sábado, 28 de noviembre de 2020

26

 

Ja, ja, creo que en el post musical puse que el 26 mi vecino de al lado estaba de cumpleaños y que de seguro invitaría a todo el zoológico a su casa. No fue así, y me sorprendí, pero en fin, supongo que las cosas las dejan para el fin de semana, pues ahora mismo está lleno de gente, escucho a varios toser, no puedo escuchar los videos de Youtube que veo para matar el tiempo, una tipa que tiene un nombre estúpido comenzó a contar que ayer quedó la cagada en la pega que casi les pegan con palos (no ha continuado), le pidió un cigarro al Juanito, ahora hablan de una camioneta... En resumen: no hay que cantar victoria nunca, es decir, el mundo es una mierda. Atrás de nosotros también hay fiesta, también está lleno de gente, hablando fuerte, música fuerte, estupidez a tope... El año pasado los vecinos de al lado me robaron el cumpleaños, ¿se los conté? Resulta que la hija, que tiene mi edad, nació un día antes que yo, es decir un cochino y repugnante 26 de diciembre, pero esperen, ahora continúan la historia, resulta que en el trabajo hay una parte, un lugar o un espacio, no entendí muy bien, alguien se puso ahí, un viejo se enojó, se tiraron chuchás, pendejo conchetumare, viejo culiao, la boquita fina de esta tipa en todo su esplendor, el viejo se va y luego vuelve con un palo a pelear, parece que el tipo que estaba ahí se llama Eduardo y es discapacitado porque una vez jugando fútbol se cayó y le quitaron la mitad del cráneo, brígida la wea, y que te metí voh decían otros, y esta tipa, que habla con un volumen bien poco educado y sale a la calle a fumar y tomar, tratando de flaite a los protagonistas de la pelea, ella tiene mucha clase claramente, ahora hablan de otra cosa y a mí no me importa nada de nada, me cae mal esta gente, mientras más lejos de mi existencia mejor, pero mis orejas escuchan las cosas y qué puedo hacer, mi pobre cerebro lo procesa, a la tipa esa le costó un kilo llegar hasta aquí, no sé cuál es el problema si viene tan regularmente, y bueno, ¿qué contaba yo, el buen Jimmy?, eso, me robaron el cumpleaños, porque la vecina nació el 26 de diciembre, que cayó día viernes o algo así, y el mío, que es un glorioso y bello 27 de diciembre, cayó el sábado, así que celebraron el de ella el mismo día que yo celebraba modestamente el mío, y es imposible que no sepan que mi cumpleaños es el 27. Nooo, si son muy desgraciados, los detesto, ladrones de cumpleaños.

Ya casi termina noviembre, a quién le importa el último mes, seguro esperan que el 2021 sea mejor, lo dudo, segundas olas y terceras olas y olas eternas como acá, dudo que tengamos un gran enero, un gran febrero o un gran marzo, seguiremos igual. Yo, como siempre, sin suerte ni en el juego ni en el amor (o lo que más se le parezca). La otra noche me encontré brevemente con una pareja que conocí a través de uno de esos sitios, cerca de mi casa, para conocernos, aunque sea de vista. Y mientras los esperaba me sucedió algo curioso: estaba parado junto a un poste de luz, para que me vieran más fácilmente, y como sabía que ya estaban cerca, estaba más atento. Entonces unos cuantos metros más adelante mío se estaciona un auto blanco en la platabanda, apaga las luces y las enciende y así un par de veces, y yo pienso "ok estos son", entonces el auto vuelve a la calle y pasa cerca mío, lento, y ambos pasajeros me miran, es decir él, al volante, y ella, en el asiento del copiloto, y pienso "ok definitivamente son estos", entonces pasan de largo pero se estacionan un poco más allá, bajo unos frondosos árboles que tapan todo paso de luz proveniente de los postes, bien oscurito, ideal para algo así, así que pienso "claramente estos son", pero no voy de inmediato, obviamente acá hay que hacer las cosas en orden, entonces espero que me llamen, algún tipo de instrucción, y me llaman y me dicen que ya me ven, que me acerque, y yo camino hacia ese auto blanco que me había hecho señas, pero por el teléfono escucho no no, estás yendo al lado contrario de nosotros, y ahí veo un auto, más bonito y elegante, de cuya llegada nunca me percaté, y camino hacia ellos. Les cuento esta confusión, que los confunde a ambos, y concluyen "mish, hiciste un buen pinche". Viejo, me pregunto qué habría pasado de haber ido a ese otro auto, al equivocado, ¿me habrían ofrecido dinero?, lucían muy interesados en mí. Me pregunto si lo hacen regularmente todas las noches, andar por las calles, buscando jovencitos lindos como yo parados de pie al lado de la calle, para ofrecerles algún dinerillo por ciertos favores. No lo sé. El caso es que con esta pareja nos pusimos a hablar, qué nos gusta, etc., la mujer tenía un par de tetas fenomenales, ya me habían enviado un par de fotos por whatsapp, no miento cuando digo que son como las de Hitomi Tanaka, quizás algo menos masivas (nada importante en todo caso, nada grave, ja, ja), entonces ahora las veo en persona y uff, la imaginación, su escote tenía el justo equilibrio entre dejar y no dejar nada a la imaginación. Pero fue eso, hablar y vernos y conocernos así nomás. Ojalá haya junta. Después me llamaron y ella me dijo que le gusté y le parecí confiable, que le gustaría ser mi profesora, mi maestra (esta pareja es muuuuuuuuuuuuucho más experimentada que yo, por cierto). Entonces eso, ojalá me llamen y concretemos ¿no?, porque estar con una mujer así, así de bella y ardiente, oh la la. Desde marzo que no tengo nada con nadie, demonios. Deséenme suerte. ¿Ustedes harían algo así? En sitios así no es fácil encontrar gente confiable tan rápidamente. ¿Lo harían?

Es divertido la cantidad de cosas que uno descubre de la nada. Ahora mismo me puse a ver los nacimientos del 26 de diciembre. El puto Chino Ríos; el baterista de Metallica, Lars Ulrich; el carita de pena Jon Snow; Esteban "Bichi" Fuertes, delantero que fue goleador con la U. Católica; el mismísimo Jared Leto; Phil Spector; Alejo Carpentier; el gran Henry Miller, muy bueno para las declaraciones de amor ("Me duelen los cojones. Te quiero. Quiero joder contigo salvajemente."); y como el cine nunca puede faltar: Charles Pathé, productor francés que es tildado como el padre del cine francés, pues ayudó a su industrialización; Koji Morimoto, animador japonés que trabajó en "Akira" por ejemplo; y Mariano Barroso, un director español cuyo nombre jamás había escuchado, lo cual no tiene nada del otro mundo, pues, aunque me gusta pensar lo contrario, yo no conozco a todos los y las cineastas del mundo mundial. Un 26 de diciembre nació Lea De Mae, actriz porno checa (¿qué hacen los checos para tener tantas actrices porno tan bellas? Se me vienen a la cabeza Katerina Hartlova y Shione Cooper), que de joven pertenecía a un equipo olímpico de natación (salto de trampolín), pero una lesión a los 20 años truncó ese talento, más tarde, luego de posar desnuda para un fotógrafo, dio un salto a las películas porno, de manera destacable parece, hasta que le detectaron un tumor maligno en el cerebro que finalmente se la llevó cuando tenía 27 años. Curiosamente, no tenía dinero para costearse el tratamiento. Una lástima que las enfermedades y lesiones se hayan amotinado contra ella. No la conocía, por cierto, simplemente lo descubrí ahora en wikipedia viendo el cochino y asqueroso 26 de diciembre.

