Director: Gus Van Sant
No le ha ido muy bien a Gus Van Sant estos últimos años. El pasado fue basureado en Cannes por su última película, "The Sea of Trees", de la cual me imagino se esperaban maravillas. Luego, cuando se estrenó en los cines, tampoco pudo repuntar: ni crítica ni público se entusiasmaron. Yo tenía mis dudas sobre esta cinta, pero también había que confiar en un director como Gus Van Sant, por lo demás tampoco hay que hacer mucho caso de la recepción de algunas películas, pues a estas alturas de la vida ya sabemos que los motivos detrás del aplauso o el abucheo suelen ser la mar de dudosos. Como sea, si bien no me parece una maravilla, "The Sea of Trees" no es para nada una mala película; al contrario, pienso que ha sido injusta e inmerecidamente vapuleada. No, si cuando se ensañan con algo, de repente todos se vuelven sesudos y exigentes teóricos del cine... es ridículo.
Tampoco voy a mentir o hacer la vista gorda: es cierto que "The Sea of Trees" es poco sutil al momento de mostrar los motivos que empujaron a Matthew McConaughey a ir al bosque ese donde mucha gente se suicida y, sobre todo, cuando se trata de levantarle el ánimo para convencerlo de que no se mate. Es cierto que no inventa nada y que alguno de sus recursos narrativos son bastante tópicos y melosos, pero también es cierto que, y esto último ha sido ampliamente ignorado u obviado, Gus Van Sant no pretende engañar ni manipular a nadie y que apunta directamente al eje central del film, sin perder el norte ni irse por las ramas. Supongo que muchos querían ver una mezcla de "El sexto sentido" con "Precious" o "The Blind Side" o "Extremely loud and incredibly close", pero lo cierto es que Van Sant ejecuta el guión de Chris Sparling con su habitual sensibilidad cinematográfica, alejada de las estridencias baratas y simplonas que tanto encantan a público y crítica (sobre todo en tiempos de premiaciones), de corte más intimista y parsimonioso, sensorial si cabe, prestando énfasis a la potente sencillez de los sentimientos desbordando el fotograma, al incontrolable mar de pasiones humanas.
"The Sea of Trees" trata sobre McConaughey yendo al bosque de los suicidios (nombre informal que le doy) a poner fin a su vida, propósito que se ve interrumpido con la aparición de Ken Watanabe, un hombre moribundo que será ayudado por nuestro protagonista. De esta forma, se inicia un viaje introspectivo, calmo en su puesta en escena pero intenso en lo subyacente, en el cual McConaughey reflexiona sobre sus decisiones, sus culpas y sus equivocaciones de manera la mar de transparente: atendiendo a los recuerdos y las emociones que lo invaden en tan espléndido escenario, cuyo especial aura es fielmente retratado/capturado por Van Sant, como un cruel pero honesto espejo lleno de humanidad. Estamos ante una experiencia inmersiva más que argumental; el relato no se ve sujeto a convenciones domesticadas y cada uno de sus puntos clave, aunque ejecutados de manera pausada, no pierde en ningún momento su fuerza inherente, precisamente porque el motor del relato no es la causalidad de los hechos sino la moralidad y personalidad de los personajes. Ésta es una historia de personajes dolidos y rotos en busca de perdón y catarsis, ésta es una búsqueda que transita por el dolor y el desasosiego, pero con suerte lo suficientemente iluminado como para encontrar el camino de vuelta...
Claro está que algunas frases puedan ser algo cursis y que los flashbacks con Naomi Watts sean algo predecibles, pero ya lo he dicho, el interés de Van Sant no radica necesariamente en los detalles argumentales como en el tratamiento de las emociones y la capacidad poética de las mismas, en la búsqueda de lo que hace tan único al sentimiento...
No traten de buscarle la quinta pata al gato y disfruten de esta conmovedora y bonita película, que por desgracia ha sido incomprendida e injustamente humillada. En todo caso, Van Sant sigue vivo...
"The Sea of Trees" trata sobre McConaughey yendo al bosque de los suicidios (nombre informal que le doy) a poner fin a su vida, propósito que se ve interrumpido con la aparición de Ken Watanabe, un hombre moribundo que será ayudado por nuestro protagonista. De esta forma, se inicia un viaje introspectivo, calmo en su puesta en escena pero intenso en lo subyacente, en el cual McConaughey reflexiona sobre sus decisiones, sus culpas y sus equivocaciones de manera la mar de transparente: atendiendo a los recuerdos y las emociones que lo invaden en tan espléndido escenario, cuyo especial aura es fielmente retratado/capturado por Van Sant, como un cruel pero honesto espejo lleno de humanidad. Estamos ante una experiencia inmersiva más que argumental; el relato no se ve sujeto a convenciones domesticadas y cada uno de sus puntos clave, aunque ejecutados de manera pausada, no pierde en ningún momento su fuerza inherente, precisamente porque el motor del relato no es la causalidad de los hechos sino la moralidad y personalidad de los personajes. Ésta es una historia de personajes dolidos y rotos en busca de perdón y catarsis, ésta es una búsqueda que transita por el dolor y el desasosiego, pero con suerte lo suficientemente iluminado como para encontrar el camino de vuelta...
Claro está que algunas frases puedan ser algo cursis y que los flashbacks con Naomi Watts sean algo predecibles, pero ya lo he dicho, el interés de Van Sant no radica necesariamente en los detalles argumentales como en el tratamiento de las emociones y la capacidad poética de las mismas, en la búsqueda de lo que hace tan único al sentimiento...
No traten de buscarle la quinta pata al gato y disfruten de esta conmovedora y bonita película, que por desgracia ha sido incomprendida e injustamente humillada. En todo caso, Van Sant sigue vivo...
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