Director: Sion Sono
Sion Sono es un director que siempre he tenido en la mira, especialmente desde hace un par de años, cuando salió el trailer de "The Whispering Star" (la que les comento ahora mismo), anunciando una atractiva propuesta de ciencia ficción. No sé cómo el tiempo ha volado tan rápido pero ahora recién (y luego de varios olvidos y recuerdos) me obligué, de buena gana, a ver esta película.
En un futuro indeterminado, la humanidad está condenada a la extinción (sólo queda un escaso porcentaje de humanos, desperdigados y perdidos a lo largo del universo) y los androides son los que están a cargo del infinito. La protagonista es una androide que trabaja como repartidora, recorriendo los confines del universo entregando paquetes a los humanos restantes, que sobreviven, agonizan, como si no conocieran la alta tecnología que en algún momento crearon. Gracias a las múltiples visitas que debe cumplir por su labor y a la gran cantidad de años que le esperan para poder entregar todos los paquetes que carga en su "arcaica" nave espacial, la protagonista se permite contemplar, en un esfuerzo por comprender, a los humanos sumidos en una fantasmagórica existencia, como si esa gente a la que le entrega paquetes sólo fueran débiles ecos de estruendosos y antiguos tiempos. Una premisa así atrae a cualquiera, más si a lo anterior le suman el blanco y negro, la sugerente "narración" en susurro o el que la película, no obstante sus diálogos, las contadas piezas musicales y algunos sonidos ambientales, casi podría considerarse muda. El silencio, la inmensidad...
"The Whispering Star" es una muy buena película, que no quepa duda: Sion Sono dirige con un gusto exquisito y su puesta en escena, que a la rápida podría retrotraer a la imagen "apocalíptica" de Béla Tarr (manteniendo las proporciones, claro), destaca por este atrapante y cuasi hipnótico tempo cinematográfico, contemplativo y desolado. Los cien minutos se pasan volando y el arco narrativo de la protagonista es relatado con suavidad y precisión, sin mencionar que de su final (y de todo este viaje narrado a modo de crónica, de diario) se pueden extraer numerosas lecturas, como por ejemplo que la humanidad no estará del todo extinta en tanto la androide, luego de interactuar con el variopinto puñado de humanos a los que entrega paquetes y de ser testigo de su aislamiento (alejados por completo de esa sobresaturación de información e inmediatez que despojó de significado a eso llamado "humanidad"), de su olvido y destierro, no sólo llega a comprender parte de las costumbres (con las emociones que éstas acarrean) sino que también se deja abrazar por ellas, y entonces, ¿la humanidad es tangible o es abstracta? Quizás sea un problema de semántica y el que a esa idea (¿idea de qué?) la llamemos "humanidad", por haber sido acuñada por humanos, nos limita el campo de observación y/o aplicación.
Sin embargo he quedado con un dejo de insatisfacción tras el visionado, pues a pesar de su belleza visual y su delicioso despliegue cinematográfico, de su atmósfera desolada, la verdad es que a "The Whispering Star" me la esperaba más compleja, profunda, filosófica, especialmente porque la primera parte de la película muestra a un lúcido Sion Sono que, a través de su protagonista, ofrece interesantes y fascinantes reflexiones sobre la humanidad, sobre su concepción, percepción y significación del espacio, del tiempo, de la distancia, entre otros. ¿Por qué, existiendo el envío por teletransportación, estos humanos insisten en enviarse cosas por "correo"? ¿Es que acaso la teletransportación, que suprime el espacio y el tiempo, la espera y la distancia, con ello le resta emotividad al objeto enviado?, ¿banaliza la intención detrás del gesto? ¿Alguien sigue manteniendo contacto con personas importantes a través de cartas (escritas a mano de preferencia... manuscrita de preferencia)? Pasado el ecuador de la película la lógica cambia y yo no soy tan miope, entiendo el porqué: en primera instancia, la androide, atrapada sin resistencia por la monotonía no sólo de su cargo sino que de su existencia (es una androide: ¿qué otra cosa debe hacer salvo su función programada?), cuestiona los valores humanos y esa necesidad de agregarle valor sentimental a las cosas, a los actos, pero le pica el bichito de la curiosidad y, después de sus preguntas y pensamientos, se lanza a observar más detalladamente esos destellos de humanidad a punto de consumirse por el agujero negro de la extinción, y todo el segundo tramo consiste en observar, contemplar, degustar la imagen, el sonido, la atmósfera: el abandono. Quizás sea muy exigente, pero aunque no pierde visión ni discurso, esa segunda parte del metraje me da la impresión de ser menos incisiva, de abandonar la palabra, de sólo mostrar lo contemplado y no de reflexionar a partir de ello (quedan las sensaciones, pero detrás de esas imágenes, ¿qué de concreto se explora sobre la naturaleza del humano, de la humanidad?), aunque a lo mejor la apuesta de Sono era dejarle esa tarea al espectador, que al igual que la protagonista, pasa a ser testigo de esta muerte en vida. Sigo pensando que Sono se relaja y deja que el escenario (rodado en municipios de Fukushima) sea quien dote de atmósfera y lirismo a su imagen, pero no puedo negar que, con todo, "The Whispering Star" es una de las propuestas de ciencia ficción más interesantes que han salido en el último tiempo, y como película misma, no deja de parecerme una delicia y una excelente forma de abordar la ciencia ficción desde un punto de vista existencial (o de abordar lo existencial desde una perspectiva de ciencia ficción). Con todas las sensaciones encontradas que me dejó, Sion Sono nos entrega una pequeña y sencilla, pero elocuente, obra de arte, rica en intenciones y logros. Toda una joya digna de ser descubierta o recuperada.
