Y hemos llegado al fin a la última película de Sorrentino que me faltaba, completando su filmografía -hito logrado en este blog con Cary Fukunaga o Martin Rosen, ambos con dos cintas en su haber-, cosa que me hace sentir bastante bien. Espero en dos días más o menos comenzar con una retrospectiva blogger de Hal Hartley, con algunas "interrupciones" de otros directores, y una que otra serie que valga la pena la interrupción -se me viene a la mente Mad Men-. La idea, no obstante, es escribir de puro Hal Hartley, que es algo que he corrido demasiado tiempo ya.
En cuanto al filme del post de hoy, es una producción mayoritariamente italiana, con aportes irlandeses y franceses. Yo pensaba que era estadounidense, considerando que está hablada en inglés, y que la mayor parte de su metraje sucede en Estados Unidos. Más allá de estos temas, al igual que L'Amico di Famiglia -por mencionar otra de Sorrentino-, este filme me encantó. Sencillo pero sutilmente emocionante. Está demostrado que con poco se puede lograr mucho, o que menos es más.
Cheyenne -Sean Penn- fue una estrella de rock, ahora retirado en Dublín, Irlanda. Aunque los tiempos de fama, de tocar en lugares importantes, de super ventas se detuvieron hace aproximadamente veinte años, Cheyenne sigue siendo bastante conocido, y además sigue teniendo el mismo look de antaño. En medio de su apaciguada vida, recibe un llamado que lo hace ir a Estados Unidos. Una vez ahí, va a tener que recorrer lugares buscando algo, al más puro estilo road movie, que, como saben, me encanta.
Aunque esta no es una película estadounidense propiamente tal, antes de verla pensaba en cómo se vería el estilo audiovisual de Sorrentino en versión "americanizada". Lo cierto es que sigue igual, pero con matices que aclarar: seguimos viendo travellings, dollys, y otros movimientos imposibles; seguimos viendo ángulos llamativos, bellos planos generales e igualmente bellos primeros planos, y las infaltables ralentizaciones. Además de eso, la música -como de costumbre- tiene presencia predominante, aunque en este caso también tiene un rol fundamental, no sólo de unir escenas y formar largas secuencias musicalizadas, lo que nos lleva a notar un montaje similar a las películas restantes del italiano. También vemos tomas "extrañas", donde hay personas que no aparecen nuevamente, o ver a un perro que sale de cuadro para luego la cámara elevarse, etc. Sorrentino no cambia su estilo aunque deje Italia y filme en Irlanda y Estados Unidos -aunque sigue siendo una película italiana-.
Lo que me parece notable, eso sí, es que esta vez toda la algarabía audiovisual de Sorrentino esté mucho más calmada que en otros filmes de él. Tanto la cámara como la fotografía está mucho más depurada que en Il Divo, donde esa grandilocuencia era más para presumir que para aportar al relato -que además pecaba de ser vacío y hueco, de quedarse en una nada constante durante todo el metraje-. En este caso es lo contrario, ya que la estética de la película es igual de calmada y tranquila que la historia misma que relata. La cámara no necesita -ni debe- moverse más rápido porque no sería coherente con su protagonista, y la historia que vive. No hay una ruptura entre el argumento/relato y la forma/estilo.
En otras palabras, la dirección de Sorrentino es notable, al igual que la fotografía a cargo de Luca Bigazzi -quien trabajó con Sorrentino en Le Conseguenze dell'amore, L'Amico di Famiglia, Il Divo, y luego en La Grande Bellezza. Son un gran equipo-. Me gusta como aprovechan el paisaje estadounidense, esas largas carreteras con grandes páramos donde no hay nada, salvo el eterno horizonte.
Claramente, This Must Be the Place es una película apaciguada, tranquila, calmada, relajada. Durante las dos horas de metraje sigue un ritmo pausado, que si me preguntan, es una de las mejores características que una película puede tener -sobre todo en estos tiempos donde muchos se desesperan al ver un plano fijo de más de un minuto-. Dicho ritmo pausado jamás disminuye el interés, ya que a medida que los minutos corren, nuevas capas de la historia se van revelando. Al ser una road movie, el relato, al igual que Cheyenne, está en perpetuo tránsito, jamás estático. Las cosas avanzan, retroceden, pero siempre se mueven, siempre pasa algo, ya sea interno o externo o ambos. Es un viaje. Cheyenne tan sólo sigue su camino.
