domingo, 7 de septiembre de 2014

Upstream Color - 2013


Director: Shane Carruth

  Interesantes coincidencias han ocurrido en torno a esta película, un compañero mío y un profesor. Yo, hace una semana más o menos y por mi cuenta, pienso que "mejor me pongo a ver la segunda película de Carruth. Tengo muchas ganas de verla". Ya habiendo visto su opera prima, Primer, hace tanto tiempo, pensaba que era buena hora de ponerme al día con el resto de su filmografía. En la universidad, uno de mis compañeros me pregunta si he visto una película llamada "Primer". Yo le digo que sí y el me responde que quiere ver la segunda película, que se pregunta cómo será. Un par de días después, nuestro profesor nos muestra los primeros 25 minutos de "Upstream Color", la película de hoy y que, según él, es una de las películas más extrañas que ha visto en los últimos años. Y para un cinéfilo devorador compulsivo de películas como él, es bastante decir. Aunque ya la había visto completa cuando mi profesor nos mostró los primeros minutos, debo decir que todo se conjugó para que viera esta película. Y ahora mejor me pongo a comentarla.


  No creo que sea demasiado apropiado o necesario lanzar una especie de sinopsis, pues "Upstream Color" no es de aquellas películas que puedas explicar fácilmente su premisa en un par de líneas. Tan sólo deben tener en cuenta que verán alucinaciones, misteriosos brebajes, robos y estafas, consciencias trascendentes, secuencias sensoriales, bonitos cerditos y, por encima -o por debajo- de todo ello y más, una atípica relación amorosa.


  Por fin vuelvo con Shane Carruth luego de mi malograda experiencia gracias a mi maldito sentido de la responsabilidad que me hizo ver las películas que me encargaron en la universidad. Desde luego, la segunda película de este hombre no podía ser diferente a su opera prima, en el sentido de que sigue igual e incluso más arriesgado a la hora de crear y contar sus historias. Quizás no juegue con el tiempo de una manera tan directa como lo hizo en "Primer", pero sí  se entretiene con la consciencia de sus personajes, lo que, después de todo, termina jugando con el tiempo y el espacio, y como es de esperar, todo a un nivel espiritual.
  A diferencia de su opera prima, Carruth en esta ocasión descansa en una puesta en escena mucho más etérea que la cuasi documental de su debut, lo que vendría haciendo que éste sea un cine arriesgado... más arriesgado. Un cine eminentemente sensorial más que argumental, en donde prevalecen e importan mucho más las imágenes y el poder evocador que puedan tener en el espectador; tampoco hay que mirar en menos la función del sonido, que ahora tiene una importancia capital y un rol específico: unir, transportar. Es probable que la intención de Carruth haya sido que cada secuencia tuviera vida propia, y si voy un poco más lejos, que cada fotograma tuviera vida propia, que cada fotograma tuviera la capacidad de comunicar mucho más de lo que aparentemente muestra: que se pudiera establecer una conexión directa entre la película y lo más hondo del espectador, mental y espiritualmente hablando. Toda una experiencia la que buscaba generar el director, como si quisiera que el espectador flotara y se dejara llevar en un viaje, o, mejor dicho, una búsqueda que trascienda el espacio/tiempo.
  Muy buenas intenciones, desde luego. Que un director intente experimentar con su lenguaje y las posibilidades narrativas de su obra es algo refrescante, pero debo decir que en esta ocasión Carruth no logró salir del todo airoso y termina fallando en un par de aspectos importantes. No de una manera estrambótica, pero sí lo suficiente como para que uno no lograra conectar realmente con la experiencia que se suponía debía sentir.


  Primero que todo, vale la pena señalar que el principal problema no es que la puesta en escena sea etérea, que trascienda lo meramente físico y terrenal. El principal problema es que Carruth se puso mucho más existencial y conceptual de lo que él realmente podía manejar -ciertamente mucho más de lo que fue en "Primer"-, y puede sonar contradictorio que yo lo diga, habiendo dicho en el post de su primera cinta que, con todo lo bueno que era, podría haber tenido un poco más de sustancia para que el conjunto fuera todavía mejor. No está mal tener un fondo existencial -eso es algo que siempre me emociona-, sólo que en este caso al director se le pasó bastante la mano con sus premisas y supuestos. O quizás no se le pasó tanto la mano, pero la complejidad -o el aire de complejidad- que envuelve al relato hace que uno caiga en rebuscadas interpretaciones que pueden llevar a conclusiones todavía más rebuscadas. Ahora que he estado pensando mejor en la trama y su desarrollo, tengo una especie de teoría que es bastante simple e ilustrativa, pero que ante la magnitud del entramado puede parecer minúscula e insuficiente. Lo cierto es que, debido a la grandilocuencia -y me atrevo a decir megalomanía, pero la palabra es fea- del trasfondo, la sustancia, se ha descuidado en demasía lo que es el relato propiamente tal: la trama ha quedado demasiado confusa para su propio bien y termina cayendo por su propio peso. Es una historia cargada de simbolismos innecesarios que tampoco son capaces de expresar "algo más": son imágenes y metáforas que no rasgan más que la superficie, por mucho que Carruth quisiera o pretendiera estar contando la octava maravilla.


