jueves, 26 de diciembre de 2013

Winter Light - 1963


Nattvardsgästerna
Director: Ingmar Bergman

  Este es el filme que siguió a "Through a glass darkly" en la llamada "Trilogía de la fe" o "del silencio de Dios", donde Bergman explora los problemas existenciales y religiosos, y su alcance en la vida cotidiana de las personas -aunque Bergman no los pensó como una trilogía de manera formal-.
Como era de esperar, estamos frente a otro excelente filme el cual no se pueden perder.


  Este filme trata sobre un pastor y las dudas que tiene sobre la existencia de Dios. En medio de esa duda bastante complicada si tomamos en cuenta que es un pastor que transmite la palabra de Dios, tiene que hacer las misas y aconsejar a los fieles que le van a pedir ayuda. El título del filme, si lo traducimos literalmente significa "los comulgantes", personas cuyos diálogos con el padre lo ayudan a él a reflexionar sobre su cuestionada fe.


  El padre Tomas no sólo tiene dudas sobre la existencia de Dios, sino que se encuentra deprimido, aburrido y descontento por algo que inicialmente no sabemos. Dirige las misas y atiende a los comulgantes por inercia, porque es lo que un padre debe hacer. Es la rutina. En su favor digo que sí se esfuerza por ser un buen consejero, pero su cansancio le gana.
Tomas recibe a Jonas Persson -interpretado por Max Von Sydow-, decaído increíblemente por el odio que hay en el mundo, y porque cree que los chinos pueden comprar una nueva bomba atómica y provocar un nuevo crimen contra el mundo y la humanidad. La conversación entre ambos -y ahora que estoy en esto, todas las conversaciones del filme- es magistral. Pero, de entre todas esas conversaciones, la que me gusta más es la final, cuando un sujeto llamado Algot le habla sobre sus impresiones de la parte de la biblia donde torturan y luego crucifican a Jesús -algo en lo que entraré en detalles dentro de poco-. Al igual que la que tuvo con Jonas, esta es un fiel reflejo de lo que el pastor siente internamente.
Al igual que el anterior filme y el posterior, este es un problema existencial de proporciones, ya que un hombre al servicio de Dios que duda de la existencia de la divinidad que adora está en serios problemas, no sólo profesionales. Y también lo están los demás, agobiados por sus propios problemas. Entre los varios -pero pocos- personajes están los que creen en Dios, los que no, y otras cosas que mejor será que descubran por su propia cuenta. Los detalles y revelaciones que comienzan a aparecer son producto de los diálogos que el padre comparte con los creyentes y que constituyen la base narrativa del filme. Un filme dialógico, escrito maravillosamente.


  Nuevamente la puesta en escena es sencilla pero desoladora. Al inicio del filme, durante el tiempo que dura lo que queda de la misa el montaje es diferente del resto del metraje, ya que entre las palabras del padre, la música y el murmullo de los fieles, se nos muestra intermitentemente la ventana, la cruz, la biblia, las hostias, el vino, etc., todo lo que tenga algún valor religioso. Y eso es así mientras dura la misa, ya que en ese lapso es cuando los símbolos importan más y generan una sensación de solemnidad, como si fuera una misa de verdad. Me llama especialmente la atención cuando los comulgantes se acercan al padre a recibir la hostia y  luego beber el vino. El padre dice lo de siempre, pero la forma severa en que lo hace me llama la atención. "Esta es la sangre de Cristo que has derramado". Lo dice como si realmente ellos hubiesen derramado la sangre de Cristo, casi como un regaño. Ademas el ángulo es un contrapicado, y nosotros vemos desde abajo la "gran" figura del padre. El ángulo sugiere una relación de poder entre las dos personas que interactúan -y ese ángulo se hace con los cinco que se arrodillan frente al padre-. No sé si será una interpelación directa al espectador, pero es algo interesante de pensar, ya que va en coherencia con esa sensación de "misa real" que mencioné al inicio de este párrafo.
Bergman se vale de escenarios mínimos, únicamente con los objetos necesarios y los personajes precisos. Como si en el lugar sólo estuvieran los personajes y los objetos, y no Dios. Lo mismo con la banda sonora que en este filme es nula. Sólo escuchamos los diálogos, los ruidos ambientales y el silencio que envuelve los pensamientos del padre. ¿El silencio de Dios? Quién sabe.
La forma en que se presenta una carta me parece también sensacional.

Nuevamente tengo que elogiar la fotografía de Sven Nykvist. Ya lo dije en el post anterior pero lo repito: sus planos contienen todo lo que Bergman quiere decir, y son una combinación perfecta entre desolación y sosiego, con un rol fundamental de la luz y los espacios vacíos. Hay un plano muy bello donde la profesora se arrodilla, su cuerpo está totalmente a oscuras, y sólo un par de rayos de luces blancos distinguen la silueta de su rostro -no le saqué una captura. No sé en qué pensaba que no lo hice-.

