sábado, 2 de septiembre de 2017

Night Unto Night - 1949


Director: Don Siegel

Dicen que mañana va a llover. Ojalá. Así la gente se queda en sus casas y yo puedo ver películas tranquilo. Además, el sonido de la lluvia resulta ser una excelente compañía. Deseos aparte, vayamos de inmediato con la segunda película dirigida por Don Siegel, "Night Unto Night".


¡Ah!, verdad que Ronald Reagan había sido actor. Acá es el protagonista, un científico (bioquímico) que llega a arrendar la casa de una viuda un tanto atormentada por el fantasma de su difunto marido. También aparece el siempre bienvenido Broderick Crawford, a quien en este blog hemos visto varias veces, interpretando al agudo e irónico vecino pintor del recién llegado científico (con su sola presencia la película gana un montón).
"Night Unto Night" es una estimable película que no es realmente la típica historia de amor sensiblera y romanticona, aunque en el fondo es, en efecto, una historia de amor, sólo que su desarrollo se construye en base a mecanismos distintos del típico juego de conquista, seducción y coqueta resistencia. En el presente caso, el único personaje seductor, la hermana de la viuda, es un personaje vulgar e infeliz cuyas maneras resultan antieróticas. No, esta historia no apuesta por la frivolidad; es, más bien, un filme dialógico en donde el peso dramático recae en las conversaciones, los intercambios, las palabras expresadas. Yo diría que el inevitable romance entre Reagan y Viveca Lindfors, que interpreta a la viuda, es el Mcguffin de un interesante drama sobre personajes disconformes, amargos, decepcionados, heridos y dañados, quienes intentan buscar su equilibrio y que se darán cuenta que para reformar la voluntad de vivir todo lo que se necesita es amor. Puede que la conclusión final sea un tanto sensiblera (no el fondo sino que las palabras, que algún diálogo suena un poquito a autoayuda barata, pero una cosa poca, nada grave), no obstante la película no es para nada superficial ni pueril y, al contrario, se permite incluir reflexiones y discusiones que, además de atraer la atención del espectador, claramente demuestran que el tratamiento otorgado a esta historia es menos romántico que humano y un tanto psicológico, incluso existencial, más diáfano que tramposo. Claramente sabemos cómo va a terminar la atracción entre el científico y la viuda, sin embargo, lo que Siegel desarrolla en base al último guión de Kathryn Scola es una suerte de disección de la desesperanza, del luto, etc. Nada muy sublime ni profundo, tampoco digo que estemos ante una obra maestra filosófica, pero lo suficientemente efectivo como para que los personajes sean convincentes y verosímiles en su pesar, en su desazón y en la posterior lucecita de esperanza, después de todo, tienen derecho a ser felices, ¿no?
Para mencionar de manera más directa la labor de Siegel, nuevamente queda patente su habilidad para la puesta en escena, su sagaz mirada traducida en una cámara ágil y bien ubicada, y su capacidad para crear atmósferas, la cual, en el presente caso, recae en la casa que arrienda el científico, rodeada de cierto aura onírico y fantasmagórico, muy sugerente, y, por qué no, en los mismos personajes, acechados por sus propios fantasmas personales, con esa carga emocional palpable en el fotograma.
Sí señor, muy estimable película. Una película que no intentan engañar ni complacer a nadie, sólo desarrollar, de forma leve y concisa, un drama humano.

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