Continuando con Cheyenne, me gusta el desarrollo que tiene: parte como una ex-estrella de rock que sigue vistiéndose y peinándose como antaño, aburrido y/o deprimido de su vida. Junto con ello, el mismo Cheyenne es un tipo poco efusivo, hablando lento y bajo, caminando lento como una tortuga -es tan delicado que no parece contener toda la ira que se guarda-. Es como si algo lo hubiese vencido largo tiempo atrás, y hubiese aceptado esa derrota, y vivir con ella a sus espaldas. ¿Por qué se retiró y no quiere volver a tocar?, ¿cómo termina siendo? Nada de eso les voy a responder -¿acaso existen respuestas absolutas?-, pero Cheyenne cambia, evoluciona, crece. Sigue su camino, sigue en tránsito.
Además del desarrollo, la construcción de su personaje en relación al relato es también notable. Hay varias cosas que acechan a Cheyenne a lo largo de la película, no sólo su pasado como músico -y todo lo que ello significa-, sino también su relación con los otros y consigo mismo, o lo que lo hace ir a Estados Unidos. Además del hilo conductor de la película, hay varios asuntos que se muestran, pero no todos se solucionan. Hay varias capas en Cheyenne, el relato, y en varios personajes más. Lo genial es que no vemos todas esas capas, pero lo que vemos es más que suficiente -incluso lo que vemos a medias-. No es necesario conocer TODO del universo particular de la película -un terrible error en Il Divo-.
En este sentido, el guión, que es el primero que Sorrentino co-escribe -junto a Umberto Contarello, quien repitióo dupla en La Grande Bellezza-, está impecable; tanto en lo que esconde como en lo que no esconde, en como estructura sus hechos, en los diálogos -hay líneas sensacionales, siempre de la boca de Cheyenne-, y en su trasfondo. Relacionado a los diálogos, hay algunos textos muy bellos, sutilmente irónicos y poéticos. El guión es sencillo pero más que suficiente.
Después de todo, estamos ante una historia de madurez, de crecer, de dejar de ser niños. Avanzar, no quedarse en un estado estático. Seguir el flujo natural de las cosas. Y no es Cheyenne el único que se da cuenta de ello, varios de los otros personajes también crecen y avanzan, aceptado que las cosas fluyen y cambian sin importar qué es lo que queramos. Se nota en el tono que hay en los primeros cuarenta minutos, y en el que hay en los siguientes. Primero es la historia de la vida corriente de Cheyenne, cómoda y sin alteraciones, y luego, cuando todo se vuelve un poco más sombrío, es la historia de un hombre -y otros personajes- que quieren una tregua, un descanso... y la buscan. ¿Y la encuentran?
Lo que quiero destacar de esta película, en comparación con Il Divo, es que tiene alma. Lo que más importa en esta película son las emociones de los personajes y de los hechos. Hay una mirada de Sorrentino, que sigue esa línea vista en sus películas previas -menos en Il Divo, donde lo hace bastante deficientemente- sobre hombres solitarios que, por determinado motivo, intentan buscar aquella chispa que tanto anhelan -aunque no lo demuestren-. Cheyenne busca muchas cosas -gracias a las varias capas que tiene-, como el perdón y la redención, pero la constante en todo es encontrarse a sí mismo, incluso si ello es involuntario. Esta película no es una somera reproducción de algo realmente acontecido, es la visión de muchas cosas que suceden quién sabe donde, quién sabe cuan seguido. Hay una mirada, hay una opinión, hay emoción. Y se nota y se agradece.
El final de la película me parece tremendamente sugerente. Las acciones y decisiones de Cheyenne son firmes y claras, y demostrativas. A mi una en particular me pareció bastante dura, pero supongo que era lo correcto al fin y al cabo -de todas formas, no me puedo decidir al respecto-.
