Director: Peter Bogdanovich
Parece que en el momento de su estreno no le fue nada de bien a "Nickelodeon", pero lo cierto es que a mí me ha gustado y lo he pasado genial viéndola, después de todo es un divertimento de tomo y lomo, que, claro, se construye sobre la premisa del homenaje al cine, específicamente al período que comprendió, más o menos, la década del 1910, años en los que sucedieron muchas cosas que "Nickelodeon" se encarga de retratar a través de las peripecias de sus protagonistas, por ejemplo, la "madurez" del cine, aquel momento en que el cine dejó de ser algo cuasi circense o popular (en un sentido peyorativo) y se convirtió en un verdadero arte al momento de estrenarse "El nacimiento de una nación" de Griffith, con toda su amalgama de visionarias técnicas, valga la redundancia, técnico-narrativas. O todo el lío de las patentes, con las grandes compañías en pie de guerra con las pequeñas productoras, enviando matones a los rodajes u oficinas independientes a darle el bajo a las cámaras, utilizadas, en teoría, ilegalmente (porque, precisamente, la cámara era la patentada). O el crecimiento de la industria, la mecanización de sus producciones, anteponer el orden económico de una producción a su integridad artística, cumplir casi esclavizadamente con tantas páginas de guión al día o qué sé yo, porque firmaste un contrato, schmuck! En cualquier caso, "Nickelodeon" es una verdadera declaración de amor al cine, y no sólo al cine, sino que a una forma de hacer cine, la forma en que hacen cine (o que filman películas) los protagonistas de esta disparatada historia, que comienza con Ryan O'Neal como un torpe abogado que, por esas cosas de la vida, acaba convirtiéndose en un director de cine, sea lo que eso sea en aquellos tiempos, liderando toda una entrañable pandilla compuesta, también, por Burt Reynolds como un vendedor de ropa que acaba convertido en un actor estrella, Tatum O'Neal como una joven y precoz guionista/asistente de dirección, Jane Hitchcock (en nada relacionada con el mismísimo Alfred, sólo es una feliz coincidencia) como una torpe mujer que se hace actriz, entre otros, quienes le toman el gusto a eso de tomar una cámara, ir a cualquier lugar y filmar una historia, de forma casi intuitiva, un tanto ácrata si cabe, así a lo loco, pero que tienen dificultades porque nadie quiere financiar a unos inadaptados filmando historias demenciales, porque para vivir deben trabajar y verse absorbidos por la industria y cumplir con horarios y perderle el gusto a eso del cine y pensar "demonios, qué divertido era lo otro aunque me dieran ganas de patearle el culo a todos esos cabrones que, para qué mentir, los quiero maldita sea", es decir, decir que el cine es pandillero, es de individuos, es colectivo, es ser uña y mugre con el grupo, es sufrir y gozar, es triunfar y perder, es resistir y atacar, nunca acatar, es al todo o nada, vivir y morir en tu ley, y a quién demonios le importa si "Nickelodeon", no lo sé, tenga este problema u otro (no podría nombrar ninguno ni en términos hipotéticos, porque es tan transparente su declaración de intenciones, que toda su desenfrenada propuesta me parece coherente y esa es su gracia, el caos narrativo), que no cumpla tal o cual punto del manual o irrite a ciertos eruditos academicistas, si lo que hace es contarte una historia de amor y/o amistad, con un ritmo trepidante que homenajea al slapstick más deliciosa y saludablemente exagerado, que vibra en una dirección y en otra según la fuerza del momento.
En fin, qué más, "Nickelodeon" es una divertidísima e hilarante comedia y una genuina declaración de amor y de intenciones al y sobre el cine. No se vendan, amigos míos, por el amor de todo lo que es bueno, no se vendan.
En fin, qué más, "Nickelodeon" es una divertidísima e hilarante comedia y una genuina declaración de amor y de intenciones al y sobre el cine. No se vendan, amigos míos, por el amor de todo lo que es bueno, no se vendan.
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