Director: Mike Leigh
Segunda película de esta tercera tanda de la retrospectiva dedicada a la obra de Mike Leigh. La última que ha estrenado, hace cuatro años atrás y que compitió por la Palma de Oro en Cannes, el 2014. Timothy Spall ganó, más que merecidamente, el premio a mejor actor. Dick Pope también se llevó un premio especial por su labor en la dirección de fotografía. Ese año la película premiada por el jurado presidido por Jane Campion (y completado por, entre otros, Nicolas Winding Refn, Jia Zhangke y Willem Dafoe) fue "Winter Sleep", de Nuri Bilge Ceylan. Mañana, si todo sale bien, espero hablarles de una película monumental. Crucemos los dedos.
A estas alturas tampoco hay mucho que comentar; sobran las palabras y solamente (aunque capaz que de igual forma me termine alargando como siempre) me voy a limitar a recoger las palabras del mismo Mike Leigh, que básicamente afirma que, con "Mr. Turner", quería examinar y analizar la dualidad contenida en la figura del pintor J. M. W. Turner, en donde por un lado tenemos al pintor, al artista y su obra, de la cual incluso un ojo inexperto como el mío puede sentir cómo emana una particular e intensa forma de observar, capturar y expresar el mundo, y al hombre, el hombre privado, el del día a día, ciertamente de personalidad excéntrica y también más que curiosa manera de relacionarse con las personas: cordial con los extraños (no sólo extraños en el sentido más común de la palabra, sino que también extraños y ajenos al mundo del arte, como si Turner congeniara con ojos más acostumbrados al mundo real que a las pinturas exhibidas en fastuosas academias y mansiones), y bastante adusto, a excepción de su padre, con aquellas personas que podrían ser calificadas de "familia" o "amigos" o "colegas" (la "relación" con sus hijas es una poderosa -y un tanto jocosa: por alguna razón me dio un poco de gracia- muestra de ello). De esta forma, Mike Leigh retrata a Turner a través de esa narración libre y elástica que le conocemos, sin grandes, artificiosos y rígidos arcos argumentales a los que los personajes deban ajustarse, sino que todo lo contrario: dejando que el mismo Turner nos guíe por los fascinantes y estimulantes recovecos de su personalidad y su genio creador, que justamente salen a relucir cuando lo vemos relacionarse con el mundo y con las personas (maravilloso el personaje de la señora que regenta una especie de hotel frente a una caleta de pescadores): de ese caótico ir, venir y confluir.
Sí, hay una historia y hay una progresión argumental, y supongo que el conflicto radica en la decadencia que Turner comienza a sufrir luego de la muerte de su padre, momento en que su visión se torna un tanto oscura y pesimista, cambiando su arte lo suficiente como para que aquellos círculos que lo celebraban le den la espalda a estos nuevos aires con ignominioso gesto, y sumiéndolo en una suerte de olvido que es como la maldición de todos aquellos genios que nadaron contracorriente y que eran demasiado apasionados para un entorno gris y rebosante de afectación. Sí, está la estructura, pero lo que digo es que Leigh toma esa estructura reconocible y la convierte, la engrandece, en trazos que no siguen un contorno predeterminado sino que se fusionan, se unen con otros trazos para crear una imagen, una película de una belleza impresionante y avasalladora, rica en detalles, matices y cualidades expresivas que en sí mismas guardan infinidad de emociones e historias.
Lo demás es lo acostumbrado: Mike Leigh dirigiendo como un genio; Timothy Spall siendo un delicado monstruo de la actuación; la magnífica banda sonora de Gary Yershon (colaborador de Leigh desde "Happy-Go-Lucky"); la preciosa fotografía de Dick Pope (primera vez que ruedan en digital, básicamente por presupuesto -naturalmente, querían rodar en celuloide-, y porque Pope logró convencerse que en digital podría alcanzar una calidad deseable); y qué más decir: majestuosa película. Tan grande en su sutil sencillez.