Ya he hablado mucho. Pero el otro día descubrí algo bastante útil: una película y un director. De México. El baile de los 41, de David Pablos. Una película ambientada a principios del siglo XX sobre una redada policial en un local en donde arrestaron a 41 personas homosexuales, varios de ellos de importante calibre social, lo cual fue todo un escándalo en aquella época. En este enlace pueden leer al respecto. Me recuerda al prometedor pero anodino corto chileno Locas Perdidas, sobre una redada policial en los noventa que fue transmitida en televisión, redada que irrumpió en una fiesta llena de jóvenes vestidos de mujer y arrestados como criminales, y cuyo protagonista es uno de esos jóvenes arrestados, asustado por cómo pueda reaccionar su familia cuando vea la noticia de la redada en el noticiero de la noche. Así con los policías. Así con las diferencias de trato. El otro día arrestaron a ocho terroristas fascistas de derecha financiados por un partido político de derecha y que hacían sus planes en oficinas del Rechazo, los arrestaron por amenazar de muerte a una fiscal que usualmente trabaja defendiendo personas víctimas de la brutalidad policial, y entre las cosas que encontraron en los distintos domicilios de estas basuras pinochetistas había gran cantidad de armas de grueso calibre, armas de guerra, incluso una uzi. El subsecretario del Interior le bajó el perfil y dijo que lo que se vio fueron "utensilios que no eran de gran importancia (salvo la uzi)". Imaginen el escándalo si hubiesen encontrado esas armas en domicilios de personas ligadas, no lo sé, a la causa mapuche o algo así. Curiosamente hoy el Ministro del Interior se refirió a una persona arrestada que portaba un "arma neumática", sensacionalista manera de referirse a una honda. ¿Ven la diferencia? Una persona que protesta por derechos sociales porta "armas neumáticas"; un grupúsculo terrorista fascista de extrema derecha que no se avergüenza de vestir símbolos nazis y confederados en plena luz pública porta "utensilios de poca importancia". Me pregunto cuántas personas por segundo puede matar una honda, perdón, una arma neumática. Hay utensilios de poca importancia que puede matar docenas de personas por minuto, dependiendo de la puntería del utilero. Podría decir: qué asco de país. Pero es sólo la minoría, ese patético 20% del rechazo que es dueño de los mares, los bosques, los medios, etc.

Y, por supuesto, no iré ni al cine ni a la piscina. Y eso que están dando Pájaros de verano, de Ciro Guerra y Cristina Gallego. Cómo me gustaría ver esa película en el cine. Cómo me gustaría ver una película.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

25

 

El 25, la entrada 25. Totalmente no planificado. Mañana es el cumpleaños del vecino, espero que no lleve el zoológico a su casa, maldita sea. Entrada musical, en todo caso. Andaba flojo para escuchar música, a veces sólo queda tirarse en la cama y escuchar. Enjoy my dear friends!


























sábado, 21 de noviembre de 2020

24

 

El Cine Arte Normandie vuelve a abrir y lo hace exhibiendo "La cordillera de los sueños" de Patricio Guzmán, lo cual es tentador pero, demonios, nada que hacer, no saldré a exponerme a este maldito covid. Pero vaya que es tentador. Muchas cosas son tentadoras, oh la tentación, la tentación. Por cierto me he comprado otros cuantos libros, nada tan extremo... aún. Soy un loco con el dinero, qué más hacer, si el dinero está para gastarlo. La locura depende de la cantidad de dinero: así con poco dinero: libros; si tuviera más, bastante más, crearía refugios animales para protegerlos de personas como ustedes, síp; si tuviera mucho dinero, pero muchísimo, además de las anteriores, le daría vida a ciertas ideas a 24 fotogramas por segundo, si me entienden.

Hoy hablaremos de Lucas Pope, el creador de Return of the Obra Dinn, ese maravilloso videojuego que comentamos hace un par de días. Hablaremos de sus videojuegos, en realidad. Dejaremos links.

Lucas Pope se caracteriza por videojuegos de corte experimental, tanto en lo narrativo-jugable como en lo visual. También es conocido y reconocido por su gran talento para la creación de mundos y de atmósferas, porque, en el fondo, también es bueno, maestro en crear problemas y conflictos con los que uno pueda empatizar o identificarse: crea grandes mundos para ponernos en los zapatos de la gente de a pie. Videojuegos movidos por la emoción y la moral, o al menos por la dudosa capacidad de la persona promedio en cumplirlas, respetarlas, porque no todo es un cúmulo de explosiones o rescates de rehenes o lo que sea, a veces los grandes daños y los grandes males se hacen en la banalidad de un escritorio o de un formulario. Y ahí estamos nosotros: ¿podemos cambiar algo, o para salvarnos, vamos con la corriente? Además tiene un buen gusto por lo absurdo y el fatalismo, pero desde una mirada irónica: estamos condenados, estamos condenados (como dirían las Corrosivas en esta canción), casi como si dijera que en realidad nuestras acciones de todas formas valen una mierda y no significan nada en el gran esquema de las cosas porque el destino es una mierda aún más grande, así que qué importa un tipo u otro tipo, ¿no? Pues bien, entremos en materia. Que conste que no hablaremos de todos sus juegos, pero casi todos. Además los pueden jugar dándole click.

The Republia Times. Una especie de precursor de lo que sería Papers, please, el juego que lanzó a la fama y al reconocimiento al bueno de Lucas Pope. Nosotros somos el editor del citado periódico, pero lo que tenemos que hacer es seguir las órdenes del gobierno (que recuerda a los regímenes soviéticos) y publicar cosas favorables para nuestros grandes líderes, que en realidad son una cúpula de bastardos antidemocráticos. Pero nosotros somos un editor, nuestra familia está en manos del régimen, debemos trabajar y ser obedientes ¿no? Entre medio aparece un grupo que quiere desestabilizar al gobierno y qué mejor que el poder de la prensa para liberar la mente de las personas (a menos que seas Chile y tengas una prensa vendida a los grandes empresarios fascistas y hediondos a mierda y endogamia ¡hijos de puta!), pero nosotros somos un editor con familia y todo eso, no podemos arriesgarnos, ¿cierto? Instalado el conflicto moral, la verdad es que también se hace muy divertido el armar la portada del periódico y elegir las noticias y el tamaño y todo eso. Es un juego más o menos corto, pero que ya daba cuenta de por dónde irían los tiros de Lucas Pope.

6 Degrees of Sabotage. No es que a los juegos de Pope les falte emociones fuertes o grandes impresiones o acontecimientos, porque en sus juegos vemos asesinatos, explosiones, monstruos, tiroteos, puñaladas, en fin... Es que el enfoque de Pope es distinto: es el de la observación, la deducción, la reflexión. No sólo nos instala en conflictos morales realistas para nosotros, que somos meras personas de a pie, sino que nos obliga a pensar y usar razonamientos lógicos y todo eso. En este juego hubo una explosión y una cámara de seguridad nos mostrará seis situaciones en donde un montón de personas van pasando, caminando, juntas o solas. ¿Cuál es la gracia? Deberemos observarlas, pues sabemos la identidad del primer y del quinto sospechoso, que son, respectivamente: el que tenía la bomba y que se la pasó a un segundo y éste a un tercero y así, y el quinto, el último, que colocó la bomba y boom. Deberemos identificar a los tres que faltan del circuito, y al final deberemos asesinarlos a todos así que no podremos equivocarnos, de lo contrario mataríamos inocentes. ¡Inocentes! Su mecánica adelanta un poco lo que sería parte de Return of the Obra Dinn, es decir, el de la identificación de personajes cuyos nombres y rostros no conocemos, y que a veces deberemos descubrir por asociación, a falta de pruebas directas en primer grado (por cierto, Obra Dinn también tiene el componente burocrático, pues si bien lo que nos captura es la trama que iremos descubriendo, el motor del juego es, básicamente, llenar el formulario con la causa de muerte de los sesenta tripulantes de ese barco fantasma, además de sus nombres, claro).

The Sea Has No Claim. Uno debe buscar gente caída en el mar usando dos herramientas. Para ser honestos, no entendí mucho la mecánica de juego y no pude resolver nada de nada. Al menos hasta ahora que les escribo esto, quizás a futuro me transforme en el campeón del juego, pero quién sabe. Por ahora, nada les puedo decir. Como no he profundizado en el juego, ignoro si bajo la excusa de buscar personas caídas en accidentes aéreos hay una suerte de argumento o trama (como en Obra Dinn, que vaya que vamos descubriendo terribles y maravillosas historias).

Unsolicited. El juego de la burocracia o la repetición por antonomasia. Pero demonios que es divertido y cautivante. Uno debe llenar formularios de cartas de distintas empresas, ya sean las que piden donaciones, las que mandan premios en concursos que la gente nunca participó, ofertas de crédito, de trabajo, etc., entre otras cosas. Uno debe llenar y mandar la mayor cantidad de cartas/formularios y satisfacer a todas las empresas que contratan tus servicios, que son varias a medida que avanza el juego. Habrá que esforzarse harto, como en todo trabajo, ejem.

