Con Gillian Anderson. Probablemente no hubiese visto esta serie de no ser por esa actriz, la que para mi era la cara -el nombre, más bien, pues reconocí otros rostros- visible de la producción. Hace un par de días nada más les comenté Inside Men, otra serie británica y de corta duración. Sin duda, me quedo definitivamente con The Fall, una serie mucho mejor construida y con mayor complejidad, que no se queda únicamente en el tópico del asesinato en serie. No es una obra maestra de la televisión, pero sí que se ubica dentro de lo más destacado, especialmente por sus dos episodios finales.
Una mujer llamada Alice Monroe es asesinada y la investigación del caso no parece llegar a ningún lado. Para ello, el jefe de policía decide recurrir a la ayuda de Stella Gibson -Anderson, naturalmente-, quien llega a Belfast nada menos, a tomar las riendas de la situación, solucionar el caso y encontrar al asesino.
No por nada la acción está situada en Belfast, capital de Irlanda del Norte, eufemismo de "tierra usurpada por los británicos". Se siente la tensión, incluso cuando el conflicto ya no es tan álgido como lo fue durante los últimos treinta años del siglo pasado; no obstante, es de esperar lo mismo: asesinatos, atentados, discriminación. Tampoco es un dato a mirar en menos el que Alice Monroe, la víctima cuyo caso viene Gillian Anderson a esclarecer, sea nuera de una autoridad política unionista, es decir, que apoye el vínculo con Gran Bretaña: podría ser un crimen político. Y con todo esto del tema político también se asoma el social y el religioso, pues como todos saben, en Irlanda del Norte predominan -y mandan- los protestantes.
Es un punto agregado bastante interesante, y escribo el agregado porque en realidad no es el eje central; como queda claro al inicio, el asesino tiene otros motivos, totalmente alejados de percepciones políticas y/o religiosas. Aún sin ser el elemento central del relato, me parece que la elección de Belfast como escenario principal y la respectiva inclusión del tejemaneje sociopolítico es una excusa para explorar lo peligroso que puede ser el humano en sus más diversas caras. Para ello se nos muestran los peligrosos barrios llenos de ex miembros de la policía de Ulster -supongo que lo eran, digo, el "he hecho cosas malas" no es gratuito, menos viniendo de uno de los líderes del bajo fondo-, la corrupción policial y política, además del mismo asesino y sus andadas por la ciudad, buscando a sus víctimas. O, quizás, todo lo anterior sea una manera de decirnos que Belfast está que arde de violencia, pero prefiero la primera lectura, un poco más universal: la decrepitud moral se manifiesta a través de actos tan terribles como quitar la vida de alguien más, a través del abyecto acto de limpiarse el trasero no importe qué, o a través de la simple mentira. Todos tienen una debilidad y son dominados por ella, ya sea el poder, el prestigio, o el ansia y placer de matar.
No es que sea algo rupturista que no se haya visto antes, pero claramente es una propuesta. Hay historias de asesinatos que se enfocan más en el misterio de quién puede ser el culpable, historias cuya trama central gira en torno a la investigación y su posterior descubrimiento -si es que-. Tal es el caso de The Killing, la primera serie que se me vino a la cabeza al pensar en ello; alguien muere, alguien investiga, alguien intenta huir, alguien finalmente es atrapado. La gracia es que sea toda una sorpresa el descubrir al asesino, un golpe a las entrañas, un giro en toda regla. En el caso de "The fall" sucede lo contrario, pues al relato se le despoja de esa sorpresa desde el inicio: vemos al asesino, llamado Paul Spector, meterse en una casa que claramente no es suya -va entero de negro, con las luces apagadas, etc.-, en un claro acto de estudio previo, de preparación al acto de matar, el acecho a la víctima. Hay otro tipo de relatos sobre asesinatos en el que se descubre -para el espectador, no así para el detective o lo que sea, que sigue rascándose la cabeza- la identidad del asesino más o menos a la mitad o cerca del final de la historia. Nunca he entendido mucho ese movimiento argumental: se nos pasa casi todo el metraje -o episodios de la temporada- escondiéndonos la identidad del asesino, para que de repente, así sin más, nos lo revelen con las manos en la masa. No por obra y gracia del detective, cuyo esfuerzo parece haber sido en vano, especialmente cuando descubre al asesino y nosotros ya lo sabemos: ¿qué sorpresa puede haber en ello? No lo entiendo, pero hay casos en que no me puedo quejar mucho, como con la primera temporada de Dexter o la más reciente True Detective.
