Director: Henrik Ruben Genz
Más conocida como "Terribly Happy", que es la forma en que me referiré a ella en este post -es más fácil que el título original, ¿no?-. Y de Dinamarca, tierra de interesantes thrillers y entramados criminales. Hace tiempo que la tenía en la mira, pero mi incapacidad para encontrarla me mantuvo un poco alejado hasta que la encontré en más que buena calidad y sin subtítulos en inglés pegados. Qué mejor, así es. En fin, que esto es pura cháchara: "Terribly Happy" es una sencilla a la vez que cuidada genialidad, que retuerce un punto de partida común y corriente -como muchos puntos de partida- hacia terrenos fascinantes y excitantes, haciendo que un desarrollo aparentemente común y corriente -como muchos desarrollos- se convierta en una espiral de locura y descontrol de lo más disfrutable y atractivo. Un thriller como varios hecho con la maestría de ya no tantos: prometedor y, con creces, cumplidor. Y mucho más...
Robert es un policía de Copenhague que es enviado a un pequeño pueblo rural a hacerse cargo del departamento de policía -que consta únicamente de él-, aparentemente por un castigo o algo así, no está del todo claro, ¿entienden? La cosa es que si te envían a un pueblo tranquilo es para relajarte incluso si eres el policía, pero si el pueblo no tiene nada de tranquilo, es más, mucho de caótico, pues entonces dicho objetivo no llegará a buen puerto... pobre Robert... ¿pobre pueblo?
"Terribly Happy" es una película fantástica, capaz de retorcer poderosa e imperceptiblemente -o casi- los lugares comunes que nutren el entramado, como por ejemplo que el policía citadino llegue a un pueblo de extrañas costumbres que no lo recibe bien, que el policía llegue a dicho pueblo como castigo por mala conducta -que una vez revelada no destaca por su originalidad-, que el policía se vea envuelto en un particular triángulo, que a la llegada del policía justo comiencen a pasar cosas locas, o que se siga la máxima de "pueblo chico, infierno grande"... No me quejo, de hecho, que existan dichas premisas, pues bien utilizadas perfectamente pueden ser el vehículo ideal para una historia bien contada, dirigida, actuada, desarrollada y concluida, al fin y al cabo memorable y contundente, como la que les comento ahora. Todo depende de la personalidad de quien está detrás, en este caso, la de un director que destaca por su seguridad e ir directo al grano, por contar con sólida visión y habilidad cinematográfica, por transmutar "algo visto" en algo no visto.
Volviendo a la película, quizás no veamos nada estrictamente nuevo, pero sí diferente; no en el detalle puro y duro, sino en el modo, el cómo, el punto de vista... El punto de vista retorcido que constituye la notable identidad de "Terribly Happy", el punto de vista que surge desde los cimientos de este extraño y fantasmal pueblo al que es destinado Robert, del cual y de quien emana una energía enfermiza y omnipresente que, desde luego, es el paso previo a la atmósfera, adivinen, enfermiza e inquietante. Una atmósfera que, por lo demás, se mantiene con pulso firme desde el inicio, un interesante prólogo en el que el protagonista narra cómo en el pueblo nació una vaca con dos cabezas -una de vaca y otra humana- que durante el tiempo que existió fue cultivo de locura entre las mujeres, hasta el final, igual de atrapante e inesperado... y en cierta forma, normal -delimiten ustedes la definición de esa palabra-. En otras palabras, la trama se desarrolla a través de dos líneas que confluyen entre sí constantemente pero que por separado, durante el rato que no confluyen, son igualmente potentes e importantes: la primera, la extrañeza mencionada, propiciada por este pueblo que tiene mitología propia, destacando por méritos propios esa simbólica ciénaga a la que van a parar los problemas y que ya debe tener en el fondo varios y oscuros secretos rurales -entre más costumbres y/o rutinas que irán descubriendo, con mucha emoción por supuesto-; la segunda, la tensión propia de la trama, una mezcla del enfrentamiento "calmado" de Robert con su nuevo "hogar" y del enfrentamiento pseudo romántico en el que se mete. O sea, mientras Robert no se mete en problemas con la esposa o con su celoso marido, lo hace no sabiendo qué demonios sucede en el pueblo ese, y mientras avanzamos todo se mezcla de una manera absolutamente insoportable para Robert y en extremo disfrutable para nosotros. Digamos que el tipo, Robert, no tendrá descanso, pues ni la gente ni el paisaje le suponen paz interior, tranquilidad exterior o relajación de ningún tipo: sólo problemas, maldición.
