Creador: Sam Esmail
Ah, un 27 de diciembre. Qué día, ¿no? Mi cumpleaños, como ya sabrán. Y el cumpleaños de ilustres del cine como Marlene Dietrich, Gérard Depardieu, Michel Piccoli, Gaspar Noé, Eliseo Subiela, la niña de "Poltergeist", Timothee Chalamet, entre otros que así a la rápida olvido. Por cierto, también es el cumpleaños de Hayley Williams, líder y vocalista de Paramore, la banda de música.
La única serie que he estado viendo (como saben, con las series, como diría el Chino Ríos, no estoy ni ahí) es "Mr. Robot", tanto porque no iba a dejarla a medio camino como porque de verdad es una serie que me gusta y que la considero un paso arriba que las demás, casi cinematográfica aunque, ciertamente, se ve lastrada por su condición televisiva.
Antes que todo, mi total respeto a Sam Esmail, creador de esta serie, que luego de una primera temporada efectiva pero bastante poca cosa (nada muy impresionante) y muy estándar en varios aspectos de producción, no sé cómo (considerando que no era un gran nombre dentro del rubro en ese entonces, no era un, digamos, Ryan Murphy, que a estas alturas puede vender humo con una libertad de acción repugnante) tomó total control creativo y lo-que-sea: dirigió todos los episodios de las tres temporadas restantes; los escribió prácticamente todos; ejercía de productor a través de su compañía... Cómo obtuvo tanta libertad, ya digo que no lo sé, pero respeto que lo haya logrado y que con ello haya desarrollado esta tremenda y ambiciosa obra.
Pequeño resumen: la primera temporada nos contaba la historia de un hacker antisocial (como dirías las señoras del club de té) que comienza una suerte de revolución, una guerra en contra de grandes corporaciones y demás. No era más que un entretenido y solvente remake en clave cuasi juvenil de "El club de la pelea". La segunda temporada se divide en dos: la primera parte, una verdadera estafa, y la segunda, que ya perfila la calidad que alcanzaría más adelante, con personajes y tramas complejos y bien desarrollados. No deja de ser revelador la dicotomía de esta temporada: en la primera parte se pierde en el enredo psicológico del protagonista, con sus trucos mentales y reflexiones de filosofía de aeropuerto, mientras que la segunda, ya digo, se concentra en relatar esta red de personajes y conflictos, con sus planes y conspiraciones y atentados, configurando un oscuro y vibrante thriller. La tercera temporada es la más sólida, también una en donde el gran motor es todo este entuerto entre hackers y gobiernos y corporaciones, en donde el creador/director/escritor lleva a cabo deslumbrantes retos dramáticos y formales, además de regalarnos personajes y escenas de antología (casi todo lo relacionado con Bobby Cannavale).
Esta cuarta temporada consta de trece episodios. Va de menos a más. Un comienzo titubeante, débil, que poco a poco se reafirma, pero que también se deja llevar por cierta autocomplacencia permitida por el medio al que pertenece: estirar innecesariamente ciertas situaciones y adentrarse en personajes o subtramas que no son muy interesantes que digamos. Ahí está el episodio "silente", muy bien ejecutado (aunque por momentos forzado eso de "no hablar"), pero excesivo ciertamente. O ese otro episodio en actos, que a base de palabrería pura y dura se demora casi una hora en extraer una verdad que sí, es bastante impactante, pero que se pudo haber resuelto con unas dos o tres escenas. Síntesis, viejo. Síntesis. Como sea, ya por los episodios 6-7 (o quizás 7-8) la cosa se enfila en una recta final de infarto, excelentemente sostenido, que culmina en un final más que satisfactorio, aunque, pensando como he estado esta semana (el final lo vi el lunes), no deja de serme esclarecedor que en el gran finale vuelva a reflotar el tema de la dicotomía entre la trama en sí, con sus atractivos personajes y conflictos, y el maldito enredo mental del protagonista. No cabe duda que lo más interesante de todo esto recaía en la guerra entre Elliot y Whiterose, sin mencionar la misteriosa máquina de la segunda, debido a la cual ocurre todo lo que ocurre a lo largo de todas las cuatro temporadas. Esto queda eclipsado por, vuelvo a lo mismo, el enredo mental del protagonista, bastante simple a pesar de toda la faramalla que provoca esto de las personalidades múltiples. Supongo que más importante que el todo el asunto de hackers y terroristas era la búsqueda de equilibrio del protagonista, y no deja de tener sentido, pues, explicado todo, el final cierra perfectamente el inicio, casi como un círculo (lo cual no sería de esa forma si hubiésemos visto, efectivamente, la máquina de Whiterose en acción).
Insisto en que lo mejor no era lo psicológico, sino lo estrictamente argumental (que, luego de esa primera temporada bien plana y repetitiva conceptualmente, sí logra construirse a partir de una oscura y pesimista visión de mundo, alejada de la revolución publicista heredada del filme de Fincher y su placement de Pepsi). Si bien su final anticlimático es satisfactorio como dije, no deja de parecerme una oportunidad perdida el no haberse adentrado en esos terrenos de ciencia ficción metafísica (podríamos haber comprendido mejor a la malograda Angela, por ejemplo), prefiriendo la terapia personal de Elliot, una decisión impulsada más por un capricho del creador, que llevo eso de escribir desde las tripas demasiado lejos. Al final el problema es que tampoco se pudo aunar ambas vertientes en un todo completamente cohesionado y coherente al respecto.
Con todo, una serie más que recomendable, bastante cinematográfica en varios aspectos, que cuenta con un amplio abanico de personajes memorables, escenas memorables y diálogos memorables. Whiterose y su máquina, qué tan lejos se habría llegado...
He llegado hasta la segunda temporada. Tal vez tenga que repasar esos episodios y seguir hasta la cuarta temporada.
ResponderBorrarBuena reseña.
Con tu cumpleaños, estás en buena compañía cinematográfica.
Feliz cumpleaños.
¡Estoy en excelente compañía!, ja, ja.
BorrarGracias por los deseos, la verdad es que a nivel personal fue un muy buen día, pero por el final no pude evitar enojarme y entristecerme un poco: ayer murió una persona debido a la brutalidad policial y más encima los policías quemaron un icónico cine que estos más de 70 días de protestas ha funcionado también acogiendo brigadas de primeros auxilios. Ni los bomberos ni paramédicos se salvan de la maldad policial.
Me consta que la segunda temporada ha causado estragos. Yo mismo me sentí bastante mosqueado con sus jueguitos, pero el tramo final de ese ciclo me pareció bastante prometedor. Pienso que ha valido la pena y, definitivamente, recomiendo las dos temporadas que siguen, que corrigen bastantes cosas malas y potencia las buenas. Con todo, una temporada final notable y más que digna.
Saludos!
¡Feliz 2020 Jimmy!
ResponderBorrar¡Igualmente para ti, amigo Licantropunk!
BorrarSiempre un agrado recibirlo por acá.
¡Saludos!