Director: Francois Ozon
Sé que dije que hoy y mañana iba a ver y comentar otras cosas, pero el último par de días han sido algo insatisfactorios, interrumpidos y accidentados, y con los cortes de agua y la puta universidad de mierda, además de no poder ir a la piscina por estar cerrada, no pude ver películas y como la última que había visto era "The Bling Ring", comprenderán que mi cuerpo y mi mente no estaban muy en forma que digamos. Así que mejor era cambiar planes y comenzar ahora mismo la segunda etapa del giro de... quiero decir de esta retrospectiva ozoniana.
El de "Sous le sable" es un Ozon más templado y contenido que de costumbre; menos irreverente, satírico y socarrón; más solemne y sobrio. Continúa igual de sugerente y sensual que de costumbre, no obstante. En cualquier caso lo notable de este film, o lo peculiar mejor dicho, es su hermetismo narrativo y/o dramático: no sabes de qué se trata pero no importa, de todas formas sientes lo que quiere transmitir, expresar. "Sous le sable" muestra al Ozon más críptico e indescifrable hasta ese entonces (comprenderán que no puedo extender dicha afirmación hasta la actualidad dado que no he visto su filmografía posterior), si bien la propuesta es paradójicamente diáfana, y no me refiero estrictamente a lo argumental, pues la película como conjunto destaca por sus difusos límites y núcleo, por sus múltiples interpretaciones e intenciones, por su cualidad de incierta y ambivalente, por esa atmósfera entre realista y surreal, por ese clima de desconsuelo pero a la vez de quietud, por ese tempo tan desolador como acogedor. "Sous le sable" comienza con Charlotte Rampling yendo de vacaciones con su gordo esposo a algún apacible pueblo o ciudad costera francesa, pero la desaparición de éste sume a la protagonista en un denso halo de extrañeza y ambigüedad. A partir de este punto el relato puede significar cualquier cosa y, sin que esto suene a lugar común, verdaderamente toda posibilidad es tan válida como la anterior o la siguiente. ¿Una historia sobre crisis personales, existenciales? ¿Un drama matrimonial? ¿Un relato catártico? ¿Una intriga familiar, una absolución familiar? ¿Una historia de fantasmas, un relato psicológico? ¿Simbolismo metafísico? Sin que Ozon explicite en ningún momento la respuesta (certera y poderosa decisión: gran decisión), lo único cierto es lo que vemos: una mujer que parece no querer dejar atrás el recuerdo de su más que posiblemente muerto marido pero que de alguna forma continúa con su vida: una mujer que vive en un limbo inventado, lugar cómodo pero al borde de la desintegración. Me sigue quedando poco claro si la protagonista se engaña o confía demasiado en un discernimiento dudoso, pero qué importa: "Sous le sable" es más un retrato emocional, con todo lo que ello implica (contradicciones, impulsos inexplicables, confusiones), que la narración precisa y formulista de un conflicto determinado en donde hay cierres, conclusiones y verdades dichas. A veces no hay cierres, las ilusiones se sobreponen a la realidad y la felicidad se erige sobre una torre de babel.
Ciertamente estamos ante una película arriesgada y osada, no por aspectos macabros o escabrosos sino que por la seguridad y la sensibilidad con que se desarrolla. Y, por supuesto, Charlotte Rampling está estupenda, aunque le pese al mediocre hijo de puta de Jeffrey Wright. Oh, sí, ya me voy sintiendo mejor. Ver buen cine sienta bien al espíritu.
El de "Sous le sable" es un Ozon más templado y contenido que de costumbre; menos irreverente, satírico y socarrón; más solemne y sobrio. Continúa igual de sugerente y sensual que de costumbre, no obstante. En cualquier caso lo notable de este film, o lo peculiar mejor dicho, es su hermetismo narrativo y/o dramático: no sabes de qué se trata pero no importa, de todas formas sientes lo que quiere transmitir, expresar. "Sous le sable" muestra al Ozon más críptico e indescifrable hasta ese entonces (comprenderán que no puedo extender dicha afirmación hasta la actualidad dado que no he visto su filmografía posterior), si bien la propuesta es paradójicamente diáfana, y no me refiero estrictamente a lo argumental, pues la película como conjunto destaca por sus difusos límites y núcleo, por sus múltiples interpretaciones e intenciones, por su cualidad de incierta y ambivalente, por esa atmósfera entre realista y surreal, por ese clima de desconsuelo pero a la vez de quietud, por ese tempo tan desolador como acogedor. "Sous le sable" comienza con Charlotte Rampling yendo de vacaciones con su gordo esposo a algún apacible pueblo o ciudad costera francesa, pero la desaparición de éste sume a la protagonista en un denso halo de extrañeza y ambigüedad. A partir de este punto el relato puede significar cualquier cosa y, sin que esto suene a lugar común, verdaderamente toda posibilidad es tan válida como la anterior o la siguiente. ¿Una historia sobre crisis personales, existenciales? ¿Un drama matrimonial? ¿Un relato catártico? ¿Una intriga familiar, una absolución familiar? ¿Una historia de fantasmas, un relato psicológico? ¿Simbolismo metafísico? Sin que Ozon explicite en ningún momento la respuesta (certera y poderosa decisión: gran decisión), lo único cierto es lo que vemos: una mujer que parece no querer dejar atrás el recuerdo de su más que posiblemente muerto marido pero que de alguna forma continúa con su vida: una mujer que vive en un limbo inventado, lugar cómodo pero al borde de la desintegración. Me sigue quedando poco claro si la protagonista se engaña o confía demasiado en un discernimiento dudoso, pero qué importa: "Sous le sable" es más un retrato emocional, con todo lo que ello implica (contradicciones, impulsos inexplicables, confusiones), que la narración precisa y formulista de un conflicto determinado en donde hay cierres, conclusiones y verdades dichas. A veces no hay cierres, las ilusiones se sobreponen a la realidad y la felicidad se erige sobre una torre de babel.
Ciertamente estamos ante una película arriesgada y osada, no por aspectos macabros o escabrosos sino que por la seguridad y la sensibilidad con que se desarrolla. Y, por supuesto, Charlotte Rampling está estupenda, aunque le pese al mediocre hijo de puta de Jeffrey Wright. Oh, sí, ya me voy sintiendo mejor. Ver buen cine sienta bien al espíritu.
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