Director: Arnaldo Valsecchi
Se supone que la Rubia de Kennedy era una mujer que se aparecía por las noches en la Avenida Kennedy, haciendo parar autos a los que se subía, para pronto desaparecer, ante la consternación del conductor, incapaz de dilucidar en qué momento esta bellísima mujer se bajó del vehículo en movimiento. Un mito urbano. De esos que, claramente, no pueden aclararse y ahí quedan, ambiguos, misteriosos.
"La rubia de Kennedy", opera prima de Arnaldo Valsecchi (director de "Calzones rotos", la película de ayer, que es su segunda película en, calculemos, casi treinta años; entre medio: publicidad y televisión), parte de este mito urbano, el cual, en todo caso, comenzó a oírse a finales de los setenta. Yo siempre he pensado que la rubia de Kennedy puede servir como una metáfora de las desapariciones de la dictadura, como un fantasma que se niega a permitir que olviden su memoria, pero que no puede dar señas de sus intenciones, porque no puede hablar, amordazada por la muerte y por las bestias del tirano, y que sigue apareciendo y desapareciendo para que nadie olvide que, en efecto, como ella hay mucha gente que simplemente desapareció, que desaparecer así de la nada no es algo realmente extraño en este país. Dijeron que esta rubia era una muchacha que murió en un accidente de tránsito en dicha avenida. También se dijo que los mitos sobre mujeres que deambulan por carreteras y calles son muchos, que la rubia de Kennedy no es nueva, aunque ciertamente es el mito más atractivo de la ciudad de Santiago en los últimos cincuenta años, quién sabe si de los más genuinos de la época moderna. Como sea, se hizo una película al respecto.
Y la película, bueno, comentan que es mala, y eso no lo voy a refutar, pero era una buena idea, una buena idea pobremente desarrollada, mal ejecutada y peor realizada. Empezando por lo más fácil, parece un spot publicitario, irritantemente cursi y artificial, poco creíble y convincente, con un fallido e innecesario uso de flashbacks, entre otras cosas que me da pereza detallar. Pero lo peor es ver, precisamente, una idea prometedora perderse en algo tan miope y banal, pero sobre todo errado, muy errado. Antes de continuar, el argumento, para no perdernos tanto: el protagonista es un publicista, que tenía la vida perfecta de ganador (o de winner, como le gustaría decir a él), pero que ahora pasa por una pésima racha (debe vender todo lo que tiene y lo mantiene su adinerada y ociosa novia budista) y necesita de un triunfo que lo devuelva a la cima. Ve la oportunidad perfecta en el asunto este de la Rubia de Kennedy para crear una campaña publicitaria rompedora y demoledora. Y se lanza a ello. Y así dicho suena bien, me parece interesante la historia de un tipo superficial y materialista que utilice un mito urbano para enriquecerse y satisfacer sus deseos materiales, lo que a su vez refleja el alma neoliberal del Chile noventero post-dictadura, eso por la parte político-social, además de la ingenuidad propia del chileno, seguramente por sus hondas raíces supersticiosas. El problema es que todo esto queda como un débil apunte jamás concretado: si pretende ser un retrato social no puede obviar el lado político, no puede hacer como que no existe, no puede criticar algo si no se atreve a poner la mirada en ese algo. Cómo criticar el materialismo si no apunta a los orígenes de este sistema económico tan cruel, injusto e inhumano. Por lo demás, el otro error es de corte argumental: intentar darle una explicación, un origen, a este mito de la Rubia a través de la historia del payaso publicista, porque además es una explicación francamente ridícula, vergonzante y que se presta para la burla. Resulta que (y esto no es spoiler, pues la película inicia con una secuencia de lo que les diré) la Rubia es el espíritu de una alemana asesinada por el Trauco y sus secuaces (el Imbunche), que aparece en nuestra era bajo la forma de esta bella autoestopista, con la única intención de atraer a nuestro publicista, con quien tiene asuntos pendientes. Brillante, ¿no? Y bueno, supongo que no era mala idea traer a colación la mitología chilena (las más populares sobre todo: la mapuche y la de Chiloé) para ver cómo esa cultura es tratada como simple negocio, pero eso es rebuscado, es ser indulgente con una película que ni siquiera parece ser consciente de las posibilidades narrativas de su premisa argumental, dado que en todo el metraje siempre toma las peores decisiones: darle un origen al mito urbano y romper ese misterio; enlazar ese mito urbano con mitos ancestrales que no tienen nada que ver; hacer que el maldito publicista haya sido "elegido" por la Rubia... Típica película que busca dar todas las explicaciones posibles, buscando justificarse en cada cosa. ¿Por qué elijo a un publicista como protagonista? Porque... porque a través de él podemos mostrar al chileno neoliberal, que ve todo como negocio... ¿no es suficiente? ¡Entonces que sea el interés amoroso de la Rubia fantasma, eso sí que tiene todo el sentido del mundo! Por último, es obvio que hubo otra oportunidad perdida: la de mostrar como se aprovechan de eventos o conmociones de cualquier tipo para esconder la realidad, para desviar la atención de los incautos... ¿Una rubia que desaparece de los autos a los que se sube, en plena dictadura? Me pregunto a quién se le ocurrió semejante idea...
Lo mejor de esta película es Carolina Fadic, actriz (bellísimo su rostro, como angelical) que encarna a la rubia, y que murió trágicamente a los 28 años el 2002, lo cual entristeció al país completo. Tenía menos de diez años pero recuerdo ver a mi madre llorando por ello.
