miércoles, 25 de diciembre de 2013

Through a glass darkly - 1961


Sasom i en spegel
Director: Ingmar Bergman

  Este filme viene a ser el comienzo de una trilogía informal llamada la "trilogía de la fe" o la "trilogía del silencio de Dios". Si bien Bergman admitió que los tres filmes tienen bastantes elementos en común, nunca pensó en ellos como una trilogía propiamente tal. Este filme ganó el Oscar a mejor película extranjera, y bien merecido que lo tiene, ya que estamos frente un excelente e imprescindible filme -de un excelente e imprescindible cineasta-.


  Este filme comienza con Karin, Minus, David y Martin bañándose en el lago. Karin y Minus son hermanos e hijos de David. Martin es el esposo de Karin. Los cuatro están de vacaciones y en un inicio parece que todo es muy divertido y relajado. Luego de salir del lago los hermanos van a buscar leche y los dos mayores van a arreglar las redes. Los hermanos hablan sobre la soledad y tristeza de su padre, y cómo cuya ausencia emocional les afecta. Martin y David hablan sobre la enfermedad de Karin, relativamente incurable y con altas probabilidades de recaer.
En base a eso, Bergman profundiza en los problemas existenciales de los personajes que surgen en la dificultad que tienen para aferrarse a algo que les de sentido a sus vidas, y en la búsqueda de ese elemento en los otros.


  El nombre de este filme pertenece a un pasaje bíblico que hace referencia a que nuestro entendimiento y visión de Dios no es perfecta ni precisa, sino que es un reflejo. Como en un espejo. Y es como en un espejo la forma en que los personajes se ven entre ellos, ya que más que ver a la persona, ven reflejado ese algo que creen les puede dar sentido a sus vidas.
Claramente, el personaje más afectado es Karin, cuya enfermedad -que no dicen cual es, pero es notorio que sufre esquizofrenia- ya está causando estragos en su mente, intenta aferrarse a la idea de Dios y de su eventual llegada ante ella. Y ve en su hermano menor alguien con quien confiarle sus inquietudes. La desintegración mental de Karin no le afecta sólo a ella, sino que también a los demás, siendo ella el elemento central. Por ejemplo, su esposo Martin se aferra a la idea de que él es el único pilar en la existencia de Karin, y la cuida con dedicación por ello. David, el solitario, melancólico y ausente padre se aferra al amor que siente por sus hijos como el elemento que lo mantiene con vida. Y Minus, el menor de todos, se confunde, pierde el norte y su sentido al ver que su padre, aunque cerca físicamente, está distante en lo emocional. Le afecta que no pueda hablar algo con él. De esta forma, los personajes ven en los otros aquello que quieren para tener una vida más tranquila, menos vacía.
Martin es el hombre no creyente, Karin es la persona creyente y temerosa de Dios, David es el que cree que no tiene nada, y Minus es, simplemente, aquel que está confuso.


  La actuación de Harriet Andersson como la afectada Karin me parece espectacular a la vez que aterradora. Su interpretación no decae en ningún momento, por el contrario, con el correr del metraje se va volviendo más compleja y potente, retratando fielmente lo que es la decadencia mental de su personaje, acechada por ruidos, voces y visiones que representan sus inquietudes con respecto a la existencia de Dios.
Pienso que lo hace genial durante todo el filme, pero me parece incluso mejor cuando tiene las visiones y escucha los ruidos, lo que la lleva a pronunciar algunos monólogos memorables, como el que dice más o menos a la mitad del filme o el del final, que si los comparamos se hace notorio el contraste entre la idea de Dios que tiene Karin en el primero con respecto del segundo. Ella -como muchos- espera a un Dios perfecto, cosa que puede no sea real.
Los otros tres actores lo hacen de maravilla en sus respectivos roles, pero al menos para mi, Andersson merecía un párrafo entera para ella -de todas formas Max Von Sydow y Gunnar Björstrand siempre me convencen con sus roles. Son grandes actores-. Cada personaje tiene una profundidad dotada magistralmente por estos tremendos actores.


