viernes, 16 de noviembre de 2018

Zéro de conduite - 1933


Director: Jean Vigo


Es buena "Cero en conducta" y me ha gustado, sí, pero debo decir que no me ha maravillado tanto como esperaba, a juzgar por su intachable aclamación. Sin desmerecer en lo absoluto sus dotes visuales, que son magníficos, me parece que la importancia de este mediometraje radica mayormente en su mensaje, o su trasfondo, o lo que cuenta y el cómo lo cuenta, la crítica hacia la sociedad, sus valores, y, sobre todo, a sus instituciones uniformes, represivas, asfixiantes, grises, planas, como el colegio en donde transcurre esta historia, en donde estudian cuatro rebeldes muchachos que, hartos de ser castigados y de agachar la cabeza ante la "tiranía" de profesores y directores (aunque, con todo, los alumnos en general de por sí no son muy obedientes que digamos y los funcionarios tampoco tiene mucho liderazgo o autoridad, sin mencionar al profesor que le gusta Chaplin, cómplice de los subversivos), deciden planear un "golpe" que arruine la gran celebración que la escuela ofrece a esos magnos valores como la domesticación, la obediencia y la fe ciega a lo establecido, aunque lo de estos muchachos sea más instintivo que estudiado y conciente. En cualquier caso, qué demonios, la película es muy buena, una excelente comedia de tintes surrealistas, en realidad me ha gustado menos por la veta anarquista que desarrolla Vigo (hijo de un famoso anarquista español, Miguel Almereyda, con el que pasó su infancia huyendo constantemente hasta la muerte del padre) que por esos tremendos dotes poéticos con que filma, por ejemplo, una excursión por las calles de la ciudad (genial y precioso el encuentro del profesor con esa azarosa mujer), o la cámara lenta de ese primer brote de "revolución" en el dormitorio (a lo "El lobo de Wall Street" ¿o no?), o la despiadada ironía de varias imágenes, como la del profesor "crucificado" en su cama, o, bueno, lo del director enano (parece un niño con barba falsa) y una sala de clases convertida en jungla... El argumento es completamente anecdótico y, para mí, lo esencial de "Cero en conducta" es la forma en que Vigo captura una forma de vida forzada e impuesta, obligada, y expresa con insobornable naturalidad otra, llena de ansias de libertad e individualidad, de una forma decididamente exagerada, desaforada y desenfadada, creando este permanente choque, más jocoso que solemne, más frívolo que desgarrado o desolado, tan imprevisible y festivo como crítico y sustancialmente significativo. En cualquier caso, una gozada de tomo y lomo, y...
...No sólo un auténtico clásico, sino que una obra absolutamente seminal, para ver una y mil veces, porque es increíble lo que puede trascender algo aparentemente tan sencillo y simple. Imperdible.

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