Hay momentos donde tanto texto como lenguaje se combinan magistralmente -de ellos hablaré dentro de poco-. Nótese también la presencia constate de símbolos religiosos en la vida cotidiana de la gente. Bergman logra un uso del lenguaje cinematográfico espectacular. Alargarme más en ellos seria inútil y banal, porque ya todos sabemos que el realizador sueco es un genio.


  Al igual que en el post anterior, considero necesario traer a Sartre y su existencialismo a colación. Entre las cosas que Sartre señaló encontramos que Dios no existe, y que la existencia que le damos es meramente subjetiva y circunstancial. Por ejemplo, yo tengo un hijo, y lo amo tanto que me doy cuenta que en el amor que siento por mi hijo se encuentra Dios. ¿Existe, entonces, Dios realmente? Lo otro es que si negamos cualquier asunto religioso, espiritual, etc., entonces nosotros somos los dueños y responsables de nosotros como individuos y como especie humana. Somos responsables de nuestras acciones y de la los demás. Cualquier maldad e injusticia no es culpa de un ser divino supuestamente piadoso que deja que cosas malas ocurran. No, en este caso simplemente sería "las cosas malas ocurren, arreglémoslo", o "es nuestra culpa, qué se le va a hacer". Pues bien, en este filme tales cuestiones las noto con más fuerza que en el filme anterior.

Este párrafo contiene detalles argumentales que, si no han visto este filme, será mejor que lo descubran durante el visionado. Si ya la vieron, entonces se hubieran saltado este par de líneas.
Cuando el padre, durante su conversación con Jonas, nota que el comulgante se quiere suicidar, comienza una reflexión  con un monólogo espectacular. En él dice que vivimos con un propósito, y que el de él como padre es aconsejar a los demás, y el suyo como padre de familia -a Jonas me refiero- es cuidar a su familia. Luego dice que estar triste es algo a lo que se debe enfrentar, y le cuenta su motivo de porqué está triste. Un acontecimiento lo hundió en la desesperanza y perdió las ganas de vivir. Se dio cuenta de que el Dios en el que creía no era tal, no era bello ni piadoso -a la semejanza de él- sino todo lo contrario. Es un Dios cruel, feo y distante. Es como un araña, que es la representación de ese Dios cruel y distante que también era el Dios que Karin en el filme anterior vio -en él, ella esperaba un dios bello y piadoso. Tristemente, al igual que el padre, encontró a uno distinto del que deseaba-. Luego de ello, dice algo más importante: la maldad en este mundo cobra sentido en el momento en que Dios deja de existir. En ese caso toda la violencia es obvia, es culpa de nosotros. Pero si existe Dios es culpa de él, y cómo es eso posible si Dios nos cuida y protege de las cosas malas. El padre dice que el hombre es libre cuando se da cuenta de que Dios no existe. Y luego el se siente liberado. Se da cuenta de que ya nada es tan desolador como el hecho de que su vida está determinada por los caprichos de un ser superior. Ahora todo pinta mejor, ya que puede hacer como quiera. Y lo mejor es que cuando se da cuenta de ello, la ventana que está de fondo comienza a iluminarse hasta la sobre exposición mientras la cámara se acerca hasta un primer plano de su rostro. Fue la gran revelación.

El otro momento es cerca del final, donde otro comulgante le habla al padre sobre la tortura de Jesús. Dijo que su dolor físico no era tan grande -con todo respeto, se excusó- como el interno; ver que un discípulo lo niega, ver que su padre lo ha abandonado. En otras palabras, el dolor de ver que sus palabras nunca sirvieron de nada es el más grande, incluso más que el que provoca el silencio de Dios. Es obvio que Algot no sabia de las dudas del padre, pero este se dio cuenta de que es alguien que no cree en sus palabras, y que eso es más doloroso que sus dudas sobre si Dios existe y lo ayuda. Si recapacita es tarea nuestra ver, ya que luego el filme termina. Pero todas esas conversaciones tienen resonancias en el filme y fuera de él. Sin ser un ferviente creyente, las preguntas de este filme son estimulantes, al igual que la película misma


  Winter Light es un filme sensacional lleno de símbolos y un lenguaje único y preciso. Más que imprescindible. Qué más puedo decir. Las respuestas nunca son únicas, y Bergman no las da. Sólo entrega la situación, con su ambigua -para mí- opinión, aunque totalmente válida y estimulante. Y es que todo este asunto da para mucho, siendo el filme mismo una gran y sensacional reflexión que, como es de esperar, no tiene una conclusión definitiva ni absoluta.

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