Director: Derek Cianfrance
Película que vi hace un par de años y que decidí volver a ver hace una semana, "The place beyond the pines" es, a la vez, un interesante ejercicio narrativo y una preciosa reflexión sobre el poder del tiempo y el destino como fuerza más grande que nosotros, más grande que nuestras propias vidas y circunstancias; en otras palabras, es el hombre versus, en cierta forma, su propio y preconfigurado ser. Es más complejo de lo que parece, pero sencillo en su recepción y disección, lo que es algo muy bueno, sin duda. Cianfrance plantea bien su película y sabe desarrollarla de manera apropiada, logrando que el resultado sea, a lo menos y a pesar de sus contras, realmente estupendo y memorable. No una maravilla cinematográfica, pero sí un tremendo pedazo de película.
Todo comienza cuando Luke, un virtuoso motociclista que recorre el país en un circo, llega a un pueblo en el que, en su estadía anterior, conoció a una chica con la que tuvo un hijo. Sintiéndose responsable por la criatura, decide quedarse para ser un buen padre, aunque sin dinero y sin ninguna habilidad y/o posesión más que su moto, tendrá que ingeniárselas para proveer adecuadamente a su primogénito. Eso sí, parece que elige el camino peligroso.
"The place beyond the pines" es una película que sorprende, especialmente llegados los primeros cincuenta minutos. Se nota que Derek Cianfrance tiene mucha ambición, ambición que se traspasa a la estructura del relato, pero a mí parecer, lo más valioso y perdurable de la película es que, más que una cuidada y medianamente matemática trama, lo suyo funciona simplemente como una verdadera ruta de honestas emociones. Nada más y nada menos: un relato humano. Sencillo y sin artificio alguno, se logra que la esencia del relato inunde el fotograma en vez de que éste se vea torpemente limitado por los elementos formales, que innegablemente ayudan y todo pero que no contienen esa particular y especial energía que hace que "The place beyond the pines" sea mucho mejor que el resto de cintas con ingredientes similares del montón. Hay una voz, hay una mirada...
En el lado ambicioso, el cual no tiene nada de malo -la palabra podría sugerir un tono negativo o grandilocuente, todo lo contrario a la humildad con que está hecha la cinta- toda vez que dicho interés propicia la calidad ulterior, tenemos el que Cianfrance nos cuente, en primera instancia, una historia sobre redenciones, líos éticos y venganzas, para a posteriori abarcar algo mucho más grande: la aparentemente indeleble fuerza del destino, o del pasado, y el pequeño rol que tenemos las personas en todo esto. Lo interesante, interesante porque puede parecer obvio y manoseado, es que ambos espacios están planteados como entes íntimamente ligados en tanto no pudiesen existir el uno sin el otro, no sólo en su sentido más causal y lineal sino espiritual, como si la verdadera relación fuese abstracta en vez de terrenal y humana, como si nuestra vida fuese una mera circunstancia y formalidad. Por lo demás, dicha relación exclusiva parece estar excluyendo al presente mismo, retratado como si fuera una inevitable consecuencia o un preconcebido preludio, un simple escalón sin importancia, nunca como el único momento de libertad y desarrollo que podemos tener. Así, tenemos a varios personajes unidos por la sangre y el afecto, pero separados por la distancia y las circunstancias, a fin de cuentas por una fuerza invisible, y de cómo luchan para que lo segundo desaparezca de sus vidas y el tiempo sea algo más que una cadena en el cuello y las extremidades. De cómo luchan para que sus vidas cobren verdadero y personal sentido.
La verdad es que tengo un poco de sueño y poca disposición a reflexionar algo más, lo que me encantaría considerando la película que comento, así que mejor me voy a escribir sobre las virtudes técnico-narrativas de la película, bien nutrida de capas y matices, y capaz de, primero que todo, ponerte en el lugar del protagonista y hacer que su propósito de ser un padre presente sea totalmente creíble, lo que a la larga contribuye a que todos los restantes momentos de humanidad y cariño se produzcan con maravillosa fluidez, brotando naturalmente de los personajes, que a pesar de todo se encuentran encerrados por las circunstancias y el agobio inherente de sus situaciones también logra traspasarse al espectador, generarle desaliento. Cianfrance construye profundos y complejos personajes, y sabe cómo armar una trama que aproveche sus cualidades humanas y exclusivamente dramáticas; es decir, la película no sólo destaca por el ya mencionado trasfondo humano, por las emociones y sensaciones transmitidas, sino que también por una trama bien hilada y desarrollada, al servicio del tema del tiempo, el destino y la liberación. Por lo demás, la construcción de las escenas presenta una cuidada y firme pulsión dramática, logrando que los momentos de mayor envergadura emocional logren conmoverte así como aquellos violentos, de suspenso o de acción pura y dura te transmitan la adrenalina o la indignación o la impotencia del momento. La historia está bien filmada y escrita, dichos apartados no contravienen el sentido general de la película.
