Termino esta 'mini-retrospectiva' de Fukunaga, iniciada ayer nada más con su opera prima, Sin Nombre, y que finalizo hoy con esta nueva adaptación del clásico literario de Charlotte Brontë, del que se han hecho un sinnúmero de películas y miniseries. En lo que respecta a esta adaptación -nadie dice remake de la película original ¿eh?-, Fukunaga es responsable de una muy buena película, superior a su opera prima en muchos sentidos, aunque es también cierto que son dos cintas distintas. Antes de irme por las ramas, veamos qué tal es esta Jane Eyre.
Lo primero que vemos es a Jane Eyre -Mia Wasikowska- huir de una gran y bella mansión. En un inicio da la impresión de que huye asustada, despavorida gracias a algún sujeto que se deleita con la violencia, pero no es el caso: Jane huye, no cabe duda alguna, pero está triste. No llora de miedo, sino de dolor, de pena, de seguro atormentada por la nostalgia. Toda esta secuencia es bastante larga, de unos desoladores pero necesarios seis minutos, donde sólo vemos a la protagonista correr y llorar en grandes terrenos donde no hay ningún alma excepto ella, abrumada por la soledad. Afortunadamente, llega a una casa donde es bien recibida y alimentada y cuidada. Está triste, la melancolía no se va, ¿qué habrá pasado para llegar a ese punto?
"Jane Eyre" es una película muy inteligente; muy bien escrita, dirigida, y montada. Vemos un delicioso uso del lenguaje cinematográfico, haciendo que un drama romántico ambientado en el siglo XVIII, en muchos casos juvenilmente sosos y predecibles, sea una apasionante experiencia, que comienza de una manera impecable, y que termina aún mejor, con un soberbio final.
Como dije, todos los recursos están usados hábil e inteligentemente, de una manera que se hace notar, pero aún así bastante sutil y totalmente efectivo. Destaco aquellos instantes donde nos trasladábamos al pasado de la protagonista mediante flashbacks, donde el montaje era simplemente impecable, haciendo que la entrada del pasado, en vez de ser abrupta como en muchos casos -cosa que no critico-, sea suave y delicada, tal como lo es la película en sí. Por favor nótese cuando la hermana de quien rescata a Jane le pregunta su nombre; la protagonista no responde ni parece que vaya a hacerlo, sin embargo escuchamos un susurro que dice 'Jane Eyre'. No se sabe quien lo dice, y seguimos escuchando el mismo susurro un par de veces más. Luego queda claro: es el primo de Jane, quien la busca en los largos pasillos de una gran mansión, años atrás, cuando nuestra protagonista era tan sólo una niña. Genial entrada al pasado, suave y delicada.
Lo mismo se puede decir de la soberbia dirección de Fukunaga, un sujeto con una puesta en escena bastante sencilla -a pesar de la grandilocuencia de algunos escenarios-, potenciada increíblemente gracias a su gran dirección de actores, quienes tienen tanta pasión como la historia y la película misma. Jane Eyre -personaje y película- desborda pasión en cada rincón de su cuerpo. El manejo de la cámara de Fukunaga es notable, siempre variando entre los más suaves y delicados movimientos hasta aquellos más "informales", en todo momento en coherencia con los sentimientos que estamos percibiendo. Y hablando de cámara, la fotografía de Adriano Goldman -el mismo de Sin Nombre, la anterior de Fukunaga- es espectacular. Por mencionar una virtud de su trabajo, habían encuadres totalmente pictóricos, recordando esas pinturas de aquellos siglos -me recuerda lo hecho en Barry Lyndon de Kubrick, su mejor filme, si me preguntan-.
La estructura, virtud del guión de Moira Bruffini -que hizo el de Tamara Drewe y la reciente Byzantium-, es totalmente acertada: comenzamos con la historia casi concluida, ya en la última parada de nuestra protagonista, para luego ir hacia su infancia, y volver a su presente, y luego retroceder a su trabajo como institutriz, y así hasta que termina. Al contrario de las varias adaptaciones y la novela -que no he visto ni leído, pero puedo decir con seguridad lo siguiente-, esta nueva adaptación no sigue un orden lineal, su rumbo es distinto. Y tampoco está narrada por Jane Eyre. Son diferencias importantes. Como lo veo, ambas estructuras -lineal y no lineal- comparten esa progresión narrativa de la protagonista que comienza siendo una desdichada absoluta, teniendo que soportar toda clase de humillaciones y vejaciones, para luego ir adentrándose en la historia de amor que tiene con Rochester, entrando en una especie de paraíso personal. La gracia de este guión es que es una reconstrucción de la experiencia lejana y reciente de Jane, usando dicha no-linealidad para complementar su presente -como que le hagan una pregunta, y recuerde algo relacionado a dicha interrogante-; y juega con que en vez de una historia de amor, estamos ante la historia de su final, del desamor de ambos. Me parece una muy buena adaptación, sabiendo los detalles de la novela original. En relación a esto, este final me parece mucho mejor que el de la novela. ¿Por qué? Les dije que no iba a destripar nada, aunque casi no aguanto comentarlo. Simple pero efectivo. Muy efectivo y bello.
