Director: Kornél Mundruczó
Aprender húngaro, sí claro... Hemos casi completado la filmografía del húngaro Kornél Mundruczó, y digo casi porque su opera prima me ha sido imposible de hallar, si bien no es que me haya esforzado mucho en encontrarla que digamos, pero no pasa nada, terminar con "Fehér isten" (ganadora de Una cierta mirada en Cannes), la película que verdaderamente me interesaba del citado director, ha sido todo un placer.
En primer lugar, lo más importante: ningún perro fue dañado en el rodaje de esta película; más importante aún, todos aquellos que fueron sacados de refugios o perreras o directamente de las calles, en otras palabras, todos los perros sin familia, completamente solos en este mundo cruel, posteriormente fueron dados en adopción. Todos. De hecho, la última captura del grupo central es el listado con los nombres de los afortunados que pasaron a formar parte de un hogar. Quizás la primera línea esté un poco cortada, pero ciertamente se ven: Norton tiene un hogar, Luna tiene un hogar, Peny, Stanley, Bruno...
En segundo lugar, ¿no les causa alegría ver a un montón de perros correr? A mí la magistral secuencia inicial me conmovió y alegró un montón, y además uno se puede pegar un par de gratas risas porque siempre había un perro que quedaba en graciosa pose, como ese perro blanco (el de la primera captura del grupo central, ubicado al medio) que parece como si en vez de correr se deslizara por el aire con sus patas recogidas, como un onvi.
En tercer lugar, y ya entrando en materia, podríamos definir, tal como se ha hecho en multitud de medios que han reseñado esta película, a "Fehér isten" como la rebelión de los perros. Claro que sí, maldita sea. Los perros se hartaron de ser apaleados y humillados, de ser cocinados y comidos, de ser obligados a pelear brutalmente entre sí, a descuartizarse entre sí, de ser gratuitamente torturados y asesinados por enfermos mentales que suben sus deleznables fechorías a internet para ser disfrutadas por otros monstruos de la misma asquerosa ralea, de ser tratados como meros objetos sin sentimientos que se pueden abandonar así como así, de vivir viendo su dignidad y sus derechos vulnerados por una raza (la humana, claro) a la que le importa una mierda la vida del resto de animales. Pero la rebelión no surge así de la nada, al contrario, debe forjarse en un duro y desasosegante camino. El líder es Hagen, perro de una niña que toca la trompeta, la única persona dulce y respetuosa para con el can, que ve, en sus terribles peripecias, progresivamente, cuán hijos de puta son los humanos, partiendo por el hijo de puta del padre (que trabaja en un matadero, otro blanco apuntado por Mundruczó), el hijo de puta de un carnicero de por ahí, el hijo de puta del mafioso que vende perros para ponerlos a pelear, el hijo de puta del entrenador que busca convertir a Hagen en una máquina de matar, y así con el largo listado de hijos de puta. Básicamente, en "Fehér isten" los perros son el pueblo perseguido, maltratado y humillado: encerrados, asesinados. Mundruczó evita caer en el discurso facilón y meloso y (auto)complaciente, antes al contrario, simplemente nos muestra esta cruda realidad y deja que su tragedia se relate sola, se exprese sola ya sea a través de la diáfana y cándida mirada de un perro, ya sea a través de la magnificencia con la que éstos corren libres, ya sea a través de la bondad que demuestran llegado el momento clave, ya sea a través de la violencia con que son tratados (violencia no inventada, por cierto). En otras palabras, Mundruczó nos desafía, nos incomoda, nos interpela; ¿contentarnos, darnos en el gusto?, claro que no. Otro punto a destacar es la ágil mezcla de géneros que confluyen en este relato, que podría considerarse una historia de venganza, cine de aventura con toques de terror, un drama familiar, incluso algo de relato picaresco. Ciertamente es una película dinámica, alejada de la narración pausada y grisácea que caracteriza a Mundruczó, y aunque dura, manteniéndote con el corazón en un hilo (al menos si te importan los animales o, algo menos exigente, si te gustan los perros; de lo contrario puede que te aburras... cabrón), no particularmente nihilista o agobiante. Es una película para toda la familia, diría yo.
A mí me ha encantado esta preciosa y maravillosa genialidad, qué quieren que les diga. Sólo por "Fehér isten", Kornél Mundruczó tiene todo mi respeto, pero, eso sí, quedo con la duda de qué pasó con el cerdo que arrastran ásperamente en "Delta" y si las vacas muertas que el padre revisa en la presente son de verdad o son utilería. Dudas aparte, excelente y magnífica película es, no nos cansemos de nombrarla, "Fehér isten".
