Director: Mike Hodges
Lo sé, lo sé: mis promesas son débiles y en el momento en que hago un plano bloguero, katapum!, éste se rompe de inmediato. Ayer, en el post sobre la opera prima de Martin Scorsese, "Who's that knocking at my door" -¿habrá pensado alguien en "Mean Streets"?-, dejaba escrita mi intención de comentarles al primer Scorsese, aquel más o menos desconocido o sin el clamor popular de sus películas, valga la redundancia, más populares. Dicha intención no ha sido abandonada, oh no, simplemente pospuesta: "Boxcar Bertha" estaba totalmente descincronizada... y me refiero a los subtítulos. Y no me puedo quejar de ellos, miren que luego me llegan palos por ejercer mi derecho a denunciar la negligente calidad -que yo trato de evitar cuando hago y subo mis propios subtítulos, miren que uno igual debe aportar... pero aportar bien-. Pero vuelvo a lo mismo: no me puedo quejar, realmente. Esto me pasa por no tener dinero para pagar dvd's decentes. En cualquier caso, prometo que encontraré un buen subtítulo y me pondré al día con lo que dije que haría; hasta entonces, veré otras películas, como por ejemplo "Croupier", penúltima película a la fecha de Mike Hodges en la que protagoniza un siempre solvente Clive Owen. Por si quieren saberlo, "Croupier" es una buena película, pero...
Jack Manfred es un sujeto bastante peculiar: además de su llamativo y estiloso pelo rubio, su agudeza mental y sus sólidos principios morales, no se deja llevar por frivolidades como el dinero o el status social: hace lo que quiere y lo que le gusta. Aunque no tiene trabajo, no es que se demore en encontrar uno como croupier; y a la par que trabaja, intenta terminar, incluso comenzar, su novela.
Jack Mandred comenzará a vivir su propia novela, nada menos.
Jack Mandred comenzará a vivir su propia novela, nada menos.
A Mike Hodges le tenía fe, hace bastante tiempo. Su primer largometraje, titulado "Get Carter", era una genialidad de la venganza... decían. Y claro, uno llega emocionado a ver la película y se encuentra con que no le gusta nada; es más, uno piensa que está ante un bodrio con impresentable final. Perdí las esperanzas y dejé de lado su siguiente película, "Pulp", y la que le sigue, "The terminal man". Pero vale la pena arriesgarse, pienso a veces, y aunque no haya sido ése el pensamiento que se me vino a la cabeza -no tanto como que, ante el incidente de "Boxcar Bertha", necesitaba ver algo más o menos corto en duración: 85 minutos en el caso de "Croupier"-, finalmente era a lo que me aferraba y me sigo aferrando, pues aunque siga sin tener a Hodges en muy alta estima, al menos con su "Croupier" demuestra tener mejor ojo y mano a la hora de dirigir, lo que hace que ahora me den ganas de ver las películas suyas que mencioné. No prometo nada, eso sí, antes me pongo al día con Scorsese.
Ahora bien, he señalado que "Croupier" es una buena película y Mike Hodges un director que en la ocasión ejerce una muy aceptable labor, pero ¿por qué no me puedo sentir realmente emocionado con la película?, ¿qué le falta para ser así de memorable y genial? No es que le falte mucho, pero lo que le falta es suficiente como para dejarlo a uno con una sensación incómoda y, sin ir más lejos, ingrata. Como siempre digo, todo depende de quién esté frente a la película en cuestión.
Después de la cháchara, lo realmente útil: "Croupier" tiene como base el más que interesante hecho de que Jack Manfred, novelista en ciernes, comienza a vivir, justamente, su propia novela negra: tenemos todos los códigos del noir: protagonista con una mirada mordaz, cínica y hasta algo nihilista sobre la sociedad que lo rodea, opinión que nos va dejando con una excelente voz en off; una femme fatale que lo saca de su zona de confort; personajes con dudosas habilidades y cosmovisiones; no necesariamente bajos fondos pero sí lugares que apestan a corrupción y amoralidad; y desde luego, toda una elaborada trama que concierne tanto al Manfred novelista como al Manfred croupier: casi una unión de formatos e incluso realidades ¿Una especie de metarrelato? Suena interesante y así luce durante casi todo el metraje, desde el inicio hasta el casi-final: un relato negro hecho con los ingredientes precisos, sin irse por las ramas y con el toque literario que le da sabor a todo el conjunto -porque las observaciones y reflexiones de Jack Manfred se caracterizan por su exquisita oratoria y tintes en ocasiones poéticos-; además, Mike Hodges acierta al apostar por una cámara elegante y sobria, más con la impronta del cine negro clásico que el moderno -y lo digo por cierta energía que desprende más que por lo estrictamente formal-, sin preocuparse tanto por los artificios explosivos o efectistas como por la oscuridad humana que pretende transparentar, oscuridad inherente que sirve como perfecto motor de la historia: te mueve la curiosidad, el respeto, la honestidad, la solidaridad, la avaricia, etc.; las consecuencias ya llegarán.