Como no, no sólo estamos ante una historia de amor, ya que por algo la película lleva el nombre de su protagonista, así como La vida de Adèle lleva el nombre de su protagonista -y de su actriz, además-. Es la historia de Jane Eyre, con todo lo que ha tenido que pasar. En este largo recorrido vemos críticas al cristianismo, notorias en el tiempo que Jane pasa con unas monjas, quienes también son criticadas por su sumisión como mujeres ante los hombres. Una de las tantas enseñanzas -a golpes, si no lo hacen bien- consiste en hacerles decir que deben ser "mujeres medianamente inteligentes y devotas para complacer así a su hombre" -parafraseando, más o menos-. La iglesia y en general la sociedad de la época cría a las mujeres para ser serviciales, un florero. Jane no es así, es una chica con una fuerte personalidad, y la única que no se deja intimidar por el malhumorado Rochester. Es un romance diferente, no siguiendo las figuras románticas anteriores, como la de la mujer sumisa y servicial a un hombre encantador que lleva el pan a la casa. Tanto Jane como Rochester son seres completos y no estereotipos como los que había en la época -aunque podríamos decir que casi todo en la vida es un estereotipo ¿no?-. Digamos que Jane es dueña de sí misma. La historia de Jane Eyre no es una historia de amor únicamente -me imagino que si Jane fuera real, no le gustaría que su historia fuera recordada sólo por su romance-: es un retrato de su época y sociedad. Una crítica social.
Vaya reparto tiene Fukunaga en su segunda película: Mia Wasikowska; un intenso y genial -como siempre- Michael Fassbender, quien no es el príncipe azul que las princesas Disney sueñan, sino un malhumorado, cínico, y a veces violento sujeto que, sin embargo, es capaz de tener los afectos más profundos; Judi Dench, correcta como es usual. "Jane Eyre" tiene una producción de primera.
Ahora nada más queda ver el episodio final de True Detective, y quedar al día con los trabajos de Fukunaga, quien, para hacer un breve repaso, en su opera prima, Sin Nombre, nos entrega una historia común de venganza, con algunos temas difíciles que pudo haber tocado -lo hizo, pero en la superficie- y hacer de la película una experiencia memorable. Al menos igualmente resulta una película digna, con una gran dirección. Gran dirección que se repite en Jane Eyre, de la que sí puedo decir que es una gran película, redonda y llena de virtudes.
Fukunaga tiene tremendo potencial, ya demostrado, y que espero siga consolidando en más películas, que sean tan dignas del recuerdo como esta, o como la serie que está dirigiendo.
"Jane Eyre" es una película muy inteligente; muy bien escrita, dirigida, y montada. Vemos un delicioso uso del lenguaje cinematográfico, haciendo que un drama romántico ambientado en el siglo XVIII, en muchos casos juvenilmente sosos y predecibles, sea una apasionante experiencia, que comienza de una manera impecable, y que termina aún mejor, con un soberbio final.
Como dije, todos los recursos están usados hábil e inteligentemente, de una manera que se hace notar, pero aún así bastante sutil y totalmente efectivo. Destaco aquellos instantes donde nos trasladábamos al pasado de la protagonista mediante flashbacks, donde el montaje era simplemente impecable, haciendo que la entrada del pasado, en vez de ser abrupta como en muchos casos -cosa que no critico-, sea suave y delicada, tal como lo es la película en sí. Por favor nótese cuando la hermana de quien rescata a Jane le pregunta su nombre; la protagonista no responde ni parece que vaya a hacerlo, sin embargo escuchamos un susurro que dice 'Jane Eyre'. No se sabe quien lo dice, y seguimos escuchando el mismo susurro un par de veces más. Luego queda claro: es el primo de Jane, quien la busca en los largos pasillos de una gran mansión, años atrás, cuando nuestra protagonista era tan sólo una niña. Genial entrada al pasado, suave y delicada.
