Director: Mariano Llinás
Todavía estoy medio loco por "La Flor", medio atrapado y medio cautivado e incluso medio obsesionado con esa monstruosidad descomunal y gigantesca y sobre todo ciclópea llamada "La Flor", y claro, tenía más que presente que no había visto aún "Historias extraordinarias", la anterior película de Mariano Llinás, y me decía que de dónde iba a sacar poco más de cuatro horas para verla, pero qué importa, hace unos cuantos días me dije, decidido, que cualquiera de estos días me pondría a verla, nunca pensé que hoy, pero, justo hoy, desperté con toda la energía: veamos "Historias extraordinarias", maldita sea. Y me sorprende que sean cuatro horas; casi ni se sienten; podría ser más el metraje, claro que sí. ¡Y "La Flor" dura catorce horas! "Historias extraordinarias" dura tan solo cuatro y algo. El tiempo es una cuestión inentendible a veces, una cuestión fuera de toda lógica perceptiva, y he ahí lo importante: la grandeza de la obra de Llinás no se debe (no necesariamente) a la extensión de sus metrajes como a la profundidad y complejidad y audacia y ambición y humilde desmesura de sus historias. El mismo Llinás lo ha dicho: es como un libro fímico, un libro filmado, literatura y cine de la mano, en cualquier caso una obra capaz de atraparte con sus tentáculos, con sus garras, con lo que sea, más o menos como el 2666 de Bolaño, otra declaración de amor a las historias y al arte de narrar o de encontrar historias en donde sea.
Dicho esto, no hay mucho que agregar. "Historias extraordinarias" es una delicia, una gozada, un regalo que Llinás nos ofrece, no un regalo fácil, pero un regalo al fin y al cabo: el amor por las historias, que curiosamente nacen y se desarrollan en la nada misma, la provincia de Buenos Aires, en pueblos perdidos en los cuales, supuestamente, nada sucede ni nada puede suceder, salvo el lento y monótono caer de los minutos. Y son tres las historias, al menos tres las que lo inician todo: X (el mismo Llinás) es un sujeto común y corriente que es testigo de un asesinato, el cual lo obsesionará y lo llevará a dejarlo todo con tal de investigar los resortes secretos de la intriga que lo envuelve; Z es otro sujeto común y corriente que llega a una oficina perdida a reemplazar a un simple burócrata, muerto hace poco, sólo que se da cuenta de que el muerto oculta fascinantes secretos que también lo obsesionarán y lo conducirán por un sendero interminable; y H es otro sujeto, aún más común y corriente, a quien contratan para que busque los monolitos perdidos de una antigua y quebrada empresa fluvial, monolitos repartidos por un río, sólo que ese viaje también ofrece más incógnitas que certezas, viaje que de igual forma se transforma en un agujero negro argumental.
Todo esto está narrado con exquisita sensibilidad narrativa y cinematográfica, una verdadera declaración de intenciones en términos de producción, y yo qué sé, demonios, decir cualquier cosa es poco ante una obra como esta, rica y variada en recursos, mecanismos, estilos, etc., pero siempre fiel a su principio base: narrar, narrar y narrar, como sea, pero narrar.
Magnífica.
Dicho esto, no hay mucho que agregar. "Historias extraordinarias" es una delicia, una gozada, un regalo que Llinás nos ofrece, no un regalo fácil, pero un regalo al fin y al cabo: el amor por las historias, que curiosamente nacen y se desarrollan en la nada misma, la provincia de Buenos Aires, en pueblos perdidos en los cuales, supuestamente, nada sucede ni nada puede suceder, salvo el lento y monótono caer de los minutos. Y son tres las historias, al menos tres las que lo inician todo: X (el mismo Llinás) es un sujeto común y corriente que es testigo de un asesinato, el cual lo obsesionará y lo llevará a dejarlo todo con tal de investigar los resortes secretos de la intriga que lo envuelve; Z es otro sujeto común y corriente que llega a una oficina perdida a reemplazar a un simple burócrata, muerto hace poco, sólo que se da cuenta de que el muerto oculta fascinantes secretos que también lo obsesionarán y lo conducirán por un sendero interminable; y H es otro sujeto, aún más común y corriente, a quien contratan para que busque los monolitos perdidos de una antigua y quebrada empresa fluvial, monolitos repartidos por un río, sólo que ese viaje también ofrece más incógnitas que certezas, viaje que de igual forma se transforma en un agujero negro argumental.
Todo esto está narrado con exquisita sensibilidad narrativa y cinematográfica, una verdadera declaración de intenciones en términos de producción, y yo qué sé, demonios, decir cualquier cosa es poco ante una obra como esta, rica y variada en recursos, mecanismos, estilos, etc., pero siempre fiel a su principio base: narrar, narrar y narrar, como sea, pero narrar.
Magnífica.
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