El no haber mantenido en ningún momento oculto al asesino lo veo, en este caso, como una jugada que busca alejarse de los típicos arquetipos argumentales que consisten en contraponer los próximos movimientos del que investiga y del que es investigado; no es un juego del gato y el ratón, pues acá no hay un enfoque confrontacional entre los dos personajes principales. No, el enfoque se sitúa más bien en que la acción de cada personaje es parte de su vida cotidiana, algo completamente normal, desprovisto de todo el glamour de la perfección en los procedimientos policiales o delictuales. Claramente hay paralelismos entre la rutina de cada personaje, y me parece muy interesante que el primer episodio comience con la detective Gibson limpiando su baño mientras Paul Spector investiga la casa de su próxima víctima; este es un ejercicio que se lleva a cabo su buen par de ocasiones y que siempre queda muy bien, especialmente cuando lo erótico entra en juego. Es evidente por donde van los tiros: lo único que diferencia a una persona obsesionada de otra obsesionada es el fin, el propósito que tiene, el objeto que le provoca obsesión.
El título de la serie está sacado del poema "Los hombres huecos" de T.S. Eliot, del cual el asesino escribe un extracto en su diario: "Entre la idea y la realidad, entre el movimiento y el acto, cae la sombra". Falls the shadow. The fall. La caída de aquella sombra. Paul Spector anota algo más debajo del extracto: "¿Será el asesinato, o la sombra del asesinato lo que da el mayor placer, el mayor dolor?". Intentos de otorgarle cierto fondo al relato, qué duda cabe.
De todas formas, a pesar del título de la serie y su procedencia poética, no estamos ante un ejemplo de complejidad -que sí tiene en su justa medida, poca pero interesante-, al menos no tanta como me parece que el creador y su director pretendían. Es una exploración no muy profunda de la psiquis del individuo a la que sin duda no le falta efectividad para hacer de esta una historia más entretenida. De todas formas, el fuerte no radica en los simbolismos que pueda tener cada asesinato y cada motivación, sino que en la solidez del relato, narrado a pulso a lo largo de los cinco episodios, que por lo demás crecen en intensidad, emoción y calidad. Si el primer episodio deja una buena sensación, el final del cuarto te deja con los ánimos alterados y expectantes, y el quinto es una genialidad en toda regla, con la tensión, que de por sí ya es alta, in crescendo hasta que se termina el episodio; los diálogos están de lujo y aquella atmósfera sórdida se eleva hasta envolverlo todo.
Además de la creciente intensidad y calidad de los episodios, a grandes rasgos se puede decir que tienen lo justo y necesario, sin personajes ni tramas que estorben o se vayan por las ramas: todo está en su justa medida, sin los molestos toques edulcorados que siempre llegan a dar un poco de asco. Un guión redondo, a fin de cuentas, que demuestra el buen hacer en la construcción narrativa del argumento.
Y el toque visual, sin ser una genialidad, tiene interesantes y a veces estimulantes momentos. Destaco especialmente esa especie de plano secuencia cenital que se pasea entre todas las habitaciones de la casa de Paul Spector -la matrimonial, la del hijo, la de la hija, su estudio-. Sin duda hay un gran trabajo estético de fondo, que fortalece bastante la solidez del relato: sumados logran la atmósfera sórdida e incómoda que constantemente se siente -en el episodio final hay una escena casi enfermiza-. El ritmo pausado hace que la tensión se sienta, y eso en un relato como este vale mucho.
En pocas palabras, si el relato no hubiese estado tan sólidamente construido, la serie no se habría salvado, pues la sustancia no es tanta como se pretende y tampoco es tan memorable como para que quede grabada en la mente. "The fall" es lo que es gracias a su pulso visual y narrativo.
En fin, con "The Fall" vemos las distintas caras del comportamiento humano, poniendo especial énfasis en el del asesino y la detective, ambos muy bien interpretados por Jamie Dornan y Gillian Anderson, respectivamente. Dornan le da ese toque oscuro a todo lo que su personaje hace fuera de sus actividades nocturnas, ya sea cuidar a sus hijos, trabajar como psicólogo, etc., poniendo de manifiesto que la vida misma, la cotidiana, es un mundo ensombrecido por los deseos no consumados. O al menos eso se podría sacar en limpio, aunque realmente no me parece un relato muy denso; tiene detalles, pero hasta por ahí.