Papers, please.  Somos el inspector de aduanas de Arstotzka, un país de estilo soviético que recién abrió sus fronteras, en medio de conflictos con otros países como Republia (¿les suena el nombre?), Imporia, Unión Federal, Kalochia, Obristán, Antegria. Uno deberá revisar pasaportes, documentos, permisos, tickets, toda una serie de mecanismos que irán complicándose a medida que aparecen grupos terroristas, que los líderes te presionan, que las cuentas te pasan factura (te pagan cinco créditos por persona atendida, y vives en un departamento clase 8 y vives con cuatro personas y tú eres el único sostén del hogar)... Hay sobornos, humillaciones, te pasan rifles, personas te piden que por favor las dejes pasar para poder ver a sus familiares, para no volver a sus países en donde los matarán, si pillas a alguien con un documento falsificado puedes simplemente negarle el pasaporte y dejarlo ir o, por otra parte, arrestarlo y que se los lleven los guardias... Todo desde nuestra cabina. ¿Y qué haremos nosotros? ¿Obedeceremos a nuestra patria, nos aprovecharemos de las ventajas de nuestra situación y sacar un dinerillo extra, colaboraremos con los terroristas, les mentiremos a nuestros líderes? Hay veinte finales distintos, todo dependiendo de nuestras acciones y también de los conflicos que se desenvuelven más allá de nuestra cabina (lo sabremos por el periódico, pero ¿el periódico de nuestra patria nos dice todo, nos dice la verdad? En efecto, un juego sobre la moral y sobre el mal en manos de una persona común y corriente, en apariencia con menos importancia que un gusano. Pero he ahí el poderío del conflicto: ¿qué son las grandes figuras carismáticas y las grandes banderas sin pequeñas personas que, de una forma u otra, se dejen ensombrecer y colaboren ya sea por miedo o dinero o lo que sea? Y, claro, es endiabladamente divertido ir descubriendo cómo se desenvuelve todo mientras nosotros, simplemente, denegamos o permitimos el paso de docenas de personas, con grandes o pequeños sueños e ideales.

Y luego vino Return of the Obra Dinn, del que ya hablamos y que supuso un salto aún más grande en la narrativa jugable de Lucas Pope, un verdadero genio de los videojuegos. Espero que se diviertan con los juegos listados. Saludos y... y... ¡gloria a Arstotzka!

miércoles, 18 de noviembre de 2020

23

 

Los dos últimos días he dormido mejor, luego de una seguidilla en los que no me dormía antes de las cuatro de la mañana. El otro día me dormí pasaditas la una y ayer pasaditas las dos (supongo). Algo es algo. Espero que la vecina de atrás no me cague la onda con sus mega-fiestas-en-plena-pandemia-y-toque-de-queda de los fines de semana. A esa misma vecina le rayan el auto, le escriben cosas, cosas como rota (maleducada), eso quiere decir que en su pasaje la odian, odian a la maldita esa, que bueno que la odien, por maleducada y por su falta de conciencia. Maldita, sucia, desgraciada. Ja, ja, ja. Hoy voy a dormir mejor, lo presiento. Y si no, será. Dormiré hasta las 13 horas, lo que quizás no sea sano, pero oigan, ¿me estoy perdiendo de algo? ¿De nadar, de ir a la Biblioteca, de leer, de ver películas? No me pierdo de nada, como ven. Podría dormir el día entero y quizás mis días serían igual de "productivos". Como sea, he estado jugando un videojuego del que les voy a hablar ahora mismo.


Así es: Return of the Obra Dinn. El creador y desarrollador (y creo que hasta hace la música y unas cuantas cosas más, lo que no es baladí; escuchen: la banda sonora de este juego es brillante y bellísima, trágica y sublime, y cuando uno está dentro del juego la calidad musical se mezcla con la calidad narrativa y la calidad jugable: perfecta conjunción) es Lucas Pope, y quizás conozcan otro juego suyo que causó sensación (y con razón: otro gran juego): Papers, please. Ya lo comentaremos otra vez llegado el momento, hoy sólo concentrémonos en Return of the Obra Dinn (por supuesto, junto a ese otro juego aprovecharemos de comentar los otros juegos previos de Pope). Lucas Pope se tomó unos cuatro o cinco años para completar este juego, una verdadera obsesión y pasión para él, a medida que crecía y crecía. El éxito crítico y monetario de Papers, please le permitió acometer de manera más o menos tranquila el desarrollo de este juego, sin premuras ni plazos, poniendo el punto final cuando el juego estuviera realmente terminado en todo su esplendor. Y qué esplendor. Qué esplendor.

Return of the Obra Dinn nos pone en la piel de una agente de seguros que es enviada al Obra Dinn, un malogrado barco que no pudo completar su itinerario y que de hecho se perdió, sin que se supiera nada de lo que sucedió, hasta que cinco años después reaparece, de manera repentina y misteriosa, en las brumosas costas inglesas. La agente de seguros recibe, de parte de un tal Henry Evans, un libro con información importante para completar su trabajo (está la lista de tripulantes originales, mapas del barco, ilustraciones de los personajes, y diez capítulos que detallan, aunque uno deberá ir completando los hechos, qué demonios sucedió), que es determinar cómo murió cada uno de los sesenta tripulantes, además de darle una identidad visual a esos tripulantes (para eso las ilustraciones). No sirve decir que, por ejemplo, Bryan Algo murió asesinado de un balazo por el señor X si nos equivocamos en el rostro del señor Bryan Algo, ¿comprenden? Para emprender dicha tarea además recibimos un reloj de bolsillo que actúa como memento mori, es decir, cuando nos encontramos con alguna cosa que haya tenido que ver con alguna de las desgracias, el reloj se activa y podremos viajar al momento de la desgracia, con suerte para recabar información. Así, uno deberá pasearse por todos los rincones del barco e ir atando cabos sueltos, completar la información, el flujo de acontecimientos, y llevar a cabo nuestra tarea, que no será fácil, pues no todas las personas se pueden identificar así a la primera y de hecho no todas las muertes están a plena vista: deberemos deducir, inferir, todos esos procesos lógicos, además de ir descartando esto y lo otro. Yo completé el juego en algo más de quince horas repartidas en cuatro días. Es un juego agotador, sí, pero de ese agotamiento que es plenamente satisfactorio (como ver "La Flor", ¿han visto "La Flor", maldita sea?), de ese agotamiento que te da un subidón de alegría y todo eso: ir determinando los destinos de los tripulantes te hace sentir bien, especialmente si estabas entrampado en un punto muerto o entrampado en una conclusión errónea. Ahí uno debe darse cuenta que el equivocado es el yo, no la realidad. Por lo demás, la trama es fenomenal y uno llega a conocer a los personajes, a sentir el peso de la tragedia que cae sobre todos y cada uno de ellos. Con algunos uno se encariña y hasta llegaba a sentirme triste, tengo mis tripulantes favoritos por quienes me apeno profundamente de sus terribles destinos, solitarios e injustos destinos. El efecto de ir revisitando sus muertes es una repetición que, más que ser banal, en realidad provoca gran desazón, un efecto realmente demoledor, sentir que nada se puede cambiar y que estamos condenados a ver cómo se matan o mueren en accidentes o lo que sea una y otra vez, sólo para determinar un nombre y su respectivo destino (o sino, como sale en el juego). Acá uno es el burócrata, pero la realidad de este barco se te mete bajo la piel. El juego está en primera persona y tiene una gráfica de 1-bit (según dice wikipedia, al respecto no soy experto) y la acción transcurre a inicios del 1800 (del siglo, no del año propiamente tal). Y que conste, cuando uno revisita las desgracias, escuchamos parte de la acción (pero sólo el audio) y lo que vemos es el instante congelado de la muerte del desgraciado/a, debiendo inferir, según el audio, los "movimientos" que llevaron a ese instante congelado, instante que podremos recorrer de cabo a rabo, pues mucho son los secretos y habrá que saber mirar en rincones oscuros para iluminar aquellas zonas oscurecidas por el desconocimiento. Habrá que saber mirar lo que está a plena vista, pues uno puede asumir una cosa por el audio (como que el que dijo eso es ese que está parado ahí), cuando en realidad la verdad es otra (spoiler: el que dijo es es ese que está parado allá). Un verdadero reto.

