miércoles, 13 de marzo de 2019

Au poste! - 2018


Director: Quentin Dupieux


En su momento habrán oído hablar de una película protagonizada por un neumático asesino, película cuyo título es "Rubber", y si fuera desinformado y dijera lo primero que se me viene a la mente, diría que es la opera prima de Quentin Dupieux (ciertamente, es la que lo puso en el mapa... en cierto mapa), aunque, revisando rápidamente Wikipedia, algo que no es muy difícil de hacer que digamos, es posible comprobar que dicha película es de hecho su tercer largometraje y que, de hecho, ahora estamos hablando de su largometraje número siete: "Au poste!", estrenado cuatro años después del anterior (del sexto, no del tercero ni menos del primero), distancia temporal no menor, pero claro, una cosa es el tiempo que es uno solo para todos y otra cosa es el tiempo interior de cada individuo.
No he visto nada de Dupieux, pero podría afirmar que en "Au poste!" nuevamente hace gala de su particular sentido de la comedia, equilibrada entre pequeños absurdos de orden surrealista y del orden de las funestas casualidades y un curioso retrato de la anodinia, de lo vulgar, de lo banal, de lo monótono y de lo intrascendente, acaso de la repetición como motor cómico y, por cierto, narrativo. El resultado es sencillamente genial y, desde luego, muy divertido. Casi toda la acción transcurre en la oficina de un comisario de policía durante una noche en la que se dedicará a interrogar al único sospechoso de la muerte de un hombre que de repente aparece muerto, rodeado de un charco de sangre. Resulta que el sospechoso es el que encontró el cadáver y llamo a la policía, y el comisario algo huele, dice que hay gato encerrado, y para encontrar la clave no queda más que repasar el testimonio una y otra vez, para zozobra del interrogado, cansado y con sueño y con hambre, que sólo quiere irse a su casa. Pero no, de nuevo tendrá que relatar cada paso dado durante esa maldita noche, y el interrogatorio mismo se verá interrumpido por toda clase de personajes y sucesos inesperados que aportarán su buena cuota de suspenso, todo sin perder el tono decididamente desenfadado y cómico del asunto (sin por ello, claro, perder el letal filo de la incertidumbre). Como la película dura poco más de setenta minutos, es mejor no adelantar su argumento, no desentrañar el relato, no revelar sus giros ni sus mecanismos: puedo decir que nada es funcional ni meramente instrumental, y sin embargo la cosa funciona de maravillas, pues hay orden en esta locura (o viceversa; para el caso es lo mismo). Lo cierto es que es una película sorprendentemente ágil, excelentemente lograda, realizada con unas elegancia y pulcritud que no contravienen la pulsión "anárquica" y hasta autodestructiva, a fin de cuentas impredecible e inclasificable, de Dupieux (al contrario, esa depuración potencia dicha característica: la eleva a agente narrativo-dramático, en desmedro de la ocurrencia anecdótica en que incurren los novatos ingeniosos), y lo importante de la historia no descansa, en realidad, en la resolución del caso (sin perderle respeto, Dupieux no se lo toma solemnemente en serio) como en la multitud de factores que pueden disparar la experiencia hacia un lado u otro, hacia lo absurdo y surreal o hacia lo absolutamente pedestre, todo lo cual tiene su gracia si uno sabe retratarla. Y bueno, hasta lo absurdo puede ser rutinario y lo rutinario absurdo, y he ahí la gracia.
En cualquier caso, una joya que merece ser disfrutada de lo lindo. Divertida y, por lo demás, cinematográficamente deliciosa. Imperdible.

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