En resumen, "Croupier" es un interesante ejercicio noir bien elaborado y mejor ejecutado que tiene notables características: sobriedad, precisión y pulso, además de buenos personajes sólidamente construidos -con un espectacular Jack Manfred interpretado por un Clive Owen, como digo, siempre solvente-.
Ahora bien, si "Croupier" tiene tantas características buenas, ¿qué demonios me pasa? Espero que estas dos cosillas que debo decir puedan aclarar un poco el asunto:
Primero, "Croupier" es, como ya ha quedado claro, un estupendo relato que utiliza códigos del noir con habilidad y certeza, aunque esto viene a dar luces de en qué es lo que finalmente cae: "Croupier" es mucho más forma que fondo. Y no es que exija grandes tratados y planteamientos filosóficos o sesudos estudios sobre la naturaleza del hombre, pero el final de la película, que es más o menos el que viene a decirnos qué vimos exactamente, en lo que sea, se desploma por completo: efectivamente, "Croupier" se basaba y articulaba argumentalmente en la naturaleza de las personas -de Jack Manfred, su novia, sus colegas, su padre, etc.-, lo cual estaba a la par de la elaborada trama; tristemente, el final presentado hace que todo lo anterior, personajes y acciones, quede reducido a una mera anécdota, un simple dato duro, una pistola de Chéjov: cada cosa es funcional pero no orgánica, no tiene vida propia. El final le arrebata eso a los personajes, que vaya que tenían vida propia y poder de decisión.
Segundo, "Croupier" es, ya lo notarán, una película que, ajustado a la sobriedad elegida por Hodges, transcurre a su propio ritmo, sin banales alteraciones ni trifulcas sin sentido: un tempo argumental como audiovisual que avanza a paso firme y sin tropiezos... una historia que sabe exactamente de qué trata y cómo transcurrir en base a eso. Tristemente, el final renuncia al tempo instalado y sucede de manera abrupta y sorpresiva... demasiado sorpresiva para el estilo presentado. Como si de repente, mientras uno maneja tranquilo por la carretera, apareciera un muro de ladrillos en nuestras narices, así de la nada.
En suma, ambos reproches vienen a dejar claro como el agua lo siguiente: "Croupier" sufre del triste sindrome de "querer atar todos los malditos cabos sueltos" para así parecer una historia inteligente y cien por ciento efectiva. Quizás tuvieron la idea de que el código noir del que beben es mucho más trama cerrada a la perfección que desnudez humana expuesta sin tapujos ni medias tintas. Y aclaremos una cosa, es cierto que muchas películas del cine negro -del gran cine negro, ese de Huston, Siodmak, Ray o Lang, entre muchos otros grandes- de los cuarenta tenían, efectivamente, un guión redondo en el que cada pieza encajaba en todo el entramado, pero tampoco renunciaban a lo que tanto he dicho durante toda la entrada: mostrar el lado oscuro de las personas; ese film noir no es solamente una historia: es una historia para tener escalofríos y miedo de los extremos a los que algunos llegan con tal de ganar lo suyo. En "Croupier" suceden cosas feas, pero no te erizan la piel.
En definitiva, el sindrome mencionado hace que "Croupier" (I) renuncie a su lado oscuro y (II) contradiga su propia manera de ser, esto es: ser un relato que transcurre fluidamente y con una atmósfera que importa más que la trama en sí. Pero ya saben qué sucede al final con todo eso... se invierten los papeles y todo pierde el sentido.
En fin, "Croupier" es, no lo negaré, una película correcta y efectiva a la que, sin embargo, no se le puede apreciar más allá de su correción y buen hacer. No estoy enojado ni nada por el estilo, pues a pesar de los reproches descritos no me siento estafado ni con la inefable sensación del tiempo malgastado. "Croupier" no es mala película; se puede disfrutar, claro que sí, especialmente durante todo el metraje que no es el final. En pocas palabras, "Croupier" tiene estilo, tiene trama, tiene ingenio, tiene interés, tiene atmósfera, tiene buenos personajes, tiene ironía y tiene habilidad ¿Qué le falta? Algo más de personalidad.