Return of the Obra Dinn es un juego que realmente te atrapa por todo: por su portentosa visualidad, por su magnífica narrativa, por su inmersiva jugabilidad, por la rotunda calidad de todo y cada uno de sus elementos (las actuaciones, la mencionada banda sonora, etc.). Una experiencia inolvidable, realmente inolvidable. Ayer soñé con este juego. Y yo no puedo dejar de recomendárselos. Juéguenlo, por favor. Háganse ese favor. Qué belleza, qué brutalidad. Obra maestra.

sábado, 14 de noviembre de 2020

22

 

Oh, viejo, he tenido una muy divertida sesión de Among Us, que me ha dejado con muy buen ánimo para terminar lo que comenzamos ayer. Vayamos al grano.

Después de Por favor, rebobinar, Fuguet publica el año 1998 la novela Tinta roja, y acá comienzan, un poco, los problemas. Tinta roja tiene dos partes bien diferenciadas entre sí. La parte que realmente importa es aquella que cuenta la historia del protagonista, pero cuando es un joven universitario que, a punto de terminar la carrera de periodismo, debe hacer su práctica profesional, que, muy a su pesar (inicialmente), debe llevarla a cabo en la sección policial (él quería la de espectáculos) de El Clamor, un pasquín sensacionalista al estilo La Cuarta, para lo cual se internará en un Santiago que no conoce, lleno de estrafalarios personajes que, a la vez, exudan una sucia y visceral realidad, y hechos de sangre que lo sacarán de su zona de confort. De paso conoce la escena intelectual y artística, las zonas oscuras del negocio, entre otras cosas bastante interesantes. Fuguet también se sale de su zona de confort y esta sección de Tinta roja, que es la verdadera Tinta roja, es un homenaje a la literatura pulp chilena, a la literatura de bajos fondos, aquellas novelas de Luis Rivano, Gómez Morel, Luis Cornejo Gamboa, Armando Méndez Carrasco, homenaje de todas formas escrito con personalidad propia. Fuguet escribe como si diera puñetazos y retrata de manera mordaz y feroz, con un respeto descarnado, esa realidad ni tan subterránea pero siempre tratada como una caricatura, que es lo que aprende el muchacho: debe escribir como si fuera un payaso misógino y xenófobo, pero demonios, lo que ve es un baño de realidad que le hará replantearse las cosas. Es una curiosa paradoja. Y una muestra de que Fuguet puede escribir literatura cuando se lo propone (ya lo había hecho: como hemos visto, sus primeros libros son pura fuerza literaria y personal). La sobresaliente calidad de esta parte contrasta con la mediocridad de la otra parte, dividida en dos, el inicio y el final, en cierta forma el prólogo (largo prólogo) y el epílogo, que constan del protagonista, ya adulto, con familia e hijos y un trabajo serio en una universidad gringa, explicando cómo es su madura y apaciguada vida ahora, siendo un editor o lo que sea, cuánto aprendió con su práctica, cuánto cambió, y lo mucho que se recuerda a sí mismo cuando conoce a un joven muchacho que quiere ser escritor, que es tremendamente talentoso pero tremendamente autodestructivo, y el protagonista quiere ser una figura paterna y blablabla. No tengo mejor manera de explicarlo, pero esa parte, para empezar, está escrita con los lugares comunes y los tics acomodaticios que Fuguet ya no podrá quitarse de encima más adelante, y segundo, comienza a repetirse en temas y preocupaciones, además de caer en eso tan molesto que es, básicamente, contar nada, escribir nada, simplemente las vacías reflexiones de alguien que piensa que se las sabe todas. Si leen Tinta roja y se saltan la primera y tercera parte no se pierden de nada, sólo lean el racconto y con eso quedarán más que satisfechos o satisfechas.

Llega la década del 2000. Fuguet, además de sus cuentos y novelas, comienza a publicar libros más variados: crónicas, conjuntos de reseñas o apuntes de películas o literatura, etc. No he leído ninguno de esos libros y no tengo mayor interés en ellos, pero mi teoría es que, con ello, comienza a confundir su voz literaria, comienza a acomodarse en el hecho de que él puede apropiarse de la voz de sus personajes. Es difícil de explicar, más aún porque las novelas y cuentos anteriores pueden ser más o menos autobiográficos, pero se nota que Fuguet se distancia y escribe no sólo respetando la voz de sus personajes, sino que dotando de literatura a esas historias. Como empieza a publicar sus propias opiniones sobre esto o lo otro, se queda atrapado en su propia subjetividad, la cual invade la voz y visión de los personajes que después irá creando. Da igual si lo que vaya a narrar sea autobiográfico o no o en mayor o menor medida, pues cada personaje no será una entidad propia, será un simple e inocuo trasunto de sí mismo. El caso es que el 2003 publica Las películas de mi vida (qué título más meloso, ¿no?), la cual no he leído así que lo dejamos hasta aquí. El 2004 y 2006 publica, respectivamente, Cortos y Prueba de aptitud, dos libros de cuentos, que leí en Cuentos reunidos, publicado el 2018. Ninguno me gustó realmente, no conservo grandes memorias, pero tengo los apuntes o reseñas que comencé a escribir de cada libro que leía (para conformar mi personal e intransferible Manual de literatura chilena), así que, en resumen: mis apuntes son más bien argumentales, pero por la manera en que los escribí, parece que no me entusiasmaron mucho. Casi todos son sobre recuerdos de tiempos mejores, sobre gente que pasaba momentos solitarios pero ya no, sobre encuentros y reencuentros, inofensivas atmósferas de nostalgia tristona, nostalgia plana y unidimensional, vidas disconformes y peleas entre padres e hijos, que es algo típico de Fuguet, uno de sus lugares comunes más obvios y superficiales. Hay cuentos que copian un poco sus libros anteriores, recuperando eso del formato guión cinematográfico, personajes cinéfilos cuyas ideas nunca verán la luz, etc. Parecen historias recicladas de libros anteriores, como ideas mediocres que Fuguet quiso recuperar por alguna razón. Sí recuerdo que ya en estos cuentos su forma de escribir se torna autocomplaciente, llena de tics y con un mal oído para los diálogos. Mal. (Ahí me burlé de la nueva forma de escribir de Fuguet).

El 2009 y el 2010 salieron dos novelas, Aeropuertos y Missing. No las he leído. Sigamos.

No ficción, año 2015. Pésima novela. Horrible novela. Es 98% diálogo. Diálogo insoportable. Mal. Mal oído ahí ah. Fuguet está viejo. Intenta ser joven. Un absurdo diálogo sobre dos amigos. Uno abiertamente gay. El otro no. Ambos han tenido sus momentos, han hecho sus cositas. Pero el otro no lo quiere admitir, dice que no es "maricón", que no le gustan los hombres, que sólo le gusta él. Él le dice que eso es ser gay, que lo asuma, si hasta han tenido sexo anal y todo. El otro lo niega, no quiere romper su imagen de hombre, de macho. Sí, eres gay. No, no lo soy. Y luego se cuentan cosas que ya saben, pero que la cuentan de todas formas para que el lector lo sepa, lo cual no tiene sentido. No sé ustedes, pero nadie en su sano juicio, cuando habla con otras personas, le cuenta cosas que ya sabe. Pero como la novela está en puro diálogo, Fuguet está obligado a usar ese mecanismo para contar cosas que deberían contarse con un narrador propiamente tal. Pero bueno. Al final los dos tipos tienen sexo y quizás al día siguiente el otro siga negando que es gay y se repita de nuevo la misma absurda conversación. Mal. Pero no lo sé, porque leí el libro una sola vez. Ni cagando una segunda. Mal.

