Director: Mike Leigh
Ya vamos en la mitad de esta última tanda dedicada a recorrer la filmografía de Mike Leigh. Para el final dejamos sus inicios en televisión, y eso que no vamos a poder ver unos dos o tres títulos, en cualquier caso lo estamos haciendo bien, ¿no? Para más adelante no sé muy bien qué ver, se me vienen tantos nombres a la cabeza que no sé por dónde decidirme. Tendré que tirar de impulso y listo, lo que te pida el cuerpo.
El de "Abigail's Party" es un Mike Leigh juguetón y desatado. En términos estrictamente formales, la película llama la atención por su utilización del espacio único (fragmentado, claramente, gracias a las herramientas propias del lenguaje cinematográfico y de la puesta en escena), lo cual la emparenta con lo teatral (de hecho, el argumento es una adaptación de una obra de teatro), y su intrigante uso del fuera de campo, ambas apuestas en las que Leigh se desenvuelve no sólo con comodidad sino que con absoluta seguridad y decisión, sabiendo a la perfección el motivo de cada mecanismo. La historia es bastante simple: Beverly (la ya conocida Alison Steadman) prepara una fiesta para sus nuevos vecinos, una pareja recién mudada que quiere socializar con el resto, a la que también está invitada otra vecina (cuya hija, llamada Abigail, igualmente celebra una fiesta, la de su cumpleaños, y que promete ser salvaje según lo que dicen los personajes, porque nosotros nunca vemos nada de ella) y, por supuesto, el esposo de Beverly, que no lo va a pasar muy bien que digamos. La dinámica ya se la pueden imaginar: si bien todo se planea para que salga a la perfección, desde los modales, las simpatías y las cosas para comer o beber, poco a poco la fiesta se va saliendo de control para entrar en un desaforado caos de rencillas y rencores e insultos (ni tan) pasivos que hacen que te arda la piel y te revuelvas en tu asiento, porque, demonios, qué tensión, qué sentido del humor más despiadado y cruel el de Leigh, qué escalada de nervios y qué manera de humillar a los personajes, de hacer que los personajes se humillen entre sí, lo cual llega a ser incluso escalofriante, el deporte del menosprecio y de la arrogancia. El caso es que el banal juego de las apariencias se resquebraja por completo, las máscaras caen escandalosamente y la fiesta se transforma en una bacanal de vanidades e inseguridades tan decidida y orgullosamente exagerada que, uf, uno se queda sin aliento. La escena del baile es infartante, cruel incluso, y en general Leigh se mueve con suma habilidad al momento de crear tensiones subyacentes, las sutilezas que avecinan las pullas y los golpes a la moral que luego se convierten en hirientes uñas que te arañan sin piedad. Aparte del argumento en sí y de los conflictos desarrollados en estos muy bien definidos personajes (aunque todo es muy satírico, la construcción de personajes siempre ha sido un pilar fundamental de Leigh, pues a través de ellos, de la gente y quién más, se pueden expresar las críticas sociales: la gente, voceros de los vicios de la sociedad), claramente lo que el director propone es mostrar la superfluidad y la hipocresía de ciertos estratos y estilos de vida, que por más perfectos y relucientes que se muestren puertas a fuera (y a veces ni siquiera eso), por dentro le brillan la mezquindad y toda clase de sexismos y clasismos y esnobismos y todo esos ismos que tan bien conocemos y que tan difícil es deshacerse de ellos. ¡Y todo por las apariencias!, ¡para caer mejor o que se hable bien de uno, de tus muebles, de tu ropa! Qué horror, viejo, qué horror. ¿Ustedes podrían aguantar fiestas así? Tan falso todo... Conozco a tanta gente que piensa que la definición de amistad proviene de la cantidad de elogios que te escupan y eyaculen encima, de la pleitesía que te rindan (aunque así hablar hablar nadie nunca hable de nada), los putos likes y demás mierdas...
Maldita sea Leigh, qué manera de zamarrearlo a uno. Aunque cinematográficamente (me refiero a la sensibilidad visual, la escala de planos, la creación de imágenes, el uso de la luz, del color, del montaje, del sonido, bandas sonoras, todo eso que los cineastas actuales parecen dar por hecho y que, por lo mismo, no se molestan en construir y pensar) no estemos ante una maravilla, de todas formas vemos a un hábil narrador y creador de espacios, personajes y conflictos dramáticos que nos entrega una película intensa, elocuente e incapaz de dejarte indiferente.
No se la pierdan.
Maldita sea Leigh, qué manera de zamarrearlo a uno. Aunque cinematográficamente (me refiero a la sensibilidad visual, la escala de planos, la creación de imágenes, el uso de la luz, del color, del montaje, del sonido, bandas sonoras, todo eso que los cineastas actuales parecen dar por hecho y que, por lo mismo, no se molestan en construir y pensar) no estemos ante una maravilla, de todas formas vemos a un hábil narrador y creador de espacios, personajes y conflictos dramáticos que nos entrega una película intensa, elocuente e incapaz de dejarte indiferente.
No se la pierdan.
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