Directora: Lone Scherfig
Primero lo primero, el comentario obligado: La así llamada pelea del siglo fue, qué duda cabe, una tremenda decepción, tanto por la dinámica de la pelea como por quien resultó ser el ganador, justamente, el culpable de que la pelea haya sido tan deficiente. Claramente, el triunfador sabe pelear y moverse y todo eso -al contrario de mi persona, lo que podría inhabilitarme según muchos-, pero tener como única estrategia huir de tu contrincante para ganarle por los puntos y no como un hombre que se precie debe hacerlo, es decir con un K.O., es sencillamente despreciable. Todos lo vimos y así quedará en la memoria... Y tristemente también en la historia toda vez que el triunfador tendrá su última pelea en septiembre y luego adiós al boxeo, fiel a su estilo, huyendo hasta el fin con tal de proteger su invicto, "su reputación". Pero bueno, si bien no es el resultado oficial, Pacquiao es el justo vencedor, al menos el que verdaderamente intentó ganar. Opinión de espectador esporádico del boxeo, nada más que decir...
Ahora bien, volviendo a las rutas oficiales de este blog, hay que comenzar mis desvaríos fílmicos con una frase que no puede ser más apropiada, considerando el párrafo anterior y la película en sí: Las apariencias engañan... Si se es inteligente, nadie debería dejarse llevar por ellas antes de tiempo, ni tampoco después de él. "The Riot Club" es una gran ejemplo de ello, de las apariencias versus las ideas o el contenido, y sus improbables representaciones. Y no es algo que me invente de la nada, porque pude notar en muchos lados cierta antipatía hacia esta película, antipatía proveniente del hecho de que lo último de la danesa Lone Scherfig se trata sobre "niños ricos que forman un club para hacer maldades impunemente y cagarse a los pobres", o, simplemente -lo que resulta aún más desconcertante-, del hecho de que tenga como protagonistas a niños ricos -cuicos, pijos...-. Demás está decir que esa antipatía llevaba al dudoso y firme objetivo de no ver la película, pues "las razones" expuestas son suficientes para que "The Riot Club" no merezca el visionado. Todavía recuerdo cuando un compañero de universidad, con respecto a "La grande bellezza", me dijo que le costaba apreciarla pues "le cuesta mucho ver películas de o con burgueses". Por suerte soy un tipo desprejuiciado, para la vida real y para las películas, lo que nunca me privó de pensar que "The Riot Club" tenía muy buena pinta y que, luego de haberla visto, me haya gustado por ser bastante buena e ir más allá de sus apariencias y tener cosas decir, puede que no del todo originales o reflexivas pero aún así importantes de recibir... Siempre y cuando la gente, no cegada por estupideces, se digne a mantener la mirada abierta y receptiva. Pues, les adelanto, las intenciones de Scherfig y la guionista van por otros lados distintos a los que se imaginan...
Ahora bien, volviendo a las rutas oficiales de este blog, hay que comenzar mis desvaríos fílmicos con una frase que no puede ser más apropiada, considerando el párrafo anterior y la película en sí: Las apariencias engañan... Si se es inteligente, nadie debería dejarse llevar por ellas antes de tiempo, ni tampoco después de él. "The Riot Club" es una gran ejemplo de ello, de las apariencias versus las ideas o el contenido, y sus improbables representaciones. Y no es algo que me invente de la nada, porque pude notar en muchos lados cierta antipatía hacia esta película, antipatía proveniente del hecho de que lo último de la danesa Lone Scherfig se trata sobre "niños ricos que forman un club para hacer maldades impunemente y cagarse a los pobres", o, simplemente -lo que resulta aún más desconcertante-, del hecho de que tenga como protagonistas a niños ricos -cuicos, pijos...-. Demás está decir que esa antipatía llevaba al dudoso y firme objetivo de no ver la película, pues "las razones" expuestas son suficientes para que "The Riot Club" no merezca el visionado. Todavía recuerdo cuando un compañero de universidad, con respecto a "La grande bellezza", me dijo que le costaba apreciarla pues "le cuesta mucho ver películas de o con burgueses". Por suerte soy un tipo desprejuiciado, para la vida real y para las películas, lo que nunca me privó de pensar que "The Riot Club" tenía muy buena pinta y que, luego de haberla visto, me haya gustado por ser bastante buena e ir más allá de sus apariencias y tener cosas decir, puede que no del todo originales o reflexivas pero aún así importantes de recibir... Siempre y cuando la gente, no cegada por estupideces, se digne a mantener la mirada abierta y receptiva. Pues, les adelanto, las intenciones de Scherfig y la guionista van por otros lados distintos a los que se imaginan...