Sudor, 600 páginas, año 2016. Año 2016 y Fuguet, que por fin se atreve a escribir historias queer, sobre personajes homosexuales como él, piensa que ha lanzado una novela transgresora y escandalosa. Año 2016. Uy, miren, un libro que, entre otras cosas, tiene hombres teniendo sexo. Uy, qué escandaloso. Llamen a la Iglesia por favor, ojalá la Iglesia tuviera la influencia de antes. Mal. Fuguet es el pionero de la literatura gay en Chile, en pleno año 2016. Es que Chile es un país muy atrasado en tantas cosas, sí o no. Porque antes no estaba Augusto D'Halmar, no estaba José Donoso, no estaba Jorge Marchant Lazcano, no estaba Carlos Iturra, no estaba Juan Pablo Sutherland, no estaba Pedro Lemebel, no estaba Pablo Simonetti, entre otros que o no recuerdo o no conozco. Fuguet cree que viene a romper el molde. Mal. ¿Y qué cuenta? La historia de un editor de no-ficción, que le gusta tener sexo con cualquier hombre que se le cruce (Grindr es su plataforma favorita para ligar), al que le encargan cuidar al hijo artista (y gay) de un gran escritor latinoamericano del boom, un trasunto de Carlos Fuentes, que viene a Chile, cual rockstar, cual John Lennon, a publicar su más reciente novela. Como el hijo y el protagonista son gays, se la pasan en la escena gay de Santiago, hasta que la tragedia llega y todo se va a la mierda. Mucho sexo explícito, qué escandaloso, qué terrible, ¡alguien quiere pensar en los niños! Mal. Para empeorar las cosas, como en Tinta roja, Fuguet utiliza las primeras cien putas páginas para que el protagonista explique lo terrible que fue todo, su promiscua rutina sexual y el porqué la no-ficción es lo que la lleva (que son las mismas razones que, qué curiosidad, Fuguet escribe, ya como Fuguet, en otras lados, ya sean artículos o memorias o lo que sea). Al final, de nuevo, un epílogo con reflexiones finales del protagonista, de cómo la cagó, en qué parte la cagó, etc. Son 600 páginas que se leen de manera rápida, más o menos entretenidas, lo suficientemente ligeras e inofensivas como para que su extensión no sea tan terrible o pesada. Pero qué novela más mala, en todo caso. Se puede aguantar, pero pasó sin pena ni gloria. Con más pena que gloria, diría. Mal.

Finalmente, el 2017 publica VHS (unas memorias). Este se puede leer mejor porque como Fuguet no tiene que fingir que inventa personajes, sino que escribe de sí mismo y de personas que conoció (es decir, que existieron), entonces nos ahorramos y nos salvamos de esa pátina de artificialidad e impostura propia de Sudor y No ficción. Estas memorias se centran en dos aspectos: la pasión por el cine de Fuguet y su descubrimiento o crecimiento sexual. Por supuesto, ya no tiene que esconderle a los lectores que es homosexual. Se aprecia la honestidad de los episodios que recuerda (sus aventuras con compañeros de clase, sus aventuras con lectores aquí y allá, sus aventuras en New York) y la honestidad del impacto que tal o cual película tuvo en su vida. Pero sus opiniones de cine son mediocres, planas y carentes de verdadera capacidad crítica. Y me sorprende que sea tan condescendiente con los consumidores pop, esos que dicen ser cinéfilos porque se han visto todas las Star Wars o las de Marvel (y sólo eso, apuesto a que ni siquiera han leído cómics, pero juguetes de plástico o disfraces de halloween no les faltan), esos "cinéfilos" que critican a los que ven películas "artísticas" o "intelectuales". No sé ustedes, pero yo prefiero hablar con alguien que haya visto a Godard, a Ford, a Tarkovsky, a De Sica, cine, damas y caballeros, no productos pop para consumo masivo. Imagino que Fuguet ya no quiere provocar, ahora sólo quiere ser aceptado. Por eso escribe así, de manera tan plana, por eso alaba la fábrica de salchichas de Marvel, como si de verdad estuvieran haciendo un aporte... Pero como dije, VHS se puede leer de lo más bien y, como Fuguet escribe de sí mismo sin necesidad de disfrazarlo de mediocre ficción, su escritura se hace más natural y fluida, no entorpece lo que quiere transmitir, que es su relación con el cine y cómo éste lo ayudó en momentos cruciales e importantes.

Ahora llega este año Despachos del fin del mundo. Nuevamente un híbrido. Quizás no le salga tan mal. Pero no tengo apuro en leerlo. A dormir. Mal.

jueves, 12 de noviembre de 2020

21

 

Primero que todo, el 9 de noviembre se cumplieron siete años, ¡7 años!, del recomienzo de este blog. ¡Siete años! Es difícil de creer, ¿no? Por mi carácter poco ceremonioso (la única fecha importante para mí es mi cumpleaños, el gran 27 de diciembre) siempre olvido el aniversario del blog, pero es que además me confundo y pienso que el recomienzo se dio un 29 de noviembre, no sé por qué. Pero bueno, acá estamos, siete años y tres días después, transformados en un blog de variedades hasta que pueda volver a ver películas como corresponde, porque ya no estoy para hacer las cosas a medias (o no todas las cosas, después de todo este blog es un blog de cine a medias). No tengo manera de celebrarlo, pero espero que ojalá me gane la lotería o alguna carrera inesperada en los caballos. Como sea, este blog es como una cucaracha: porque no tiene, porque le faltan, las patitas de atrás. Y porque no nos mata ni una bomba atómica (quizás).

Aunque no pueda verla, me interesa la serie de Scott Frank "The Queen's Gambit", pero sólo puedo averiguar cosas "detrás de escena", como por ejemplo que está basada en una novela escrita por un tal Walter Tevis. La cosa es que, buscando e investigando, me entero de que el tal Walter Tevis es el autor de El buscavidas y El color del dinero, ambas dirigidas en sus adaptaciones al cine por Robert Rossen y Martin Scorsese, respectivamente, además de ser el autor de El hombre que cayó a la tierra, que fue dirigida por Nicolas Roeg y protagonizada por David Bowie. Y me sorprende porque nadie lo menciona cuando hablan de esta serie y sus inspiraciones y todo eso, al menos no en las páginas de mierda que-no-tienen-idea-de-cine que visito, pero que aprovechan de hacer artículos en base a lo que esté de moda. Definitivamente esa será una de las series que veré a pesar de mi divorcio con las series. Debo terminar Better Call Saul, cuando la estrenen, por supuesto. ¿Y qué más habría?

Por otra parte, se me hace todavía más natural que mi horario de trabajo ideal es la noche, específicamente lavando platos, digo, si de todas formas estoy hasta las cuatro de la mañana dando vueltas en mi cama sin poder conciliar el sueño, ¿no será mejor simplemente trabajar? Cuando era copero nunca tenía problemas para dormir, llegaba y caía dormido de inmediato, seguramente debido al esfuerzo de la jornada. Cuando sea más o menos seguro (y cuando quiten el toque de queda, por dios), seguro así como que no me voy a contagiar de covid (lo que quizás no pase en quién sabe cuántos meses), volveré a trabajar en eso y gastar todo mi dinero en libros y en placer, qué más da. Por ahora lo de los raspes no me funciona, lo cual tiene sentido. ¿Le funcionan a alguien?

Como sea, leí que Alberto Fuguet va a sacar un nuevo libro, Despachos del fin del mundo, que es una mezcla de lo que sea (ficción no ficción cuento crónica diario etc.), que plasma la visión del autor de lo que ha sucedido desde el año pasado, con el estallido y el eclipse solar, hasta que terminó de escribir el libro, con pandemia y plebiscito y un gobierno de mierda. No me entusiasma nada de nada, es un libro que definitivamente no voy a comprar y voy a esperar su lectura para cuando esté disponible en la sección de préstamo a domicilio de la Biblioteca Nacional (sección que me parece aún no está re-abierta). ¿Por qué mi falta de entusiasmo? Precisamente de eso hablaremos hoy, un post literario, como cuando defendimos la obra póstuma de Bolaño.