Para terminar, me gustaría hacer una especie de ranking de la filmografía de Sorrentino:
1.- La Grande Bellezza ; 2.- Le Conseguenze dell'amore ; 3.- L'Amico di Famiglia/This Must Be the Place (por ahora es empate); 5.- L'Uomo in Più; 6.- Il Divo.
1-4: Me encantaron; 5-6: No me gustaron nada.
Paolo Sorrentino es un cineasta estimulante y lleno de cosas interesantes que decir, quien en sus mejores películas logra un magistral equilibrio entre un apabullante estilo e historias sencillas pero potentes. Ya nos entregó una obra maestra, y quién sabe qué nos va a entregar a futuro. En cuanto This Must Be the Place, es una tremenda pero sencilla película, que encanta sin mayores artificios, sólo con su historia.
Sorrentino es puro talento, sólo necesita buenas historias, con pasión y sentimientos.
Aunque esta no es una película estadounidense propiamente tal, antes de verla pensaba en cómo se vería el estilo audiovisual de Sorrentino en versión "americanizada". Lo cierto es que sigue igual, pero con matices que aclarar: seguimos viendo travellings, dollys, y otros movimientos imposibles; seguimos viendo ángulos llamativos, bellos planos generales e igualmente bellos primeros planos, y las infaltables ralentizaciones. Además de eso, la música -como de costumbre- tiene presencia predominante, aunque en este caso también tiene un rol fundamental, no sólo de unir escenas y formar largas secuencias musicalizadas, lo que nos lleva a notar un montaje similar a las películas restantes del italiano. También vemos tomas "extrañas", donde hay personas que no aparecen nuevamente, o ver a un perro que sale de cuadro para luego la cámara elevarse, etc. Sorrentino no cambia su estilo aunque deje Italia y filme en Irlanda y Estados Unidos -aunque sigue siendo una película italiana-.
Lo que me parece notable, eso sí, es que esta vez toda la algarabía audiovisual de Sorrentino esté mucho más calmada que en otros filmes de él. Tanto la cámara como la fotografía está mucho más depurada que en Il Divo, donde esa grandilocuencia era más para presumir que para aportar al relato -que además pecaba de ser vacío y hueco, de quedarse en una nada constante durante todo el metraje-. En este caso es lo contrario, ya que la estética de la película es igual de calmada y tranquila que la historia misma que relata. La cámara no necesita -ni debe- moverse más rápido porque no sería coherente con su protagonista, y la historia que vive. No hay una ruptura entre el argumento/relato y la forma/estilo.
En otras palabras, la dirección de Sorrentino es notable, al igual que la fotografía a cargo de Luca Bigazzi -quien trabajó con Sorrentino en Le Conseguenze dell'amore, L'Amico di Famiglia, Il Divo, y luego en La Grande Bellezza. Son un gran equipo-. Me gusta como aprovechan el paisaje estadounidense, esas largas carreteras con grandes páramos donde no hay nada, salvo el eterno horizonte.
Claramente, This Must Be the Place es una película apaciguada, tranquila, calmada, relajada. Durante las dos horas de metraje sigue un ritmo pausado, que si me preguntan, es una de las mejores características que una película puede tener -sobre todo en estos tiempos donde muchos se desesperan al ver un plano fijo de más de un minuto-. Dicho ritmo pausado jamás disminuye el interés, ya que a medida que los minutos corren, nuevas capas de la historia se van revelando. Al ser una road movie, el relato, al igual que Cheyenne, está en perpetuo tránsito, jamás estático. Las cosas avanzan, retroceden, pero siempre se mueven, siempre pasa algo, ya sea interno o externo o ambos. Es un viaje. Cheyenne tan sólo sigue su camino.
Continuando con Cheyenne, me gusta el desarrollo que tiene: parte como una ex-estrella de rock que sigue vistiéndose y peinándose como antaño, aburrido y/o deprimido de su vida. Junto con ello, el mismo Cheyenne es un tipo poco efusivo, hablando lento y bajo, caminando lento como una tortuga -es tan delicado que no parece contener toda la ira que se guarda-. Es como si algo lo hubiese vencido largo tiempo atrás, y hubiese aceptado esa derrota, y vivir con ella a sus espaldas. ¿Por qué se retiró y no quiere volver a tocar?, ¿cómo termina siendo? Nada de eso les voy a responder -¿acaso existen respuestas absolutas?-, pero Cheyenne cambia, evoluciona, crece. Sigue su camino, sigue en tránsito.