Dos jóvenes, un tal Miles Davis y un tal Alistair Ryle, ambos bien educados y aristócratas aunque completamente distintos entre sí -el primero, un sujeto sencillo y abierto a compartir con personas sin importar su estrato social e intelectual; el otro, un tipo arrogante, elitista y con una desviada concepción del orgullo de haber nacido en cuna de oro-, llegan a estudiar a Oxford, de las mejores universidades del mundo. Eventualmente, ambos son invitados a unirse al Riot Club, el que reúne a los más brillantes y alocados hombres de la universidad -según ellos mismos-. Lo que al inicio parece un divertimento deviene en una espiral de, digamos, muchas cosas malvadas y equivocadas.
Como lo veo, hay dos o tres puntos de vista a los que ceñirse para comentar esta cinta, pero antes, una aclaración que a decir verdad no debería ser escrita pues uno pensaría que la gente deja de lado las falacias en pos de un buen debate, pero en fin, que la lucha de egos nunca acaba: "The Riot Club" no es una apología del comportamiento de sus ficticios protagonistas ni mucho menos del de los reales que inspiran esta historia -basada en una obra de teatro-; desde luego, tampoco es una facilona condena y denuncia de toda una clase de personas materialmente más afortunadas, sino más bien una mirada crítica y mordaz a un entuerto en particular que involucra a varios sujetos de la peor calaña y nacidos en dichos estratos elevados, erróneamente homologable a todo hecho similar y de los cuales siempre surgen dobles interpretaciones y juicios apresurados, imprecisos y superficiales. Yo tampoco voy a defender ni condenar a nadie en esta entrada, por si ya empezaron a pensar que soy un perrito faldero -como digo, soy un sujeto neutral y desprejuiciado hasta que las pruebas y/o las personas dan cuenta de lo que verdaderamente acontece-, pues como digo, esta película no busca juzgar ni nada por el estilo; su fin es más espiritual que meramente sociológico.
En cuanto a los puntos de vista, el primero es el más sencillo pero no por eso menos importante y necesario de mencionar: el comentar la película como tal, en base a sus virtudes narrativas y estéticas, y también a sus reproches. Como dije antes, "The Riot Club" no es para nada una mala película incluso si se trata de niños ricos y malcriados -o que su afiche oficial parezca, según algunos listillos, un cartel de Hugo Boss, o que se necesite ser modelo en vez de actor para tener un rol en la cinta-, al contrario, sabe aprovechar bien el potencial de sus personajes en pos de una historia intensa y medianamente compleja o reflexiva. Scherfig utiliza sabiamente las dos caras de la moneda, tanto en el aspecto moral de la situación como en el que nos referimos ahora, que es el narrativo. Por lo tanto, comenzamos con el lado bueno y festivo del club, aquel que solo involucra travesuras y juegos que no cruzan el límite de lo ofensivo y dañino. En este sentido, la película divierte y te hace pasar un buen rato, lo mínimo que uno debería pedirle a una película -ojo: no confundir "pasar un buen rato" con "no aburrirse"-. Pero luego, más o menos por la mitad, en el centro del relato, hay algo que se tuerce y retuerce de maneras realmente desagradables y abominables, pues el club de estos chicos deja de ser una malograda oda a la diversión o el libertinaje como expresión artística e intelectual -"fiel" al espíritu de un sujeto de apellido Riot, cuya vida y muerte inspiró la fundación de este ficticio club-, algo que no logran en lo más mínimo pues no entienden ni la magnitud ni la esencia de dichos postulados, para convertirse en una espiral de violencia literal y simbólica, sin sentido y gratuita, horrorosa y deleznable. Si usted es de aquellos que odia a los ricos por ser ricos, estos chicos les darán verdaderas razones para odiar. Finalmente, luego del poshgore festival -término que acabo de improvisar, lo digo con humildad y vergüenza-, la aparente y vergonzosa solución del conflicto, nuevamente, con esas dos caras de una moneda que es incapaz de verse el lado contrario y por ende condenada a cometer los mismos errores y crímenes de siempre. Pero me estoy adelantando... El punto es que la película funciona como relato, está bien hecha -Scherfig no cae en el exceso a la hora de filmar, algo que pudo haber sido fácil considerando el excesivo estilo de vida de estos chicos, y dirige apropiadamente, inyectando con precisión esa potente energía a su historia-, bien actuada -la labor del que hace de Ryle es espeluznante, sobre todo cuando el declive moral y humano ya no tiene retorno-, y bien planteada, lo que nos lleva a nuestro segundo punto de vista...