Vale la pena señalar que, aunque ahora Fuguet ya no me interese ni entusiasme, sí fue un autor importante en mi juventud, a mis 17 años supongo, con la importancia que tienen las obras y autores que uno descubre cuando recién se acerca seriamente a algún tipo de arte en particular. Desde luego, en ese entonces todas mis lecturas eran las que me imponían del colegio, todo dependiendo del criterio de los programas educacionales o como se llamen. La ciudad y los perros es uno de esos libros importantes. El extranjero también lo es. Y Madame Bovary. Y La Tregua. No leí Werther porque admito que me dio flojera aquella vez, pero lo leí muchos años después y debo decir que habría ejercido una influencia notable en mí, no tanto por lo suicida (que es el chiste más facilón cuando se habla de Werther) como por el carácter y la visión iconoclasta y rebelde del protagonista, su furiosa y dolorosa individualidad. No recuerdo algún otro título de semejante importancia para mí. El caso es que en el último año de colegio debí leer Mala onda, primera novela de Fuguet (luego de su primera publicación, Sobredosis, que es un conjunto de cuentos), que me gustó un montón y con la que me identifiqué en varios aspectos, a pesar de mis muchas diferencias con el protagonista (por ejemplo, que no soy de clase alta), lo cual no es impedimento para identificarse con lo que sea, en realidad, pues también me identificaba con los personajes de La ciudad y los perros, a pesar de que yo no soy de Perú y tampoco asistí a un colegio militar (o militarizado), pero muchos de los sentires de esos muchachos eran mis sentires. Como sea, acá hablaremos de los libros de Fuguet que he leído, pero en orden cronológico, no de lectura o biográfico.

Decíamos que su primer libro es uno de cuentos, Sobredosis. Lo he leído unas tres o cuatro veces, con cada lectura gustándome más. Las primeras veces no me impresionaba tanto, pero las lecturas posteriores me han hecho apreciar mucho más las propuestas, arriesgadas y valientes pienso yo, que suponen estos cuentos, apreciación potenciada por mi decepción y desencanto con la obra más reciente de Fuguet, quien, según yo, se ha acomodado y conformado de manera terrible, convirtiéndose a sí mismo en una marca o un "estilo", lleno de tics y lugares comunes, en un arquetipo que no puede romper ese molde narrativo o escritural que por alguna razón, quizás inconscientemente, se impuso a sí mismo. Gustarán más o menos, pero de la primera parte de su bibliografía sí puede apreciarse y notarse la literatura en esas páginas, en esas páginas escritas por alguien cuya pasión por el cine y la literatura me parece sincera y sumamente personal. Esto mismo me hace decepcionarme y desencantarme aún más con las obras recientes de Fuguet, pues escribe como alguien que no lee o que leyera muy poco o cosas muy mediocres, cuando, me consta, es alguien que ha leído mucho y variado, más que muchos "lectores". Entonces por qué conformarse, porque limitarse, porque acomodarse y escribir lo mismo de la misma forma, eso es lo que me molesta de Fuguet, que ya no haya pasión en su escritura ni novedad en sus temáticas. Parece que se recicla a sí mismo, que se imita, que imita a ese joven que jugaba a ser un rockstar de la literatura al estilo Bret Easton Ellis o Jay McInerney, pero que, demonios, escribía con las tripas, con el corazón y con la cabeza (no como ahora, que lo hace en piloto automático). Así las cosas, ahora mismo debo hablar de manera más que entusiasta de estos cuentos, pues me parecen literariamente muy refrescantes, atrevidos y rabiosamente arriesgados, sobre todo para el contexto de su primera aparición, en el año 1990. El primer cuento se llama Deambulando por la orilla oscura, una pequeña y breve pieza que es más bien un ejercicio de estilo sobre un muchacho que acaba de cometer un acto de violencia (y que se aproxima a otro), cuyas acciones, descritas de manera áspera y cortante, cortante como el cuchillo que sostiene en su mano, se intercalan con frases o diálogos emitidos por personas que presencian sus actos, llenos de admiración o indiferencia. Un inicio potente, una declaración de intenciones en todo sentido (estilístico, narrativo, temático: la juventud está en llamas y ya nadie puede evitarlo, la explosión está en ciernes), como un estallido de personalidad, que da pie para el resto de cuentos, ya menos anecdóticos y más variados y complejos. Al primero le sigue Amor sobre ruedas, una deliciosa historia que, amén de su atmósfera nocturna y fantasmagórica, es una mezcla de "cine de terror" con una comedia romántica, sobre dos muchachas que se suben a un auto e intentan ligar con otros autos, mejor dicho con los integrantes de estos autos, si bien algunos autos son malvados y también sus ocupantes, y quiénes son esos ocupantes, por qué son tan malos, por qué la ciudad está tan oscura y como vacía o desocupada, qué es ese aire ominoso, de culpa y maldad... No deja de ser un retrato soterrado de la vida en dictadura, con ese toque de queda, personas malas que nadie conoce pero que pueden hacer lo que les plazca durante la noche, un ejercicio de libertad (el buscar sexo sobre ruedas) cortado por agentes desconocidos... Sin duda, un cuento con más capas de las que aparenta, con un Fuguet mucho más sutil de lo que aparenta su "cropolalia". Luego viene Los muertos vivos, quizás el más débil pero no por ello menos llamativo: cuenta la historia de unos muchachos pre-púberes que, de alguna forma, logran colarse a un mega-evento underground en donde va a tocar la banda de moda, uno de esos eventos que no se pueden perder por nada del mundo, en donde verán y descubrirán varias cosas, alcohol y drogas y sexo, un evento interrumpido por las fuerzas del orden, etc. Es interesante el homenaje que le da a la escena underground santiaguina de los años ochenta, con sus bandas punks, esos galpones, los teatros clandestinos, etc., escena que Fuguet vio de primera mano, por supuesto. Con todo, más allá del tema de fondo, quizás sea el único cuento olvidable de los cinco, si bien su lectura no tiene desperdicio, después de todo contiene plenamente la fuerza de las intenciones de ese escritor joven y primerizo. Luego viene Pelando a Rocío, que es el monólogo de una mujer que está almorzando con otra mujer y cuyo tema de conversación es, justamente, pelar a Rocío, hablar chismes sobre Rocío. Por lo mismo, escrito en primera persona (aunque contando la historia de Rocío), tiene el gran mérito de contar una historia bien compleja pero con el habla propia de una chilena promedio (o arribista), con chilenismos y el hablar coloquial. Además del mérito estético, ese del habla y el de mezclar la primera persona con la tercera persona (la tipa cuenta la historia de Rocío desde su punto de vista), el devenir vital de esta tal Rocío es un comentario social: Rocío era una muchacha de clase alta, muy católica y pinochetista, de esas que van a misa y todo eso, la mejor amiga de la narradora, pero todo comenzó a irse al demonio cuando Rocío quedó en la Universidad de Chile, que a diferencia de la Universidad Católica (conservadora y en general, cuna de gran cantidad de políticos de derecha), es en donde se dan las mayores y más intensas actividades políticas y de protesta, un "antro de izquierda" que hizo que Rocío le diera un vuelco a su vida, y con ello, una debacle que es mejor no develar por mi parte. Son re locos los caminos que toma Rocío, y su amiga narradora lo cuenta con lujo de detalle, pues si algo saben hacer las personas arribistas, es enterarse de todo, absolutamente todo. Finalmente, el quinto y último cuento es No hay nadie allá afuera, seguramente el mejor, el mejor para mí. De este no diré mucho, sólo que trata sobre un tipo que se encuentra con un viejo amigo de la adolescencia en un aeropuerto, prometiéndose juntarse más adelante, pues el amigo tiene muchas cosas interesantes que contar. Esta junta no sucede y el protagonista, mordido por la curiosidad y la nostalgia, pretende averiguar qué ha sucedido con su amigo, investigación que lo lleva por muchos rincones de New York hasta una verdad desoladora e inesperada. Este cuento es la mejor muestra de literatura de Sobredosis, una muestra de que Fuguet es un escritor y que puede escribir de verdad. Es además, y para que vean que hablo en serio, un cuento muy Bolañiano, pero escrito y publicado cuando Bolaño no era la gran cosa, cuando Bolaño apenas había publicado (aunque, lo sabemos, ya llevaba escribiendo por lo menos una docena de años) dos novelas y, por lo tanto, aún no se erigía como un modelo literario en sí mismo, como una influencia para otros. No hay nadie allá afuera es un cuento sobre la soledad, la alienación, la nostalgia, la frustración vital, el amor a la literatura, los laberintos que te pone la vida, historias dentro de historias, en fin... Un cuento que pudo haber sido escrito por Bolaño, pero que escribió Fuguet.

