sábado, 6 de octubre de 2018

Andrei Rublev - 1966


Director: Andrei Tarkovsky


Andrei Tarkovsky parte de la figura de Andrei Rublev, pintor de íconos ruso, para construir un complejo, nítido y ambicioso espejo/retrato de su país, al menos un punto de vista, una lectura de su Historia, un diálogo entre presente y pasado enfocado en rastrear las bases, contradictorias y grandilocuentes, de la identidad rusa, la identidad de los rusos: por encima la narrativa gloriosa, esencialista, y debajo, sus múltiples herencias, grietas y cicatrices aún abiertas. El choque con la propia imagen.
"Andrei Rublev" es una perpetua búsqueda, como una perpetua búsqueda es el mismo cine de Tarkovsky (aunque ahora nos vamos a limitar a la película); búsqueda que indaga, con visión crítica y perspectivas capaces de rasgar la realidad (oficial), de sumergirse hasta rincones que pocos vislumbran, en los recovecos de, justamente, íconos, imágenes, ídolos, conceptos erigidos como identidad y esencia: encontrar la estructura base, el exoesqueleto, las articulaciones, o el núcleo que mantiene todo unido (no sin dificultad, no sin desgracias, no sin períodos de oscuridad), el sistema que impulsa el movimiento de un coloso o de un pequeño ser vivo.
"Andrei Rublev" es una película cruda, no en el sentido más convencional del término. Es cruda porque no es para nada autocomplaciente; porque disecciona de forma visceral métodos y visiones impuestas, obligadas, mecanizadas, entregando en cambio respuestas incómodas pero profundamente humanas y orgánicas; y porque, a pesar de la monumental magnitud de su film, de su rico valor histórico, encontramos en su entramado hallazgos que nos hablan de un cineasta íntimo, que vierte su ser entero en una historia, que expresa sus miedos, sus preguntas, sus anhelos con apabullante y a veces aterradora, ciertamente turbadora, honestidad. Un cineasta que enlaza la historia de su país con reflexiones sobre arte, sobre espiritualidad, sobre política, sobre religión, entre tantos temas que se acoplan perfecta y naturalmente en esta bien diseñada red fílmica en donde el insecto es Rublev/Tarkovsky y la red es el mundo, o el universo, y la araña a lo mejor sea Dios (a Bergman le gustaría esa idea), en cualquier caso una voluntad a vencer. Me pregunto cuánto de Tarkovsky hay en este Andrei Rublev que ha construido, creado. Este espejo cinematográfico.
La película nos narra la vida y pasión de Andrei Rublev, monje y pintor de íconos, encargado de dar vida a iglesias, templos, capillas, etc., y el convulso, el monstruoso a veces, a veces parsimonioso viaje que lo enfrentará consigo mismo, con su visión del mundo y del arte y del hombre, y que lo enfrentará también con el hombre mismo, con su lado salvaje y brutal, y con el mundo, con el peso de los días, de las catástrofes que se arrastran, que nos arrastran, que se burlan de nosotros. Rublev no encuentra la inspiración, pero en realidad no encuentra la razón de ser de las cosas, cómo pintar paisajes que contrastan con el mundo de afuera, en donde el horror toma forma de ser humano, en donde ejércitos arrasan con aldeas de inocentes, en donde personas viven en total libertinaje y amoralidad, en donde sus preceptos espirituales no existen más allá de esos campamentos/templos de monjes... ¿Puede el monje ser artista? ¿Puede creer en su arte si no cree en su fe, o en el mundo, o en el hombre? Así, la película toma a Rublev como testigo de auges y caídas, y lo somete en un tortuoso y sinuoso viaje espiritual, filosófico, artístico. Es una película mucho más grande de lo que yo puedo describirles.
La factura cinematográfica es simplemente magnífica, sobrecogedora, impresionante. Tarkovsky es dueño de una cámara sucia y realista, como carente de adornos, capaz de mirar directamente a los ojos lo peor del hombre (la secuencia del pobre caballo aún me duele, y debo decir que me repugna, no lo puedo evitar, es terrible, es vergonzoso... pero no las emprenderé con la apabullante calidad del film, porque sería tonto) así como de crear poéticas transparentes aún en esa suciedad, en esa inmundicia, en ese estado casi incivilizado. Será el visionado reciente, pero no dejaba de trazar paralelismos con "Qué difícil es ser un Dios", en tanto Rublev también sufre y se desmorona ante el caos que lo rodea, caos que no puede arreglar ni ordenar, ni con su arte ni con su ejercicio de la fe. Volviendo a lo poético, hay imágenes que en cierto modo se replican en "Solaris", y bueno, para qué estamos con cosas, también en "El espejo" y "Stalker". Pero, como cada una de ellas, "Andrei Rublev" es una película única, dirigida por un grande, narrada por un genio: el tramo de La Campana es soberbio, de lo mejor que podrán ver en su vida, y quizás en donde Tarkovsky se refleje con mayor claridad, a lo mejor también es ese joven que salta al vacío (Rublev y el chico, Boriska, reflejos de un mismo espejo), a lo mejor todos deberíamos ser ese joven que salta al vacío, en realidad todos deberíamos ser ese maldito joven que salta al vacío, lleno de miedo pero con aún más fuego en su interior, dispuesto a todo. El arte como arma y escudo.
Gran película, mucho más grande de lo que puedo describir y de lo que ustedes puedan imaginar. Véanla sin miedo... y aprendan.

...¿Quién hace películas así ahora?...

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