanto ellos mismos son la historia, ellos mismos son quienes mutan, cambian, experimentan toda una transformación que desmenuza sus piezas para ofrecer una mirada transversal, amplia y profunda, compleja, llena de matices y ambigüedades, de ciertos íconos sobre los cuales se tiende a encasillar y ligar a prototipos discursivos.
Y bueno, la historia es la de John Wayne, hombre que poco a poco se convierte en el más poderoso de Texas, dueño de un rancho gigantesco y de miles de cabezas de ganado, que, dado que no hay mercado en donde vive, decide emprender un quijotesco viaje de miles de kilómetros para vender su ganado; viaje contra viento y marea, que no se detendrá llueva o truene, que lo enfrentará con miles de peligros y, especialmente, contra la presión psicológica, las tensiones internas, que progresivamente se harán insostenibles, más aún cuando el mismo John Wayne, hombre dispuesto a morir en su ley (hay que concederle tal rasgo como algo, para no exagerar mucho, destacable, al menos digno de consideración, aun con sus exabruptos déspotas, aunque siempre queda la discusión: ¿hasta qué punto el ánimo de no doblegarse contraviene los propios principios?, ¿cuándo la propia rigidez acaba por tumbar los propios valores?), cruce el límite de lo honorable y lo humano, y que de héroe no parece tener mucho (y acá entra también en juego el asunto de qué es el heroísmo y la naturaleza de los hombres). Y sí, Hawks construye una tensión que se hace casi física, que se podría rasgar con un cuchillo, y todo gracias a enfocarse, primero, en los personajes (en poco rato ya nos familiarizamos con gran cantidad de hombres) y en este espacio mítico convertido en envolvente y a veces agobiante escenario árido, inclemente y carente de ese glamour o encantamiento que tanto se vende después, porque, entre nos, ¿quién se apuntaría para semejante empresa?
Para adelantar un poco las cosas, pienso que Hawks adelanta aspectos, retos y propuestas que retomaría y perfeccionaría después en "Rio Bravo", pero de esa hablaremos mañana...
un director de los grandes clásicos del cual no vi nada de nada... y bue...
ResponderBorrarme pasa con Ford también... veremos como lo soluciono... saludos....
¡Y seguirán llegando los clásicos!
Borrar(A Ford le hicimos una retrospectiva tremenda hace un par de años. Aún no lo puedo creer).
Saludos.