Ahora bien, he señalado que "Croupier" es una buena película y Mike Hodges un director que en la ocasión ejerce una muy aceptable labor, pero ¿por qué no me puedo sentir realmente emocionado con la película?, ¿qué le falta para ser así de memorable y genial? No es que le falte mucho, pero lo que le falta es suficiente como para dejarlo a uno con una sensación incómoda y, sin ir más lejos, ingrata. Como siempre digo, todo depende de quién esté frente a la película en cuestión.
En resumen, "Croupier" es un interesante ejercicio noir bien elaborado y mejor ejecutado que tiene notables características: sobriedad, precisión y pulso, además de buenos personajes sólidamente construidos -con un espectacular Jack Manfred interpretado por un Clive Owen, como digo, siempre solvente-.
Ahora bien, si "Croupier" tiene tantas características buenas, ¿qué demonios me pasa? Espero que estas dos cosillas que debo decir puedan aclarar un poco el asunto:
Primero, "Croupier" es, como ya ha quedado claro, un estupendo relato que utiliza códigos del noir con habilidad y certeza, aunque esto viene a dar luces de en qué es lo que finalmente cae: "Croupier" es mucho más forma que fondo. Y no es que exija grandes tratados y planteamientos filosóficos o sesudos estudios sobre la naturaleza del hombre, pero el final de la película, que es más o menos el que viene a decirnos qué vimos exactamente, en lo que sea, se desploma por completo: efectivamente, "Croupier" se basaba y articulaba argumentalmente en la naturaleza de las personas -de Jack Manfred, su novia, sus colegas, su padre, etc.-, lo cual estaba a la par de la elaborada trama; tristemente, el final presentado hace que todo lo anterior, personajes y acciones, quede reducido a una mera anécdota, un simple dato duro, una pistola de Chéjov: cada cosa es funcional pero no orgánica, no tiene vida propia. El final le arrebata eso a los personajes, que vaya que tenían vida propia y poder de decisión.
Segundo, "Croupier" es, ya lo notarán, una película que, ajustado a la sobriedad elegida por Hodges, transcurre a su propio ritmo, sin banales alteraciones ni trifulcas sin sentido: un tempo argumental como audiovisual que avanza a paso firme y sin tropiezos... una historia que sabe exactamente de qué trata y cómo transcurrir en base a eso. Tristemente, el final renuncia al tempo instalado y sucede de manera abrupta y sorpresiva... demasiado sorpresiva para el estilo presentado. Como si de repente, mientras uno maneja tranquilo por la carretera, apareciera un muro de ladrillos en nuestras narices, así de la nada.
En suma, ambos reproches vienen a dejar claro como el agua lo siguiente: "Croupier" sufre del triste sindrome de "querer atar todos los malditos cabos sueltos" para así parecer una historia inteligente y cien por ciento efectiva. Quizás tuvieron la idea de que el código noir del que beben es mucho más trama cerrada a la perfección que desnudez humana expuesta sin tapujos ni medias tintas. Y aclaremos una cosa, es cierto que muchas películas del cine negro -del gran cine negro, ese de Huston, Siodmak, Ray o Lang, entre muchos otros grandes- de los cuarenta tenían, efectivamente, un guión redondo en el que cada pieza encajaba en todo el entramado, pero tampoco renunciaban a lo que tanto he dicho durante toda la entrada: mostrar el lado oscuro de las personas; ese film noir no es solamente una historia: es una historia para tener escalofríos y miedo de los extremos a los que algunos llegan con tal de ganar lo suyo. En "Croupier" suceden cosas feas, pero no te erizan la piel.
En definitiva, el sindrome mencionado hace que "Croupier" (I) renuncie a su lado oscuro y (II) contradiga su propia manera de ser, esto es: ser un relato que transcurre fluidamente y con una atmósfera que importa más que la trama en sí. Pero ya saben qué sucede al final con todo eso... se invierten los papeles y todo pierde el sentido.
En fin, "Croupier" es, no lo negaré, una película correcta y efectiva a la que, sin embargo, no se le puede apreciar más allá de su correción y buen hacer. No estoy enojado ni nada por el estilo, pues a pesar de los reproches descritos no me siento estafado ni con la inefable sensación del tiempo malgastado. "Croupier" no es mala película; se puede disfrutar, claro que sí, especialmente durante todo el metraje que no es el final. En pocas palabras, "Croupier" tiene estilo, tiene trama, tiene ingenio, tiene interés, tiene atmósfera, tiene buenos personajes, tiene ironía y tiene habilidad ¿Qué le falta? Algo más de personalidad.
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