Ya en aspectos más formales, la trama está hilada de forma excelente, sin caer en lo obvio o fallidamente revelador -la situación en sí es bastante simple de leer, así que señalar con peras y manzanas que Robert "es un policía castigado y blablabla" sería de lo más contraproducente-, aunque se permite dividir la verdad en capas e ir jugando con ellas poco a poco, dejando caer datos en los momentos menos esperados y, por ende, precisos. En relación a esto, "Terribly Happy" juega, justamente, y lo que nos pondría en la misma posición de Robert, con el no saber cuándo va a suceder lo que suponemos que va a pasar, para luego atacarnos con cosas que ya ni teníamos idea que podían suceder debido a esa falsa pero creíble comodidad instalada: Genz desarrolla un constante tira y afloja entre lo seguro y lo incierto, haciéndonos pasar de la relativa calma al nerviosismo más sudoroso o la expectación más volátil. Además, Genz no se solaza mostrando únicamente a este pueblo como cuna de patanes sin moral -a lo que ni siquiera se acerca-, más bien se concentra, acertadamente, en la percepción que tiene Robert, no sólo del lugar que lo rodea sino de sí mismo, las personas, las situaciones, el pasado, y todo lo demás: un thriller psicológico de los buenos, de esos que nos hacen cuestionar la veracidad de los hechos por la ambigüedad inherente del relato como por la confusa interpretación y reacción del protagonista, que de paso encierra una psicología sencilla pero densa dentro de todo.
"Terribly Happy" es un buen ejemplo de que con poco se puede hacer mucho. Y no me refiero a poco dinero, sino a pocos mecanismos que, en todo caso, están aprovechados al máximo: el espacio, el silencio, el ruido, etc. "Terribly Happy" está muy bien realizada; es asfixiante, atractiva, contundente, pero por sobre todo fascinante... Ya lo dije, somos el protagonista: llegamos a un lugar que se nos construye repentinamente frente a nuestros ojos, y abruptamente se deconstruye sin que nos enteremos de la mitad de las cosas... Desorientación total, y es de agradecer, pues el ir descubriendo y asimilando cosas es más que excitante. A propósito, cuando vean ese extrañísimo ataque de risa más o menos colectivo se darán cuenta de lo enfermizo e inquietante de todo...
Por último, de vez en cuando se me venía a la mente la genial "Straw dogs" de Sam Peckinpah o la memorable "The wicker man" de Robin Hardy, las cuales, al igual que ésta, llegan a un explosivo final a través de pequeños episodios de violencia contenida -contenida considerando la explosión final, digo- que prometen algo que cumplen sin lugar a reproches, pero que de paso llevan a cabo mucho más, amén de una sutileza excelentemente empleada y escondida y revelada: la sorpresa ni tan sorpresiva golpea más fuerte. Y ojo, que el final de "Terribly Happy", cautivador y sorpresivo, es prueba de que, al igual que las dos mencionadas, a un punto de partida común y corriente se le puede dar un giro retorcido, enfermizo y original que finalmente nos atrapa a todos. Les recomiendo totalmente esta joya danesa, cuya gran virtud probablemente sea que es consciente de sus limitaciones -argumentales, eso sí-, lo que a la postre significa que Genz sabe cómo aprovechar a fondo las (buenas, notables) características inherentes de los elementos que dispone... Todo lo demás, la fenomenal calidad digo, llega sola y por cuenta propia. ¿Resultado? Ya lo saben: "Terribly Happy".