En primer lugar, lo más importante: ningún perro fue dañado en el rodaje de esta película; más importante aún, todos aquellos que fueron sacados de refugios o perreras o directamente de las calles, en otras palabras, todos los perros sin familia, completamente solos en este mundo cruel, posteriormente fueron dados en adopción. Todos. De hecho, la última captura del grupo central es el listado con los nombres de los afortunados que pasaron a formar parte de un hogar. Quizás la primera línea esté un poco cortada, pero ciertamente se ven: Norton tiene un hogar, Luna tiene un hogar, Peny, Stanley, Bruno...
En segundo lugar, ¿no les causa alegría ver a un montón de perros correr? A mí la magistral secuencia inicial me conmovió y alegró un montón, y además uno se puede pegar un par de gratas risas porque siempre había un perro que quedaba en graciosa pose, como ese perro blanco (el de la primera captura del grupo central, ubicado al medio) que parece como si en vez de correr se deslizara por el aire con sus patas recogidas, como un onvi.
En tercer lugar, y ya entrando en materia, podríamos definir, tal como se ha hecho en multitud de medios que han reseñado esta película, a "Fehér isten" como la rebelión de los perros. Claro que sí, maldita sea. Los perros se hartaron de ser apaleados y humillados, de ser cocinados y comidos, de ser obligados a pelear brutalmente entre sí, a descuartizarse entre sí, de ser gratuitamente torturados y asesinados por enfermos mentales que suben sus deleznables fechorías a internet para ser disfrutadas por otros monstruos de la misma asquerosa ralea, de ser tratados como meros objetos sin sentimientos que se pueden abandonar así como así, de vivir viendo su dignidad y sus derechos vulnerados por una raza (la humana, claro) a la que le importa una mierda la vida del resto de animales. Pero la rebelión no surge así de la nada, al contrario, debe forjarse en un duro y desasosegante camino. El líder es Hagen, perro de una niña que toca la trompeta, la única persona dulce y respetuosa para con el can, que ve, en sus terribles peripecias, progresivamente, cuán hijos de puta son los humanos, partiendo por el hijo de puta del padre (que trabaja en un matadero, otro blanco apuntado por Mundruczó), el hijo de puta de un carnicero de por ahí, el hijo de puta del mafioso que vende perros para ponerlos a pelear, el hijo de puta del entrenador que busca convertir a Hagen en una máquina de matar, y así con el largo listado de hijos de puta. Básicamente, en "Fehér isten" los perros son el pueblo perseguido, maltratado y humillado: encerrados, asesinados. Mundruczó evita caer en el discurso facilón y meloso y (auto)complaciente, antes al contrario, simplemente nos muestra esta cruda realidad y deja que su tragedia se relate sola, se exprese sola ya sea a través de la diáfana y cándida mirada de un perro, ya sea a través de la magnificencia con la que éstos corren libres, ya sea a través de la bondad que demuestran llegado el momento clave, ya sea a través de la violencia con que son tratados (violencia no inventada, por cierto). En otras palabras, Mundruczó nos desafía, nos incomoda, nos interpela; ¿contentarnos, darnos en el gusto?, claro que no. Otro punto a destacar es la ágil mezcla de géneros que confluyen en este relato, que podría considerarse una historia de venganza, cine de aventura con toques de terror, un drama familiar, incluso algo de relato picaresco. Ciertamente es una película dinámica, alejada de la narración pausada y grisácea que caracteriza a Mundruczó, y aunque dura, manteniéndote con el corazón en un hilo (al menos si te importan los animales o, algo menos exigente, si te gustan los perros; de lo contrario puede que te aburras... cabrón), no particularmente nihilista o agobiante. Es una película para toda la familia, diría yo.
A mí me ha encantado esta preciosa y maravillosa genialidad, qué quieren que les diga. Sólo por "Fehér isten", Kornél Mundruczó tiene todo mi respeto, pero, eso sí, quedo con la duda de qué pasó con el cerdo que arrastran ásperamente en "Delta" y si las vacas muertas que el padre revisa en la presente son de verdad o son utilería. Dudas aparte, excelente y magnífica película es, no nos cansemos de nombrarla, "Fehér isten".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Vamos, dime algo, así no me vuelvo loco...