Un año después publicó Mala onda, su primera novela. Mala onda cuenta la historia, más bien el despertar o el coming-of-age de Matías Vicuña, un muchacho que aún va en el colegio pero que ya tiene mucha rabia contra el mundo y la sociedad chilena, con sus contradicciones y mentiras e hipocrecías. Si bien se puede decir que Fuguet se inspira en El guardián entre el centeno (libro que leí pero con una traducción bastante mediocre, por desgracia), a mí me parece más cercana a Menos que cero, de Bret Easton Ellis. Comparten eso de la familia de clase alta y disfuncional; la juventud alienada y apática, con su consumo de drogas, alcohol; y la sensación de frustración vital, de estar perdido, sin meta alguna, sin motivación. Es la historia de un joven que se busca a sí mismo pero que no se encuentra, pues todo lo que lo rodea le parece falso, impostado, deshonesto: su familia pinochetista y esas reuniones familiares con gente hablando mierda de los pobres; sus amigos y compañeros de colegio con sus futuros prefabricados y perfectamente obedientes; sus mismas conductas, que oscilan entre las ansias de libertad y autenticidad y el compromiso o el conformismo con lo establecido: hablamos de un joven que admira a una alumna de un curso mayor que hace lo que quiere aunque se meta en problemas con las autoridades del colegio, pero que va y tiene sexo con una judía a la que le gusta que le digan Vasheta. Y aunque a Fuguet se le suele acusar de ser "extranjerizante", poco comprometido con la realidad nacional y escapista de esa realidad, la verdad es que dichas acusaciones no tienen sustento, menos aún leyendo esta novela, que claro, se ambienta en la clase alta, con sus costumbres y lugares y todo eso, ciertamente lugares y costumbres que a la gran mayoría pueden parecer ajenos, pero que justamente componen un retrato de una élite delirante, ciega, hipócrita e incestuosa (olvidé esa palabra que es casi un sinónimo), retrato rabiosa y furiosamente crítico de parte de un muchacho que huye hacia ninguna parte, sin destino fijo (todo en sentido figurado, claro).

El año 1994 Fuguet publica Por favor, rebobinar, ambiciosa novela que esta vez cuenta la vida de varios personajes cuyos destinos se entrelazan entre sí, a veces de manera más directa que otras. Cada personaje tiene su propio estilo y perspectiva (y bueno, si me equivoco y no es así, todos serían en primera persona, pero con distintos estilos, desde el epistolar, el sólo-diálogos, los más formales hasta los más coloquiales o realistas, intentando replicar la forma de hablar, los modismos, etc.), y si bien vemos varias escenas (literaria, cinematográfica, artística en general) todos estos lidian con el vacío, las crisis existenciales, la alienación, los afectos impostados, la búsqueda de un sentir auténtico y genuino. De esta forma, tenemos a un tipo que hace reseñas, un modelo que quiere ser escritor, un músico maldito al estilo Kurt Cobain llamado Pascal Barros ("el Vicente Huidobro del rock"), un ingeniero de sonido que hace un programa de radio nocturno, entre otros que no recuerdo, además de los personajes secundarios que revolotean alrededor. Con estos personajes Fuguet crea un universo cohesionado (es decir, aparecen personajes de Mala onda también e incluso de Se arrienda, su primera película), un Chile alternativo y cool, pero de todas formas real y visceral, con una atmósfera de decepción y de engaño, el aire de una promesa que no llegó. A las historias de los personajes se suman otros formatos que ayudan a construir este universo, como la inclusión de reseñas de películas, de discos, entrevistas, entre otros, aparte de la inclusión de guiones de cortometrajes, la descripción de novelas perdidas, personajes obsesivos de sus artes, etc., que me sigue pareciendo todo muy Bolañiano, aunque plenamente Fuguetiano. Una novela que me devoré las dos veces que la leí y que me sigue pareciendo placentera y deliciosamente absorvente.

Por ahora lo dejaremos hasta acá, pero ya mañana la cosa será menos entusiasta de mi parte. Sólo Tinta roja, la novela siguiente (publicada el año 1998) vale la pena (faltándome tres novelas de Fuguet, que no es poco a decir verdad), pero las que siguen nos convertirán en personas malas, muy malas. También seremos más breves, pues la falta de entusiasmo va de la mano con la falta de detalle y argumentos más concretos y sólidos.

lunes, 9 de noviembre de 2020

20


Ayer, o mejor dicho hoy mismo, casi a las cuatro de la mañana, luego de tres horas de no poder dormir ni mierda, fui al baño a hacer caca y cuando estoy sentado, preparándome para cagar, aparecen no una ni dos sino que tres, ¡tres!, putas polillas a volar y hacer sus ruidos feos alrededor de mi, como si de un cruel ritual se tratase, de una vil burla. No soy asustadizo con los bichos pero demonios, la cosa fue desagradable y sorpresiva así que me apure e hice caca rápido y me lavé las manos y me fui a mi cama a intentar dormir, pensando que, maldita sea, ¿ya no se puede hacer caca tranquilo? En fin, venimos a completar nuestras palabras de admiración por Stray Bullets, la obra maestra de David Lapham.

domingo, 8 de noviembre de 2020

19

 


Parece que ya terminó la teleserie gringa, al menos el... no lo sé, ¿segundo capítulo? Falta la tercera parte: la agonía del payaso, una agonía que ojalá no arrastre consigo víctimas innecesarias. El payaso parece dispuesto a todo, ¿no? En lo personal estuve unas horitas asustado porque ayer encontré un libro rarísimo y deseadísimo por mí, a muy buen precio, un regalo prácticamente, y lo compré de inmediato, pero la puta página no cargaba y por lo mismo, por seguridad, luego no me dejaban comprar el maldito libro, así que cancelé la compra y luego lo compré otra vez, y lo mismo. Por lo tanto decidí que debía pagarlo no con transferencia, sino que con efectivo en modo depósito, pero luego la dueña del libro canceló la compra. Así las cosas, me fui a dormir, amargado, amargado con todo, tan amargado que estuve tres putas horas dando vueltas en mi cama. Cuando desperté, a primera hora de la mañana, volví a comprar el libro y por fin funcionó la maldita transacción, ¡por fin!, por lo que tranquilo, me fui a dormir de nuevo, hasta las 13 horas, claro que sí. Qué otra cosa se puede hacer, salvo dormir. Qué otra cosa, si no puedo (ni quiero, me da cosa) ir a nadar, tampoco ir a la Biblioteca Nacional (que abrió pero con aforo reducido y con reserva de horarios, pero demonios, no voy a ir allá en transporte público), y tampoco voy a trabajar todavía, primero por razones obvias, segundo porque por el maldito toque de queda (¡todavía toque de queda!) obviamente los bares o pubs o restaurantes nocturnos no pueden abrir en horarios decentes, y ese es el horario que más me acomoda para trabajar, no de día. Ya veremos qué tal las cosas el otro año, puto 2020. Mientras pueda volver a la piscina y encontrar un buen trabajo que pague bien por hacer lo que sé hacer bien (es decir: lavar platos, utensilios de cocina, vasos, cubiertos), me doy por conforme supongo, así me financio mis bajos placeres y mis elevados placeres (como los libros), después de todo, cuando ya no quedan grandes sueños, uno debe disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Como tomar un vasito de agua helada, o hablar de Stray Bullets, la obra magna, la obra maestra de David Lapham. O jugar Among Us, lo que dicte el momento. Después del salto, por supuesto.

jueves, 5 de noviembre de 2020

18

En Estados Unidos, a diferencia de casi todo el resto del mundo, miden las distancias en millas; se miden a ellos mismos en pies; se pesan en libras; usan galones y no litros; le dicen soccer al fútbol (quizás lo más desagradable de la lista); no miden la temperatura en grados Celsius y; para colmo, eligen a sus autoridades políticas no a través de un sistema de participación directa, sino que a través de representantes electorales, que es todo un enredo de mierda, como se puede ver ahora mismo. Obviamente ese remate podría ser terrible si, no lo sé, hubiese ganado Trump, lo cual sigue siendo incierto, porque aunque Biden va a sacar más votos propiamente tal, gracias a ese sistema de representantes electorales la cosa está para morderse los dedos, especialmente ahora que los de Trump están peleando los votos en Nevada, que al parecer será el estado que lo decidirá todo (quizás para el fin de semana recién, según aventuran algunos). En todo caso no lo creo, no creo que el payaso anaranjado gane, por algo está haciendo el ridículo de denunciar un fraude electoral y todo eso, los últimos aletazos de ahogado. Pero en fin, así son los gringos, así de "especiales" son. Así es el mundo, un mundo loco. Qué mundo, ¿no? Vaya mundo, en efecto... En todo caso quizás los gringos no estén tan locos, quizás no sean tan malos, después de todo no son ellos los que eligieron a un payaso ladrón dos veces, no como otros, ejem...