Qué desperdicio... Aún así preferiría repetirme ésta en vez de "Calzones rotos".
"La rubia de Kennedy", opera prima de Arnaldo Valsecchi (director de "Calzones rotos", la película de ayer, que es su segunda película en, calculemos, casi treinta años; entre medio: publicidad y televisión), parte de este mito urbano, el cual, en todo caso, comenzó a oírse a finales de los setenta. Yo siempre he pensado que la rubia de Kennedy puede servir como una metáfora de las desapariciones de la dictadura, como un fantasma que se niega a permitir que olviden su memoria, pero que no puede dar señas de sus intenciones, porque no puede hablar, amordazada por la muerte y por las bestias del tirano, y que sigue apareciendo y desapareciendo para que nadie olvide que, en efecto, como ella hay mucha gente que simplemente desapareció, que desaparecer así de la nada no es algo realmente extraño en este país. Dijeron que esta rubia era una muchacha que murió en un accidente de tránsito en dicha avenida. También se dijo que los mitos sobre mujeres que deambulan por carreteras y calles son muchos, que la rubia de Kennedy no es nueva, aunque ciertamente es el mito más atractivo de la ciudad de Santiago en los últimos cincuenta años, quién sabe si de los más genuinos de la época moderna. Como sea, se hizo una película al respecto.
Y la película, bueno, comentan que es mala, y eso no lo voy a refutar, pero era una buena idea, una buena idea pobremente desarrollada, mal ejecutada y peor realizada. Empezando por lo más fácil, parece un spot publicitario, irritantemente cursi y artificial, poco creíble y convincente, con un fallido e innecesario uso de flashbacks, entre otras cosas que me da pereza detallar. Pero lo peor es ver, precisamente, una idea prometedora perderse en algo tan miope y banal, pero sobre todo errado, muy errado. Antes de continuar, el argumento, para no perdernos tanto: el protagonista es un publicista, que tenía la vida perfecta de ganador (o de winner, como le gustaría decir a él), pero que ahora pasa por una pésima racha (debe vender todo lo que tiene y lo mantiene su adinerada y ociosa novia budista) y necesita de un triunfo que lo devuelva a la cima. Ve la oportunidad perfecta en el asunto este de la Rubia de Kennedy para crear una campaña publicitaria rompedora y demoledora. Y se lanza a ello. Y así dicho suena bien, me parece interesante la historia de un tipo superficial y materialista que utilice un mito urbano para enriquecerse y satisfacer sus deseos materiales, lo que a su vez refleja el alma neoliberal del Chile noventero post-dictadura, eso por la parte político-social, además de la ingenuidad propia del chileno, seguramente por sus hondas raíces supersticiosas. El problema es que todo esto queda como un débil apunte jamás concretado: si pretende ser un retrato social no puede obviar el lado político, no puede hacer como que no existe, no puede criticar algo si no se atreve a poner la mirada en ese algo. Cómo criticar el materialismo si no apunta a los orígenes de este sistema económico tan cruel, injusto e inhumano. Por lo demás, el otro error es de corte argumental: intentar darle una explicación, un origen, a este mito de la Rubia a través de la historia del payaso publicista, porque además es una explicación francamente ridícula, vergonzante y que se presta para la burla. Resulta que (y esto no es spoiler, pues la película inicia con una secuencia de lo que les diré) la Rubia es el espíritu de una alemana asesinada por el Trauco y sus secuaces (el Imbunche), que aparece en nuestra era bajo la forma de esta bella autoestopista, con la única intención de atraer a nuestro publicista, con quien tiene asuntos pendientes. Brillante, ¿no? Y bueno, supongo que no era mala idea traer a colación la mitología chilena (las más populares sobre todo: la mapuche y la de Chiloé) para ver cómo esa cultura es tratada como simple negocio, pero eso es rebuscado, es ser indulgente con una película que ni siquiera parece ser consciente de las posibilidades narrativas de su premisa argumental, dado que en todo el metraje siempre toma las peores decisiones: darle un origen al mito urbano y romper ese misterio; enlazar ese mito urbano con mitos ancestrales que no tienen nada que ver; hacer que el maldito publicista haya sido "elegido" por la Rubia... Típica película que busca dar todas las explicaciones posibles, buscando justificarse en cada cosa. ¿Por qué elijo a un publicista como protagonista? Porque... porque a través de él podemos mostrar al chileno neoliberal, que ve todo como negocio... ¿no es suficiente? ¡Entonces que sea el interés amoroso de la Rubia fantasma, eso sí que tiene todo el sentido del mundo! Por último, es obvio que hubo otra oportunidad perdida: la de mostrar como se aprovechan de eventos o conmociones de cualquier tipo para esconder la realidad, para desviar la atención de los incautos... ¿Una rubia que desaparece de los autos a los que se sube, en plena dictadura? Me pregunto a quién se le ocurrió semejante idea...
Lo mejor de esta película es Carolina Fadic, actriz (bellísimo su rostro, como angelical) que encarna a la rubia, y que murió trágicamente a los 28 años el 2002, lo cual entristeció al país completo. Tenía menos de diez años pero recuerdo ver a mi madre llorando por ello.
Qué desperdicio... Aún así preferiría repetirme ésta en vez de "Calzones rotos".
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