Y para despedirme, un dato de interés: en la escena donde Turner camina por la cima de unas montañas, al atardecer, por el costado izquierdo del encuadre entran unos caballos, siguiendo a Turner. Pues bien... ¡esos caballos aparecieron de la nada, fueron totalmente inesperados! Dick Pope dijo que aquel momento fue una bendición, realmente mágico. Y así queda, así se siente.
Ahora, a esperar lo próximo del maestro británico, que debería llegar este año. ¡Ah!, y claro: a continuar con esta retrospectiva, je.
A estas alturas tampoco hay mucho que comentar; sobran las palabras y solamente (aunque capaz que de igual forma me termine alargando como siempre) me voy a limitar a recoger las palabras del mismo Mike Leigh, que básicamente afirma que, con "Mr. Turner", quería examinar y analizar la dualidad contenida en la figura del pintor J. M. W. Turner, en donde por un lado tenemos al pintor, al artista y su obra, de la cual incluso un ojo inexperto como el mío puede sentir cómo emana una particular e intensa forma de observar, capturar y expresar el mundo, y al hombre, el hombre privado, el del día a día, ciertamente de personalidad excéntrica y también más que curiosa manera de relacionarse con las personas: cordial con los extraños (no sólo extraños en el sentido más común de la palabra, sino que también extraños y ajenos al mundo del arte, como si Turner congeniara con ojos más acostumbrados al mundo real que a las pinturas exhibidas en fastuosas academias y mansiones), y bastante adusto, a excepción de su padre, con aquellas personas que podrían ser calificadas de "familia" o "amigos" o "colegas" (la "relación" con sus hijas es una poderosa -y un tanto jocosa: por alguna razón me dio un poco de gracia- muestra de ello). De esta forma, Mike Leigh retrata a Turner a través de esa narración libre y elástica que le conocemos, sin grandes, artificiosos y rígidos arcos argumentales a los que los personajes deban ajustarse, sino que todo lo contrario: dejando que el mismo Turner nos guíe por los fascinantes y estimulantes recovecos de su personalidad y su genio creador, que justamente salen a relucir cuando lo vemos relacionarse con el mundo y con las personas (maravilloso el personaje de la señora que regenta una especie de hotel frente a una caleta de pescadores): de ese caótico ir, venir y confluir.
Sí, hay una historia y hay una progresión argumental, y supongo que el conflicto radica en la decadencia que Turner comienza a sufrir luego de la muerte de su padre, momento en que su visión se torna un tanto oscura y pesimista, cambiando su arte lo suficiente como para que aquellos círculos que lo celebraban le den la espalda a estos nuevos aires con ignominioso gesto, y sumiéndolo en una suerte de olvido que es como la maldición de todos aquellos genios que nadaron contracorriente y que eran demasiado apasionados para un entorno gris y rebosante de afectación. Sí, está la estructura, pero lo que digo es que Leigh toma esa estructura reconocible y la convierte, la engrandece, en trazos que no siguen un contorno predeterminado sino que se fusionan, se unen con otros trazos para crear una imagen, una película de una belleza impresionante y avasalladora, rica en detalles, matices y cualidades expresivas que en sí mismas guardan infinidad de emociones e historias.
Lo demás es lo acostumbrado: Mike Leigh dirigiendo como un genio; Timothy Spall siendo un delicado monstruo de la actuación; la magnífica banda sonora de Gary Yershon (colaborador de Leigh desde "Happy-Go-Lucky"); la preciosa fotografía de Dick Pope (primera vez que ruedan en digital, básicamente por presupuesto -naturalmente, querían rodar en celuloide-, y porque Pope logró convencerse que en digital podría alcanzar una calidad deseable); y qué más decir: majestuosa película. Tan grande en su sutil sencillez.
Y para despedirme, un dato de interés: en la escena donde Turner camina por la cima de unas montañas, al atardecer, por el costado izquierdo del encuadre entran unos caballos, siguiendo a Turner. Pues bien... ¡esos caballos aparecieron de la nada, fueron totalmente inesperados! Dick Pope dijo que aquel momento fue una bendición, realmente mágico. Y así queda, así se siente.
Ahora, a esperar lo próximo del maestro británico, que debería llegar este año. ¡Ah!, y claro: a continuar con esta retrospectiva, je.
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