Director: Martin Zandvliet
Sólo para que conste: vi el primer episodio de "Legion", la serie X-Men de FX, y sin impresionarme, me entretuvo lo justo con los innecesariamente recursivos enredos mentales del protagonista (aunque no podía faltar el maldito número musical...), pero estoy seguro que de ahora en adelante la trama será más del tipo corre-que-te-pillo, de dimes y diretes e incluso de nadie sabe para quién trabaja, con dos bandos peleándose la custodia del tal Legion, que ahora debe aprender a usar sus poderes. Nah, no me motiva mucho ver el resto de la temporada. A propósito, ya que estamos en temporada de premios, comentemos otras dos películas nominadas a Mejor Película Extranjera. Partamos con la infaltable película danesa, en la presente ocasión titulada "Under sandet", más conocida como "Land of Mine".
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, un montón de soldados alemanes fueron llevados a las costas danesas para retirar las minas que allí estaban enterradas. No era un trabajo muy prometedor, y muchos se convirtieron en puré. "Under sandet" nos sitúa en uno de esos lugares llenos de minas, y aunque no es difícil notar algunos lugares comunes, no deja de ser una película bien hecha que nunca deja de transmitir miedo y angustia, amén de esa a veces insoportable y sofocante atmósfera de agonía y abatimiento que se cierne sobre los jovencitos alemanes (no deben superar los veinte años, y puede que me esté sobrepasando: algunos representan dieciséis), prácticamente condenados a muerte en ese inhóspito cementerio alejado de la mano de Dios y de la civilización, sin escapatoria alguna. Si bien el relato sigue una progresión algo previsible con respecto a ciertos personajes (como el militar danés a cargo de los jóvenes, al principio violento e implacable, después ablandado y conmovido, o el especial soldado alemán cuyo nihilismo también es la única luz de esperanza) y acontecimientos (la amistad generalizada, los sueños discutidos, las jornadas de ardua y aterradora labor transformadas en inocuas e ilusas horas de diversión), éstos son utilizados hábilmente por el director, blindado de todo convencionalismo o corrección política o cursilería (al contrario, la puesta en escena de Zandvliet es dura y austera) al momento de relatar las experiencias que minan (ejem) la integridad y dignidad de estos polluelos, caracterizadas por el desconcierto y la resignación. No se nos cuenta nada realmente nuevo, acaso el escenario y el contexto post-bélico, pero, desde luego, la gracia de la película radica en su certero y profundo retrato de personajes y de contextos, dando cuenta de que ser bueno o malo (que de por sí son términos o estados difusos, maleables, incluso indescifrables) no está determinado necesariamente por el uniforme como por los actos y acciones que hacemos para con el resto, el otro, el diferente, el rival, el enemigo. Es un discurso que algunos, con cierta irritación, pueden reclamar hasta el cansancio que ya se lo saben, pero no es poco común ver que día a día éste parece ser olvidado en detrimento de efímeros objetos y valores, y Martin Zandvliet lo plantea y lo defiende bien, no sólo en tanto discurso sino que también en tanto relato y ejecución formal.
Sí señor, "Under sandet" es una potente y conmovedora película, de una historia con matices tan tremebundos como vulnerables, que te atrapa de inicio a fin con esa cruel incertidumbre de, en vez de cuándo volverán a casa, cuándo morirán.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, un montón de soldados alemanes fueron llevados a las costas danesas para retirar las minas que allí estaban enterradas. No era un trabajo muy prometedor, y muchos se convirtieron en puré. "Under sandet" nos sitúa en uno de esos lugares llenos de minas, y aunque no es difícil notar algunos lugares comunes, no deja de ser una película bien hecha que nunca deja de transmitir miedo y angustia, amén de esa a veces insoportable y sofocante atmósfera de agonía y abatimiento que se cierne sobre los jovencitos alemanes (no deben superar los veinte años, y puede que me esté sobrepasando: algunos representan dieciséis), prácticamente condenados a muerte en ese inhóspito cementerio alejado de la mano de Dios y de la civilización, sin escapatoria alguna. Si bien el relato sigue una progresión algo previsible con respecto a ciertos personajes (como el militar danés a cargo de los jóvenes, al principio violento e implacable, después ablandado y conmovido, o el especial soldado alemán cuyo nihilismo también es la única luz de esperanza) y acontecimientos (la amistad generalizada, los sueños discutidos, las jornadas de ardua y aterradora labor transformadas en inocuas e ilusas horas de diversión), éstos son utilizados hábilmente por el director, blindado de todo convencionalismo o corrección política o cursilería (al contrario, la puesta en escena de Zandvliet es dura y austera) al momento de relatar las experiencias que minan (ejem) la integridad y dignidad de estos polluelos, caracterizadas por el desconcierto y la resignación. No se nos cuenta nada realmente nuevo, acaso el escenario y el contexto post-bélico, pero, desde luego, la gracia de la película radica en su certero y profundo retrato de personajes y de contextos, dando cuenta de que ser bueno o malo (que de por sí son términos o estados difusos, maleables, incluso indescifrables) no está determinado necesariamente por el uniforme como por los actos y acciones que hacemos para con el resto, el otro, el diferente, el rival, el enemigo. Es un discurso que algunos, con cierta irritación, pueden reclamar hasta el cansancio que ya se lo saben, pero no es poco común ver que día a día éste parece ser olvidado en detrimento de efímeros objetos y valores, y Martin Zandvliet lo plantea y lo defiende bien, no sólo en tanto discurso sino que también en tanto relato y ejecución formal.
Sí señor, "Under sandet" es una potente y conmovedora película, de una historia con matices tan tremebundos como vulnerables, que te atrapa de inicio a fin con esa cruel incertidumbre de, en vez de cuándo volverán a casa, cuándo morirán.
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