Eso sí, debo decir que la misma prometedora estructura es también la que provoca mayores reproches, especialmente en el segmento medio, el más flojo y débil del panorama completo, ya sea por el actor principal -Bradley Cooper tiene ratos, pero ni loco es un buen ni solvente actor que te soporte tanto bagaje dramático- como por su corrección sociocultural, eminentemente estadounidense, lo que trae como gran consecuencia que dicho segmento sea el más aislado e impersonal. El primer segmento y el tercero son más universales y dramáticamente tienen más fuerza, pero no hay que negar que los tres contribuyen al sentido general de la película -aunque si el segundo estuviese acortado, pero bastante acortado, la cosa habría quedado mejor, más concisa y contundente-. También es cierto que, en virtud del tiempo -o en desvirtud: en no alargar la película demasiado para su propio bien en desmedro del correcto fluir argumental-, todos los segmentos, por ir más al grano, caen en una malograda rapidez de soluciones y acontecimientos, generando baches en el tempo y por ende en la recepción de la energía subyacente, que no logra amoldarse al ritmo que repentinamente hace erupción; o sea, si en la mayoría de la película la cosa va medianamente pausada, al menos de manera tranquila y sin apuros, "a su ritmo", cercanos los puntos de inflexión narrativa, el tempo y el argumento se apresuran con tal de ser más breves y "precisos". Naturalmente, apresurarse no ayuda mucho y se le resta carga dramática a ciertas escenas que ciertamente debieron haber tenido un tratamiento mucho más cuidado.
Con todo, no dejaré de decir que "The place beyond the pines", si bien imperfecta, es una cinta muy bonita y embargadora, honesta a pesar de su ambición narrativo-estética. Me parece destacable que la película logre enfrentar y vencer sus contras, trascendiendo los mismos en pos de la sensación positiva final. No siempre se logra, ojo. Además me ha gustado mucho esa metáfora de los pinos, del lugar más allá de los mismos y del espacio que éstos encierran, no sólo un lugar físico e histórico sino que también espiritual y humano, donde lo abstracto y lo terrenal parecen ser lo mismo para sufrimiento de sus esclavos (del tiempo) protagonistas. Los personajes de la película, limitados y enfrentados por los pinos en sentidos inabarcables, bien podrían liberarse e ir más allá, ir al mundo. Todo esto me recuerdo un poco a "Before the rain" de Milcho Manchevski, que tenía como lema, si mal no recuerdo, "el círculo no es redondo". Ya pueden ver por dónde van los tiros... El problema de esa cinta es que, a diferencia de la de Cianfrance que nos ocupa, tenía muy poca personalidad y emoción, era más un producto busca premios que una película reflexiva. En fin, "The place beyond the pines" es un sueño por cumplir, y no el "americano"...
...El círculo se puede romper...
En el lado ambicioso, el cual no tiene nada de malo -la palabra podría sugerir un tono negativo o grandilocuente, todo lo contrario a la humildad con que está hecha la cinta- toda vez que dicho interés propicia la calidad ulterior, tenemos el que Cianfrance nos cuente, en primera instancia, una historia sobre redenciones, líos éticos y venganzas, para a posteriori abarcar algo mucho más grande: la aparentemente indeleble fuerza del destino, o del pasado, y el pequeño rol que tenemos las personas en todo esto. Lo interesante, interesante porque puede parecer obvio y manoseado, es que ambos espacios están planteados como entes íntimamente ligados en tanto no pudiesen existir el uno sin el otro, no sólo en su sentido más causal y lineal sino espiritual, como si la verdadera relación fuese abstracta en vez de terrenal y humana, como si nuestra vida fuese una mera circunstancia y formalidad. Por lo demás, dicha relación exclusiva parece estar excluyendo al presente mismo, retratado como si fuera una inevitable consecuencia o un preconcebido preludio, un simple escalón sin importancia, nunca como el único momento de libertad y desarrollo que podemos tener. Así, tenemos a varios personajes unidos por la sangre y el afecto, pero separados por la distancia y las circunstancias, a fin de cuentas por una fuerza invisible, y de cómo luchan para que lo segundo desaparezca de sus vidas y el tiempo sea algo más que una cadena en el cuello y las extremidades. De cómo luchan para que sus vidas cobren verdadero y personal sentido.
