Director: Bill Douglas
Hoy está de cumpleaños el gran Clin Eastwood, y poco hay que decir, no porque haya poco que decir sino porque, en realidad, hay mucho que decir, y sería banal intentar dejar todo escrito en estas introductorias líneas que, además, pertenecen a una película de otro director. Sólo dejaré escrita una promesa honesta, una noble intención: me pondré al día con la filmografía del Eastwood director. De a poco y no de inmediato, pero a paso firme y seguro (espero), y ojalá pronto. Por ahora, debo ir cerrando un par de frentes que he abierto en el último tiempo, como por ejemplo esta trilogía de Bill Douglas, que empezara con la notable "My childhood" y que continua con "My ain folk", la que pierde un montón de calidad con respecto a su predecesora, principalmente por perder todo lo que mantenía a aquella a flote y conservar -y aumentar-, por desgracia, los mayores reproches que acá no encuentran resistencia y corroen inevitablemente el resultado final. Así sucede a veces: alguien se hace demasiado consciente de sí mismo y de los elementos que en algún momento le significaron moderado éxito, y comienza a sobre-utilizar los mismos, perdiendo todo el sentido. "My ain folk" es el resultado de ello, lamentable decirlo.
Jamie, el chico que vivía con su abuela y su hermano, tiene que irse a vivir con su ausente y desinteresado padre -que a su vez vive con una controladora y sobreprotectora madre que lo desprecia como nieto- una vez se queda solo y abandonado, otra vez. Si bien ya no vive en la pobreza extrema, ahora ya no tiene a nadie que lo quiera o se preocupe por él, dejando al pobre chico aún más desesperado ante la vida.
Bueno, no seré tan extremo: "My ain folk" no nos muestra a un director cegado por el reconocimiento y la arrogancia, por lo tanto eso de que ha perdido honestidad en cuanto a la ejecución de su película no sería del todo acertado; lo que sí, ha perdido esa particular energía y chispa que hacía de "My childhood" una experiencia tan peculiar e interesante, ha perdido la buena mano y la mirada fílmica. Todo se repite o se exagera, pero sin poder replicar el embargador fondo de la primera parte de la trilogía -y digo replicar no en el sentido de imitar, sino en el sentido de darle una nueva dimensión o vuelta de tuerca, una nueva capa o perspectiva a aquello que fue capaz de transmitir sin mayor dificultad-, incluso cuando se nota que la intención ulterior es la misma de la primera parte: contar las tribulaciones de un pobre chico a quien la vida lo trata de mal en peor, pero ubicado en la intimidad de dicho sufrimiento, no tanto en un manido y la mayoría de las veces fútil alegato social. Douglas se centra en la aceptación de esa condena de vivir el día a día sin esperanzas ni futuro en el horizonte, en el pesimismo de que la vida no puede ir a mejor. Es terrible de ver y sentir, sí; pero, a diferencia de lo hecho en "My childhood", Douglas no es capaz de expresar todo su potente discurso en la narración, dispersa e insoluble y a la postre cansina, que consiste básicamente en enlazar inconexamente y a la rápida toda clase de vejaciones y crueldades -emocionales como físicas- sin ningún tipo de hilo conductor coherente; es decir, el director pretende que los hechos por sí mismos impacten -algunos sí lo hacen, otros te dejan intacto- y que, de ser posible, todos juntos impacten aún más al final, pero no se preocupa de elaborar un relato que lleve a buen puerto dicha intención. A veces vemos unos gritos, unos golpes, unos cariños, unas caminatas, otros gritos, otros golpes..., y así hasta un final previsible y sin fuerza dramática, apartado en que la película cojea notoria y molestamente. Pegar así como así situaciones extremas una tras otra no es suficiente, pues se necesita más que eso: se necesita un relato, una sólida y potente suma de sus partes: se necesita cine.
Es curioso, pues de "My childhood" señalé que la misma no necesitaba un argumento para funcionar como ente cinematográfico en tanto ésto último se veía tremendamente aprovechado por la utilización de los recursos expresivos de la imagen y el sonido más que por una trama matemática o funcional, lo que por lógica debería aplicarse a "My ain folk". Finalmente no se logra y uno, ante la falta de una cinematografía envolvente, acaba criticando el argumento -lo único que podría "envolverte"-, escaso y circunstancial pero "más elaborado" en comparación, lo que no significa mejor narración. Si "My childhood" era, simplemente, lo difícil e injusto de vivir como vive Jamie, en "My ain fok" la cosa involuciona a una especie de reto por la supervivencia que en cierta forma banaliza el sufrir del chico, centrándose en lo morboso y superficial de sus problemas, y en el que además caben otros personajes, muy planos y mal dibujados por lo demás, que poco y nada tienen que aportar al relato y al drama.