...El moral, claro. Extenderse en este apartado es inútil, pues la gente grita y magulla por estas cosas horas y horas, años y años, eras y eras, y nunca terminarán de acuerdo. Scherfig es sabia y no se mete en los pantanosos terrenos de la teoría sociológica y política, pues lo suyo no es ni la defensa ni la condena de una clase social determinada ni el enésimo llanto impotente de los desposeídos, o el típico llamado de atención y golpe de humildad busca premios -esta cinta ha pasado desapercibida-. Scherfig y la autora de la obra, mediante la creación de este club, critican al mal entendido estilo de vida libertino y hedonista, el que sólo se pueden costear los ricos, que de una y otra forma manejan cosas importantes de sus respectivos países. La danesa critica, mediante el inteligente contraste entre el Riot original y la tropa de descerebrados actuales, lo erróneo de confundir hedonismo con simple desorden y destrucción: porque ahí donde Riot era una mente brillante que inventaba cosas e intentaba expandir los límites de su inteligencia sin parar -según se le describe-, los otros niñitos simplemente memorizan datos y lenguas antiguas para aparentar genialidad; porque ahí donde Riot entendía hedonismo como la satisfacción de los placeres como propósito supremo de la vida, propósito que debe ser llevado a cabo con gracia mediante el uso de la razón y el arte -no necesariamente a través de lo material sino de la vida misma, un planteamiento más filosófico-, los niñitos piensan que para cumplir con dicho propósito basta con rebajarse a animales salvajes y grotescos para destruir lo que sea que tengan enfrente y reponerlo con su sucio y vil dinero, nada más vulgar y de mal gusto, a fin de cuentas equivocado. El hedonismo no es destrucción ni humillación -ni tampoco política farandulera-, todo lo contrario, debería ser placer puro e inclusivo... Ejem... Ojo, que Riot tampoco es presentado como un santo ni un ídolo, pero hay una diferencia entre ser auténtico y ser una marioneta dominada por el estatus. Eso es, amigos míos, lo que se critica, y por extensión es que llega todo lo demás, lo de la superficialidad y vacuidad del materialismo que los ricos se costean y ostentan como estilo de vida único, y la consabida sensación de superioridad e impunidad por sobre el resto. Pero por suerte está el personaje de Max Irons -hijo de Jeremy-, que sabe que puede disfrutar la vida con cosas simples que de verdad expandan y enriquezcan el espíritu. Si usted piensa que "The Riot Club" va sobre la lucha de clases y cómo la clase dominante le da por el culo a los proletarios, entonces están tan cegados y tontos como el resto de integrantes del club, que piensan que todo no-rico les tiene envidia, entre otras estupideces más que ya tendrán el dudoso placer de presenciar... Tan sólo digo que no sean injustos.
En fin, "The Riot Club" es una estupenda película que puede pecar de exagerada en un par de ocasiones, pero que de verdad sabe cómo desarrollarse y desenvolverse, pues cuando la cena llegue y la celebración se desate... uf, el desastre no se demorará en escalar terriblemente. Y peor, las visitas traen consigo los momentos más cueles y desagradables de la película, y una verdadera ráfaga de odio e intolerancia. Scherfig dirige con pulso firme y desde una mirada aguda e incisiva. Lo que digo es que esta película vale completamente la pena y no los dejará indiferente en lo absoluto. A mí me ha gustado y creo que a ustedes también debería, siempre y cuando no confundan cosas ni se dejen engañar por las apariencias de las cosas y las personas, claro...
En cuanto a los puntos de vista, el primero es el más sencillo pero no por eso menos importante y necesario de mencionar: el comentar la película como tal, en base a sus virtudes narrativas y estéticas, y también a sus reproches. Como dije antes, "The Riot Club" no es para nada una mala película incluso si se trata de niños ricos y malcriados -o que su afiche oficial parezca, según algunos listillos, un cartel de Hugo Boss, o que se necesite ser modelo en vez de actor para tener un rol en la cinta-, al contrario, sabe aprovechar bien el potencial de sus personajes en pos de una historia intensa y medianamente compleja o reflexiva. Scherfig utiliza sabiamente las dos caras de la moneda, tanto en el aspecto moral de la situación como en el que nos referimos ahora, que es el narrativo. Por lo tanto, comenzamos con el lado bueno y festivo del club, aquel que solo involucra travesuras y juegos que no cruzan el límite de lo ofensivo y dañino. En este sentido, la película divierte y te hace pasar un buen rato, lo mínimo que uno debería pedirle a una película -ojo: no confundir "pasar un buen rato" con "no aburrirse"-. Pero luego, más o menos por la mitad, en el centro del relato, hay algo que se tuerce y retuerce de maneras realmente desagradables y abominables, pues el club de estos chicos deja de ser una malograda oda a la diversión o el libertinaje como expresión artística e intelectual -"fiel" al espíritu de un sujeto de apellido Riot, cuya vida y muerte inspiró la fundación de este ficticio club-, algo que no logran en lo más mínimo pues no entienden ni la magnitud ni la esencia de dichos postulados, para convertirse en una espiral de violencia literal y simbólica, sin sentido y gratuita, horrorosa y deleznable. Si usted es de aquellos que odia a los ricos por ser ricos, estos chicos les darán verdaderas razones para odiar. Finalmente, luego del poshgore festival -término que acabo de improvisar, lo digo con humildad y vergüenza-, la aparente y vergonzosa solución del conflicto, nuevamente, con esas dos caras de una moneda que es incapaz de verse el lado contrario y por ende condenada a cometer los mismos errores y crímenes de siempre. Pero me estoy adelantando... El punto es que la película funciona como relato, está bien hecha -Scherfig no cae en el exceso a la hora de filmar, algo que pudo haber sido fácil considerando el excesivo estilo de vida de estos chicos, y dirige apropiadamente, inyectando con precisión esa potente energía a su historia-, bien actuada -la labor del que hace de Ryle es espeluznante, sobre todo cuando el declive moral y humano ya no tiene retorno-, y bien planteada, lo que nos lleva a nuestro segundo punto de vista...