Lo mismo se puede decir de la soberbia dirección de Fukunaga, un sujeto con una puesta en escena bastante sencilla -a pesar de la grandilocuencia de algunos escenarios-, potenciada increíblemente gracias a su gran dirección de actores, quienes tienen tanta pasión como la historia y la película misma. Jane Eyre -personaje y película- desborda pasión en cada rincón de su cuerpo. El manejo de la cámara de Fukunaga es notable, siempre variando entre los más suaves y delicados movimientos hasta aquellos más "informales", en todo momento en coherencia con los sentimientos que estamos percibiendo. Y hablando de cámara, la fotografía de Adriano Goldman -el mismo de Sin Nombre, la anterior de Fukunaga- es espectacular. Por mencionar una virtud de su trabajo, habían encuadres totalmente pictóricos, recordando esas pinturas de aquellos siglos -me recuerda lo hecho en Barry Lyndon de Kubrick, su mejor filme, si me preguntan-.
La estructura, virtud del guión de Moira Bruffini -que hizo el de Tamara Drewe y la reciente Byzantium-, es totalmente acertada: comenzamos con la historia casi concluida, ya en la última parada de nuestra protagonista, para luego ir hacia su infancia, y volver a su presente, y luego retroceder a su trabajo como institutriz, y así hasta que termina. Al contrario de las varias adaptaciones y la novela -que no he visto ni leído, pero puedo decir con seguridad lo siguiente-, esta nueva adaptación no sigue un orden lineal, su rumbo es distinto. Y tampoco está narrada por Jane Eyre. Son diferencias importantes. Como lo veo, ambas estructuras -lineal y no lineal- comparten esa progresión narrativa de la protagonista que comienza siendo una desdichada absoluta, teniendo que soportar toda clase de humillaciones y vejaciones, para luego ir adentrándose en la historia de amor que tiene con Rochester, entrando en una especie de paraíso personal. La gracia de este guión es que es una reconstrucción de la experiencia lejana y reciente de Jane, usando dicha no-linealidad para complementar su presente -como que le hagan una pregunta, y recuerde algo relacionado a dicha interrogante-; y juega con que en vez de una historia de amor, estamos ante la historia de su final, del desamor de ambos. Me parece una muy buena adaptación, sabiendo los detalles de la novela original. En relación a esto, este final me parece mucho mejor que el de la novela. ¿Por qué? Les dije que no iba a destripar nada, aunque casi no aguanto comentarlo. Simple pero efectivo. Muy efectivo y bello.
Como no, no sólo estamos ante una historia de amor, ya que por algo la película lleva el nombre de su protagonista, así como La vida de Adèle lleva el nombre de su protagonista -y de su actriz, además-. Es la historia de Jane Eyre, con todo lo que ha tenido que pasar. En este largo recorrido vemos críticas al cristianismo, notorias en el tiempo que Jane pasa con unas monjas, quienes también son criticadas por su sumisión como mujeres ante los hombres. Una de las tantas enseñanzas -a golpes, si no lo hacen bien- consiste en hacerles decir que deben ser "mujeres medianamente inteligentes y devotas para complacer así a su hombre" -parafraseando, más o menos-. La iglesia y en general la sociedad de la época cría a las mujeres para ser serviciales, un florero. Jane no es así, es una chica con una fuerte personalidad, y la única que no se deja intimidar por el malhumorado Rochester. Es un romance diferente, no siguiendo las figuras románticas anteriores, como la de la mujer sumisa y servicial a un hombre encantador que lleva el pan a la casa. Tanto Jane como Rochester son seres completos y no estereotipos como los que había en la época -aunque podríamos decir que casi todo en la vida es un estereotipo ¿no?-. Digamos que Jane es dueña de sí misma. La historia de Jane Eyre no es una historia de amor únicamente -me imagino que si Jane fuera real, no le gustaría que su historia fuera recordada sólo por su romance-: es un retrato de su época y sociedad. Una crítica social.
Vaya reparto tiene Fukunaga en su segunda película: Mia Wasikowska; un intenso y genial -como siempre- Michael Fassbender, quien no es el príncipe azul que las princesas Disney sueñan, sino un malhumorado, cínico, y a veces violento sujeto que, sin embargo, es capaz de tener los afectos más profundos; Judi Dench, correcta como es usual. "Jane Eyre" tiene una producción de primera.
Ahora nada más queda ver el episodio final de True Detective, y quedar al día con los trabajos de Fukunaga, quien, para hacer un breve repaso, en su opera prima, Sin Nombre, nos entrega una historia común de venganza, con algunos temas difíciles que pudo haber tocado -lo hizo, pero en la superficie- y hacer de la película una experiencia memorable. Al menos igualmente resulta una película digna, con una gran dirección. Gran dirección que se repite en Jane Eyre, de la que sí puedo decir que es una gran película, redonda y llena de virtudes.
Fukunaga tiene tremendo potencial, ya demostrado, y que espero siga consolidando en más películas, que sean tan dignas del recuerdo como esta, o como la serie que está dirigiendo.
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