Pero a lo que iba es que esto del (no)argumento se nota más y para peor en esta segunda entrega debido a que las capacidades expresivas de Douglas se quedan cortas, incapaces siquiera de llegarle a los talones a la poética desplegada en "My childhood", dejando a la historia huérfana. Si bien las imágenes son poderosísimas -las capturas lo demuestran, y cualquiera pensaría que detrás de cada una se esconde una narración magistral y una experiencia memorable. Pero no...-, la atmósfera es incapaz de representar la introspección de Jamie: el espacio fílmico -los objetos, los sonidos, "el aire"- se ha quedado vacío y carente de significado, claro síntoma -o consecuencia- de un "relato" repetitivo, cansino y sin nada nuevo que contar. Douglas es incapaz de situarnos en el lugar de Jamie.
Y todo esto es una lástima, pues, primero, el niño protagonista actúa muy bien desde la dolorosa contención que sólo encuentra un escape en unos ojos y un rostro capaces de narrar todo el sufrimiento visto y escondido; segundo, se nota que Douglas lleva a cabo una obra profundamente personal, sin artificios baratos y respetando sus principios -aunque en esta ocasión se quede cojo en la ejecución del lenguaje-; tercero, y más importante, la idea y las intenciones son muy buenas y promisorias: relatar la tragedia de un niño a lo largo de una serie de filmes, cada uno ubicándose en una etapa distinta de su crecimiento. Por desgracia, aunque se tenga una fotografía hermosa y sobrecogedora, aunque se tenga a un actor capaz de soportar en su espalda el peso del relato, o más, el peso conceptual y fílmico del mismo, aunque se tengan muy buenas ideas e intenciones, nada de eso es suficiente si no se tiene una sólida conjunción de herramientas, o mejor dicho una narración, que sepa transmitir, sostener y potenciar todo lo anterior. Douglas sabe lo que quiere contar, pero no sabe cómo, y en esta ocasión avanza a ciegas y a ningún lugar. Espero que haya logrado corregir sus errores para la entrega final de esta trilogía, "My way home", pues de verdad espero que la trágica vida de Jamie tenga un cierre digno y coherente. Veremos.
Es curioso, pues de "My childhood" señalé que la misma no necesitaba un argumento para funcionar como ente cinematográfico en tanto ésto último se veía tremendamente aprovechado por la utilización de los recursos expresivos de la imagen y el sonido más que por una trama matemática o funcional, lo que por lógica debería aplicarse a "My ain folk". Finalmente no se logra y uno, ante la falta de una cinematografía envolvente, acaba criticando el argumento -lo único que podría "envolverte"-, escaso y circunstancial pero "más elaborado" en comparación, lo que no significa mejor narración. Si "My childhood" era, simplemente, lo difícil e injusto de vivir como vive Jamie, en "My ain fok" la cosa involuciona a una especie de reto por la supervivencia que en cierta forma banaliza el sufrir del chico, centrándose en lo morboso y superficial de sus problemas, y en el que además caben otros personajes, muy planos y mal dibujados por lo demás, que poco y nada tienen que aportar al relato y al drama.
Pero a lo que iba es que esto del (no)argumento se nota más y para peor en esta segunda entrega debido a que las capacidades expresivas de Douglas se quedan cortas, incapaces siquiera de llegarle a los talones a la poética desplegada en "My childhood", dejando a la historia huérfana. Si bien las imágenes son poderosísimas -las capturas lo demuestran, y cualquiera pensaría que detrás de cada una se esconde una narración magistral y una experiencia memorable. Pero no...-, la atmósfera es incapaz de representar la introspección de Jamie: el espacio fílmico -los objetos, los sonidos, "el aire"- se ha quedado vacío y carente de significado, claro síntoma -o consecuencia- de un "relato" repetitivo, cansino y sin nada nuevo que contar. Douglas es incapaz de situarnos en el lugar de Jamie.
Y todo esto es una lástima, pues, primero, el niño protagonista actúa muy bien desde la dolorosa contención que sólo encuentra un escape en unos ojos y un rostro capaces de narrar todo el sufrimiento visto y escondido; segundo, se nota que Douglas lleva a cabo una obra profundamente personal, sin artificios baratos y respetando sus principios -aunque en esta ocasión se quede cojo en la ejecución del lenguaje-; tercero, y más importante, la idea y las intenciones son muy buenas y promisorias: relatar la tragedia de un niño a lo largo de una serie de filmes, cada uno ubicándose en una etapa distinta de su crecimiento. Por desgracia, aunque se tenga una fotografía hermosa y sobrecogedora, aunque se tenga a un actor capaz de soportar en su espalda el peso del relato, o más, el peso conceptual y fílmico del mismo, aunque se tengan muy buenas ideas e intenciones, nada de eso es suficiente si no se tiene una sólida conjunción de herramientas, o mejor dicho una narración, que sepa transmitir, sostener y potenciar todo lo anterior. Douglas sabe lo que quiere contar, pero no sabe cómo, y en esta ocasión avanza a ciegas y a ningún lugar. Espero que haya logrado corregir sus errores para la entrega final de esta trilogía, "My way home", pues de verdad espero que la trágica vida de Jamie tenga un cierre digno y coherente. Veremos.
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