Por lo demás, hoy ha sido un día entre agotador y delicioso, porque al parecer tenía tres sustanciosos descuentos en Uber Eats, tan sustanciosos que de hecho me hice tres pedidos contundentes que me salieron gratis, a excepció del envío, que en comparación es la nada misma. Comer de esta forma es agotador, pero no me arrepiento, no me arrepiento de nada. Comer de esa forma, ¡y prácticamente gratis! Ojalá pudiera ganarme la vida haciendo artículos tan fáciles como sacar treinta fotos del instagram de Margot Robbie o alguna otra actriz famosa, eso es dinero regalado, ja, ja, ¿no creen? Demonios, demonios. Por cierto, ¿que Mia Goth no tiene película mala? ¿Y A Cure for Wellness qué es?, no me dirán que es una buena película, porque ciertamente no lo es. No la pondría en una lista de lo peor del año pero habría que estar loco para ponerla en una lista de lo mejor del año, en todo caso eso pasa cuando le das poder de palabra a fanáticos, a simps, como se diría ahora. Simp for Mia Goth. Vaya, Mia Goth nació 27 días antes que yo.

Bueno, aparte de incoherencias y esas cosas, de digresiones y asuntos sin pies ni cabeza, hoy hablaré rápidamente de Young Liars, otro cómic escrito y dibujado por David Lapham, publicado bajo el sello de Vertigo Comics, que consta de 18 números. Francamente, no hay mucho que decir. Es una historia que muta y se transforma de la manera en que lo haría una película de Lynch, pero de manera mucho más descontrolada. El protagonista es un muchacho tímido que quería ser una leyenda del rock pero que termina viviendo en un basurero de New York junto a su novia Sadie, que es una muchacha de armas tomar, muy alocada y sin miedo al peligro, yendo de fiesta todas las noches junto a otras personas. Sadie es hija de un millonario famoso y excéntrico que de repente la quiere encontrar, y así el muchacho, Sadie y los demás caen de lleno en una sangrienta y violenta persecución/huida que con cada página se pone más inverosímil y azarosa, con hechos escabrosos eso sí, como violaciones y penes cortados, y luego hay otro escenario que se derrumba, y todo tiene que ver con una realidad fracturada que intenta rearmarse de una manera placentera para aquella persona cuya vida es una mierda, más o menos como lo haría Lynch, pero sin la complejidad o trasfondo crítico de Lynch, cuyas historias son lo que son, sí, pero mucho más, es decir son historias de traiciones y amores rotos y todo eso, pero esas traiciones y amores (rotos) representan otras cosas como, no lo sé, la inocencia artística versus la máquina devoradora de Hollywood, que consume a los soñadores a través del placer, a través del comercio de placeres. En Young Liars hay algo de eso: cuando pillamos el truco sabemos que todas las estupideces que vemos (que no son atractivas ni imaginativas en lo absoluto) son alguna reinterpretación de hechos que no conoceremos porque lo que importa, según Lapham, es lo que reflejan: la cobardía, la obsesión, la locura, etc., de algún personaje en concreto que no se atreve a enfrentarse a sí mismo por lo que es. Sin embargo, todo es tan plano e inocuo que es imposible encontrarle algo de sustancia a este desaguisado galimatías en donde las cosas primero existen y luego no, para luego ser más o menos así o asá, en fin, un enredo de los mil demonios. Además hay temas recurrentes y provenientes de Stray Bullets que en comparación palidecen, pues en su obra magna Lapham refleja mejor sus intereses e inquietudes. Por ejemplo, el muchacho enamorado de una muchacha de armas tomar, eso ya lo vemos en Stray Bullets con Orson y Beth, o la fantasía/alter ego que un personaje se hace de sí mismo, por ejemplo en Stray Bullets la niña Virginia se imagina como Amy Racecar, acá el muchacho tímido se imagina como una especie de David Bowie, pero a lo mejor esta joven estrella de rock retirada es la "realidad" y todo este asunto de adolescentes fracasados y perseguidos por mafiosos es la fantasía... Es una lástima porque me encanta David Lapham y Young Liars tenía pinta de ser algo con onda y actitud, y con potencial, pero, como ya les dije, es una tontería sin pies ni cabeza que decepciona casi de inicio a fin, aunque entre medio tenga interesantes y rescatables (aunque contadas y acotadas) partes. Por cierto, aparentemente Young Liars fue cancelada, es decir no alcanzó su final correspondiente, lo que explica que no se entienda nada aún con los 18 números. Bueno, hay tres partes bien diferenciadas, cada una de seis números. Yo pienso que la más interesante y más o menos correcta, o sólida, o redonda, es la que va del número 7 al 12, porque es la que más se acerca a ser una historia o relato que, a su vez, parece contener ecos o sombras de una verdad mayor. Si se animan, ya me dirán ustedes. Yo no pienso volver a leer Young Liars. Siempre puedo leer mil veces Stray Bullets, esa sí que es una obra maestra.

martes, 3 de noviembre de 2020

17


Bueno bueno, he estado bastante flojo estos últimos días, debe ser el maldito calor, calor que me derrite el cerebro y las ganas de moverme y hacer cosas, calor que dopa, maldito calor. Maldita primavera, que oscila entre los días fríos y los días calurosos, no hay días frescos, o es lo uno o lo otro. Y cuántas cosas han pasado en el mundo, qué locura.

Pero en fin... Si pudiera ver algo, y aunque ya digo que me cansé de las series, siempre existen las excepciones y, ya digo, si pudiera, vería "The Queen's Gambit", de Scott Frank, de quien también vería "Godless", y supongo que estaría viendo la cuarta temporada de "Fargo", no tanto porque me guste esa serie del tipo más sobrevalorado de la industria televisiva (y quiere meterse en la del cine, si ya dirigió una película con Natalie Portman, película que a nadie le gustó), sino porque como es de gángsters y a mi me gustan los mafiosos y esas cosas, además es de época y tiene (supongo) esa deliciosa atmósfera del pasado. Además, aprovechando las ofertas del Cybermonday, me iba a comprar un libro, en realidad dos tomos de unas obras completas que estaban baratos, pero me ganaron y quedé amargado. Terriblemente amargado. Tan amargado que me digo: ese soy yo, llegando tarde a todo. Soy el Internet Explorer de las oportunidades. Quizás deba convertirme en escritor, aunque no tenga pasta de escritor y mis ideas no estén en la literatura. S. Craig Zahler trabajaba cocinando en una empresa de catering y escribía de noche; el tipo tenía disciplina, que no quepa duda. El tipo escribe y escribe, tiene no sé cuántas novelas escritas (que no publicadas) y ha vendido varios guiones cinematográficos. Por cierto parece que no se sabe mucho de la película que iba a dirigir Chan-wook Park en base a un guión de Zahler. Lo único que se supo fue que el coreano iba a dirigirla, y hasta algunos tantearon el casting, pero nada confirmado. Quizás se canceló, quizás ha quedado en espera, quién sabe... Me lo preguntaba porque hace unas semanas leí que Chan-wook Park ahora va a dirigir un thriller romántico coreano, curiosamente titulado "Decision To Leave".

Como sea, hablemos de uno de los autores de cómic que más me gustan: David Lapham. En realidad hablemos de tres títulos suyos, porque de Lapham no sé mucho, salvo que tuvo una infancia/adolescencia turbulenta y que si se salvó fue gracias a los cómics. Su obra magna, esa épica criminal que es "Stray Bullets", tiene mucho de autobiográfico, aunque sus cómics en general tienen aspectos de su vida y la de su esposa, Maria Lapham, que es su partner in crime en esto del cómic. Más adelante hablaremos de "Stray Bullets", una absoluta obra maestra, hoy hablaremos de tres títulos que, a decir verdad, no me gustaron demasiado y hasta me parecieron algo decepcionantes. Mis opiniones y mucho más, después del salto:

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