Mejor me quedo con la sensación de que con cada episodio la emoción e intensidad irán creciendo hasta esa genialidad que es el quinto capítulo. Recomendable serie, que dentro de poco estrenará su segunda temporada. Otoño, si no me equivoco, lo que para mi sería primavera. "The fall" estrenando temporada cuando caiga el otoño, bonito juego de palabras... en inglés. Ya veremos si vemos más rutina oscura y oculta, o si por el contrario los desafíos formulados mueven los ánimos y aumentan la intensidad hacia un relato trepidante. En cualquier caso, preferiría que se guarden los intentos de profunda sustancia, pues no es el fuerte de "The fall". Ahora sí, espero confrontación, y de la buena.
Es un punto agregado bastante interesante, y escribo el agregado porque en realidad no es el eje central; como queda claro al inicio, el asesino tiene otros motivos, totalmente alejados de percepciones políticas y/o religiosas. Aún sin ser el elemento central del relato, me parece que la elección de Belfast como escenario principal y la respectiva inclusión del tejemaneje sociopolítico es una excusa para explorar lo peligroso que puede ser el humano en sus más diversas caras. Para ello se nos muestran los peligrosos barrios llenos de ex miembros de la policía de Ulster -supongo que lo eran, digo, el "he hecho cosas malas" no es gratuito, menos viniendo de uno de los líderes del bajo fondo-, la corrupción policial y política, además del mismo asesino y sus andadas por la ciudad, buscando a sus víctimas. O, quizás, todo lo anterior sea una manera de decirnos que Belfast está que arde de violencia, pero prefiero la primera lectura, un poco más universal: la decrepitud moral se manifiesta a través de actos tan terribles como quitar la vida de alguien más, a través del abyecto acto de limpiarse el trasero no importe qué, o a través de la simple mentira. Todos tienen una debilidad y son dominados por ella, ya sea el poder, el prestigio, o el ansia y placer de matar.
No es que sea algo rupturista que no se haya visto antes, pero claramente es una propuesta. Hay historias de asesinatos que se enfocan más en el misterio de quién puede ser el culpable, historias cuya trama central gira en torno a la investigación y su posterior descubrimiento -si es que-. Tal es el caso de The Killing, la primera serie que se me vino a la cabeza al pensar en ello; alguien muere, alguien investiga, alguien intenta huir, alguien finalmente es atrapado. La gracia es que sea toda una sorpresa el descubrir al asesino, un golpe a las entrañas, un giro en toda regla. En el caso de "The fall" sucede lo contrario, pues al relato se le despoja de esa sorpresa desde el inicio: vemos al asesino, llamado Paul Spector, meterse en una casa que claramente no es suya -va entero de negro, con las luces apagadas, etc.-, en un claro acto de estudio previo, de preparación al acto de matar, el acecho a la víctima. Hay otro tipo de relatos sobre asesinatos en el que se descubre -para el espectador, no así para el detective o lo que sea, que sigue rascándose la cabeza- la identidad del asesino más o menos a la mitad o cerca del final de la historia. Nunca he entendido mucho ese movimiento argumental: se nos pasa casi todo el metraje -o episodios de la temporada- escondiéndonos la identidad del asesino, para que de repente, así sin más, nos lo revelen con las manos en la masa. No por obra y gracia del detective, cuyo esfuerzo parece haber sido en vano, especialmente cuando descubre al asesino y nosotros ya lo sabemos: ¿qué sorpresa puede haber en ello? No lo entiendo, pero hay casos en que no me puedo quejar mucho, como con la primera temporada de Dexter o la más reciente True Detective.
El no haber mantenido en ningún momento oculto al asesino lo veo, en este caso, como una jugada que busca alejarse de los típicos arquetipos argumentales que consisten en contraponer los próximos movimientos del que investiga y del que es investigado; no es un juego del gato y el ratón, pues acá no hay un enfoque confrontacional entre los dos personajes principales. No, el enfoque se sitúa más bien en que la acción de cada personaje es parte de su vida cotidiana, algo completamente normal, desprovisto de todo el glamour de la perfección en los procedimientos policiales o delictuales. Claramente hay paralelismos entre la rutina de cada personaje, y me parece muy interesante que el primer episodio comience con la detective Gibson limpiando su baño mientras Paul Spector investiga la casa de su próxima víctima; este es un ejercicio que se lleva a cabo su buen par de ocasiones y que siempre queda muy bien, especialmente cuando lo erótico entra en juego. Es evidente por donde van los tiros: lo único que diferencia a una persona obsesionada de otra obsesionada es el fin, el propósito que tiene, el objeto que le provoca obsesión.
