Director: Jack Bernhard
Oh, vaya, miren ustedes: nosotros, acá, ¡comentando una película!
¿Será 2019 el año en que Cine en tu cara vivirá peligrosamente?
Ahora son los Oscars pero la verdad es que no me importa, ja, ja, los de este año deben ser los peores de la década.
En fin, hablemos de "Decoy", película de Jack Bernhard y, de nuevo miren ustedes, su opera prima, lo cual no me lo esperaba.
Supongo que "Decoy" es un entretenido y medianamente efectivo noir que, por lo demás, mezcla, a mi entender (lo digo porque nunca he sido un entendido en materias de medicina), algo de ciencia ficción o fantasía; la verdad es que es un giro (no realmente un giro en tanto cambio de tono o género propiamente tal, pero sí es un paso o dos hacia lo fantasioso) realmente alocado y que tiene bastante de relato pulp: en definitiva, una auténtica historia de serie B, como los estadounidenses ya no saben hacer o se olvidaron de hacer, como decía Mariano Llinás en "La Flor", película que aún no puedo olvidar.
El asunto comienza con un sujeto que ha perdido algo que ya no podrá recuperar: ¿su cordura, su compostura, su sensatez?, acaso ha perdido su fe en el prójimo, la confianza en el ser humano o la fe en el amor, quién sabe. Lo cierto es que recorre a dedo cientos y cientos de kilómetros para llegar a un hotel y entrar en una de sus habitaciones para matar a alguien: para matar a una mujer, rubia mujer, fatal mujer, quien, intuimos, le ha arruinado la vida. Quién no desea morir, maltratado y humillado, en manos de una bella mujer, ¿no? Este es el fin de la historia, pero en su lecho de muerte la mujer recuerda, recuerda el camino que, inevitablemente, todos recorrieron hasta ese punto negro e irreversible. Un racconto. La historia de un criminal encarcelado, condenado a la cámara de gas, que amenaza con llevarse a la tumba el secreto del escondite del botín del último asalto al banco, en el cual mató a alguien, crimen por el que ahora enfrenta la muerte, secreto que se llevará a la tumba, decíamos, a menos que sea liberado. Deseo que no será cumplido ni por políticos ni abogados ni menos por el presidente de la nación, qué demonios, cómo si a ellos les importara la vida de un pobre diablo; no, quien intentará liberarlo, por todos los ilegales medios posibles (hasta cruzará los límites de la vida, dios mío), es su novia, que organizará la cosas atrayendo a otro criminal, codicioso y poco confiable criminal, y a un doctor, idealista doctor, feliz de trabajar en los barrios pobres, de curar las enfermedades que acentúan la miseria, de servir a quienes más lo necesitan, de contribuir a iluminar un poco vidas oscuras y grises sin esperanza, pero que lo dejará todo por el infamante perfume de unas carnes elegantes a su vez que atávicas, de unos labios sublimes y soberbios, de unos ojos penetrantes como las áreas inexploradas del universo. Y el detective de policía, claro, que sigue el caso, de cerca y de lejos, pero qué puede hacer un hombre de ley cuando la muerte ha hecho su última jugada y los humanos muerden las cadenas que los atan a este caótico mundo.
"Decoy" tiene un potente arranque que, progresivamente, se va diluyendo (no mucho, no mucho) debido sobre todo a un relato (no necesariamente una trama o un argumento) que descuida (aunque no pierde) su atractivo inicial, construido a base de personajes de marcado carácter, de unos brillantes y punzantes diálogos (que continúan hasta el final, es cierto), de su tratamiento tan desenfadado como respetuoso del noir y el pulp, de su toque orgullosamente B. No es nada grave; sigue siendo un film totalmente disfrutable. Descuida su atractivo inicial al no poder narrar las cosas con tanto estilo como se presenta; la historia es entretenida, pero algo previsible, convirtiendo sus personajes en elementos también predecibles y algo superfluos. Cierto es que no estamos hablando de grandes cotas de calidad fílmica; entendemos el tren fatalista de acontecimientos, con la codicia y el dinero siendo más valioso que vidas y principios, aunque no brille por algún tratamiento moral o ético; reconocemos (y disfrutamos) códigos e imágenes que, al carecer de un contenido algo más profundo o concentrado, no pueden sostener por completo un relato que ni con esa curiosa y singular sorpresa logra sorprender (el final, desde luego, ya lo sabemos). Sin embargo, con sus defectos y con sus virtudes algo difuminadas, me parece una película que funciona y cumple lo suyo, que se puede ver sin problemas, un desenfadado y decidido film clase B, como los estadounidenses ya no saben o se olvidaron de hacer, esas películas que, de no existir, tampoco existirían (quizás) otros cineastas más conocidos que hallaron gran inspiración en estas adorable y orgullosamente chapuceras historias.
Hombres y mujeres que lo pierden todo, encandilados por la espuria luz del dinero, incapaces de escapar del túnel que los conduce a su destino definitivo porque esa luz, oh maldita luz, no deja de prometer una salida que no existe.