Además del desarrollo, la construcción de su personaje en relación al relato es también notable. Hay varias cosas que acechan a Cheyenne a lo largo de la película, no sólo su pasado como músico -y todo lo que ello significa-, sino también su relación con los otros y consigo mismo, o lo que lo hace ir a Estados Unidos. Además del hilo conductor de la película, hay varios asuntos que se muestran, pero no todos se solucionan. Hay varias capas en Cheyenne, el relato, y en varios personajes más. Lo genial es que no vemos todas esas capas, pero lo que vemos es más que suficiente -incluso lo que vemos a medias-. No es necesario conocer TODO del universo particular de la película -un terrible error en Il Divo-.
En este sentido, el guión, que es el primero que Sorrentino co-escribe -junto a Umberto Contarello, quien repitióo dupla en La Grande Bellezza-, está impecable; tanto en lo que esconde como en lo que no esconde, en como estructura sus hechos, en los diálogos -hay líneas sensacionales, siempre de la boca de Cheyenne-, y en su trasfondo. Relacionado a los diálogos, hay algunos textos muy bellos, sutilmente irónicos y poéticos. El guión es sencillo pero más que suficiente.
Después de todo, estamos ante una historia de madurez, de crecer, de dejar de ser niños. Avanzar, no quedarse en un estado estático. Seguir el flujo natural de las cosas. Y no es Cheyenne el único que se da cuenta de ello, varios de los otros personajes también crecen y avanzan, aceptado que las cosas fluyen y cambian sin importar qué es lo que queramos. Se nota en el tono que hay en los primeros cuarenta minutos, y en el que hay en los siguientes. Primero es la historia de la vida corriente de Cheyenne, cómoda y sin alteraciones, y luego, cuando todo se vuelve un poco más sombrío, es la historia de un hombre -y otros personajes- que quieren una tregua, un descanso... y la buscan. ¿Y la encuentran?
Lo que quiero destacar de esta película, en comparación con Il Divo, es que tiene alma. Lo que más importa en esta película son las emociones de los personajes y de los hechos. Hay una mirada de Sorrentino, que sigue esa línea vista en sus películas previas -menos en Il Divo, donde lo hace bastante deficientemente- sobre hombres solitarios que, por determinado motivo, intentan buscar aquella chispa que tanto anhelan -aunque no lo demuestren-. Cheyenne busca muchas cosas -gracias a las varias capas que tiene-, como el perdón y la redención, pero la constante en todo es encontrarse a sí mismo, incluso si ello es involuntario. Esta película no es una somera reproducción de algo realmente acontecido, es la visión de muchas cosas que suceden quién sabe donde, quién sabe cuan seguido. Hay una mirada, hay una opinión, hay emoción. Y se nota y se agradece.
El final de la película me parece tremendamente sugerente. Las acciones y decisiones de Cheyenne son firmes y claras, y demostrativas. A mi una en particular me pareció bastante dura, pero supongo que era lo correcto al fin y al cabo -de todas formas, no me puedo decidir al respecto-.
Para terminar, me gustaría hacer una especie de ranking de la filmografía de Sorrentino:
1.- La Grande Bellezza ; 2.- Le Conseguenze dell'amore ; 3.- L'Amico di Famiglia/This Must Be the Place (por ahora es empate); 5.- L'Uomo in Più; 6.- Il Divo.
1-4: Me encantaron; 5-6: No me gustaron nada.
Paolo Sorrentino es un cineasta estimulante y lleno de cosas interesantes que decir, quien en sus mejores películas logra un magistral equilibrio entre un apabullante estilo e historias sencillas pero potentes. Ya nos entregó una obra maestra, y quién sabe qué nos va a entregar a futuro. En cuanto This Must Be the Place, es una tremenda pero sencilla película, que encanta sin mayores artificios, sólo con su historia.
Sorrentino es puro talento, sólo necesita buenas historias, con pasión y sentimientos.
la parte de David Byrne está genial, ¿no?
...la pioggia di imaging...
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