El título de la serie está sacado del poema "Los hombres huecos" de T.S. Eliot, del cual el asesino escribe un extracto en su diario: "Entre la idea y la realidad, entre el movimiento y el acto, cae la sombra". Falls the shadow. The fall. La caída de aquella sombra. Paul Spector anota algo más debajo del extracto: "¿Será el asesinato, o la sombra del asesinato lo que da el mayor placer, el mayor dolor?". Intentos de otorgarle cierto fondo al relato, qué duda cabe.
De todas formas, a pesar del título de la serie y su procedencia poética, no estamos ante un ejemplo de complejidad -que sí tiene en su justa medida, poca pero interesante-, al menos no tanta como me parece que el creador y su director pretendían. Es una exploración no muy profunda de la psiquis del individuo a la que sin duda no le falta efectividad para hacer de esta una historia más entretenida. De todas formas, el fuerte no radica en los simbolismos que pueda tener cada asesinato y cada motivación, sino que en la solidez del relato, narrado a pulso a lo largo de los cinco episodios, que por lo demás crecen en intensidad, emoción y calidad. Si el primer episodio deja una buena sensación, el final del cuarto te deja con los ánimos alterados y expectantes, y el quinto es una genialidad en toda regla, con la tensión, que de por sí ya es alta, in crescendo hasta que se termina el episodio; los diálogos están de lujo y aquella atmósfera sórdida se eleva hasta envolverlo todo.
Además de la creciente intensidad y calidad de los episodios, a grandes rasgos se puede decir que tienen lo justo y necesario, sin personajes ni tramas que estorben o se vayan por las ramas: todo está en su justa medida, sin los molestos toques edulcorados que siempre llegan a dar un poco de asco. Un guión redondo, a fin de cuentas, que demuestra el buen hacer en la construcción narrativa del argumento.
Y el toque visual, sin ser una genialidad, tiene interesantes y a veces estimulantes momentos. Destaco especialmente esa especie de plano secuencia cenital que se pasea entre todas las habitaciones de la casa de Paul Spector -la matrimonial, la del hijo, la de la hija, su estudio-. Sin duda hay un gran trabajo estético de fondo, que fortalece bastante la solidez del relato: sumados logran la atmósfera sórdida e incómoda que constantemente se siente -en el episodio final hay una escena casi enfermiza-. El ritmo pausado hace que la tensión se sienta, y eso en un relato como este vale mucho.
En pocas palabras, si el relato no hubiese estado tan sólidamente construido, la serie no se habría salvado, pues la sustancia no es tanta como se pretende y tampoco es tan memorable como para que quede grabada en la mente. "The fall" es lo que es gracias a su pulso visual y narrativo.
En fin, con "The Fall" vemos las distintas caras del comportamiento humano, poniendo especial énfasis en el del asesino y la detective, ambos muy bien interpretados por Jamie Dornan y Gillian Anderson, respectivamente. Dornan le da ese toque oscuro a todo lo que su personaje hace fuera de sus actividades nocturnas, ya sea cuidar a sus hijos, trabajar como psicólogo, etc., poniendo de manifiesto que la vida misma, la cotidiana, es un mundo ensombrecido por los deseos no consumados. O al menos eso se podría sacar en limpio, aunque realmente no me parece un relato muy denso; tiene detalles, pero hasta por ahí.
Mejor me quedo con la sensación de que con cada episodio la emoción e intensidad irán creciendo hasta esa genialidad que es el quinto capítulo. Recomendable serie, que dentro de poco estrenará su segunda temporada. Otoño, si no me equivoco, lo que para mi sería primavera. "The fall" estrenando temporada cuando caiga el otoño, bonito juego de palabras... en inglés. Ya veremos si vemos más rutina oscura y oculta, o si por el contrario los desafíos formulados mueven los ánimos y aumentan la intensidad hacia un relato trepidante. En cualquier caso, preferiría que se guarden los intentos de profunda sustancia, pues no es el fuerte de "The fall". Ahora sí, espero confrontación, y de la buena.
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