¿Será 2019 el año en que Cine en tu cara vivirá peligrosamente?
Ahora son los Oscars pero la verdad es que no me importa, ja, ja, los de este año deben ser los peores de la década.
En fin, hablemos de "Decoy", película de Jack Bernhard y, de nuevo miren ustedes, su opera prima, lo cual no me lo esperaba.
Supongo que "Decoy" es un entretenido y medianamente efectivo noir que, por lo demás, mezcla, a mi entender (lo digo porque nunca he sido un entendido en materias de medicina), algo de ciencia ficción o fantasía; la verdad es que es un giro (no realmente un giro en tanto cambio de tono o género propiamente tal, pero sí es un paso o dos hacia lo fantasioso) realmente alocado y que tiene bastante de relato pulp: en definitiva, una auténtica historia de serie B, como los estadounidenses ya no saben hacer o se olvidaron de hacer, como decía Mariano Llinás en "La Flor", película que aún no puedo olvidar.
El asunto comienza con un sujeto que ha perdido algo que ya no podrá recuperar: ¿su cordura, su compostura, su sensatez?, acaso ha perdido su fe en el prójimo, la confianza en el ser humano o la fe en el amor, quién sabe. Lo cierto es que recorre a dedo cientos y cientos de kilómetros para llegar a un hotel y entrar en una de sus habitaciones para matar a alguien: para matar a una mujer, rubia mujer, fatal mujer, quien, intuimos, le ha arruinado la vida. Quién no desea morir, maltratado y humillado, en manos de una bella mujer, ¿no? Este es el fin de la historia, pero en su lecho de muerte la mujer recuerda, recuerda el camino que, inevitablemente, todos recorrieron hasta ese punto negro e irreversible. Un racconto. La historia de un criminal encarcelado, condenado a la cámara de gas, que amenaza con llevarse a la tumba el secreto del escondite del botín del último asalto al banco, en el cual mató a alguien, crimen por el que ahora enfrenta la muerte, secreto que se llevará a la tumba, decíamos, a menos que sea liberado. Deseo que no será cumplido ni por políticos ni abogados ni menos por el presidente de la nación, qué demonios, cómo si a ellos les importara la vida de un pobre diablo; no, quien intentará liberarlo, por todos los ilegales medios posibles (hasta cruzará los límites de la vida, dios mío), es su novia, que organizará la cosas atrayendo a otro criminal, codicioso y poco confiable criminal, y a un doctor, idealista doctor, feliz de trabajar en los barrios pobres, de curar las enfermedades que acentúan la miseria, de servir a quienes más lo necesitan, de contribuir a iluminar un poco vidas oscuras y grises sin esperanza, pero que lo dejará todo por el infamante perfume de unas carnes elegantes a su vez que atávicas, de unos labios sublimes y soberbios, de unos ojos penetrantes como las áreas inexploradas del universo. Y el detective de policía, claro, que sigue el caso, de cerca y de lejos, pero qué puede hacer un hombre de ley cuando la muerte ha hecho su última jugada y los humanos muerden las cadenas que los atan a este caótico mundo.
"Decoy" tiene un potente arranque que, progresivamente, se va diluyendo (no mucho, no mucho) debido sobre todo a un relato (no necesariamente una trama o un argumento) que descuida (aunque no pierde) su atractivo inicial, construido a base de personajes de marcado carácter, de unos brillantes y punzantes diálogos (que continúan hasta el final, es cierto), de su tratamiento tan desenfadado como respetuoso del noir y el pulp, de su toque orgullosamente B. No es nada grave; sigue siendo un film totalmente disfrutable. Descuida su atractivo inicial al no poder narrar las cosas con tanto estilo como se presenta; la historia es entretenida, pero algo previsible, convirtiendo sus personajes en elementos también predecibles y algo superfluos. Cierto es que no estamos hablando de grandes cotas de calidad fílmica; entendemos el tren fatalista de acontecimientos, con la codicia y el dinero siendo más valioso que vidas y principios, aunque no brille por algún tratamiento moral o ético; reconocemos (y disfrutamos) códigos e imágenes que, al carecer de un contenido algo más profundo o concentrado, no pueden sostener por completo un relato que ni con esa curiosa y singular sorpresa logra sorprender (el final, desde luego, ya lo sabemos). Sin embargo, con sus defectos y con sus virtudes algo difuminadas, me parece una película que funciona y cumple lo suyo, que se puede ver sin problemas, un desenfadado y decidido film clase B, como los estadounidenses ya no saben o se olvidaron de hacer, esas películas que, de no existir, tampoco existirían (quizás) otros cineastas más conocidos que hallaron gran inspiración en estas adorable y orgullosamente chapuceras historias.
Hombres y mujeres que lo pierden todo, encandilados por la espuria luz del dinero, incapaces de escapar del túnel que los conduce a su destino definitivo porque esa luz, oh maldita luz, no deja de prometer una salida que no existe.
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