...El moral, claro. Extenderse en este apartado es inútil, pues la gente grita y magulla por estas cosas horas y horas, años y años, eras y eras, y nunca terminarán de acuerdo. Scherfig es sabia y no se mete en los pantanosos terrenos de la teoría sociológica y política, pues lo suyo no es ni la defensa ni la condena de una clase social determinada ni el enésimo llanto impotente de los desposeídos, o el típico llamado de atención y golpe de humildad busca premios -esta cinta ha pasado desapercibida-. Scherfig y la autora de la obra, mediante la creación de este club, critican al mal entendido estilo de vida libertino y hedonista, el que sólo se pueden costear los ricos, que de una y otra forma manejan cosas importantes de sus respectivos países. La danesa critica, mediante el inteligente contraste entre el Riot original y la tropa de descerebrados actuales, lo erróneo de confundir hedonismo con simple desorden y destrucción: porque ahí donde Riot era una mente brillante que inventaba cosas e intentaba expandir los límites de su inteligencia sin parar -según se le describe-, los otros niñitos simplemente memorizan datos y lenguas antiguas para aparentar genialidad; porque ahí donde Riot entendía hedonismo como la satisfacción de los placeres como propósito supremo de la vida, propósito que debe ser llevado a cabo con gracia mediante el uso de la razón y el arte -no necesariamente a través de lo material sino de la vida misma, un planteamiento más filosófico-, los niñitos piensan que para cumplir con dicho propósito basta con rebajarse a animales salvajes y grotescos para destruir lo que sea que tengan enfrente y reponerlo con su sucio y vil dinero, nada más vulgar y de mal gusto, a fin de cuentas equivocado. El hedonismo no es destrucción ni humillación -ni tampoco política farandulera-, todo lo contrario, debería ser placer puro e inclusivo... Ejem... Ojo, que Riot tampoco es presentado como un santo ni un ídolo, pero hay una diferencia entre ser auténtico y ser una marioneta dominada por el estatus. Eso es, amigos míos, lo que se critica, y por extensión es que llega todo lo demás, lo de la superficialidad y vacuidad del materialismo que los ricos se costean y ostentan como estilo de vida único, y la consabida sensación de superioridad e impunidad por sobre el resto. Pero por suerte está el personaje de Max Irons -hijo de Jeremy-, que sabe que puede disfrutar la vida con cosas simples que de verdad expandan y enriquezcan el espíritu. Si usted piensa que "The Riot Club" va sobre la lucha de clases y cómo la clase dominante le da por el culo a los proletarios, entonces están tan cegados y tontos como el resto de integrantes del club, que piensan que todo no-rico les tiene envidia, entre otras estupideces más que ya tendrán el dudoso placer de presenciar... Tan sólo digo que no sean injustos.
En fin, "The Riot Club" es una estupenda película que puede pecar de exagerada en un par de ocasiones, pero que de verdad sabe cómo desarrollarse y desenvolverse, pues cuando la cena llegue y la celebración se desate... uf, el desastre no se demorará en escalar terriblemente. Y peor, las visitas traen consigo los momentos más cueles y desagradables de la película, y una verdadera ráfaga de odio e intolerancia. Scherfig dirige con pulso firme y desde una mirada aguda e incisiva. Lo que digo es que esta película vale completamente la pena y no los dejará indiferente en lo absoluto. A mí me ha gustado y creo que a ustedes también debería, siempre y cuando no confundan cosas ni se dejen engañar por las apariencias de las cosas y las personas, claro...
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