  La puesta en escena es sobria, bastante simple, pero esa misma sobriedad constituye uno de sus puntos fuertes, ya que tanto la locación como la fotografía y la banda sonora son elementos que fortalecen indudablemente el desolador relato de Bergman, que nos cuenta esta historia no de una forma genérica o efectista, sino de una manera cruda, realista, a lo largo de las alrededor de 24 horas que dura el relato.
Y con lo de puesta en escena sobria quiero decir que en pantalla están sólo los elementos necesarios. A menudo son habitaciones o un paisaje donde se encuentran los protagonistas. Lo importante son los personajes y la relación que tienen entre ellos. Todo esto filmado con una magistral fotografía a cargo del frecuente colaborador Sven Nykvist, que logra imágenes cargadas de sosiego al mismo tiempo que de cierta desolación. Me gustan especialmente los planos dentro de la casa donde frecuentemente la única fuente de luz es la ventana de la habitación. Los personajes repetidamente se hallan mirando el paisaje a través de la ventana, casi como si estuvieran encerrados, voluntariamente alejados de ese deseo ubicado en el exterior. Como si esto no fuera suficiente, la banda sonora es prácticamente nula, acentuando esa sensación de soledad y aislamiento. La melodía de Bach se hace escuchar un par de ocasiones justo en los momentos más desconcertantes donde los personajes descubren o procesan aquellas verdades que a veces es mejor eludir.
En otras palabras, Bergman logra un lenguaje idóneo con respecto a la cruda historia que está contando. Elogio particularmente su habilidad para sugerir. La relación entre los hermanos Minus y Karin es sugerentemente incestuosa desde el inicio. Nunca vemos tal incesto sucediendo como tal, pero se siente tan presente que quizás sea cierto. Yo creo que sí, y me consta, pero cada uno que lea las situaciones como quiera.

Este lenguaje es el sello de la trilogía -aparte de sus temas existenciales-, donde los dos filmes siguientes se caracterizan igualmente por sus puestas en escena sobrias y mínimas, fundamental rol de la luz y el silencio, y los diálogos magistralmente reveladores. En cuanto a la figura de la araña, me parece que se hace presente en un par de filmes ajenos a la trilogía. Pero es que Bergman se caracteriza por tratar temas como las dudas en torno a la existencia de Dios y los conflictos existenciales de las personas en sus maravillosos filmes.


  En fin, tenemos una obra cargada de simbolismos y significaciones, donde la búsqueda del sentido de la vida es el conflicto central. Y esa búsqueda de sentido es el gran tema del existencialismo. En "El existencialismo es un humanismo", Sartre defendía al existencialismo de quienes decían que es una forma de pesimismo. Muy por el contrario, Sartre anotaba que no había nada más optimista que el existencialismo, afirmación reflejada en su celebre máxima "la existencia precede a la esencia". De esta forma, si negamos que el sentido de nuestras vidas están regidos a leyes espirituales o un ser superior en todos los aspectos a los humanos, entonces nosotros somos los dueños de nuestras vidas, destinos y sentidos. Las cosas ya no serían un cruel misterio divino, sino una realidad inmediata que hay que aceptar.
Con esta obra, entonces, Bergman nos muestra su visión sobre Dios y la importancia que todos le dan con respecto a sus vidas. No me queda absolutamente claro la posición de Bergman, bastante ambigua entre que creer demasiado en Dios es malo, pero que, después de todo, algo tan grande como él es lo suficientemente fuerte como para sostener a alguien. Es más, y esto tiene relación con el existencialismo, la existencia de Dios puede simplemente ser una interpretación de la realidad, como si alguien basara la existencia de Dios en el amor que siente -"Dios es amor"-. Quizás la existencia de las personas crea la de Dios. Quien sabe, esto es otra discusión. En cuanto a la calidad de este filme, es incuestionable para mí.

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