Volviendo a la película, quizás no veamos nada estrictamente nuevo, pero sí diferente; no en el detalle puro y duro, sino en el modo, el cómo, el punto de vista... El punto de vista retorcido que constituye la notable identidad de "Terribly Happy", el punto de vista que surge desde los cimientos de este extraño y fantasmal pueblo al que es destinado Robert, del cual y de quien emana una energía enfermiza y omnipresente que, desde luego, es el paso previo a la atmósfera, adivinen, enfermiza e inquietante. Una atmósfera que, por lo demás, se mantiene con pulso firme desde el inicio, un interesante prólogo en el que el protagonista narra cómo en el pueblo nació una vaca con dos cabezas -una de vaca y otra humana- que durante el tiempo que existió fue cultivo de locura entre las mujeres, hasta el final, igual de atrapante e inesperado... y en cierta forma, normal -delimiten ustedes la definición de esa palabra-. En otras palabras, la trama se desarrolla a través de dos líneas que confluyen entre sí constantemente pero que por separado, durante el rato que no confluyen, son igualmente potentes e importantes: la primera, la extrañeza mencionada, propiciada por este pueblo que tiene mitología propia, destacando por méritos propios esa simbólica ciénaga a la que van a parar los problemas y que ya debe tener en el fondo varios y oscuros secretos rurales -entre más costumbres y/o rutinas que irán descubriendo, con mucha emoción por supuesto-; la segunda, la tensión propia de la trama, una mezcla del enfrentamiento "calmado" de Robert con su nuevo "hogar" y del enfrentamiento pseudo romántico en el que se mete. O sea, mientras Robert no se mete en problemas con la esposa o con su celoso marido, lo hace no sabiendo qué demonios sucede en el pueblo ese, y mientras avanzamos todo se mezcla de una manera absolutamente insoportable para Robert y en extremo disfrutable para nosotros. Digamos que el tipo, Robert, no tendrá descanso, pues ni la gente ni el paisaje le suponen paz interior, tranquilidad exterior o relajación de ningún tipo: sólo problemas, maldición.
Ya en aspectos más formales, la trama está hilada de forma excelente, sin caer en lo obvio o fallidamente revelador -la situación en sí es bastante simple de leer, así que señalar con peras y manzanas que Robert "es un policía castigado y blablabla" sería de lo más contraproducente-, aunque se permite dividir la verdad en capas e ir jugando con ellas poco a poco, dejando caer datos en los momentos menos esperados y, por ende, precisos. En relación a esto, "Terribly Happy" juega, justamente, y lo que nos pondría en la misma posición de Robert, con el no saber cuándo va a suceder lo que suponemos que va a pasar, para luego atacarnos con cosas que ya ni teníamos idea que podían suceder debido a esa falsa pero creíble comodidad instalada: Genz desarrolla un constante tira y afloja entre lo seguro y lo incierto, haciéndonos pasar de la relativa calma al nerviosismo más sudoroso o la expectación más volátil. Además, Genz no se solaza mostrando únicamente a este pueblo como cuna de patanes sin moral -a lo que ni siquiera se acerca-, más bien se concentra, acertadamente, en la percepción que tiene Robert, no sólo del lugar que lo rodea sino de sí mismo, las personas, las situaciones, el pasado, y todo lo demás: un thriller psicológico de los buenos, de esos que nos hacen cuestionar la veracidad de los hechos por la ambigüedad inherente del relato como por la confusa interpretación y reacción del protagonista, que de paso encierra una psicología sencilla pero densa dentro de todo.
"Terribly Happy" es un buen ejemplo de que con poco se puede hacer mucho. Y no me refiero a poco dinero, sino a pocos mecanismos que, en todo caso, están aprovechados al máximo: el espacio, el silencio, el ruido, etc. "Terribly Happy" está muy bien realizada; es asfixiante, atractiva, contundente, pero por sobre todo fascinante... Ya lo dije, somos el protagonista: llegamos a un lugar que se nos construye repentinamente frente a nuestros ojos, y abruptamente se deconstruye sin que nos enteremos de la mitad de las cosas... Desorientación total, y es de agradecer, pues el ir descubriendo y asimilando cosas es más que excitante. A propósito, cuando vean ese extrañísimo ataque de risa más o menos colectivo se darán cuenta de lo enfermizo e inquietante de todo...
Por último, de vez en cuando se me venía a la mente la genial "Straw dogs" de Sam Peckinpah o la memorable "The wicker man" de Robin Hardy, las cuales, al igual que ésta, llegan a un explosivo final a través de pequeños episodios de violencia contenida -contenida considerando la explosión final, digo- que prometen algo que cumplen sin lugar a reproches, pero que de paso llevan a cabo mucho más, amén de una sutileza excelentemente empleada y escondida y revelada: la sorpresa ni tan sorpresiva golpea más fuerte. Y ojo, que el final de "Terribly Happy", cautivador y sorpresivo, es prueba de que, al igual que las dos mencionadas, a un punto de partida común y corriente se le puede dar un giro retorcido, enfermizo y original que finalmente nos atrapa a todos. Les recomiendo totalmente esta joya danesa, cuya gran virtud probablemente sea que es consciente de sus limitaciones -argumentales, eso sí-, lo que a la postre significa que Genz sabe cómo aprovechar a fondo las (buenas, notables) características inherentes de los elementos que dispone... Todo lo demás, la fenomenal calidad digo, llega sola y por cuenta propia. ¿Resultado? Ya lo saben: "Terribly Happy".
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