  Termina cayendo por obra y gracia de su propio peso pues considero que la narración no es el gran fuerte de la película, lo que se explica porque comienza espectacularmente y luego deviene lentamente en un irregular sendero de secuencias sensoriales e incluso oníricas que no logran sustentarse como en el inicio. Parecen ser pueriles deseos de llamar la atención justificándose en un débil halo de complejidad sustancial.
  Primero "Upstream Color" comienza siendo una historia, bien escrita y bien filmada -detalles visuales y sónicos que entregan información y complementan perfectamente el relato y su fondo-, pero más o menos a los 25-30 minutos esta historia, que luego se entiende es más bien un preludio a lo que el director realmente quería contar -me imagino-, se transforma en la película caprichosamente complicada y sensorial que en un principio quería ser. Deja de ser una historia y se convierte en un desorden. En la hora restante se pierde el piso construido por la introducción -intrigante, cautivadora, hipnótica-: entra de lleno lo que es el elemento romance y los supuestos trascendentales y espirituales, pero sin un esqueleto que lo guíe apropiadamente. Todavía se siguen las pistas que quedaron de los minutos realmente buenos, pero sin mucha explicación y casi al tun-tun, casi como si los personajes siguieran a la fuerza el camino que los lleve a aquello que deben encontrar para que la película funcione: se pierde la naturalidad y fluidez del relato. No se pierde el sentido por completo, pues si uno está realmente atento, se pueden comprender los derroteros del argumento -comprender un poco, lo suficiente, no el cien por ciento-. Lo que se pierde es sólo el hilo conductor. Quizás lo más intrigante es que nunca sabemos el "por qué" de todo esto, tan sólo somos testigos del "cómo". Está claro que no se hace necesario que todo tenga un por qué claro y delimitado, porque algunas cosas pasan porque sí, pero si desarrollas toda una trama como ésta, entonces al menos podrían haber un par de pistas que justifiquen la razón de ser de todo; ojo, no pido respuestas, sino pistas, señales, algo más sólido que una oruga y unos cerditos bonitos.
  Ver "Upstream Color" es como dar un salto al vacío que al final te deja, precisamente, vacío, sin haber ganado nada.


  Algo que creo puede explicar bastante lo que es "Upstream Color" es lo que dijo mi profesor. Parafraseándolo: el estilo de Carruth es similar al de Terrence Malick. Claramente. Pero, y aquí vuelvo a hablar/escribir yo, pienso que a Carruth le falta tiempo y experiencia para lograr lo que Malick logra. En las películas del elusivo cineasta texano, sus imágenes realmente tienen vida propia y logran generar por sí mismas profundas sensaciones que vienen a fortalecer aún más la calidad y profundidad del relato, que por lo demás son bastante simples en su desarrollo dramático, pero profundos en su sustancia y mensaje. A Carruth le sobra lo primero y le falta lo segundo: hay un notorio y desfavorable desequilibrio que viene a dejar claro que al hombre le importa más la perfección milimétrica que la potencia emocional, por más que intente esto último mediante una bella fotografía y gran banda sonora.

  "Upstream Color" es, no lo voy a cuestionar, un interesante y en ocasiones refrescante ejercicio cinematográfico, pero uno con el que no logré conectar realmente, lo cual deja una sensación de disconformidad incómoda -¿acaso sentirse disconforme es cómodo?-. Durante los primeros 25-30 minutos sí que estaba encantado y enganchado, pues forma y fondo iban de la mano, pero lamentablemente en los minutos posteriores Carruth se dio demasiada importancia y terminó fallando en lo que quería hacer. Por un momento parecía ser otro de sus experimentos, sólo que esta vez jugaba con la mente en vez del tiempo, pero finalmente me dio la impresión de que lo suyo era un viaje, una búsqueda de la libertad y la propia y verdadera identidad: la búsqueda del yo. Eso me sugiere el relato, pero no puedo estar seguro, pues además los personajes son fríos y superficiales, meros muñecos de prueba -a nivel cinematográfico, no argumental- que no expresan lo que se supone deben estar expresando. "Upstream Color" es una oportunidad desaprovechada y una experiencia que se agota rápidamente. Seguiré atento a Carruth y sus próximos movimientos, pero con cautela.

¿Sí o sí a que este cerdito es una ternura y una preciosidad?
¿Quien podría querer comérselo?

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