Como toda gran película, "The Whispering Star" deja su huella y el tiempo (o mi mente: quién resiste más) no la borrará como el agua borra los pasos que damos a la orilla del mar.
En un futuro indeterminado, la humanidad está condenada a la extinción (sólo queda un escaso porcentaje de humanos, desperdigados y perdidos a lo largo del universo) y los androides son los que están a cargo del infinito. La protagonista es una androide que trabaja como repartidora, recorriendo los confines del universo entregando paquetes a los humanos restantes, que sobreviven, agonizan, como si no conocieran la alta tecnología que en algún momento crearon. Gracias a las múltiples visitas que debe cumplir por su labor y a la gran cantidad de años que le esperan para poder entregar todos los paquetes que carga en su "arcaica" nave espacial, la protagonista se permite contemplar, en un esfuerzo por comprender, a los humanos sumidos en una fantasmagórica existencia, como si esa gente a la que le entrega paquetes sólo fueran débiles ecos de estruendosos y antiguos tiempos. Una premisa así atrae a cualquiera, más si a lo anterior le suman el blanco y negro, la sugerente "narración" en susurro o el que la película, no obstante sus diálogos, las contadas piezas musicales y algunos sonidos ambientales, casi podría considerarse muda. El silencio, la inmensidad...
"The Whispering Star" es una muy buena película, que no quepa duda: Sion Sono dirige con un gusto exquisito y su puesta en escena, que a la rápida podría retrotraer a la imagen "apocalíptica" de Béla Tarr (manteniendo las proporciones, claro), destaca por este atrapante y cuasi hipnótico tempo cinematográfico, contemplativo y desolado. Los cien minutos se pasan volando y el arco narrativo de la protagonista es relatado con suavidad y precisión, sin mencionar que de su final (y de todo este viaje narrado a modo de crónica, de diario) se pueden extraer numerosas lecturas, como por ejemplo que la humanidad no estará del todo extinta en tanto la androide, luego de interactuar con el variopinto puñado de humanos a los que entrega paquetes y de ser testigo de su aislamiento (alejados por completo de esa sobresaturación de información e inmediatez que despojó de significado a eso llamado "humanidad"), de su olvido y destierro, no sólo llega a comprender parte de las costumbres (con las emociones que éstas acarrean) sino que también se deja abrazar por ellas, y entonces, ¿la humanidad es tangible o es abstracta? Quizás sea un problema de semántica y el que a esa idea (¿idea de qué?) la llamemos "humanidad", por haber sido acuñada por humanos, nos limita el campo de observación y/o aplicación.
Sin embargo he quedado con un dejo de insatisfacción tras el visionado, pues a pesar de su belleza visual y su delicioso despliegue cinematográfico, de su atmósfera desolada, la verdad es que a "The Whispering Star" me la esperaba más compleja, profunda, filosófica, especialmente porque la primera parte de la película muestra a un lúcido Sion Sono que, a través de su protagonista, ofrece interesantes y fascinantes reflexiones sobre la humanidad, sobre su concepción, percepción y significación del espacio, del tiempo, de la distancia, entre otros. ¿Por qué, existiendo el envío por teletransportación, estos humanos insisten en enviarse cosas por "correo"? ¿Es que acaso la teletransportación, que suprime el espacio y el tiempo, la espera y la distancia, con ello le resta emotividad al objeto enviado?, ¿banaliza la intención detrás del gesto? ¿Alguien sigue manteniendo contacto con personas importantes a través de cartas (escritas a mano de preferencia... manuscrita de preferencia)? Pasado el ecuador de la película la lógica cambia y yo no soy tan miope, entiendo el porqué: en primera instancia, la androide, atrapada sin resistencia por la monotonía no sólo de su cargo sino que de su existencia (es una androide: ¿qué otra cosa debe hacer salvo su función programada?), cuestiona los valores humanos y esa necesidad de agregarle valor sentimental a las cosas, a los actos, pero le pica el bichito de la curiosidad y, después de sus preguntas y pensamientos, se lanza a observar más detalladamente esos destellos de humanidad a punto de consumirse por el agujero negro de la extinción, y todo el segundo tramo consiste en observar, contemplar, degustar la imagen, el sonido, la atmósfera: el abandono. Quizás sea muy exigente, pero aunque no pierde visión ni discurso, esa segunda parte del metraje me da la impresión de ser menos incisiva, de abandonar la palabra, de sólo mostrar lo contemplado y no de reflexionar a partir de ello (quedan las sensaciones, pero detrás de esas imágenes, ¿qué de concreto se explora sobre la naturaleza del humano, de la humanidad?), aunque a lo mejor la apuesta de Sono era dejarle esa tarea al espectador, que al igual que la protagonista, pasa a ser testigo de esta muerte en vida. Sigo pensando que Sono se relaja y deja que el escenario (rodado en municipios de Fukushima) sea quien dote de atmósfera y lirismo a su imagen, pero no puedo negar que, con todo, "The Whispering Star" es una de las propuestas de ciencia ficción más interesantes que han salido en el último tiempo, y como película misma, no deja de parecerme una delicia y una excelente forma de abordar la ciencia ficción desde un punto de vista existencial (o de abordar lo existencial desde una perspectiva de ciencia ficción). Con todas las sensaciones encontradas que me dejó, Sion Sono nos entrega una pequeña y sencilla, pero elocuente, obra de arte, rica en intenciones y logros. Toda una joya digna de ser descubierta o recuperada.
Como toda gran película, "The Whispering Star" deja su huella y el tiempo (o mi mente: quién resiste más) no la borrará como el agua borra los pasos que damos a la orilla del mar.
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