La verdad es que tengo un poco de sueño y poca disposición a reflexionar algo más, lo que me encantaría considerando la película que comento, así que mejor me voy a escribir sobre las virtudes técnico-narrativas de la película, bien nutrida de capas y matices, y capaz de, primero que todo, ponerte en el lugar del protagonista y hacer que su propósito de ser un padre presente sea totalmente creíble, lo que a la larga contribuye a que todos los restantes momentos de humanidad y cariño se produzcan con maravillosa fluidez, brotando naturalmente de los personajes, que a pesar de todo se encuentran encerrados por las circunstancias y el agobio inherente de sus situaciones también logra traspasarse al espectador, generarle desaliento. Cianfrance construye profundos y complejos personajes, y sabe cómo armar una trama que aproveche sus cualidades humanas y exclusivamente dramáticas; es decir, la película no sólo destaca por el ya mencionado trasfondo humano, por las emociones y sensaciones transmitidas, sino que también por una trama bien hilada y desarrollada, al servicio del tema del tiempo, el destino y la liberación. Por lo demás, la construcción de las escenas presenta una cuidada y firme pulsión dramática, logrando que los momentos de mayor envergadura emocional logren conmoverte así como aquellos violentos, de suspenso o de acción pura y dura te transmitan la adrenalina o la indignación o la impotencia del momento. La historia está bien filmada y escrita, dichos apartados no contravienen el sentido general de la película.
Eso sí, debo decir que la misma prometedora estructura es también la que provoca mayores reproches, especialmente en el segmento medio, el más flojo y débil del panorama completo, ya sea por el actor principal -Bradley Cooper tiene ratos, pero ni loco es un buen ni solvente actor que te soporte tanto bagaje dramático- como por su corrección sociocultural, eminentemente estadounidense, lo que trae como gran consecuencia que dicho segmento sea el más aislado e impersonal. El primer segmento y el tercero son más universales y dramáticamente tienen más fuerza, pero no hay que negar que los tres contribuyen al sentido general de la película -aunque si el segundo estuviese acortado, pero bastante acortado, la cosa habría quedado mejor, más concisa y contundente-. También es cierto que, en virtud del tiempo -o en desvirtud: en no alargar la película demasiado para su propio bien en desmedro del correcto fluir argumental-, todos los segmentos, por ir más al grano, caen en una malograda rapidez de soluciones y acontecimientos, generando baches en el tempo y por ende en la recepción de la energía subyacente, que no logra amoldarse al ritmo que repentinamente hace erupción; o sea, si en la mayoría de la película la cosa va medianamente pausada, al menos de manera tranquila y sin apuros, "a su ritmo", cercanos los puntos de inflexión narrativa, el tempo y el argumento se apresuran con tal de ser más breves y "precisos". Naturalmente, apresurarse no ayuda mucho y se le resta carga dramática a ciertas escenas que ciertamente debieron haber tenido un tratamiento mucho más cuidado.
Con todo, no dejaré de decir que "The place beyond the pines", si bien imperfecta, es una cinta muy bonita y embargadora, honesta a pesar de su ambición narrativo-estética. Me parece destacable que la película logre enfrentar y vencer sus contras, trascendiendo los mismos en pos de la sensación positiva final. No siempre se logra, ojo. Además me ha gustado mucho esa metáfora de los pinos, del lugar más allá de los mismos y del espacio que éstos encierran, no sólo un lugar físico e histórico sino que también espiritual y humano, donde lo abstracto y lo terrenal parecen ser lo mismo para sufrimiento de sus esclavos (del tiempo) protagonistas. Los personajes de la película, limitados y enfrentados por los pinos en sentidos inabarcables, bien podrían liberarse e ir más allá, ir al mundo. Todo esto me recuerdo un poco a "Before the rain" de Milcho Manchevski, que tenía como lema, si mal no recuerdo, "el círculo no es redondo". Ya pueden ver por dónde van los tiros... El problema de esa cinta es que, a diferencia de la de Cianfrance que nos ocupa, tenía muy poca personalidad y emoción, era más un producto busca premios que una película reflexiva. En fin, "The place beyond the pines" es un sueño por cumplir, y no el "americano"...
...El círculo se puede romper...
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